Angela González Tort nació en el barrio de Fray Benito, municipio de Gibara, en la provincia de Oriente.
Tenía 16 años cuando en el 1895 se lanzó heroicamente a la manigua insurrecta a combatir por la independencia de Cuba.
El Coronel Remigio Marrero la nombró abanderada y ya desde ese momento puede considerarse que la tricolor enseña de la estrella solitaria fue su túnica durante el resto de su vida y su digno sudario cuando la muerte cerró para siempre sus inmensos ojos.
Fue combatiente activa, abanderada y enfermera, desempeñando todas estas misiones con brío sereno y con valor innegable.
Contrajo matrimonio en la manigua, siendo al poco tiempo hecho prisionero su esposo por los
enemigos.
Angela González se impuso desde ese momento la misión de salvarlo de la muerte segura ante el piquete del fusilamiento.
La esposa del General March, Jefe Militar entonces del Distrito de Holguín, mucho la ayudó en su humana petición.
Tras muchas penalidades consigue que el General Blanco indulte al prisionero sin compromiso alguno en que el honor de ambos pudiera quedar entredicho y los dos marchan de nuevo a combatir por la independencia de la Patria en el mismo lugar de donde salieron el día aciago donde el compañero de su vida fuera capturado.
Inmediatamente Angela reanudo sus deberes abandonados un tiempo, y puede asegurarse que no falló ni flaqueó nunca ante el combate.
Su hoja de servicios a la República mambisa es de una ejecutoria brillante y de una conducta sin reproches de ninguna clase.
Fue madre varias veces en los campos de la redención, sin que sus deberes maternales, le hicieran desistir de sus propósitos heroicos. Soportó enfermedades, miserias, hambres. Paso noches enteras a la intemperie, sin tener en ocasiones ni con que cubrir sus carnes laceradas por los rigores de la contienda bélica.
Vio morir de fiebres malignas a algunos de sus hijos, criados en los mismos campos de batalla; en sus brazos exhaló el último suspiro el compañero de su vida herido por el plomo de los opresores en reñidísimo combate. Pero nada de esto aminoró en Angelita su deseo vehemente de ayudar con su esfuerzo a la libertad de Cuba.
La heroína de tantos episodios de honor y de dolor, alcanzó al fin la libertad tan caramente conquistada, y vivió tranquila en su Gibara natal, sin honores ni riquezas hasta hace relativamente pocos años en que dejo de existir, un 24 de Febrero del año 1946, cuando se cumplían exactamente cincuenta y un años del inicio de la última de nuestras guerras, donde ella amo, sufrió y luchó. |