María Cabrales nació en la provincia oriental de Cuba, cuna también de su ilustre esposo el General Antonio Maceo y Grajales, que por su altísima gloria como paladín de nuestra independencia recibiera el nombre inmortal del “Titán de Bronce”.
Duro e inflexible como el bronce, fue también el carácter de María y su acendrado patriotismo corrió al parejo con el del compañero de su vida.
Mujer de extraordinario talento natural, no cultivado por el imperativo de la época, supo adaptarse a cuantas situaciones le deparara el destino.
Muy joven aun, hermosísima, de belleza criolla, unió su suerte a la del General Antonio, sin tener nunca celos de la novia ideal por quien éste siempre suspirara: la Patria.
Compartió con Maceo las tentativas revolucionarias, las persecuciones, la, guerra y el destierro.
Residiendo en Costa Rica, fundó “El Club de Mujeres Cubanas de Costa Rica” y de ella dijo el sublime Apóstol Martí, que fue una de sus mejores colaboradoras en aquel país hermano.
Su atracción personal hacía aumentar los fondos colectados y su labor de proselitismo no tenla superación de ninguna clase.
Vivió con Maceo no sólo la gesta heroica del 68, la rebeldía inflexible de los Mangos de Baraguá, la intentona revolucionaria de la Guerra Chiquita, sino también la etapa sublime del 95.
La marcha triunfal de Oriente a Occidente fue seguida por María Cabrales y en algunas ocasiones se ha dicho que los españoles perseguían al brazo mambí por las huellas de los zapatos de María. Si en todo momento no pudo estar a su lado, causas poderosas se lo impidieron; pero se puede asegurar que espiritualmente siempre estuvo cerca de nuestro nunca bien llorado coloso.
Terminado el triste episodio de Punta Brava, extinguida para siempre la vida del General Antonio, que sintió ella en lo más profundo de su alma y alcanzada al fin la independencia de Cuba, María Cabrales residió definitivamente en Santiago en la Finca “San Agustín”, cercana al poblado de San Luis, falleciendo en la mañana del 28 de Julio de 1905. |