Rosario Bolaños y Fundora nació en Madruga, provincia de la Habana. De dulce belleza, tez blanca, inmensos ojos negros y copiosa cabellera obscura que caía sobre sus hombros en forma de inmensa cascada de rizos, era conocida desde muy joven por “Violeta”, así como su hermana Isabel, a quien llamaban “Azucena”. Dos nombres de flores, para dos flores del pénsil cubano.
La Junta Revolucionaria de la Habana y las fuerzas revolucionarias de Occidente, conocieron muy de cerca la labor de estas bellísimas habaneras, merecedoras de figurar en la Galería de Heroínas de esta hermosa Perla de la Antillas.
Todos los que operaron en la Habana y Matanzas, cuentan las crónicas de aquella época, sabían quienes eran “Violeta” y “Azucena”. Las fechas 24 de Febrero de 1895 y 12 de Agosto de 1898, marcan el período de militancia de estas dos patriotas. Sobre todo Chanto, que fue la enfermera solícita, inseparable y tierna del General Adolfo del Castillo, herido en acción de guerra en 1896, a quien su hermano el patriota José María Bolaños, conocido por “Chema” amparó y recogió en el campo de batalla.
Rosario Bolaños presidió en la Habana “El Club Juan Alberto González” que estaba integrado por distinguidas señoritas de esa ciudad, y en la época difícil de Weyler, su casa no dejó de ser un centro de conspiración, situado en la calle antiquísima de Peña Pobre, de grata recordación para todos los cubanos.
En cierta ocasión Rosario y sus hermanas fueron encargadas de enterrar un tesoro consistente en millares de pesos recolectados con mucho trabajo para la causa de la revolución.
No sabiendo donde hacerlo se dirigieron a su casa solariega, finca “Dos Hermanos”, enclavada en Madruga, donde habían visto la luz primera.
Copada la finca por el General Moncada, al mando de las fuerzas españolas, las dos heroicas mambisas, ayudadas por su hermano Juan, desenterraron a toda prisa el precioso tesoro y corrieron al ingenio “El Rosario”, propiedad de Ramón Pelayo, en Aguacate, desde donde lo hicieron llegar por encargo de “Chema” a don Tomás Estrada Palma, que se encontraba en New York.
La ejemplar patricia murió en la Habana hace algunos años; pero su porte digno y meritorio no se podrá borrar jamás en la Historia de nuestro País. |