Eva Adán nació en la prócer provincia camagüeyana a mediados del pasado siglo, de rica y destacada familia de aquella región.
Alta, gruesa, cabellos brunos y ojos profundos y negros poblados de espesas cejas. Tenía en su mirada reflejado el ideal del patriotismo y en su dulce boca jugaba perennemente una sonrisa prometedora de días mejores para la tierra amada que la veía nacer.
Casó muy joven con el General Alejandro Rodríguez. Con el supo compartir el triunfo como ya había compartido inmensas amarguras.
Perteneció Eva, cuyo nombre recordará, a la primera representante femenina sobre el Universo, a aquel grupo de mambisas enamoradas del ideal separatista, que tantas vejaciones, persecuciones y ultrajes sin cuento sufrieron durante nuestras gestas libertadoras, sin que por ello perdieran nunca la fe y tampoco desmayaran en la noble tarea por ellas emprendida.
Eva Adán había nacido para centuplicar energías; armar brazos vacilantes, dar ánimos a quienes les hacía falta, empujar al vacilante y premiar al esforzado.
Internado en el campo de batalla su esposo, el General Alejandro Rodríguez, se hizo cargo Eva de dirigir las actividades revolucionarias en la Ciudad de Camagüey, donde cayó prisionera el día 2 de Enero de 1897. Conducida a La Habana, la trajeron en cordillera, sufriendo un trato inicuo y fue encerrada en la casa de “Las Recogidas”.
Por gestiones del General Lee se obtuvo su libertad, y entonces marchó al extranjero desde donde siguió colaborando en la causa de la libertad cubana.
Terminada la dominación española retornó a Cuba, donde se acrecenta con su actuación de matrona ejemplar y magnífica, la aureola de magnificencia que eternamente creó para ella la conciencia de un pueblo que supo despertarse por el esfuerzo constante de sus hijos.
Eva Adán, camagüeyana ilustre, merece un puesto cimero entre las patriotas cubanas. |