Lucía Iñiguez y Landín Moreno, nació en la provincia oriental.
Su familia de rancio abolengo criollo fue de las primeras en coadyuvar a la independencia de Cuba.
Se casó en únicas nupcias con el Sr. Ramón García y González, naciendo de esa venturosa unión dos hijas nombradas Leonor y María del Rosario, y un hijo Calixto, que andando los años sería uno de los más grandes Generales de la epopeya cubana.
Al estallar en Yara la primera gesta revolucionaria Lucía Iñiguez, arengó al hijo de sus entrañas en la santa causa de la Libertad y tanto y de tal manera se distinguió por su valor, sus dotes de organizador, su coraje, su serenidad y su abnegación, que aquella madre podía estar orgullosa de haber dado a la Patria un hijo de tal temple y tales merecimientos.
Lucía Iñiguez perdió a su esposo y todos sus bienes de fortuna; pero en unión de sus dos hijas, trabajó para ganar el sustento diario y trabajó más todavía en la causa de la Revolución.
Colectó fondos para los insurrectos, introdujo proclamas clandestinamente, cosió ropas para los valientes mambises, preparó hilas y vendajes, envió en algunas ocasiones sus escasos y pobres alimentos a los que nada tenían que llevarse a la boca entre el fuego ardiente de los combates heroicos
Y un día aciago, el 16 de Septiembre de 1874 su hijo Calixto se encontró en el más duro trance de su vida. Separado del grueso de sus fuerzas, acompañado tan solo de sus ayudantes y de un práctico estaba en los instantes en que fue sorprendido, en el potrero de San Antonio de Bajá, por una guerrilla al mando del Teniente Ariza.
Sus acompañantes Castellanos y Planas fueron inutilizados para seguir luchando y el General García al verse perdido irremediablemente, se aplicó el revolver debajo de la barba y se dio un tiro.
El proyectil respetó su sagrada existencia y la suerte quiso que sobreviniese hasta 25 años después, cuando estaba ya consumada la obra de la Libertad.
Moribundo Calixto García, llevaron la noticia de la captura a su madre que lo adoraba y cuyo temple se apreciaba de conocer mejor que nadie.
Al recibir Lucía Iñiguez la infausta nueva de que el General estaba herido, la considero falsa, pues creía que no era fácil su aprehensión por los españoles.
Le advirtieron, al fin, que se hallaba, sí, en poder del enemigo, pero en estado gravísimo, ensangrentado, como que el proyectil le había salido por la frente. Ante la ruda revelación, creyolo muerte antes que rendido y cuenta la Historia que aquella matrona admirable exclamó:
-“Ese, ese es mi hijo Calixto”.
Cargada de años y de virtudes dejó de existir la augusta dama, cuya ejecutoria a través de toda nuestra vida colonial republicana supervive en el ánimo de todos los cubanos que aman a su Patria. |