Candelaria Figueredo y Vázquez, nació en Bayamo, provincia de Oriente en el año de 1852.
Era hija de Pedro Figueredo y Cisneros, abogado, poeta, músico y patriota fervoroso; autor de nuestro Himno Nacional, héroe esclarecido que murió por la libertad de Cuba, y de su esposa la Sra. Isabel Vázquez y Moreno, hermana de Luz Vázquez, la “Gentil Bayamesa” que sirviera de inspiración a la famosa composición musical del mismo nombre.
“Canducha”, como cariñosamente se le llamaba, se educo en un hogar netamente cubano, ya que su progenitor fue uno de los principales colaboradores de Carlos Manuel de Céspedes, el “Padre de la Patria”, en la gloriosa clarinada del 10 de Octubre de 1868.
Perucho Figueredo e Isabel Vázquez tuvieron numerosos hijos: Eulalia, Pedro, Felipe, Blanca, Elisa, Isabel, Candelaria, Gustavo, María de la Luz, Piedad, Angel y María Esther.
En la época en que estalló la revolución de Yara, Candelaria Figueredo contaba 17 años. Era una hermosa joven trigueña, de inmensos ojos soñadores, de larga y abundante cabellera bruna, enamorada como su padre del ideal hermoso de independizar a Cuba.
Acordada la toma de Bayamo en Barracas, el día 15 de Octubre para tres días después, por Céspedes, Marcano, Aguilera, Maceo Osorio y Figueredo, Perucho regreso a su ingenio “Las Mangas” donde había dejado a su familia y a un contingente de 200 hombres que tenía preparado.
Perucho represento siempre la parte romántica de la Revolución. Céspedes era la energía, Aguilera la previsión; Maceo Osorio la inteligencia; Figueredo, que los compendiaba a los tres, era también el alma sensitiva del movimiento.
Al comunicar a los suyos las ideas de su jefe, ya había planeado la confección de la bandera cuyos colores y forma fueron ideas del Padre de la Patria. Pronto se dio a la tarea toda la familia de confeccionar la venerable enseña, que difería de la de Narciso López por no recordar bien los patriotas del 68, la distribución de las franjas y el triángulo rojo, que el 19 de Mayo de 1850 había ondeado victoriosa en las calles de Cárdenas. Pero de pronto, se dio cuenta Fígueredo que le hacía falta una abanderada y tropezando su mirada en ese momento con la de su hija “Canducha”, le pregunto:
-“¿Te atreves a ser la abanderada que el día 18 recorrerá las calles de Bayamo?”
Al oír aquélla pregunta de labios del autor de sus días, la resuelta doncella, empurpurado el rostro, fulgurantes los ojos, se puso en pie y rayando a la altura de la invitación, apreso en la respuesta la afirmación más categórica:
-“Nada me haría más feliz que dar mi vida y mi sangre por la redención de la Patria”.
Un estallido de franco, de inusitado júbilo brotó del alma de todos los presentes que aclamaron a la bella abanderada, en tanto que sus hermanas corrían a confeccionar el traje de libertadora, aquel con el que amazona en brioso corcel, recorrió las calles de Bayamo entre el himno y el estruendo del combate y los gritos de triunfo de los revolucionarios, según nos dice Maceo Verdecia en su obra titulada “Bayamo”.
Candelaria Figueredo, tierna niña en la aurora de “La Demajagua”, fue mambisa más tarde que sufrió penalidades sin cuento, vagando durante mucho tiempo, unas veces sola y otras en unión de sus hermanos por montes y sabanas, hasta que fue presa y sujeta a largo cautiverio en el fuerte “Zaragoza” de Manzanillo, pudiendo al fin lograr que la pusieran en libertad y le permitieran embarcar para los Estados Unidos. Allí vivió siempre fiel a la causa libertadora mientras Cuba estuvo bajo la soberanía de España, regresando entonces a la Patria, para residir en La Habana, hasta su muerte ocurrida el 20 de Enero de 1924.
Su nombre inmortal impreso está para siempre en las páginas de nuestra historia, ya que ella como todos sus hermanos tuvieron siempre por divisa las hermosas frases de su progenitor:
-“Morir por la Patria es vivir”. |