María Hidalgo y Santana nació en la provincia de Matanzas.
En plena juventud se entregó a la causa de la independencia, siendo conocida en la Revolución con el nombre de la “abanderada de Jicarita”.
Esta cubana bravía se fue a la manigua el día 24 de Diciembre de 1895, a la hora aproximada en que se celebraba en todos los hogares la llegada del Redentor del Mundo.
Consagró su nombre la batalla de Jicarita, celebrada el día primero de Pascuas de aquel venturoso año.
Obtuvo de inmediato el grado de Teniente y sostuvo en aquella gran jornada la bandera de la estrella solitaria, recibiendo por ello siete balazos, que no lograron abatirla.
Peleó a las órdenes del Comandante Ignacio Pérez Fundora, pasando en 1896 a las fuerzas de Matilde Ortega, de la Brigada del General Eduardo García.
El grado se lo concedió el General Antonio Maceo, a propuesta de Lacret, por su valentía en la batalla de Jicarita. Es fama que en aquel reñido encuentro, el General Lacret, consumió casi todo el parque que trajo de la expedición de Ricardo Trujillo. Esto dice por sí lo sangriento de la acción.
María Hidalgo combatió con los hombres, sus compañeros aguerridos y contra las fuerzas de los generales españoles Molina y Pavía; se batió en el Pan de Matanzas, en el Ojito, al Sur de Alacranes, en el Purgatorio, en el ingenio Vellocino, hoy desaparecido, situado en Sabanilla del Encomendados, en “La Yuca”, ubicada en Jagüey Grande, donde recibió heridas graves, peleando contra la guerrilla de Cossío, y en las acciones de Bolondrón y Vieja Bermeja.
Su actividad fue siempre grande y los jefes bajo cuyas órdenes peleó por la libertad de su Patria, fueron los más bravos de su provincia.
Como ejemplos de lo expuesto anteriormente mencionaremos a los Generales Clemente Gómez, Eduardo García, Matilde Ortega, Aurelio Sanabria, Lacret, Vicente Jorge y Eustaquio Morejón.
María Hidalgo y Santana fue uno de los grandes valores anónimos de la Revolución Cubana y merece sacarse del olvido, porque sus méritos, su valor, sus sufrimientos y su abnegación en el campo de Cuba Libre, así lo precisan.
¡Honor eterno a la dulce abanderada de Jicarita!
¡Honor a la cubana cuyo cuerpo virgen quedó inerte y ensangrentado en los campos de la revolución, teniendo como testigos mudos de su inmolación, las empinadas palmas y el claro azul del cielo cubano! |