Paulina Pedroso nació en Pinar del Río, en la villa de Consolación del Sur.
El destino de su vida la hizo trasladarse a la Habana y más tarde por motivos de la emigración durante la época de la revolución cubana, fijo su residencia en Tampa, Estados Unidos, en unión de su familia.
Su corazón palpitó siempre por Cuba y para Cuba. En su humilde casa halló Martí, en días inolvidables, atenciones y consagración completa. Para ella el Maestro, en aquellos días inciertos aun, era como algo divino y humano a la vez: era la Patria hecha hombre.
No habrá un solo emigrado de Tampa por los años de 1889 a 1895 que no la recuerde con cariño y admiración, por sus virtudes excelsas.
De ella se ha escrito “que soñaba con Martí cuando la Patria sufría y algunos de los que parecían más firmes, vacilaban decepcionados. Se sentía alentada por el recuerdo y tenía fe”...
Unida al Apóstol, el Verbo incomparable de la revolución, cooperaba a ligar los desunidos, alentando el patriotismo de los cubanos, llamando a los emigrados para iniciar la cruzada en pro de la independencia.
Paulina Pedroso, la ilustre consolareña, que tanto hizo por la libertad de Cuba, murió ciega y pobre en la Capital de la República Cubana, el día 12 de Mayo de 1913, sin que aquellas pupilas que tanto ayudaran cosiendo, bordando, cuidando revolucionarios enfermos, leyendo a los tabaqueros para entretenerlos en sus labores y exaltar su patriotismo, pudieran contemplar el desenvolvimiento y organización de la nación que, con su esfuerzo personal, ayudara a libertar.
Mujer tan patriota, de tan gran corazón, tuvo ella, que fue para Martí una madre, y para los cubanos todos una heroína de la emigración, la amargura de verse olvidada en sus últimos días, debiendo haber alcanzado un porvenir 'más' digno de sus méritos.
Por eso es necesario sacarla del polvo del olvido y exaltar sus valores de pinareña ilustre, que dio por Cuba sus energías en plena primavera de la vida. |