Nació nuestra ilustre biografiada en Cienfuegos, provincia de Santa Clara.
Desde muy niña demostró condiciones excepcionales para el canto, por lo que llegada su juventud, fue conocida por la “calandria cienfueguera”. Trasladada su familia a España, por vaivenes de la vida, pasáronse a New York en 1889 donde fijaron su residencia.
En la gran metrópoli, Ana Aguado dio lecciones de canto y música con el profesor Emilio Agramonte.
Las más grandes ansias de su vida eran poder debutar en público para cooperar con su aporto material y moral a la causa de la revolución. Llego pues el anhelado día y en el Club “Los Independientes”, Ana Aguado hizo gala de las magníficas dotes que poseía como soprano ligera. Entregando íntegramente el producto de la función al infatigable patriota Juan Praga, destinado a los patriotas cubanos.
Casada tiempo después con el señor Guillermo M. Tomás, en plena luna de miel recibió el requerimiento cariñoso de nuestro Apóstol José Martí, para que uniera a los felices momentos de su vida material, el inefable goce espiritual de cooperación en la causa de la redención.
De inmediato tomo parte activa en la velada celebrada en el “Hardman Hall” el día 16 de Junio de 1890, contestando a las ovaciones del público, que sabía para que eran destinados los fondos de aquella función: -“Para disponerse a morir es necesario oír antes una voz de mujer que canta por su Patria”.
Desde ese momento, no cesó “la calandria cienfueguera” de cantar para Cuba, de ayudar a sus hermanos con colectas y ayudas materiales de medicinas, armas, ropas, alimentos y cuantas cosas juzgara necesarias a los insurrectos.
La prensa norteamericana celebró su actuación en variadas ocasiones y los cubanos bendijeron a distancia a quien de manera tan decidida y variada cooperaba en la causa de la independencia.
Ana Aguado Andreu, sacrificó los mejores momentos de su vida de casada, el cariño y el cuidado de sus hijos, para proseguir su vida artística en beneficio de Cuba, hasta que dañado su organismo por dolencia tenaz, aquella voz en otro tiempo tan dulce y bien timbrada, dejó de sonar para siempre.
Desde el 1915 no era ya dueña de su garganta y el momento terrible llegó finalmente en la madrugada del 6 de Mayo de 1921, cuando dejando la más inefable memoria, desapareció de esta vida, quien había triunfado como mujer, como artista, como madre y esposa abnegada y sobre todo, como patriota. |