Ana Josefa de Agüero y Perdomo nació en la provincia camagüeyana en el año de 1818.
Fue la esposa de aquel pionero de la libertad cubana que se llamara Joaquín de Agüero y Agüero.
Compartió con el compañero de su vida los secretos de la conspiración para la revolución que preparaba la caída del gobierno de España.
Colaboró con su esposo en las tareas docentes, enseñando a los que nada sabían, en la escuela gratuita que fundara en Guáimaro, con objeto de que supieran hacer vida de hombres libres, rasgados los misterios de la ignorancia.
Agüero al caudillo del 68, diera libertad a los esclavos de que sus padres había heredado, Ana Josefa coadyuvó en aquella empresa noble y humanitaria, animando a su amante compañero para quitarles la condición de siervos a los hombres y mujeres que habían costado muchas monedas de oro a sus antepasados, y que desde aquel momento eran tan libres como ellos.
En 1843 receloso el Gobierno Español de las actividades de Agüero y de su esposa fueron objeto de persecuciones por lo que siguiendo el consejo de “El Lugareño”, Gaspar Betancourt Cisneros determinaron trasladarse a los Estados Unidos. Pero la nostalgia de la Patria amada y el deseo cada vez más ferviente del joven matrimonio de iniciar la libertad de Cuba, los hizo regresar prontamente y darse a la tarea peligrosa y expuesta de la conspiración.
En 1851 se alza Joaquín de Agüero, en Loma de San Carlos, partido de Cascorro, dando el grito glorioso en San Francisco de Jucaral. Pero la conciencia del pueblo cubano no estaba preparada todavía por el levantamiento.
Y después de inútiles esfuerzos, fue fusilado por la espalda en Sabana de Arroyo Méndez el 12 de Agosto de 1851, junto con José Tomás Betancourt, Fernando de Zayas y Miguel Benavides.
Las mujeres de Camagüey quisieron compenetrarse con el dolor inmenso de Ana Josefa de Agüero, y en señal de duelo muchas de ellas se cortaren el pelo para protestar del martirio de aquellos en cuya memoria, se plantaron cuatro palmas en la plaza pública de Puerto Príncipe.
La esposa del mártir perdió la razón durante varios días, cuando recobró la lucidez era una anciana de blancos cabellos y rostro surcado por las arrugas.
Perdidos sus bienes de fortuna que fueron confiscados por el gobierno, deshecha su vida para siempre, partió con sus dos hijos para los Estados Unidos de América.
Luchando siguió desde allá por la libertad de su país, y a menudo repetía la frase, de su esposo la víspera de su ejecución fatal.
-"Y ese pueblo ¿qué hace?"
No tuvo la suerte de saber jamás cual fue al cabo el destino de Cuba, a los cuarenta y ocho años de edad falleció en Nueva York el día 25 de Diciembre de 1868.
Apenas iniciada la gesta de los diez años dejó de existir aquella heroína magnífica de mediados del siglo pasado, aquella que al despedirse de su compañero iluminado por el ideal, le dijera en la mañana del 4 de Julio de 1851.
-"Ve, cumple con tu deber, y que cuando vuelva a abrazarte seas un hombre libre."” |