Bernarda Toro, fue la esposa ejemplar del Jefe de todos los mambises, el Generalísimo Máximo Gómez Báez.
Nació en la provincia de Oriente de familia ilustre y acomodada.
A la edad dé 16 años contrajo matrimonio con el ilustre dominicano que tanto bien hiciera a la Isla de Cuba.
Al estallar la guerra de los 10 años pasó a la manigua redentora y se mantuvo en ella durante toda la década gloriosa, en la cual varias veces fue madre.
En 1878 pasó a residir a Santo Domingo donde educó a todos sus hijos, en el santo amor a la Patria, formándoles el carácter con su plena virtud, con su gran abnegación, con su fortaleza y su serenidad notoria.
En 1895 pasó el esposo amado a pelear por Cuba en la última de nuestras gestas revolucionarias y ella quedó en la tierra del inolvidable Hatuey, trabajando para lograr el sustento material, y para fomentar la independencia de la isla esclava.
Ni sus penalidades personales, ni la muerte de su hijo Panchito en plena juventud luchando al lado del Titán de Bronce, lograron doblegar el ánimo de la valerosa oriental que seguía desde el destierro la tragedia cubana.
En 1896 recibió una carta del gran cubano Tomás Estrada Palma, Presidente de la Junta Revolucionaria de New York, ofreciéndole ayuda económica para mejorar su penosa existencia, y a ella contestó Bernarda Toro, en párrafos admirables:
-“Las que hemos dado todo a la Patria, no tenemos tiempo para ocuparnos de las necesidades materiales de la existencia.
Aún me queda mi hijo Maximito, de 17 años, que labrando la tierra me trae pan blanco y blando, con que satisfacer las exigencias de la vida, y no debe gastarse con nosotros lo que hace falta para comprar pólvora”.
Bernarda Toro de Gómez, que tanto luchara por la independencia de Cuba, llegó en el ocaso de su vida a tener la dicha inmensa de conocer la libertad de la tierra amada que la viera nacer.
Su corazón lacerado por tantas desventuras, enjugó sus heridas al contemplar con lágrimas en los ojos, el premio de tantos y tan variados sacrificios.
Murió en La Habana, rodeada de todos los fieles afectos de su devoción, y su memoria inmortal servirá de ejemplo eternamente a las mujeres cubanas. |