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Apéndice 1
Apéndice 2
Apéndice 3
Apéndice 4
Apéndice 5
Apéndice 6
Apéndice 7
Apéndice 8



El Municipio de Trinidad
“Historia de Trinidad”
“Parte Segunda”
“Capítulo VI”
“Piratas y Corsarios”
De los Ataques Piratas y Corsarios

“Sumario: El Castillo de San Pedro y sus cañones. -Primeros ataques de piratas. -Permanencia en Trinidad del Capitán General Viana e Hinojosa. -Quejas de los vecinos por las depredaciones de los piratas. -Buques en corso. -Correrías del pirata Jenning. -El Capitán Don Jerónimo Fuentes. Milicias que organizó. -Actitud del Almirante inglés Vernon. Reclama contra Brown y Winter al servicio de España. -Palabras del Alcalde Alonso del Manzano. Detención de dos embarcaciones piratas en Guajimico. Contribución de Trinidad a la defensa de la Habana en 1762. -Captura de un cañón a los ingleses y de una bandera. Protesta contra el Conde Albemarle. -Servicios de Don Pablo Borrell. -Servicios a la Monarquía, según información de su viuda doña Angela Padrón. -Servicios de don Antonio Marín de Aguirre. -Asalto a Casilda en junio de 1797. -Botín arrebatado a los ingleses. -Estado del Castillo de San Pedro en 1527. El cañón de Alarma de la Vigía. -Los cañones de San Pedro en 1859.


“Del Castillo de San Pedro, levantado en la punta de Casilda, no han quedado otra cosa que sus ruinas fragmentarias. Su recuerdo vive en algunos apuntes históricos, y, sus cañones ahí están abandonados en la arena de la playa sin imponer el respeto de tiempos pretéritos, cuando sus bocas de hierro rechazaban las acometidas de los invasores de mar y tierra.


“Trinidad puede mostrar esos cañones como una prueba de su importancia en el pasado, y como señal evidente de que, en los remotos tiempos, pudieron los trinitarios tener a raya la piratería que infestó los mares antillanas, ya como consecuencia del contrabando estimulador, ya por las frecuentes guerras en que se vio mezclada España y, como lógica secuela, la rica posesión cubana.


“Para defender la entrada del puerto de Casilda fue construido el Castillo de San Pedro, como, asimismo, el de la Boca del Guaurabo, pues por uno y otro puerto se realizaba un intenso tráfico comercial.


“¿En qué fecha comenzó la plaga de la piratería en nuestras costas? Tal vez, en 1518, al apoderarse Cortés del navío de Juan Sedeño, si nos atenemos al texto de la historia de Indias del buen Padre de las Casas donde este cuenta que, estando en la Villa de Monzón (España), en charla con el Conquistador de México, comentando la presa del navío de Sedeño, exclamo Cortés: "A la i fe andube por allí como un gentil corzario". Así, anduvieron después, en los sucesivos siglos, por nuestras costas los piratas y corsarios, poniendo el sobresalto en el animo de los trinitarios, pero sin amilanarlos; por lo contrario, avivando sus bélicos arrestos.


“Es natural que, con el auge de las riquezas, la Villa despertara la ambición de los "demonios del mar": mas, teniendo en cuenta la posición de Trinidad, con su puerto de Casilda, no podía ella pasar inadvertida para aquellos marinos que no tenían más ley que su voluntad y su hambre de saqueos. Se apunta por los historiadores, como primera invasión y saqueo, los asaltos de los Ingleses en 1642 y 1654. En las postrimerías de 1689, gobernando la Isla el Capitán General Don Diego de Viana Hinojosa, que fue, por cierto, portador de los primeros ejemplares de la "Recopilación de las Leyes de Indias"; sometido dicho Gobernador a un juicio de residencia, fue mandado a esperar el fallo en la Villa de Trinidad, y aquí se encontró al vecindario alarmado durante seis o siete días por la aparición de seis buques corsarios extranjeros que penetraron en el puerto, aunque sin ademán hostil.


“Las autoridades de esta Villa se vieron obligadas a producir frecuentes quejas por las depredaciones que los invasores causaban, llegándose al extremo de que, en 1693, el Capitán Central Don Severino de Manzaneda, propuso a los dignatarios trinitarios que se trasladasen a la bahía de Jagua, remitiéndoles el plano de un fuerte, proposición que aquellos rechazaron.


“Hubo necesidad de que, por el Gobierno de España, se procediera a armar buques en corso para oponerlos a los invasores extranjeros, concediéndose patentes con profusión (1) y, entre ellas, una al intrépido Regidor de Trinidad, Juan Vázquez, que demostró su temeridad haciendo brillantes presas y causando espanto a los piratas merodeadores que rehuían su encuentro y que se acogían a su retiro de Jamaica cuando se veían perseguidos.


“No obstante, el 4 de noviembre de 1702, el feroz pirata Carlos Gant desembarcó en Casilda al frente de trescientos de sus secuaces, se apoderó de varios barquichuelos, de algunos esclavos y vecinos e invadió a Trinidad, saqueando cuanto pudo sin respetar la iglesia parroquial en la que se apoderó de los vasos sagrados. Este episodio dio origen al martirio del Sacristán Mayor; y, como consecuencia de esto, el Capitán General Pedro Benítez de Lugo, dispuso que se organizaran en Trinidad dos compañías de milicias y que se colocara un cañoncito en lo alto del cerro de la Popa que se llamó desde entonces, del Vigía.


“Gobernando en 1716 la Isla el Brigadier don Vicente de Raxa, hacia estragos por nuestros mares el famoso pirata inglés, Jenning, que causoles daños a los barcos que navegaban por las costas trinitarias; y, habiendo demandado protección los recelosos vecinos de Trinidad, fue, por fortuna, nombrado teniente de Gobernador, el Capitán Gerónimo de Fuentes y Fuentes para organizar milicias y levantar reductos en Casilda y Guaurabo. El Capitán Fuentes era hijo de Trinidad, siendo sus padres Don Gerónimo de Fuentes que fue nombrado Gobernador de Trinidad y Villas anexas en 1695, y la señora Doña Bernardina Fuentes. El nuevo Gobernador había sido Administrador de Rentas en Trinidad, cargo, en aquella época de verdadera importancia; y era, además, pundonoroso y creyente. Donó, en unión de su esposa, Doña Micaela Albeláez, a los Padres Franciscanos, la ermita nombrada nuestra Señora de la Consolación de Utrera y una casa contigua para que se levantara allí el Convento de San Francisco, como luego se hizo.


“Las milicias organizadas por el Capitán Fuentes quedaron formadas por cinco compañías: una a su mando, y las otras, al de los respetables vecinos Capitanes, Don Diego Marín, Don Domingo Quiroga, Don Martín de Olivera y Don Tomás Sánchez; y, como asegura Pezuela.: "no quedó vecino de Trinidad con edad y salud para empuñar las armas que no se inscribiese" de aquí, el que sé reanimara el brío bélico de los trinitarios mucho más, por la necesidad que sentían de la propia defensa de vidas y haciendas.


“El historiador Pezuela dice que, al indultar las autoridades inglesas de Jamaica al temible pirata Jennings, su gente fue dispersa, refugiándose unos, en la Habana, a los que dio acogida el Brigadier Don Gregorio Guaro y Calderón, que había sustituido a Raxa ; y otros dos piratas de la tripulación de Jennings, solicitaron acogida, y la obtuvieron, del Capitán Fuentes que, no solamente protegió, sino que, autorizó a esos lobos de mar nombrados Nicolás Brown y Cristóbal Winter para que se armaran en corso y practicaran su oficio, lo que bien realizaron, pues, en enero de 1720, llegaron, en excursión atrevida, hasta la costa norte de Jamaica haciendo allí abundante botín.


“El comandante de la flota inglesa, Almirante Vernon, ordenó al Capitán de Fragata, Law, que fuese a reclamar a Trinidad a esos piratas y la devolución de cuanto habían cogido. A ese efecto, el navío inglés "Hoppy", con dos buques más, se presento frente a Casilda, pero, el Capitán Fuentes y el Alcalde Don Benito Alonso del Manzano -de feliz recordación- rechazaron la intimación del oficial inglés con estas frases lapidarias: "No hay en este pueblo ni negros, ni navíos cogidos en Jamaica; ni en estas aguas, desde la suspensión de las hostilidades. Los que han sido cogidos, lo han sido por estar haciendo el contrabando. En cuanto a los ingleses fugitivos, a que usted se refiere, están aquí considerados como súbditos del Rey de España, por haber abrazado nuestra santa religión y recibido el bautismo. Si faltasen a la buena conducta que deben observar, verán castigados con arreglo a las leyes y ordenanzas del Rey, N. S. Por todo lo cual, y porque estamos resueltos a no permitir que haga usted aquí ningún negocio, le rogamos que leve el ancla inmediatamente. Dios guarde a usted muchos años".


“En el año 1739 el Sargento Mayor, Teniente a Guerra, de esta ciudad de Trinidad, Don Martín de Olivera, dirigió despacho al Cabildo, Justicia y Regimiento respecto a haber surgido en estas costas una balandra y una goleta de ingleses, merodeando por el embarcadero de Guajimico; por lo que se armó una escuadrilla de dos goletas y una piragua, y fueron aprehendidas las embarcaciones piratas; presentando cuenta y relación jurada dicho Sargento Mayor de los gastos de víveres y municiones que se necesitaron para la armadilla que salió de este puerto a la aprehensión de la balandra y goleta de ingleses que apareció por estas costas, saltando en algunos puertos de ella: "Por siete pesos cuatro reales de diez arrobas de carne de vaca salada, a seis reales arroba: siete pesos cuatro reales. Por cuatro pesos y cuatro reales de tres arrobas de sebo, a doce reales, para el avío de una goleta y lancha de la armadilla: cuatro pesos cuatro reales. Por diez pesos de casabe: diez pesos. Por una botija de aguardiente: cuatro pesos. Por una botija de miel: doce reales -uno con doce-. Por un barrilito de pólvora: trece pesos. Suma: cuarenta pesos cuatro reales. Por trescientas balas que se le tomaron al Sr. Alcalde, Don José Martín del Castillo, cuyo importe ignoro y se están al precio que su Merced dijese cuyas partidas acepto, las cuentas importan cuarenta pesos, cuatro reales según la suma; y lo juro en toda forma de derecho, Trinidad, noviembre 27 de 1739 años. -Martín de Olivera."


“No cabe duda que fue una curiosa batalla naval esta de la balandra y la goleta de ingleses y la armadilla trinitaria de dos goletas y una piragua, así como curiosos, los bastimentos que gastaron en la resonante empresa. ¡Qué escrúpulos en la cuenta de gastos!


“A esto sucedió un lapso de relativa tranquilidad, aprovechada, por los laboriosos vecinos trinitarios, para el fomento de la población, hasta que, de nuevo, en guerra España con Inglaterra, a consecuencia del llamado Pacto de Familia, celebrado entre España y Francia en 1762, volvió a ser el litoral trinitario teatro de bélicas funciones, como consecuencia natural del sitio y toma de la Habana que habían realizado las fuerzas inglesas de mar y tierra bajo el comando del Conde de Albemarle y de Sir Jorge Pokock. Trinidad contribuyó a la defensa de la Habana enviando dos compañías al mando del comandante de guarda-costas, Don Juan Benito Luján que tanto se distinguió frente a la caballería en el asalto a la Loma de la Cabaña.


“Gobernaba a Trinidad Don Antonio María de la Torre, de distinguida familia habanera. Con celosa actividad atendió a la defensa de la Villa, encargada al sucesor de Luján, Capitán Don Pedro José Armenteros Poveda -habanero, abuelo del mártir José Isidoro Armenteros, que fundó aquí una ilustre familia. Contribuyó el Capitán Armenteros con caudales, esclavos y hasta con una goleta de su propiedad nombrada NINFA a la obra de la defensa, levantando trincheras en el paso del río Guaurabo y en la Punta de San Pedro, donde también se construyeron parapetos, montaron cañones una batería rasante entre las seis que dominaban la entrada al puerto.


“Tan eficaz preparación dio como resultado que, en 4 de septiembre de 1762, fueran batidos los ingleses al presentarse siete buques de guerra frente al puerto, dejando en poder de los heroicos milicianos trinitarios un pequeño cañón que vino a dar origen al escudo de Trinidad, conjuntamente con la bandera inglesa que, el 21 de julio de 1797, también fue arrebatada a buques ingleses al atacar este plaza. De esta época (1762), data el acuerdo de los ediles trinitarios de rechazar la intimación del Conde de Albemarle para que aceptaran el dominio ingles, proposición que produjo coraje a los patriotas locales que, por su fidelidad, recibieron las felicitaciones del Capitán General interino, en noviembre de ese año. Don Francisco de la Torre.


“El Conde de Albemarle se dirigió en estos términos al Ayuntamiento de Trinidad:


“"Señores míos:


“"Hallándome en el mando de esta Plaza a cuyo distrito pertenece esa Ciudad, ordeno y mando Vmdes. que inmediatamente prebengan a los Comisarios de ese Cabildo que sin pasar de treinta y cinco días se me presenten, y que lo propio execute el Thente de Oficios Reales, trayendo los papeles, caudales, y efectos de que son a su cargo, para dar quenta en cuyo intermedio quedará la Caxa al de Vmd. de primer voto, como hasido de estilo, y me avisarán Vmd.s. del recibo de esa.


“Dios que a Vmds. Ms. As. Hana. 27 de Sep.re. de 1762.


“Albemarle.


“Srs. Alcaldes ordinarios de Trinidad".


“Y el Ayuntamiento le dio la siguiente respuesta:


“Señor mío la carta de V. exa. de 27 de Sepe. han participado los Ald.es. ords. de esta ciudad a este Ayuntamto., el que reparando que la capitulación de esa plaza no incluye la de esta, ni otro algún acto equivalente, quiera V. exa. arogarse el Dominio sin título alguno que le sufrague, y como el de la guerra en que estamos nos obliga como fieles vasallos de S. M. Católica defendernos, hasta perder el último extremo de vida, (no obstante de participarlo con precepto de dho. acuerdo a nuestro Comandte. Gl. Govor. de Cuba, cuya orden a que somos sugetos, participaremos a V. exa., luego que nos venga), esto executaremos, si en el entretanto de qe. dha. orden nos llegue. V. exa, pretendiese atacarnos, lo qe, le partipamos como comisarios del expresado Ayuntamiento. Dios guarde a V. exa. Ms. As. trind. y octubre trese de mil setecientos sesenta y dos. Manuel Anto. de Sotolongo. -Phelipe Pomares.


“Sr. Conde Albemarle.


“Puso a raya también a los piratas el Teniente Reformado, Don Pablo Borrell, natural de la ciudad de Mataró, en el Principado de Cataluña. Según consta en un expediente instruido por su viuda, Dña. Angela Padrón, fue empleado en el servicio de Su Magestad desde 1742 hasta 1778, y al fallecer, era Alcalde ordinario de primer voto de esta ciudad. El Teniente Borrell comandó, por orden del Capitán General e Intendente del Ejercito, como por el de la Real Compañía, los guardacostas, galeras, fragatas, jabeques y otros buques para celar el ilícito comercio, conducir víveres y tropas y hostilizar la nación inglesa, a la que apresó más de cincuenta embarcaciones, y por este medio, se enriqueció el Real Erario en más de doscientos mil pesos que introdujo por los puertos de la Habana y de Santiago. Añade la información promovida que, en la guerra de 1762, con motivo del asedio que padeció la ciudad de la Habana por la nación inglesa, fue despachado, por disposición del Capitán General, el dicho Don Pablo a las colonias francesas con la comisión de conducir armamentos y pertrechos para dicha ciudad, entregándolas, por estar, a su regreso a la Habana, en poder del invasor, al Gobernador de la ciudad de Santiago de Cuba.


“Al tiempo de cumplir dicha comisión se enfrentó Don Pablo Borrell con un corsario inglés que le dio caza para impedirle la vuelta de la costa francesa, abordándole animosamente a pesar de la vigorosa resistencia que le hizo hasta ver apresado el buque enemigo, quemándole y echando la gente en Manzanillo. En la misma guerra proveyó el Teniente Borrell, para las baterías que se trazaron en defensa de este territorio, de diez y seis cañones, gran cantidad de fusiles, pólvora, balas y otros pertrechos de guerra, sin interesarse con Su Magestad, ni con esta ciudad, en el más mínimo maravedí, dando por bien consumidas las municiones que se gastaron en el bloqueo que hicieron los enemigos de la Habana y del puerto de Casilda el mismo años de 1762.


“Proveyó las diligencias Don Antonio de Camba, Capitán de Infantería del Regimiento del Príncipe; Teniente de Gobernador de esta ciudad y sus villas anexas, ante Don Francisco Antonio Muñoz, Escribano público. Declararon de acuerdo con los datos de la información, Don Juan Antonio Entenza, Teniente de Alguacil Mayor del Santo Oficio (este testigo iba bajo el mando dé Borrell), Don Francisco Vicente Almironey, el Caballero Regidor Don Fernando Hernández de Rivera, el Caballero Regidor don Joséf Vicente Calderón, Don Hilario Pérez de Olivares, Don Josef Hernández de Rivera, Don Manuel Joséf Fontursa. Todos fueron bien explícitos e hicieron constar, además, que él Teniente Don Pablo Borrel, de su propio caudal, habilitó tres bergatines y un jabeque de que era comandante, y, con ellos, hizo varias presas de consideración; que introdujo en Cartagena de Indias, Santa Marta, en Casilda y en los de Santiago y Habana, presas que rindieron al Rey muchos pesos, aunque no señalan cantidad. Don Manuel Josef Fontursa cuenta, además, que iba como testigo de otra hazaña de Borrell diciendo que, hallándose en Casilda, Don Pablo, con uno de los bergantines expresados, siendo Teniente de Gobernador Don Francisco Gutiérrez de Rivera, teniéndose noticias de una balandra holandesa que estaba fondeada en el puerto de Tayabacoa, con ilícito comercio, fue despachado a impedir ese trato y a apresar el referido buque; pero, habiendo salido a ejecutar dicha comisión, y no logrando la empresa, por haberse retirado la referida embarcación, siguió hasta los cayos de Ana María, donde apreso dos barcos españoles cargados de animales, los que condujo a éste Puerto "Cediéndolos, enteramente, a beneficio de su Magestad, sin interesarse cosa alguna en ello". Por cierto que, en relación con estas últimas hazañas, hay diferencias entre esté informe y la moción del Alférez Mayor, Don Manuel Antonio de Sotolongo, congratulando al citado Gobernador Gutiérrez y Rivera, pues, en dicha moción bullía el entusiasmo ante las bélicas actividades del Gobernador: "que, a su ejemplar se hizo llevada ésta marcial disposición como la que dio pronta y estimable, y en la aprehensión de unos corsarios ingleses que, con una goleta y un guairo bien armados, estorbaban el paso a todos los que navegaban para el Batabanó, de tal manera, que tenían apresadas muchas embarcaciones españolas por todas partes. Comprendido por dicho Sr. Teniente de Gobernador la hostilidad y quebrantos que ocasionaban los ingleses y que, a su retirada, para Jamaica con su pillaje fantásticamente causaban enormes daños, montó a caballo, y en menos de tres horas, con su buena conducta, aprestó tres falúas corsarias nuestras, con cien hombres y, los más de ellos, de primera distinción, pues llevado a la política de dicho señor se convidaron a la acción, de tal suerte que, antes de las veinte y cuatro horas de haber zarpado nuestros corsarios, se hallaron en este puerto cantando su victoria, presos los ingleses, la ciudad regocijada y los prisioneros encarcelados, dándose gracias a Dios y a nuestro Gobernador".


“En un expediente promovido por Don Ignacio Marín Rodríguez, Alcalde de la Santa Hermandad, Familiar del Santo Oficio de la Inquisición en el año de 1784, aparece que Don Antonio Marín de Aguirre, su padre, Capitán de marina al servicio de los Reales Correos de Su Magestad e hijo del Capitán Don Blas Marín y de Doña Fabiana de Aguirre, según certificaciones expedidas por el entonces administrador de Correos de esta ciudad, Don Manuel Antonio Fernández de Lara y Lascano, ante Josef Mariano de Piedra, Escribano Público, realizó el servicio de conducir en la goleta "Nuestra Señora del Rosario", los pliegos Reales entre este puerto y los de Portobelo y Cartagena de Indias; constando que es cierto que el Capitán, Don Antonio Martín de Aguirre, en el año de 1762, entregó, en la última de dichas plazas, a las once de la noche, al Gobernador señor Márquez, un pliego que se dirigía a pedir socorro para el puerto de San Cristóbal de la Habana, por tenerlo sitiado el inglés; cuya diligencia verifico en nueve días por haber salido de Trinidad en el 24 de junio, despachándose prontamente el socorro que llego, con oportunidad, a aquel puerto. Esta certificación está firmada, en Cartagena de Indias, por Don Fernando Morillo Belarde, de la Orden de Alcántara, Brigadier de los Reales Ejércitos de Su Magestad y Gobernador de la Plaza, que también hace constar ser cierta, igualmente, que el Capitán Don Antonio Marín de Aguirre condujo a Cartagena de Indias y a San Felipe de Portobelo los pliegos que le confió el Capitán General de la Isla de Cuba, Bucarelly, para el recogimiento de los Padres de la Compañía de Jesús y ocupación de sus temporalidades y ser dicho Capitán Marín de Aguirre el primer Capitán de Nao que prestó servicio de esta importancia y naturaleza en las tierras de Costa Firme y Cuba.


“Hubo otro período de calma, durante el cual Trinidad progresó considerablemente, siendo el eje comercial de la región central de la Isla, hasta 1797, en que, otra vez, puesta en guerra España con Inglaterra, Gobernando a Trinidad el Teniente Coronel de Infantería, Don Luis Alejandro Bassecourt, en la mañana del 19 de junio, se dio la señal de alarma ante la vista de una fragata y dos bergantines de guerra ingleses que, a pesar de los cañones del Castillo de San Pedro, penetraron en la bahía de Casilda, y al siguiente día emprendieron las hostilidades violentamente, apresando a un corsario casildeño y a un barco francés. Intentó apoderarse también del barco correo "Galgo" y de cuatro goletas y bergantines mercantes en el puerto, pero el Gobernador Bassecourt reunió las milicias que fueron repartidas, apostando, parte de las fuerzas, con la orden de impedir el desembarco, mientras que, otras, ocupando varias lanchas del puerto, se dirigieron resueltamente al abordaje de los barcos contra los que empujaban brulotes encendidos, con resultados favorables, pues esa táctica, llena de audacia, valor y patriotismo, obligó a los ingleses a reembarcar su gente precipitadamente, dejando, en poder de los triunfantes trinitarios, armas pertrechos y valiosos trofeos; botín de guerra este apresado tan heroicamente, y que puso muy alto el nombre de Trinidad que, con esos tres días de función bélica, adquirió justa nombradía.


“Hemos hecho un compendio de las invasiones de corsarios y piratas a nuestra ciudad y litoral, en relación con los cañones de San Pedro que, sobre las ruinas del Castillo de su nombre, medio enterrados en la arena de la playa, parecen hablar de pasadas épocas heroicas. De entonces data la construcción de ese Castillo, iniciada por Fuentes y continuada por la Torre y Armenteros, y parece que nuestra fortaleza era de alguna importancia. En efecto, en una ligera descripción de la Isla de Cuba publicada en "Correo de Trinidad", el jueves, 11 de octubre de 1827, número 429, se dice: "a la entrada de la bahía se halla un castillo cuya construcción ha costado sesenta y cinco o sesenta y seis mil pesos (en el día, algo deteriorado, por la gran tormenta del 14 de octubre de 1825)". En el citado año 1827 apareció, en dicho histórico papel (diciembre 18), un anunció firmado por el Comandante de Ingenieros, Manuel León, de orden del Comandante General de este departamento (el Central, que estaba compuesto de las "Cuatro Villas" de que era Trinidad cabeza de Gobernación), avisando al público que se iba a proceder a la reparación del reducto de San Pedro sobre la Punta de Casilda, y se solicitaba, al efecto, postores que quisieran hacerse cargo de la obra.


“El fuerte de San Pedro se proveía de agua de acuerdo con la oportuna licitación pública, pues, en 1824, aparece un anuncio hecho por disposición del Subdelegado de Real Hacienda, avisando al público que la persona que quiera hacerse cargo de proveer de agua a los puertos de Casilda, Boca, María Aguilar, Fuerte de San Pedro de la Punta -cupo servicio está vacante por dimisión de Don Juan Antonio Grafe- se presente a hacer sus proposiciones en la Real Administración.


“Desde mediados del siglo pasado fue desapareciendo la mole del Castillo hasta no quedar otra cosa que las pocas ruinas y los cañones que allí vemos. Uno de esos cañones tiene en su parte anterior y, en bajo relieve, una corona Real Inglesa y una inscripción que dice: "George Rex", lo que hace suponer que es un trofeo de guerra y que fue una de las piezas de artillería quitadas a los ingleses. Es lamentable que permanezca en una playa abandonada, como abandonado también anda por los rincones de la Casa Consistorial, el cañoncito arrebatado a los ingleses en 1762.


“En el Archivo del Ayuntamiento, en papeles relativos a exposición que hace Don Guillermo Béquer sobre sus iniciativas en la nueva población de Casilda, entre otros particulares, se dice así: "Siguió la fortificación de la Punta y, no habiendo Artillería del Rey con que completar su dotación, el Sr. Gobernador me pidió cañones pertenecientes a buques de mi propiedad que había desarmado y los facilité con todas sus municiones y cureñas, hallándose, desde entonces, colocados en dichas Fortalezas".


“Por la posición, puede decirse, estratégica, del Cerro del Vigía, el cañoncito, allí instalado, servía para dar la voz de alarma contra los barcos piratas que aparecieran en el horizonte, y estuvo allí colocado más de un siglo. En 1824, atemorizadas las autoridades con las noticias que llegaban de Costa Firme, se creyó obligado, el entonces Gobernador de la ciudad, a promulgar un bando que contiene, entre otras muy curiosas, esta disposición: 1º luego que se disparen tres tiros por el cañón de aviso que se halla situado en la Vigía, con intermisión de dos minutos de uno a otro, se tendrá por señal de alarma e, inmediatamente, se concurrirá, cada uno, a los puntos que aquí se les señala". No era el temor a los "demonios del mar"; era el temor a los libertadores del continente americano con quienes estaban ya en relación los hijos da esta tierra, ansiosos de libertarse de la Metrópolis.


“Los cañones de San Pedro no siempre funcionaron en lances bélicos; también sonaron como voces de alegría para saludar a encopetados visitantes. Así sucedió cuando, en 1799, dobló la punta de Casilda, viniendo de la Coruña en el navío "El Pájaro", el General Don Salvador de Muro y Salazar, Marqués de Someruelos. Perseguido el barco en que viajaba por otro pirata desde las costas de Jamaica, tuvo que refugiarse en Casilda, y, desde Trinidad, hizo el viaje por tierra, a la Habana, para sustituir al Conde de Santa Clara.


“Mucho después, en 1844, con motivo de la visita a Trinidad del General Don Leopoldo O'Donnell, los cañones de la batería de San Pedro dispararon salvas, al paso del vapor "Congreso" que lo condujo a esta ciudad. En 1856, saludaron al General Gutiérrez de la Concha; y, en 1859, al General Serrano Y a su gentil esposa, trinitaria, Doña Antonia Domínguez y Borrell, nieta del intrépido don Pablo Borrell. Desde entonces duermen sueño de eternidad en lecho de fina arena y arrullados por las tranquilas ondas esos que fueron espanto de corsarios y piratas y guardianes de la seguridad de los trinitarios.”



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“(1) Véase Apéndice No. 3.”




Vistas de la ciudad de Trinidad, en la provincia de Las Villas en las Tarjetas Postales




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Última Revisión: 1 de Mayo del 2005
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