Guije.com Guerra en 1898 en «Historia de Trinidad» en Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba


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“De la Guerra en 1895 en Trinidad”
“B) La Guerra en 1898”
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“Sumario: Efectos en la Habana del gobierno autonómico. -La zafra en el valle de Trinidad. -Situación de los Coroneles Bravo y Rego. - La acción de "Río Muñoz". -Bajas. -Los Comandantes Téllez Caballero, Rafael Sandoval y Jesús Lugones. -Mr. Stillmann regala a la guerrilla de Antequera cien machetes. -Prisioneros cubanos. -Ataque e incendio del ingenio "Cañamabo". -Cómo se desarrolló la acción. -Sus efectos. -Don Guillermo Schmidt y sus perjuicios. -La presentación del Brigadier Masó Parra y sus compañeros. -Importancia de esta presentación. -Su guerrilla de "Cuba Española". -Triste fin de la vida de este traidor. -Lino Pérez y sus hijos son hechos prisioneros en Sancti-Spíritus. -La llegada de Panchito Zerquera y Aloma. -Era un montón de huesos humanos. Se vuelve a la Revolución. -Su patriotismo. -El armisticio del General Blanco. -Avalancha de sublevados. -Son devueltos a la ciudad como cuatrocientos de ellos. -Barcos de guerra de los Estados Unidos hacen algunos disparos de cañón a Casilda. Sus víctimas. -Reaparecen el día de San Pedro. -La fuga del vapor "Purísima Concepción". -Su cargamento de alimentos. -El "funche" y los mangos fritos. -Armisticio del 12 de agosto. -Campamentos de las fuerzas cubanas. -El campamento convertido en un campo de fiesta. -Alborozo de la población. -El mando del Coronel español Arece. -Idolatraba su perro. -Los Comisionados del gobierno americano toman posesión de la plaza. -Evacuan las tropas españolas. -Desbordamiento de alegría el 3 de diciembre. -Se iza la bandera de los Estados Unidos en el Ayuntamiento. -Se nombra al Alcalde municipal y a varios funcionarios. -Se termina el año 1898 con unas pascuas llenas de alegría. -Epílogo.


“Los cubanos en armas no aceptaron el régimen autonómico. Tampoco los conservadores y hombres de España vinculados a la explotación del país. Estos últimos provocan en la Habana grandes escándalos contra los diarios liberales. Grupos de oficiales entre los cuales figuro el Capitán Sanjurjo, luego Capitán General en España, atacan a "El Reconcentrado", famoso diario de Ricardo Arnautó, y, a duras penas, se escapo éste saltando por el fondo de la imprenta, sita en O'Reilly, según nos explicó un día al periodista José Muñiz Vergara y a mí. Los tumultos de militares en la Habana daban a la ciudad el aspecto de una plaza en zafarrancho de combate. El General Arolas saco a la calle fuerzas armadas como en son de batalla. Los ánimos se exacerbaban; y ante estos hechos, el Gobierno de Washington mando, para proteger los intereses de sus ciudadanos al crucero "Maine" que voló en la bahía de la Habana el 15 de febrero de 1898 a las nueve y cuarenta y cinco minutos de la noche.


“Aquí la situación se complica y termina con la Declaración conjunta de 19 de abril de 1898; reto a España del Congreso de los E.U. que decía al mundo que "de hecho y de derecho Cuba debe ser libre e independiente"; y, a la sombra de este nobilísimo principio de justicia internacional, da comienzo la breve guerra entre España y los Estados Unidos que produjo a España la perdida de seis dominios en América y Asia y el hundimiento, trágico y estéril, de su escuadra por culpa de sus gobernantes ignorantes y temerarios. El altísimo principio de que "Cuba era de hecho y de derecho libra e independiente" se vio malogrado y desconocido por la llamada enmienda Platt que era un freno visible al poder soberano del pueblo cubano. Así estuvimos presos en esas redes hasta que, en 1933, el Presidente Roosevelt, partidario de una cooperación más estrecha con los países de este continente, suprimió el tal apéndice de nuestro estatuto constitucional.


“Principia el año de 1898. El valle de Trinidad se prepara para una zafra tranquila. El ingenio Cañamabo empezó a moler en la primera semana de enero; el Guáimaro reanudo su molienda el 3 de enero, interrumpida en diciembre anterior. Los Brigadieres Bravo y Rego se hacen fuertes en tierras de Polo Viejo, y el General Manrique de Lara, sabedor de ello, ordena al Teniente Coronel Alonso que salga, el día 9, en su persecución, con los batallones de Bailén, Antequera, Cataluña y noventa hombres de la Guardia Civil. Los cubanos hostilizan, siguiendo los consejos de Gómez, pera no se empeñan en ninguna operación seria. El día 24 de enero, a las doce de la noche, sale el Comandante Fernando Moscoso, hacia "Río Muñoz", donde estaban concentradas fuerzas del Comandante Sandoval, Téllez Caballero y Jesús Lugones. Estas fuerzas españolas embarcan en el cañonero "Vasco Núñez de Balboa", y, por tierra, marcha el Coronel Rubín con fuerte contingente. En las estribaciones de nuestras sierras está emboscado Sandoval que abre fuego sobre la columna de Rubín, y tan cerca tenía Téllez al cañonero "Balboa" que se entretenían sus fuerzas en tirotear a los tripulantes que se ocultaban entre los parapetos del buque. Las fuerzas españolas tuvieron varios heridos, entre ellos, grave, al Capitán Ugarte, y a diez de la tropa. También fueron heridos, aunque no de gravedad, el Comandante Moscoso y el médico del batallón de Antequera, Capitán Ramas.


“Al pasar por el central Trinidad la columna del Teniente Coronel Alonso que se dirigía, como hemos dicho antes, a Polo Viejo, se detuvo en dicho ingenio, y Mr. Stillmann, condueño de la fábrica, regaló a la guerrilla del batallón de Antequera cien largos machetes por la protección que había dispensado al central. La columna de Alonso capturó en Güinía de Miranda al Prefecto, capitán Mariano Palacio y al Comandante Pastor, oriental, que estaba muy enfermo. El Subprefecto Vázquez fue prisionero en "Mingú". En Limones Cantero continúan Bravo y sus fuerzas dueños del patio.


“Máximo Gómez ordena a sus soldados que se opongan, por todos los medios, a la zafra que habían emprendido los ingenios contra lo dispuesto por el Gobierno de la Revolución. A este efecto, dispuso que, por el General José Miguel Gómez, que andaba por estas zonas, se atacara las fábricas de azúcar; y reunidos dicho Jefe y las fuerzas del General Bravo, resolvieron atacar al central Cañamabo de los señores Schmidt, Fischer y Comp., y, a eso de las once de la noche del 18 de febrero de 1898, cayeron, con rapidez de una tromba, sobre la casa de máquina y batey diversos grupos que pusieron fuego a ese y a otros lugares más, destruyéndolo todo. Este ingenio tenía un promedio anual de producción de 20,000 sacos de azúcar.


“En el parte oficial que, con fecha de 4 de marzo de 1898, le dio el General José Miguel Gómez al Generalísimo Gómez le dice así: "El Comandante Solano y el Capitán Flores se colocaron en el camino que venía del ingenio "Guáimaro"; el Comandante Bernabe Rodríguez, con un escuadrón del Honorato, sobre el río Agabama, dominando las barcas que, para pasar de una a otra orilla, están allí situadas; los Tenientes Coroneles Pablo Mendieta y Silveira, en el puente, sobre el río Caracusey que pasa el camino del Condado; y los Tenientes Coroneles Quijano y Carlos Mendieta".


“Estos últimos fueron encargados de las operaciones del batey y casa de máquinas, Bernabé Rodríguez, hijo de Trinidad, valiente y audaz, fue conocido aquí por el "Cojo" Rodríguez.


“Las fuerzas cubanas serían unos cuatrocientos hombres. Un grupo marchó sigilosamente -iba en él el Teniente Coronel Carlos Mendieta- en busca del fuerte núm. 2, pero fue mal guiado por el práctico, y cuando los atacantes, en la oscuridad de la noche, buscaban las aspilleras del fuerte para hacer fuego por ellas, se encontraron con las tapias de la casa de vivienda. El práctico confesó que se había confundido, y hubo quien quiso matarlo por espía. El centinela del fuerte núm. 2 sintió ciertas voces y ruido, y al avisarle al Cabo de guardia para que se tomaran las armas, advierte que sobre el fuerte cae una lluvia de proyectiles de las descargas que los hacían de determinados puntos, mientras sus defensores llovían balas sobre ellos. En el fuerte número dos quedaban siete hombres del batallón de Antequera con un Cabo. El grueso de las tropas cubanas, fraccionadas en grupos para defender los caminos, penetra por el camino de Palmarito, y se oyen voces de cargar al machete. Mientras tanto, otro grupo, el del Teniente Coronel Quijano, riega petróleo por todas partes. La casa del Administrador, donde estaba guarecido don Guillermo Schmidt, fuertemente protegida por un destacamento de soldados, no se pudo asaltar, pese al ataque encabezado por el Teniente Coronel Pablo Mendieta. Fue aquella lo que Tomás García y Carlos Mendieta tomaron, por obra del práctico, como el fuerte ansiado. Las tropas cubanas se retiraron hacia Iguanojo por el camino de Palmarejo. A poco de salir de Cañamabo, chocaron con las tropas del batallón de Antequerra mandadas por el Comandante Elías Rivero. Tuvieron, en este combate, los españoles seis muertos, catorce heridos, y muerto el caballo del jefe de la columna que tuvo su vida en gran peligro.


“A las siete y media de la mañana del día 20, y en su volanta, llegó a Trinidad don Guillermo Schmidt, dirigiéndose a la Comandancia militar, donde celebró una conferencia con el jefe militar de la plaza. Don Guillermo declaró que las pérdidas las valuaba, en doscientos mil pesos. Este hecho sonoro produjo en el ambiento público de Trinidad una gran conmoción. Se creía que la Revolución estaba ya agónica, sin elementos ni bríos de combate, y la acción de Cañamabo y la que le siguió revelaban que los cubanos estaban aún vigorosos. Máximo Gómez quería salir de su táctica fabiana y se proponía probar que la autonomía, aunque atraía a algunos tibios, no quebrantaba la fe en el triunfo, mucho más a la vista del conflicto de España con los Estados Unidos que se acercaba a su desenlace a pasos de gigante.


“Un hecho muy deplorable para la Revolución lo constituyó la presentación en 19 de enero de 1898 en la jurisdicción de Trinidad, zona de Fomento, del Jefe de esta Brigada, Juan Masó Parra, hombre que se había señalado desde el comienzo de la Revolución por su lealtad militar, por su brío en el combate, por la admiración de sus jefes, especialmente, de Maceo, que lo vio en Peralejo dar fuertes cargas al machete. A Masó Parra se le acusaba de algunos abusos cometidos al amparo de su jerarquía militar, y el Generalísimo Gómez dispuso que los Coroneles Rego y Juan Manuel Menocal lo condujeran a su Cuartel General para la investigación pertinente. No se sabe cómo se les fue de la mano a sus custodios, pero es lo cierto que sedujo a un fuerte núcleo de sus tropas y, dicen que, en achaque de practicar una operación en los alrededores de Fomento, se dirigió a este punto. Los hermanos Bonillas, de Fomento, gente despierta, se dieron cuenta de la trampa de Masó y desertaron de su filas y cerraron contra sus partidarios. Masó se presentó, de modo espectacular, al General don Ernesto Aguirre, Jefe de la jurisdicción de Sancti Spíritus, y a don Marcos García, Alcalde de Sancti Spíritus que estaba acompañando al General español. A un lado se formaron las tropas españolas con el General Aguirre al centro. A poco, aparece, a pie, Masó Parra seguido de las fuerzas que se presentaban con él, compuestas de dos Tenientes Coroneles; tres Comandantes: un Capitán; cinco Tenientes y ciento diez de tropas, bien armados y municionados. Al acercarse el Brigadier Masó, salió a recibirlo, con los brazos abiertos, el General Aguirre, dándose ambos un largo y apretado abrazo. Las armas españolas se colocaron en atención. Masó y los demás conversaron un rato y luego se retiraron con Aguirre y Marcos García, no antes de que soldados, presentados y espectadores dieran vivas a España y a Cuba española".


“Así terminó el primer acto de la traición infame de Juan Masó Parra a la Revolución. No se contentó con eso, sino que formó guerrillas que operaron en las Villas y en la Ciénaga de Zapata, bajo el nombre de "Cuba Española". A mediados de febrero, publicó en la Habana un Manifiesto -¡tontuelo! Cuando ya el Maine había volado, y se veía la causa de la Revolución decididamente triunfante- exhortando a los revolucionarios a deponer las armas. Masó Parra, al cesar el Gobierno español, tuvo que desterrarse de Cuba; ni siquiera recibió el galardón de permanecer en el Ejército regular español donde, seguramente, no le habrían dado cabida por razones obvias de alcanzar... Marchó a Centro América, y su vida se arrastró, triste y atormentada, hasta que una enfermedad puso fin a sus días. ¡Así acabó un hombre que no supo perdurar en la lealtad de una causa noble, a la que traicionó infamemente!


“La Revolución en Trinidad tuvo un contratiempo. Encontrándose muy enfermo el Brigadier Lino Pérez en la zona de Sancti Spíritus en compañía de su hijo Carlos, fue sorprendido por una fuerza española a mediados de enero de 1898. Pudieron huir Zerquera Alomá y Alfredo Alba. Fue muerto un soldado de su escolta. Los hicieron prisioneros, y dada la personalidad de don Lino, fue trasladado a Trinidad, adonde llegó el sábado, día 22 del mismo mes. El General Blanco dispuso su libertad incondicional. Aquí estuvo en Trinidad, restableciendo su salud, y cuando ya estaba mejorando, una buena mañana se volvió a la Revolución a pesar de sus muchos años, a servirla con la misma fe con que lo hiciera en sus años mozos, cuando, a las órdenes de Máximo Gómez, descolló valientemente en las cargas de las Guásimas.


“Pocos días después, fue traído de Sancti Spíritus, hecho un guiñapo humano, el joven Panchito Zerquera Alomá, hijo de mi maestro inolvidable, Don Francisco J. Zerquera. Por gestiones de su padre, las autoridades de Sancti Spíritus lo mandaron a Trinidad adonde llegó, a bordo del cañonero "Ardilla", entre el cinco y el once de febrero de 1898. Panchito se alzó en armas, a la edad de diez y siete años, en noviembre de 1895. Resistió con mala salud la campaña, pero el paludismo y la disentería lo arruinaron de tal modo que, cuando lo bajaron del carruaje cargado en brazos, en la puerta de su casa -recuerdo el hecho como si fuera de ayer, porque me encontraba en clase en ese momento en la escuela de su padre, que estaba donde hoy se encuentra el Casino Español- parecía un montón de huesos.


“Hay quien dice que ni aun en esas condiciones nadie debió entregarse o dejarse coger. ¡Eso es muy bonito cuando se está en plena, paz! Exigir que un esqueleto vivo, por mucha fe patriótica a que lo inflame, continúe mirando las estrellas sobre una hamaca sin empuñar las armas, es exigir la abnegación de un mártir cristiano... La Revolución había que hacerla con hombres sanos y útiles; no con impedimentas y esqueletos vivientes. Los ejércitos repudian a los inválidos. Además, Zerquera Alomá poseía autorización concedida por el Comandante Antonio Beltrán Echerri, oficial joven y de grandes arrestos militares. Cuando ya pudo ponerse en pie, se volvió a las filas insurrectas, y sirvió en el Estado Mayor del Brigadier Bravo, a las órdenes de aquel Jefe pundonoroso y justiciero que se llamó el Teniente Coronel Ciriaco García, valiente, patriota y caballero a carta cabal. ¡Oh imperfección de la justicia humana: otros, con menos sacrificios que Zerquera, idos a la Revolución después de la voladura del Maine, han recibido pensión...! ¡Así es el destino de algunos mortales...!


“En España y en la Habana el Gobierno procuraba emplear una política de benignidad. La situación se agrava por momentos con los Estados Unidos, y a los efectos de apaciguamiento de la Revolución, el General Blanco decretó el 10 de abril de 1898, cumpliendo órdenes de Madrid, un armisticio "para preparar y facilitar la paz" en Cuba. Pero el Consejo de Gobierno cubano la rechazó enérgicamente por su acuerdo del 17 del propio mes. Después de esta fecha, las filas del Ejército Libertador se vieron acrecidas considerablemente, y fue; de tal magnitud esta avalancha de "patriotas" de última horas, que Máximo Gómez, al recibir las listas de los nuevos ingresos, exclamó: si yo hubiera sabido que tenía un ejército tan considerable, hubiera acabado con España en menos tiempo del que hemos invertido... El Generalísimo era un hombre de extrema agudeza aun en cosas que no fueran de la guerra, y, al hablar de esta guisa, usó de la más fina y encantadora ironía... ¡En Trinidad solamente, el Brigadier Bravo rechazó como cuatrocientos ingresos recientísimos!


“La guerra en Trinidad, después de la participación de los Estados Unidos (abril 19 de 1898), entró en una serie de episodios entretenidos para los que éramos muchachos. Entre mis recuerdos y apuntes hechos en los libros del colegio, con ocasión del bloqueo de Cuba, figuran éstos: dos o tres barcos americanos, uno de ellos de larga torre (un monitor) y otro que parecía un barco de cabotaje -la gente, al principio gritaba en la calle que era el "Santiago", ignoro todavía la razón de así apellidarlo- se presentaron frente a la ciudad. Este barco, que parecía un transporte artillado, se arrimó a la costa el veinte de junio de 1898, a eso de las once y media de la mañana; día claro, y empezó a tirar sobre los alrededores de Casilda. Entró en la suave arena de la playa de María Aguilar, y era claramente visible desde la loma de la Popa adonde nos fuimos, en veloz carrera, a presenciar tan singular espectáculo.


“El 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, cuya festividad mucho se celebra en Trinidad, como a las tres o cuatro de la tarde, se presentaron otros barcos, pintados de negro o gris. Se situaron frente a la playa de María Aguilar. Abrieron fuego contra los pequeños cañoneros que estaban anclados a la vera del muelle de Casilda: el "Pontón", ("Fernando el Católico") y el "Dependiente". Lanzaron gruesos proyectiles sobre la vecindad de Casilda, que abrieron grandes furnias. Después se movieron lentamente hacia el río San Juan y parece que, ante la tormenta que amenazaba y terminada su misión de la tarde, se alejaron de nuestro horizonte. No volvieron a presentarse, pero no dejaban, por eso, de vigilar la costa.


“En los primeros días de junio se anuncia que el "Purísima Concepción", lindo barco de la empresa de don Antinógenes Menéndez, es perseguido, a larga distancia, por un barco americano. El Purísima se escapa de esa persecución metiéndose en los bajos cercanos al puerto natural del Masío. Se ve que los americanos, sabedores que cargaba alimentos, no quisieron hundirlo, ya que no podían capturarlo, y abandonaron su persecución. El Purísima remedió mucho la situación de hambre que se experimentaba en Trinidad. Nos trajo algo que comer: maíz, harina de trigo, tocino, y otras cosas más. Las fuerzas españolas, hay que hacerles justicia, repartían su tocino y su pan, en la medida de sus necesidades, entre los pobres. Entonces fue que yo descubrí en el mango su similitud con el plátano frito. En mi casa, mi madre tomaba mangos, medio maduros, y, en tajadas, los freía. Eran, en verdad, un gran sustituto del plátano maduro... ¡Funche y plátanos y mangos eran la comida de los que podían adquirir alimentos!


“El armisticio, firmado en Washington el 12 de agosto de 1898, nos trajo la paz. Las fuerzas cubanas de nuestra jurisdicción, al mando del Brigadier Bravo a quien antes, el Generalísimo Gómez, había revestido de amplísimas facultades, entraban en un período de calma. Tengo ante mí, escrito en muy buena letra por el Jefe del Despacho de la Brigada, Teniente Marino Domínguez, y continuado por los Tenientes Vicente Suárez y Rafael Alfonso y, en viejo papel español, Sin rayas, el "Cuaderno" que contiene las, "Ordenes Generales del Cuartel de la Brigada" que comprenden desde el 21 de mayo de 1898 hasta el 22 de septiembre siguiente. En todo este tiempo, nuestras fuerzas operaron por el Hondón, Guayabo, la Rosa, Trilladeritas, Jabira, Arroyo Seco, Polo Viejo, la Pelada, Pilatos, la Ceiba, la Sierpe y Limones Valle. Después se acercaron a San José Abajo, y, finalmente, al Papayal. Cuando aquí llegaron, el campamento se convirtió en sitio de festivales, de entretenimientos campestres, y en salón de recreo: la sociedad selecta trinitaria, los familiares de los revolucionarios lo invadían. El júbilo de unos contrastaba con las lágrimas de otros que no encontraban a sus hijos, esposos, hermanos y novios...


“Durante los últimos meses de la guerra tuvo la desdicha Trinidad de tener por Jefe Militar español de esta plaza al Coronel Bernardo Areces, hombre que se alejaba de la cortesanía y buenos modales de Manrique de Lara y de Rubín. Era el Coronel Areces, vizcaíno, muy alto, fornido, como de unos cincuenta a sesenta años de edad. Coloradote, torpe de inteligencia y de conducta. No se daba cuenta de que ya el régimen que él representaba estaba fenecido; y, su altanería pudo haber producido sangriento choque con los oficiales cubanos, si la prudencia del General Bravo no hubiera mediado cerca de ellos. Areces vivía en la pequeña casa de la calle de la Boca esquina a Jesús María, opuesta a la actual del General Téllez Caballero, y echaba siempre por delante, cuando paseaba, a un enorme dogo que ocupaba la acera con más privilegios que un cristiano. ¡Guay de aquél que intentara echar el perro a la calle...! ¡Qué lástima que el Ejército Español, que tan decentemente se condujo en Trinidad durante los años terribles del 95, 96 y 97 hubiera tenido, en los días postrimeros de su dominación en esta ciudad, a un Jefe tan repulsivo, incapaz y grosero como Bernardo Areces, personificación de los Boves, Morales y Valmaseda.


“Al fin, amaneció el ansiado día del 3 de diciembre de 1898. A las cinco de la mañana, las fuerzas españolas de la Popa, las pocas del cuartel del Convento, bajan por la calle del Desengaño, rumbo al puerto de Casilda. Al pasar por la plaza de Serrano, -hoy Martí- la estatua del centro que representaba a Terpsícore, es decapitada y su testa rodó por el suelo deshecha, en pedazos. La Comisión americana que había llegado poco antes, se encargó del orden de la ciudad.


“A las dos en punto de la tarde, los Comisionados del Gobierno de los Estados Unidos, Capitanes Federico M. Page y S. E. Calhoum llegados con anterioridad, se constituyeron en la Casa de Ayuntamiento e izaron en la azotea del edificio la bandera de lo Estados Unidos. Inmediatamente tomó posesión del cargo de Alcalde Municipal el que lo había sido hasta esa fecha don Antonio Cacho y Bonet que prestó el juramento del caso. Asimismo tornaron posesión ante el Alcalde otros altos funcionarios nombrados. Hubo grandes vítores a Cuba, a los Estados Unidos y al Presidente Mac Kinley (1).


“A eso de las cuatro de la tarde, las fuerzas del General Lino Pérez y del Brigadier Bravo, en correcta formación, toman por la Barranca, siguen por la calle Nueva, desembocan en la de Boca y continúan por algunas otras calles recibiendo la ovación del pueblo.


“Las tropas cubanas recorrieron algunas calles, y, a su paso, más de una lágrima corrió por las mejillas... Eran de alborozo y de dolor... Aquel era un Ejército abrumado por el hambre y las enfermedades. Llevaba en los rostros el inmenso sacrificio realizado por la libertad de Cuba. Algunos soldados marchaban con dificultad, aquejados por la fiebre, la disentería y el hambre. No tenían fuerzas para soportar tantas horas de parada. El mismo Teniente Coronel, José Téllez Caballero, mozo aún, fuerte y entusiasta, no pudo gozar de esa parada. La fiebre y el quebranto de su salud lo retuvieron en el lecho.


“Me parece ver a los Generales Lino Pérez y Bravo, a la cabeza de sus fuerzas, rodeados de un Estado Mayor compuesto de oficiales casi imberbes. Allí iban los Tenientes Coroneles Ciriaco García y Jesús Lugones, que no pasaban de veinticuatro años de edad y ya se habían distinguido en el Ejército; el Comandante Rafael Sandoval, valiente entre los valientes, con su pierna quebrada por un balazo; el Comandante Serafín Rodríguez, que recogió a Téllez en sus brazos en la noche del asalto a Trinidad; el Comandante Antonio Beltrán, hijo de la trinitaria Inés Echerri, por cuyo parentesco, el hermano de ésta, don Felipe Echerri, ya anciano, fue reducido a prisión en 1897 por Weyler; el Comandante médico Joaquín Panadés que tanto ayudó a la Revolución en la ciudad y después, en la guerra; el Comandante Bernabé Ruiz, intrépido y atrevido en los ataques; el Capitán Matías Michelena, esclavo libertado en 1868 y miembro de la escolta del Mayor Agramonte, hombre bueno, leal, listo siempre para defender la libertad hollada por nuestros malos gobernantes; el Capitán Ambrosio Martínez, mosquetero valiente, generoso y noble; el Capitán Tomás García Altunaga que se llenó de fama en la expedición del "Comodoro" en la costas de Nuevitas, según palabras del Dr. Fermín Valdés Domínguez; y, al lado de estos altos Jefes y con sus respectivas unidades de mando, figuraba un grupo de oficiales jovenzuelos, entre los cuales recordamos a Arminio Béquer Lara, a quien la Revolución nada hurtó de su atlética complexión, gozoso y apuesto; Fernando Hernández Reina, juicioso y reposado, a pesar de sus años mozos; Máximo Sanjuan, a quien las enfermedades no quitaron bríos en la pelea; Rogelio Salabarría portando, como abanderado, la enseña que defendió fiero en los combates; Marino Domínguez, junto al Teniente Médico, Oscar Bermúdez, ambos patriotas de altos quilates morales, impasibles en medio del fuego en cumplimiento de sus deberes médicos; y los Tenientes Rafael Alfonso, Teodoro Lara Hernández, su hermano Enrique; Eusebio Cantero, Pedro Gutiérrez. Pedro A. Toledo, Claudio Bravo, Sixto Abreu, Vicente Suárez, Rafael Valdés Busto, Gustavo Torres, Mariano Ibargollín. ¡Qué tarde aquella, la del 3 de diciembre de 1898, limpia y luminosa! ¡Cuántos ensueños realizados, cuántas ilusiones colmadas!


“Todo este mes de diciembre se consagró en Trinidad a fiestas familiares y sociales en obsequio de los miembros del Ejército Libertador. Hubo unas pascuas verdaderamente floridas. La sociedad trinitaria se sacudió de la tristeza en que la guerra la había sumergido. No había casa de familia, por pobre que fuera, donde no hubiera una reunión jocunda, a tarde y noche, para, halagar a los jóvenes oficiales y soldados del Brigadier Bravo. Se compusieron cien canciones alusivas a las acciones bélicas o al dolor de los encarcelados. Con el tema de la Invasión se arreglaron otras tantas composiciones musicales. Corrieron, a porrillo, décimas y redondillas. Las orquestas trinitarias y el famoso pianista trinitario. Antonio Alvaro Herr, llenaron los ámbitos con las notas alegres del himno de la invasión; y en los días de fiesta, los habitantes de la ciudad eran despertados con las vibrantes notas de la diana mambisa.


“Los trinitarios- y, ¿por qué no decirlo?- los cubanos, aparecían fundidos por el alborozo común en una sola familia. La victoria, como sol cuajado de nueva vida, mató los gérmenes del odio y del rencor que la guerra había desencadenado. Vencedores y vencidos, cordialmente, se abrazaban y confraternizaban. Los padres españoles se enorgullecían del hijo insurrecto. La República asomaba con todos y para todos. ¡Aun el botín de los Presupuestos no había puesto la manzana de la discordia en el alma de los cubanos!


“Aquí termina, con la narración de los sucesos de este mes de diciembre, la materia de este Capítulo; y el historiador cuelga su péñola, ufano de haber expuesto, sin ira el estudio, con su estilo; desnudo de galas literarias, la gesta inmortal de nuestro pueblo por la libertad de Cuba. El historiador se humilla ante los personajes que participaron de aquella empresa de héroes -que no otro nombre les cuadra a los soldados del Ejército Libertador,- y entrega sus nombres a nuestras generaciones presentes y futuras para su mayor admiración y respeto (2).


“Ignoro si en mi obra habré colmado los anhelos del lector, pero, para mi satisfacción y regocijo, me basta el sentimiento de imparcialidad que me ha movido y el fervor conque he querido contribuir a la gloria justa de mi pueblo. Con el simple hecho de acometer esta empresa, de suyo difícil, creo granjearme la indulgencia del lector y la absolución de mis faltas...


“R. R. A.”



- - -

“(1) Véase el Apéndice No. 7.


“(2) En el interesante folleto "Mártires de la Patria" de que es autor el General Abelardo Gómez Gómez -Santa Clara, marzo de 1944- se registran los nombres de los villareños muertos por la libertad de Cuba. Allí figuran muchos libertadores trinitarios. Hay un error que se advierte también en el libro de Roloff sobre Gregorio Fernández (Goyito). Goyito ingresó en el ejército libertador antes del 15 de diciembre de 1895 y murió el 26 de diciembre de 1896; no el 26 de enero.


“Este libro del General Gómez Gómez es exponente de su gran amor a Cuba, por la que peleó su padre en 1895; y es amoroso tributo a la memoria de los villareños caídos en la manigua durante la guerra última de Independencia.


“-R. R. A.”




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