Guije.com Partido Autonomista en «Historia de Trinidad» en Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba


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Apéndice 1
Apéndice 2
Apéndice 3
Apéndice 4
Apéndice 5
Apéndice 6
Apéndice 7
Apéndice 8



El Municipio de Trinidad
“Historia de Trinidad”
“Parte Quinta”
“Capítulo V”
“Partido Autonomista”
Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba

“Sumario: Estado de la Revolución en 1877. -La paz del Zanjón. -Nacimiento del Partido Liberal. -Su programa y doctrina. -La personalidad de Juan Bautista Spotorno. -El primer Manifiesto liberal. -Miguel Figueroa en Trinidad. -Fiesta política en su honor. -El autonomismo se extiende en la jurisdicción. Periódico vocero de sus intereses. -Lo combate el diario conservador "El Imparcial" de Policarpo Barañano. -Rafael Fernández de Castro y Figueroa llegan a Trinidad. -Entusiasmo que producen. -Propaganda de 1894. -Elección del Dr. José A. del Cueto para Diputado por Trinidad y Sancti Spíritus. -Su llegada a Trinidad. -Personajes que lo acompañan. -Banquete y mítin. -Gran discurso del Dr. Cueto en el teatro Brunet. -Declaraciones de Spotorno. -Los latidos de la Revolución se sienten. -El Comandante Gerardo Castellanos Lleonart visita a don Juan B. Spotorno. -La explosión del 24 de febrero de 1895.


“Una guerra como la sostenida por los cubanos en 1868, sin recursos constantes del exterior (desde 1873 no llegó una sola expedición) ; sin plazas fuertes donde reorganizar las unidades de combate; con la totalidad del pa's, en sus fuentes de producción, en manos de los enemigos; sin alimentos para las tropas, ni hospitales para los enfermos y heridos, sin cuarteles donde acogerse contra la inclemencia de los cielos, y que durara diez años, constituye el mayor prodigio hecho por un pueblo en prosecución de su libertad.


“La lucha entablada contra España iba a tener el fin lógico que se adivina en una lucha desigual entre dos contendientes: el uno fuerte; y el otro, débil. Nadie vino en socorro de la pobre Cuba. Los Estados Unidos no veían la libertad de esta tierra con buenos ojos, porque entre otras razones necesitaban de Cuba para la protección de sus costas (Jefferson); y le salieron al paso a Bolívar (1826); y así, desde los tiempos de Narciso López, más de una vez, los funcionarios de Washington descubrieron nuestros planes de conspiración y malograron nuestras expediciones. Los valiosos documentos publicados por Herminio Portell Vilá en su monumental "Historia de Cuba en sus relaciones con los Estados Unidos y España" demuestran esto hasta la saciedad.


“No es nuestro objeto analizar los orígenes de nuestras luchas por la libertad. Debemos reducirnos a exponer como operó el Partido autonomista en Trinidad, pero, antes de hacerlo, conviene recordar los últimos días de la Revolución del 68; y a eso vamos.


“Al finalizar el año de 1877, "la Revolución estaba en la agonía" -ha dicho uno de nuestros soldados, actor en aquel tremendo drama nacional. Las Villas -continúa este patriota- estaban desorganizadas, y sólo se hacían sentir pequeños grupos merced al arresto personal de sus jefes. En Camagüey las fuerzas estaban dispersas y la caballería desmontada. En las Tunas estaban las fuerzas de Vicente García en buen espíritu y con armas y municiones; Holguín, desorganizado completamente. Sólo los grupos de Santiago combatían con éxito y se imponían al enemigo. Cuadro más desolador y lastimero no podía ofrecerse ante el ánimo de los hombres responsables de aquellos sacrificios inútiles; y, así, en estas circunstancias, la Cámara de Representantes que era un espectro, acampada en la Loma de Sevilla, celebró una reunión en febrero de 1878, reunión a la que concurrieron el General Máximo Gómez, el Brigadier Gregorio González, el Coronel Gonzalo Moreno y el Teniente Coronel Aurelio Duque Estrada. Se expuso la desesperada situación en que se encontraban las fuerzas y la necesidad, urgente de tomar las medidas adecuadas para dar fin a ese estado insoportable de cosas; y ante tal situación, se propuso entablar negociaciones con el General Martínez Campo, con objeto, -se decía-, de ganar tiempo y dejar pasar la época de la seca en que el enemigo podía operar con más desahogo. Se lanzó un Manifiesto al país que redactó el diputado Marcos García, y fue entregado al Comandante Agustín Castellanos, pero dice el escritor y patriota cubano, que éste, por temor, no lo dio a la circulación.


“Al día siguiente, se celebró una nueva Junta a la que no concurrieron Gómez, ni el Coronel González, que ya se habían marchado rumbo a Najasa, en la que se resolvió hacer proposiciones que llevaría a Martínez Campos el Teniente Coronel Aurelio Duque Estrada, pero, antes de salir con esta comisión, se había derogado el famoso decreto de Spotorno. El General Benítez no se atrevía a decretar la suspensión de las hostilidades, pero fue obligado a ello por la actitud del diputado Salvador Cisneros Betancourt que le dijo: "Brigadier, acepte la suspensión de hostilidades, que yo, como Presidente de la Cámara, asumo la responsabilidad". Así se hizo.


“La Cámara no estuvo conforme con las gestiones de Vicente García, y, entonces, este celebro una junta de Jefes y Oficiales para someter la cuestión de la guerra o la paz. Se formaron las fuerzas, y preguntadas, todas votaron por la paz. Se nombró un Comité especial para que se entendiera con Martínez Campo y se levanto el acta correspondiente en ocho de febrero de 1878.


“La Cámara de Representantes, bajo la Presidencia de Spotorno, se reunió en San Agustín del Brazo el mismo 8 de febrero del 78. Spotorno declaró, en vista del acta levantada por las fuerzas o sus jefes a sus espaldas, que "hacía renuncia del puesto de Diputado por las Villas". Casi todos siguieron el ejemplo dado por Spotorno: renunciaron a sus cargos. El 11 de febrero estaban aceptadas, definitivamente, las proposiciones de paz y se nombraron al Dr. Luaces y a Spotorno para que se entrevistaran con el Gral. Vicente García, quien dio su apoyo al pueblo y al Comité del Centro encargado de la paz. Martínez Campo contestó el 10 de febrero aceptando las proposiciones, y con esto se puso, fin a la guerra.


“Enrique Collazo, testigo de las negociaciones de la paz del Zanjón y soldado de fila escribe, a propósito de este triste desenlace:


“"La República había muerto. La Cámara había dejado de ser; los trabajos y peligros de diez años de lucha habían sido infructuosos; inútil tanta sangre cubana derramada; nuestros héroes no tendrían más recompensa que el olvido para ellos, el hambre y la miseria para sus hijos; y para los que tuvimos la desgracia de sobrevivir, el desengaño como premio, la calumnia y el desdén de nuestros paisanos como galardón a nuestra fe y patriotismo. Aquellos que, descansadamente, esperaban tranquilos en el hogar las noticias de nuestras derrotas o victorias fueron nuestros jueces, o los que, llenos de ardor bélicos nos acusaban de traidores o cobardes".


“El Gobierno de la Revolución, presidido entonces por el General Manuel Calvar, quedó disuelto devolviendo sus poderes al pueblo el 21 de mayo de 1878. Así, dolorosamente, terminó esta magna obra que preparó, sin embargo, el ambiente para la otra, más organizada y más afortunada, que nos trajo la independencia.


“Una obra de tan vastas proporciones como la de la Revolución del 68 no podía desvanecerse en el ambiente cubano como un acontecimiento vulgar. Una cláusula del pacto del Zanjón, -la primera, que decía: concesión a Cuba de las mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de Puerto Rico,- iba a producir la transformación política del régimen colonial, a la sazón vigente. A la sombra de esa cláusula se iba a constituir la opinión del país para luchar por su independencia relativa de la Metrópoli, y a gobernarse de acuerdo con sus necesidades. La explotación de Cuba, como colonia, iba a ceder ante la Colonia organizada política, económica y administrativamente, de manera tal que, a su independencia absoluta, no hubiera más que un paso. La paz del Zanjón, como lo dijera Carlos Saladrigas "fue el punto de partida, la ancha base en que debía descansar el edificio social de Cuba. Et Pacto del Zanjón, agrega el Profesor Ramón Infiesta, estabilizó definitivamente la conciencia pública cubana", y abrió, por consiguiente, -agregamos nosotros,- la plaza pública para la crítica del régimen metropolitano de absorción y tiranía, enderezando así al alma nacional cubana al decidido propósito de ganar las libertades necesarias para su natural desarrollo, cualesquiera que fueran los medios, pacíficos o revolucionarios, a que debiera acudirse. La guerra de los diez años fue el fragmento de historia que, con la profundidad de su pugna y de sus sufrimientos por el ideal de la separación de España, es decir, por el derecho de hacer y de vivir nuestra historia, transformó la sociedad cubana en nación, ha, escrito el joven pensador A. S. de Bustamante y Montoro en su profundo estudio "La ideología autonomista".


“Alentada la nación por las medidas dictadas en Madrid en cumplimiento de las estipulaciones de la paz celebrada, un grupo de cubanos, eminentes y notables en el orden intelectual, se reunió el 1 de mayo de 1878 en Asamblea Provincial y publicaron, en esa fecha, las siguientes declaraciones que compendiaban el programa del Partido Liberal que nacía con ellas:


“"Después de más de cuarenta años de espera, Cuba vuelve, al fin, al ejercicio de un derecho imprescindible, cuyo olvido, durante tan dilatado período, ha sido causa de sacrificios sangrientos y lamentables perturbaciones.


“Este supremo derecho es la facultad de los ciudadanos de concurrir por delegación o directamente, a la formación de las leyes que han de regirlos; la facultad de elegir o ser elegido, sin lo cual no hay fuerza de legitimidad en el que manda, ni dignidad en el que obedece".


“Ese Manifiesto llevaba la firma de don José María Gálvez, en primer termino, y, en segundo, la de nuestro ilustre conterráneo, don Juan Bautista Spotorno; y luego seguían éstas, no menos ilustres, de: Carlos Saladrigas, Francisco de P. Gay, Miguel Bravo y Santiés, Ricardo del Monte, Juan Bruno Zayas, José Eugenio Bernal, Joaquín Lebredo, Pedro Armenteros y del Castillo, Emilio L. Luaces, Antonio Govín y Manuel Pérez de Molina, Director de El Triunfo.


“Aquella resolución fue confirmada en la Circular de 2 de agosto de 1879 y en el artículo famoso titulado "Nuestra doctrina", publicado en "El Triunfo" de 22 de mayo de 1881 que contenía estos tres principios o bases sobre el régimen autonómico para Cuba: (1) soberanía de la Metrópoli, sin la cual no cabe la existencia de la colonia; (2) la representación local que da forma, en el dominio del derecho y en la esfera de los intereses, a la personalidad de la colonia en lo que a su vida interior atañe. (3) la responsabilidad del Gobierno colonial, garantía de recta administración y de respeto a las leyes. A cada una de ellos corresponde, respectivamente, una institución: a la soberanía de la Metrópoli, el Gobierno General; a la representación local, la Diputación insular; a la responsabilidad, el Consejo de Gobierno. De esta suerte, se conciertan, en cabal armonía, y dentro de un orden establecido, los legítimos derechos de la Nación y los de la colonia; pedían en resumen, como luego lo declararon explícitamente, "el Gobierno del país por el país" y "la mayor descentralización dentro de la unidad nacional". Los autonomistas no iban más allá, por el momento, de la descentralización política regional, porque sabían que era empresa inútil el solicitar otra cosa dentro del régimen de intriga y de corrupción política en que yacía inerme el pueblo español de la Península.


“En Trinidad, cuna de Spotorno, pronto se organizó el Partido Liberal con la autonomía como tesis de su doctrina. Don Juan Bautista Spotorno había cobrado en la guerra reciente la prestancia propia de su gran energía de carácter que no perdió ni aun en las postrimerías de su vida. Ya volveremos sobre el al tratar de la "Guerra de 1895 en Trinidad". Fue Coronel de ella, Presidente de la República y miembro de la última Cámara de Diputados. Apenas regresó de la manigua, con aquella su inagotable actividad y acometimiento, organizó el Partido Liberal, y cabe decir que incorporó a el lo más selecto y avanzado en ideas de nuestra sociedad de entonces. Apareció como vocero público de su propaganda "El Telégrafo" de Don Mariano Iznaga Amat.


“La labor desarrollada en Trinidad por Spotorno, y sus excelentes relaciones con los prohombres del liberalismo en la Habana, fue parte a que aceptara el gran tribuno Miguel Figueroa la invitación que Spotorno le había dirigido. Llegó Figueroa a Trinidad el 28 o 29 de enero de 1879, y, en la noche de ese último día (29), se celebró, en el suntuoso teatro de Brunet, un grandioso mitin en el que Figueroa con su arrebatadora elocuencia, hecha de relámpagos y de rayos, habló contra la tiranía del Gobierno de la Metrópoli, robándose la admiración de los trinitarios. Figueroa hizo un cálido elogio de la personalidad recia de Spotorno, y, al terminar su discurso, habló este último "para dar las gracias al Sr. Figueroa por las alabanzas inmerecidas que le había tributado: -agregando- que "el pacto del Zanjón no significaba el estancamiento del desarrollo progresivo del derecho público, ni el de las libertarles públicas en las fórmulas gubernamentales que, a la sazón, debían plantearse, única parte de aquel convenio que, por su naturaleza es mudable y perfectible". Dijo, además, Spotorno que "el Partido Liberal tomaría la legalidad vigente solo como punto de partida y, desde ella, aspiraría a otras instituciones, aunque, siempre, dentro de la legalidad, siendo un hecho aceptable e indiscutible la integridad nacional".


“Figueroa arrobaba con su oratoria, y la gente se hacía lengua celebrando aquella palabra llena de figuras deslumbrantes de singular colorido, cargada de acentos vigorosos como nunca los había escuchado nuestro pueblo de fino oído musical. Sobre este magnífico tribuno un crítico habanero, de reconocido buen gusto, se expresó así, allá por el año de 1893, con motivo del famoso mitin del teatro Tacón del propio año:


“"Dotado de una imaginación rica, vivaz y fecunda, de una gran lucidez intelectual, de una rápida comprensión, de una palabra abundantísima y apasionada, de una voz vibrante, clara y sonora, de un temperamento nervioso que siente todas las sacudidas y accesible a todas las impresiones; pertenece al número privilegiado de los que saben, apenas llegados a la tribuna, conquistar todas las simpatías y provocar los aplausos".


“Miguel Figueroa en esa y en la otra ocasión en que nos visitó, era una catapulta contra el régimen de arbitrariedad y capricho de las autoridades metropolitanas; contra las leyes anticuadas que Cuba padecía, y pedía con acento de tempestad la vigencia de las leyes o códigos que regían en España, y que, a la postre, se trajeron a Cuba, como la de procedimientos civil y criminal, código civil ley hipotecaria etc., etc. La colonia oscura pronto se transformó en un palenque de luz donde se discutían problemas que, virtualmente constituían una invitación a la rebelión. No es exagerado afirmar que si Martí logró agitar y llevar a las masas a la guerra de nuevo, en gran parte se debe a la constante preparación que se iba haciendo por los grandes y chicos propagandistas de la autonomía. Martí, fuera, y los autonomistas, aquí, conspiraban a un mismo fin aunque con diferentes ideologías y velocidad... Tiene pues, mucho tino el Dr. Infiesta cuando en su sustancioso trabajo de referencia escribe que (2) "la propaganda autonomista tenía que resentirse del equívoco de su propia razón de ser. Denunciar la insuficiencia política de la organización constitucional vigente equivalía a desatar la reacción de los interesados en su mantenimiento; probar la mala fe de los dirigentes metropolitanos significaba plantear la guerra".


“Que esto no es un juicio de nosotros, sino de los mismos testigos de aquella propaganda patriótica, se prueba con la reproducción, entre miles que podría hacerse, de la opinión de un diario trinitario, señalado por su enemiga a la propaganda autonomista. Nos referimos a "El Imparcial" de don Policarpo Baraño, intransigente conservador que, en su edición del 4 de septiembre de 1883, dice así:


“"Hemos dicho y repetido, porque esa es nuestra convicción que, aun cuando estamos persuadidos de que el lenguaje de la generalidad de los periódicos autonomistas y el que ha tenido que adoptar la prensa conservadora ha contribuido a soliviantar los ánimos de los emigrados cubanos por propia voluntad, y, a la vez, intransigentes, formándose la ilusión de que es posible renovar en esta Antilla fácilmente lo que tanta sangre y tanto tesoro ha costado, el ánimo de la inmensa mayoría de los hombres, entregados al trabajo en los campos y en los pueblos de Cuba, no es nada propicio a dar aliento a empresas de la índole de la que se iniciara en "ara".


“Véase como el periodista conservador de referencia reconocía en lo aparentemente indiferente del hecho que notaba, la inmensa influencia de la labor autonomista en favor de una contienda armada, por el convencimiento de los más de los cubanos de que, los Gobernantes de Madrid, interesados en mantener en Cuba un régimen favorable a sus granjerías personales, -como ha ocurrido entre nosotros con la casi generalidad de nuestros gobernantes,- no concederían a Cuba aquellas medidas capaces de contener la nueva erupción sangrienta y armada.


“Trinidad fue visitada, además por otros grandes oradores autonomistas, y nuestra placita de Serrano, los salones de la inolvidable "Tertulia" los mismos de las sociedades de color, formadas por gente amante de la cultura del pueblo -La Luz y El Fénix-, de bellos anales patrióticos, fueron tribuna de sus grandes discursos. Antes de 1890 llegaron aquí otros próceres de la tribuna cubana, y el entusiasmo que despertaron en el inmenso público que los aguardaba en la estación del ferrocarril fue tal que al dirigirse a la terraza de la placita de Serrano, a petición de la gente la música tocó en todo el trayecto el himno de Riego -canto liberalísimo- y el público coreaba con la música esa canción famosa y so enardecía con sus marciales notas. En 1886 las autoridades se opusieron a que hablaran Rafael Fernández de Castro, Miguel Figueroa y Alvaro Ledón en la plaza de Serrano y tuvieron que celebrar la reunión en el patio de la estación del ferrocarril con un inmenso auditorio (noviembre 14).


“La propaganda autonomista señala entre nosotros una fecha memorable. Con ocasión de la renuncia del Conde de Lersundi (Del Valle Iznaga, diputado a Cortes por Sancti Spíritus y Trinidad), fue designado, para sustituirlo, el gran jurista y Catedrático de Derecho de nuestra Universidad, don José A. del Cueto, y, con tal motivo vino a Trinidad a conocer las necesidades de sus mandatarios y a dar las gracias.


“Llegó el Dr. Cueto de la Habana acompañado de don Juan Bautista Armenteros, don Antonio Mesa y Domínguez y don Manuel Valdés Rodríguez, el dieciséis de agosto de 1894. A Casilda llegó el vapor en que venían como a las tres de la tarde; y había allí gran público de a pie y de a caballo. Un diario ultraconservador de Trinidad confesaba que el espectáculo del recibimiento "fue imponente". La Juventud Liberal de Trinidad, los Autonomistas del Valle, frenéticamente aplaudían y daban vítores a los comisionados al descender por la escala del buque.


“La Comisión encargada del recibimiento la componían, entre otros, don Juan Bautista Spotorno, el Dr. Joaquín Panadés, don Antonio Cacho Bonet, don Manuel de Lara Cueto y el Dr. Alejandro Cantero. Del Presidente Spotorno dijo un periodista habanero que "su sencillez y acento franco de bondad y honesta historia lo revisten de singular prestigio, ejerciendo una verdadera acción de presencia, atrayendo a sí las miradas y respetos de todos, tanta de los que le conocían, como de los que, por primera vez, le admiraban".


“Puestos en marcha por el camino de Casilda, el Dr. Cueto y sus acompañantes llevaban tras sí más de mil personas que los vitoreaban constantemente; y de esta manera llegaron hasta penetrar en la calle de Santo Domingo por donde tomaron hasta la de Jesús María, deteniéndose en la morada del Dr. Penades donde se hospedó el Dr. Cueto. A las seis y media de la tarde se sirvió en ella una gran comida a la que asistió buen número de invitados. Spotorno habló en primer termino a la hora de los brindis, y declaró: que nada tenía que arrepentirse por haber tomado tanta parte en la guerra anterior; que el convenio del Zanjón, de acuerdo con lo expuesto por el General Martínez Campos no era una derrota, sino un punto de partida para ulteriores progresos. Yo no deseo otra cosa -continuó Spotorno- que el bienestar de mi país; por eso rechazo todo intento, toda revolución que viniera a perturbarlo honda y estérilmente. Si, por desgracia, una desatentada política produjera el incumplimiento de compromisos solemnemente contraídos, no sería, seguramente, por falta de advertencia por parte de los que, fieles a su palabra, habían cumplido los suyos. Hora es ya -termina Spotorno- de poner término a esta incertidumbre, a esta duda, a este malestar". ¡Dieciséis años habían transcurrido desde el pacto del Zanjón, y aún latía en el pueblo cubano y en sus más apacibles voceros, duda, vacilación, incertidumbre sobre el cumplimiento de lo pactado! España no aprendía en sus grandes dolores, el arte de gobernar a sus colonias!


“Hablaron también en la comida Antonio Cacho, el Dr. Parades, el Alcalde liberal, don Estanislao Olóriz, persona distinguida, fina, vinculado a una clama de lo mejor de nuestra sociedad y que aquí, después de la independencia, falleció, rodeado de respeto. También habló Eulogio Horta que se había agregado en Cienfuegos a la comitiva del Dr. Cueto. De la casa del Dr. Panadés se dirigieron todos, para celebrar el mitin, al teatro de Brunet que resultaba pequeño para contener el inmenso público que quería oír a los oradores.


“Hablaron en el teatro Spotorno, Panadés, Mesa Domínguez y nuestro inolvidable poeta y literato, Francisco Iracheta y Mascort. Al fin, sube a la tribuna el Dr. Cueto que fue estrepitosamente recibido por una salva de aplausos. Su oración constituyó una lección magistral de economía nacional. Don Juan B. Spotorno, con aquella emotividad que no perdió nunca, no pudo contenerse al oír las parrafadas contundentes de Cueto y exclamó en voz alta: "Al oír a este compatriota, me quitan veinte años de arriba. Me siento rejuvenecer ante estas palabras que son como la voz de protesta del país".


“He aquí algunos de los párrafos del sustancioso discurso en aquella inolvidable noche del Dr. Cueto:


“¡Al! Señores, ¿qué régimen es éste y qué administración es ésta que así nos lleva por un plano inclinado a la bancarrota y a la misería? Cierto es que no tenéis un mal puente, ni un mal trozo de carretera; que son rudimentarios vuestros medíos de comunicación con el interior, que os agobian los impuestos atrasados, que decae vuestra industria pecuaria; quo vuestra pobreza acelera vuestra postración, y vuestra pobreza anuncia la ruina de tan hermosa y gallarda ciudad, pero no es menos cierto, por doloroso que sea confesarlo, que si no tenemos la concordia y el patriotismo de todos, no nos salvaremos de esta crisis; que ojalá no sea el último y supremo esfuerzo de la pacifica empresa del partido autonomista. ¿No sabéis que un presupuesto colonial fue siempre, ante todo, un presupuesto de fomento? Pues bien, el proyecto de presupuesto para el ario económico que corre... sólo introduce dos economías: una de mil duros en Gobernación, y la otra, de veinticuatro mil en la sección de Fomento. En un presupuesto colonial de 26.500,000 solos se dedican 746,000 pesos al fomento del país, al desarrollo de los intereses permanentes, así materiales como morales; y, en cambio, la deuda pública absorbe once millones de pesos; nueve y medio millones los servicios de guerra y marina, guardia civil, orden público, y más de dos millones de pesos, las clases pasivas.


“¿Qué importa que se consuma mucho más del 50% de los beneficios o de la renta líquida del país; que se agoten las fuentes de la producción; que se disminuya la riqueza: que importa que la vida encarezca y que las perspectivas de la miseria se dibujen ya en el horizonte de nuestro porvenir?


“Así habló el docto Profesor universitario y fue ese su discurso una lección con aplicación aun en nuestros mismos días.


“Esta de 1894 fue, si no estamos mal informados, la última resonante fiesta de los autonomistas en nuestra ciudad. Al Partido autonomista ya le recortaba el vuelo, entre las muchedumbres criollas, la palabra inflamada de Martí, su evangelio de guerra predicado en los Estados Unidos y lanzado a la América entera a través de sus escritos, donde, lo profundo y sentencioso del fondo, se vestía con las más peregrinas galas literarias. Martí por fuera, armando sobre la juventud de Cuba y los autonomistas por dentro, arremetiendo, con palabra docta y argumentos macizos, iban desmoronando los muros del régimen español en la isla y preparando las conciencias para el levantamiento en armas que no se haría esperar. Poco antes de 1895 trajinaban por la isla, encubiertos en mil maneras los agentes del partido revolucionario; y a nuestro solar, llegaron viejos veteranos de la guerra magna, hombres de plena confianza de Martí, a sondear los ánimos de los supervivientes de la gloriosa epopeya del 68. Uno de estos comisionados, varón de grandes prendas patrióticas, el Comandante Gerardo Castellanos, padre del ilustre historiador del mismo nombre y apellido y buen amigo de Trinidad, estuvo aquí con cualquier pretexto, y se entrevistó, en nombre de Martí, entre otros, con don Juan Bautista Spotorno. ¿Qué le dijo don Juan? -es cosa que no sabemos a ciencia cierta. Lo que, posiblemente, le contestara Spotorno trataremos de exponerlo en el capítulo siguiente sobre la guerra de 1895 en Trinidad.


“El 24 de febrero se acercaba a pasos gigantescos y su alborade se teñía de fuego, en los campos de Cuba se apercibía la gente para la guerra; y el espectro de todas las calamidades, duro tributo con que los pueblos viriles ganan el tesoro que debe ser venerado, de sus libertades, no tardaría en asomar su faz... Sonó la clarinada de guerra; y era la hora en que, las tribunas donde se había proclamado la libertad de Cuba, el derecho a gobernarse por su pueblo, se cubrieran de luto y se fiara a las armas el derecho a ser libre. Pero no sucedió así. Los autonomistas no cejaron en su actitud ciega con su iluminismo patriótico....


“Ese tal vez, fue el error imperdonable de los autonomistas: oponerse al torrente que ellos mismos prepararon, cuando debieron, si no contribuir a su mayor furia, dejar el paso libre a los que ofrecían su vida y su quietud en aras de la libertad de Cuba; y esperar en el alumbramiento de una semilla que ellos mismos habían fecundado. Trinidad fue liberal desde los mismos días del Zanjón, pero cuando sonó la hora de la Revolución, puede decirse que el partido autonomista se extinguió entre nosotros. Ni caudillos, ni secuaces existían. 0 fuimos conservadores y españolizantes, por fuerza de la sangre o de la conveniencia personal o fuimos insurrectos, y, ¡oh rara coincidencia!, -los más de los jóvenes que se fueron a la manigua, eran o hijos o nietos de españoles. Los cachorros aprendieron de los viejos leones la fiereza del combate y la devoción por los ideales de Libertad. Spotorno, eminente corifeo del autonomismo, se encerró en su modestísima vivienda y, en medio de una miseria ennoblecedora, permaneció alejado de toda acción pública equivoca consultado por casi todos los que se preparaban a empuñar las armas y respetado por los españoles.


“Trinidad fue, hasta el último momento, leal a sus antepasados de 1819, 1848, 1851 y 1868; y deudos y admiradores de aquellos inolvidable, próceres empuñaron las armas en la gesta estupenda de 1895 y cumplieron como buenos con la Patria...


“¡Loor perpetuo a sus claros nombres!


“R. R. A.”



- - -

“(1) A mi instancia, el Dr. Rafael Rodríguez Altunaga escribió este Capítulo. Gracias. -F. M. V.


“(2) Autonomismo cubano, su razón y manera. Editado por la casa de Jesús Montero. Habana 1939.”




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Última Revisión: 1 de Mayo del 2005
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