Guije.com Carnavales de Trinidad en «Historia de Trinidad» en Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba


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Apéndice 1
Apéndice 2
Apéndice 3
Apéndice 4
Apéndice 5
Apéndice 6
Apéndice 7
Apéndice 8



El Municipio de Trinidad
“Historia de Trinidad”
“Parte Séptima”
“Capítulo II”
“De las fiestas de San Juan (Carnavales)”
Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba

“Sumario: Los carnavales en Trinidad. -Bando del Gobernador Caturla.-Bando del Gobernador Domingo de Guebara. -Primer baile de máscaras. -La primera comparsa de máscaras en 1808. -Bailes de máscaras en el teatro de Brunet. -Lujo insuperable de la sociedad trinitaria. -Su edad de oro. -Suntuosas fiestas en la quinta de Justo Germán Cantero. -Baile público en la plaza de Carrillo. -El hijo del Duque de Rivas. -Los bandos azul y punzó. -Inolvidable exhibición de riqueza y de buen gusto. -El General O'Donnell en Trinidad. -El General Serrano y su esposa la Condesa de San An­tonio, trinitaria, en Trinidad. -El Capitán General Gutiérrez de la Concha. -Costo de las fiestas dadas en su obsequio. -Las fiestas de san Juan y San Pedro de 1820. -El cólera en Trinidad en 1833.­ -Excursiones en 1837. -Calles de recorrido. -El café de la Reunión. -Ya en 1828 se traía hielo a Trinidad. -El panorama de Ragusa.­ -La tienda de don Juan Amat. -Disfraces de Madame Montardy.­ -Alquiler de quitrines. -La Sociedad de recreo "La Filarmónica". -­Su Presidente D. José Fernández de Lara y Borrell. -Monsieur Pau­llin y su globo. -Su caída en el ingenio "Papayal" de don Mar­tín Altunaga. -La sociedad "La Filomática". -Corridas de toros. -Inauguración en junio de 1856 del ferrocarril al valle. -Se abre en 1862 el Casino Español. -Otras sociedades de recreo. -Fundación en 1908 del Liceo. -Fundación del "Recreo de Artesanos" en 1891. -Sociedades "La Luz", 1879 y "El Fénix", 1880.


“En Trinidad, pueblo de muy arraigadas costumbres, los nuevos tiempos no han modificado los Carnavales en el mes de junio; tra­dición que, como pueblo de origen español tiene su derivación en la antigua fiesta, de tan remoto origen, de celebrar el solsticio de Ve­rano en la bulliciosa fiesta de San Juan, con sus máscaras y fogatas.


“Pero en Trinidad, al iniciarse la época de la opulencia, hubo también sus Carnavales. Eran tan ruidosos que hubo necesidad de que la Autoridad los regulase. En seis de febrero de 1827. Don José Caturla y Spering. Gobernador interino, señaló en un bando penalidades a los excesos cometidos en tiempos del Carnaval. Otro Bando, de 28 de enero de l828, fue dictado por el Gobernador Don Miguel Domínguez de Guebara, en prevención de los desórdenes que se cometían en los carnavales.


“No arraigó, parece, la celebración de tales fiestas en invierno; dícese que por no interrumpir las labores de la zafra. Del 21 de junio de 1838 data la organización del primer baile de máscaras en esta ciudad celebrado por invitación del Gobernador, Don Pedro Carrillo de Albornoz, con fines benéficos. Se fijó de cuota a los hombres, un peso por la entrada, y las señoras gratis; y se dedicó el producto de las cuotas recaudadas a beneficio del Hospital de Caridad. La concurrencia fue muy brillante reinando la alegría y el buen gusto. El 9 del propio mes y año se celebró el segundo baile con el mismo objeto piadoso, siendo la asistencia mayor y se exhibió extraordinario lujo y esplendor.


“Antes de 1838 ya recorrían máscaras las calles: pero de manera familiar, sin el aspecto público de los bailes organizados por el Gobernador Carrillo. El origen de las comparsas de máscaras por les calles está en la circunstancia siguiente: el día de San Fernando (30 de mayo) las hijas del Coronel de Milicias, Don José Fernando Muñoz, trinitario, que fue Teniente Gobernador interino en 1808, se "ensabanaban" en las fiestas que tenían lugar en su casa donde acudía la música, y, por el día y la noche, se celebraban suntuosas saraos. Desde ese año 1808, empezaron las máscaras, comparsas y bailes, desde el día de San Fernando, costumbre que ha continuado con más o menos esplendor y animación, hasta la época presente.


“En el año 1845, ya construido el teatro Brunet, se celebraron en las noches del 24 y 29 de junio, animados bailes de máscaras, de carácter público, cobrándose la entrada general a seis reales sencillos, y los niños a cuatro reales idem. Se observa que en tan remota época, ya asistían los niños a baile públicos en el teatro, lo que fue modificado en tiempos posteriores.


“Un colaborador del "Correo de Trinidad", publicó en la edi­ción de ese periódico correspondiente al jueves, 26 de junio de 1845, lo siguiente respecto a esas fiestas: "Por la noche se verificó el baile anunciado en el teatro de Brunet, y, aunque tuvimos, al prin­cipio, el temor de que fuera muy escasas la concurrencia por la mala noche que se presentó a las nueve y media ya se veía el salón se­llado de bellas bailadoras que en un instante dieron vida y animación a aquel sitio destinado para gozar del placer y de la inocente alegría que inspiran en el baile sus seductores atractivos. Terminó éste después de las tres de la madrugada".


“Ese año la temporada toda fue muy animada porque, en el mismo periódico "Correo", 12 de junio de 1846, se trata del gran baile alado el día 7 en la hermosa casa del Conde de Brunet, y del que se dio, la noche del 10, en obsequio del Intendente de la Pro­vincia, Don Lorenzo Hernández Alba, "para que se recuerde, a menudo, que, cuando quieren los trinitarios, presentan lujo y sun­tuosidad".


“Fueron aquellos tiempos los de más fausto en la apacible vida social trinitaria, con la exhibición "de un lujo que pasa a prodi­galidad en una población pequeña", cono escribe el historiador La Sagra. Así, pues, no es posible detallar las festividades sociales de Trinidad, sino, exponer un resumen que de alguna idea de lo que fue aquella época de oro de nuestra sociedad.


“Entre otros años, el de 1852 señala la celebración de fiestas que, si no hubiéramos leído sus descripciones en la colección de ese año de "El Correo", no se pudieran creer dada la suntuosidad que revistieron. En la quinta de recreo de Don Justo Germán Can­tero, -colmo de lujo y comodidad-, hubo reuniones de lo más distinguido de la sociedad trinitaria: bailes, convites, paseos campestres y, como final, baños fantásticos en las deliciosas aguas del río Caballero, y allí no se oía solamente el rumor de los bambúes y el parlar de las aves, sino los sones de la orquesta que amenizaba las horas de baño. ¡Mayor sibaritismo no se puede concebir!


“El mismo año tuvo lugar en la plaza de Carrillo un baile público, es decir, al aire libre, pero mediante invitación. En la plaza se instalaron fuentes de licores escogidos, bebidas añejas y aperi­tivas, y una de esas fuentes -cuenta el cronista de "El Correo" -era de champaña. Eran estas fiestas de cuentos de hadas.


“La llegada del hijo del Duque de Rivas, el inspirado poeta y político español, con otros distinguidos acompañantes, dio origen a fiestas lujosísimas y a. excursiones al Valle que era, entonces, emporio de riquezas. Cada casa de vivienda era allá un palacio; y sus moradores se esforzaban en halagar a los ilustres huéspedes de sin igual aranera.


“En el año 1858 la sociedad trinitaria tuvo gran actividad. Se formaron dos bandos con los colores azul y rojo (punzó). Cada uno de ellos eligió una Reina. La elección recayó en dos distingui­das señoritas de aquella galante época: por el bando punzó, Doña Angela Echániz, y, por el bando azul, Doña Monserrate Cantero y Fernández de Lara.


“Son singularísimos, en verdad, los documentos redactados con motivo de este reinado. La soberana del bando punzó usaba la siguiente forma:


“"DOÑA ANGELA PRIMERA


“"por la gracia de Dios, Reina del bando punzó, princesa del sol cu­bano, duquesa del Táyaba, condesa del Guaurabo, Cabagán y Manatí. Por cuanto: en VOS Don .... concurren las circunstancias designadas en mis Reales Cédulas, vengo mi nombraros, como por la presente os nombro .... Por tanto: mando a todos los Gobernantes, Capitanes Generales, Almirantes, Altos Dignatarios, Cancillerías, Jueces y Justicias, de mis provincias y Señorías y a todos mis vasallos que os tengan y guar­den las consideraciones de tal. Dado en Palacio a 28 de .... de 1858.


“El Ministro de ...."


“La soberana del bando azul se expresaba de esta manera:


“"DOÑA MONSERRATE PRIMERA


“"Por la Gracia de Dios. Reyna del bando azul, Princesa del Cielo de Cuba, Duquesa del Valle de Trinidad, Condesa del Agabama, Caballero y Tuinicú. "Por cuanto: en Vos Don: .... concurren os circunstancias designadas en las leyes y ordenanzas de mi reino, vengo en nombraros, como por la presente os nombro .... Por tanto: Mando a todos los Gobernadores, Capitanes, Al­mirantes, Altos Dignatarios, Cancillerías y Justicia de mis Provincias y Señoríos y a todos mis vasallos que os tengan y guarden las consideraciones y preeminencias de tal. Dado en mi Palacio de Trinidad, a .... de 1858.


“"Yo la Reina


“"El Ministro de Gracia y Justicia: Conde de Turquino".


“Las invitaciones para las fiestas del original y galante reinado eran muy especiales. Tenemos a la vista una del bando azul que dice así:


“"S. M. Azul: Me ordena avisar a Ud. que, a las ocho y media de la noche de mañana, recibe en su Palacio, calle del Desengaño, a toda su Corte para asistir al baile conque los Caballeros del Rubí obsequian a su Soberana Punzó en el Castillo de Santa Elena, calle de la Amargura.


“"Y lo digo a Ud. de Real Orden, esperando su asistencia a la hora indicada con las insignias correspondientes.


“"Dios guarde a Ud. muchos años. Trinidad de 1858.


“"Por ausencia del Presidente del Consejo de Ministros y En­cargados de S. M.


“"El Conde Turquino. Ministro de Gracia y Justicia".


“Era la residencia de Doña Monserrate Primera Reina del ban­co azul, la hermosa mansión, situada en la calle del Desengaño es­quina al Callejón de Peña, el llamado hoy Palacio de Cantero. Allí se dieren muy lucidos festejos como la recepción en honor del Capitán General; Don Leopoldo de O'Donnell, en diciembre de 1844. Fue éste de tal brillantez que basta leer estos párrafos relativos a la gran mesa del ambigú para darse uno idea del acto: "La forma de la mesa era la de una herradura que ocupó más de dos tercios del patio. Este se hallaba alfombrado y cubierto por un lienzo que figuraba un hermoso cielo de donde pendían varias arañas y lámparas de valor, simétricamente colocadas. Había otras piezas de alumbrado compuestas de vasos de colores, figurando ár­boles; y entre éstos, se encontraba una hermosa arríate adornada con preciosos jarrones de exquisitas flores: del centro de ésta, que, quedaba detrás del frente de la mesa, se levantaba una preciosa columna, cuadrada, de jaspeado mármol sobre cuyo capitel descansaba un hermoso busto, símbolo de la admiración, ejecutado en mármol".


“Pero, antes de terminar esta narración, volvamos a las anima­das justas de los Bandos. El Palacete de Doña Angela Primera, Reina del bando punzó, era la elegante casa de la calle de Gutié­rrez que ocupó algún tiempo el Doctor Oscar Bermúdez, y, hoy los esposos Arrechea-Valladares. El Castillo de Santa Elena, donde los Caballeros del Rubí obsequiaron a su Soberana Punzó, es la casa situada en la calle de la Amargura, casi esquina a San José, donde residía Doña María Elena Sánchez, adquirida ahora por el Dr. Urbano Tristá, de Santa Clara, y restaurada por él en parte.


“Eran aquellos tiempos de verdaderos torneos galantes en esta sociedad. Los carnavales revestían extraordinario brillo, luciendo en los quitrines de entonces la regia belleza de las mujeres trinita­rias, de las cuales escribió el historiador La Sagra: "las señoras y las jóvenes de esta ciudad se galvanizaban con las fiestas pero, después caen en la postración y el fastidio que le son habituales"; añadiendo: ..."parecería que es preciso tenerlas siempre bailando para que aparezcan tan plácidas y contentas como son bellas".


“El brillante y reñido torneo de los bandos Azul y Punzó del año 1858 no turbó las relaciones cordiales entre los contendientes de la sociedad galante de aquella época. Ahí están en el periódico "El Cielo de Cuba" las páginas descriptivas del paseo y baile ce­lebrados en honor de Sus Majestades, "actos que tan gratos son siempre a los corazones de los leales súbditos interesados en la gloria de sus Reinas y mayor esplendor de sus Cortes". Continúa la crónica: "Serían como las cinco de la tarde cuando S. M. la Reina Nuestra Señora, Doña Monserrate Primera, acompañada de sus bellas Camareras y Damas de Honor y seguida de los Ministros de la Corona, Gentiles hombres y resto de la servidumbre, recibió en su Palacio a S. M. Punzó que, acompañada también por sus Damas y Altos Funcionarios, iba a reunirse a nuestro Bando para efectuar el paseo a que, de antemano, había invitado a la celeste Reina en justa correspondencia al obsequio que el anterior domingo le había ella dispensado. En un magnífico coche de Palacio salieron SS. MM. precedidas de los señores de la Comisión neutral, creadora de los Bandos, y seguidas de cien carruajes en que lucían sus gracias las bellas adictas, seductoras amazonas en ambos bandos filiadas: pasearon las calles de la ciudad; honraron con su presencia la Alameda de Concha, y, de regreso, se dirigieron a nuestra "Sociedad Filomática" donde una brillante orquesta esperaba a la regía comitiva. Allí se bailaron cinco danzas y, en medio de la general animación, oíanse las más cordiales felicitaciones mutuamente dada, por los campeones de ambos bandos; veíamos a las graciosas partidarias rojas o azules bailar indistintamente con los campeones rojos o azules, y, del modo más cordial, continuar el baile hasta una hora bastante avanzada de la noche en que la concurrencia, acompañando a SS. MM. hasta sus regias moradas, se retiró. Concluido ese baile, en que tanto gozamos y en que tanta gracia supieron ostentar las bellas hijas del apacible Táyaba, aun continuaron las ovaciones dadas a las bellas Soberanas. La orquesta siguió a los concurrentes que va se retiraban; con ellos también fue a sus Pa­lacios, y, entre los vítores y aclamaciones de todos, dejó oír los ar­moniosos sonidos de una majestuosa marcha. Que sigan SS. MM., como hasta aquí, gozando de la ardiente admiración de unos súb­ditos que, para admirarlas y servirlas, siempre formarán un solo bando, y nosotros habremos visto realizados nuestros más sinceros deseos".


“En todas las lujosas festividades trinitarias fue esa galantería la norma mas sobresaliente. Pudiera parecer que, después de los innumerables festejos celebrados con motivo de la justa de colores, la sociedad trinitaria tuviera largo período de calma. No fue así, pues al año siguiente, en 1859, con motivo de la llegada a esta ciu­dad, el 24 de diciembre, del General Serrano y su esposa trinitaria, Doña Antonia Domínguez Borrell, Condesa de San Antonio y, después, Duquesa de la Torre, menudearon los bailes, las comidas y las serenatas, distinguiéndose Don Justo Germán Cantero en su quinta, a las márgenes del Río Caballero, que "ha tenido el privilegio de retratar en sus aguas cristalinas las bellezas de aquella época legendaria, en el baño delicioso construido por tan distinguido anfitrión".


“Citaremos al propio historiador La Sagra que a pesar de incan­sable investigador y hombre parco en frivolidades, participó de los festejos y prestó su ayuda al Señor Cantero. Veamos sus pa­labras: "Me era grato asociarme al contento público, ya, porque me pareciera natural y justo, ya, porque le motivaban personas que me eran queridas, ya, porque me preveía que su visita no sería estéril ni para el adelanto material, ni para la cultura en Trinidad.


“El tránsito de la Condesa era como el de una bella flor esparciendo aromas y dejando recuerdos que sabrían utilizar las lindas hijas del Táyaba. No puedo menos de sonreírme, recordando, al cabo de un año justo, transcurrido desde entonces, mi ocupación en la quinta del señor Cantero adornando con mis manos de flores y graciosas jaulas de pájaros la pieza destinada para tocador de la Condesa. Lleno de júbilo, nada me parecía suficiente bello para prestar ameno reposo a la futura protectora de la proyectada escuela de parvulitos".


“Insistiendo en el mismo tema, nos referiremos a las fiestas opu­lentas que, el propio Cantero, dio en el año 1844, en el Palacio de la calle del Desengaño, al General Don Leopoldo O'Donnell, fiesta de la que dice "Correo de Trinidad" que: "Nuestras bellas osten­taban el gusto y lujo más exquisito en sus trajes y prendidos".


“Por cierto, que Doña Monserrate Fernández de Lara, consorte de D. Justo Germán Cantero, puso en manos del Capitán General un memorial impetrándole su protección para establecer en esta ciudad una casa de Beneficencia, la cual, tras muchas donaciones de vecinos pudientes, bazares y otros estipendios, fue fundada, y se le llamo Beneficencia de San Leopoldo.


“Era natural que, en una sociedad rica y galante apegada todavía al resplandor de las glorias hispanas, la visita de los Capita­nes Generales diera oportunidad al desarrollo de programas es­pléndidos. Así, en el 1856, se gastaron, nada menos que diez y ocho mil pesos, para festejar a Don José Gutiérrez de la Concha que llegó, el domingo, 16 de marzo de ese año. A pesar de ser martes santo ese día 18, fue festejado dicho huésped con un almuerzo a todo rumbo en la quinta de Cantero, y, al día siguiente, se celebró un grandioso banquete en la amplia mansión de don José Mariano Borrell. En la noche anterior hubo otro banquete en la casa del Gobernador ofrecido por los señores Hacendados y Comerciantes.


“Aunque se intento, no tuvo, empero, aceptación, como hemos apuntado, la celebración de los carnavales en la época de carnestolendas; pero, en el mes de junio se volcaba el alma alegre del pue­blo y se cometían, a veces excesos que dieron origen al que se con­sidera como el primer Bando regulador de las fiestas de San Juan y San Pedro, contenido en el acuerdo del Cabildo Ordinario de 12 de junio de 1820, que dice: "En este estado, el señor Castiñeira manifestó el Diario de Gobierno de 13 de mayo de este año que comprende un artículo, de oficio, publicado en la Gaceta de Ma­drid por el Exmo. Sr. Jefe Político de aquella Villa relativo a varias disposiciones para el Gobierno y la tranquilidad pública con objeto de que, considerándolas adaptables a las circunstancias, se instruya de ella este Ayuntamiento, y, si lo tiene a bien, se haga público por cedulones, por falta de imprenta (no se estableció hasta el 20 de septiembre de ese año) con igual objeto, y, mayormente, acer­cándose los días de San Juan y San Pedro en que se ha experimen­tado ya el desorden de disfraces y carreras con mucha, anticipación, desde la víspera del día de Corpus, contraviniendo en ello lo dispuesto por las autoridades superiores de esta Isla sobre que pide el más pronto remedio: y, entendiendo todo, este ilustre Ayunta­miento acordó que, por el Señor Presidente, se fijen los citados cedulones desde el día de mañana en lo concerniente a los artículos de otro diario, extendiéndose a la prohibición ante dicha, no de­jándola, en alguna manera, con respecto a las costumbres que sería violento suspender la diversión totalmente".


“La publicación de ese Bando nos da luz para saber como se celebraban las fiestas de San Juan y San Pedro en esa época re­mota, cometiéndose tales excesos, que nada faltó para que se sus­pendiera totalmente la diversión sanjuanera. Estas festividades se celebraban sin interrupción, ajustándose a las disposiciones de la autoridad local hasta el año de 1833 en que, atemorizada la po­blación y los gobernantes con las noticias espantables de la epide­mia de cólera morbo en las ciudades de la Habana y Matanzas, que causaba grandes estragos, Don Pedro Gabriel Sánchez, Gobernador Político interino, publicó un Bando, en que prohibió absolutamente las carreras de caballos dentro y fuera de la ciudad y "toda reunión numerosa con disfraces o sin ellos, siempre que sea para ocu­parse en ejercicios violentos de saltos o danzas en las mismas ca­lles, principalmente, en las horas de más fuerte calor, desde las on­ce de la mañana hasta las cinco de la tarde". La orden se publicó para conocimiento del público y, aunque con algunas contravenciones, se cumplió lo dispuesto, porque el pueblo estaba además, ho­rrorizado.


“La temporada carnavalesca del mes de junio en Trinidad era realzada y animada por obra de los vecinos que venían de Puerto Príncipe, Sancti-Spíritus, Villa Clara, Cienfuegos y Remedios, aflu­yendo numerosas familias y jinetes muy apuestos así como gentiles amazonas. Podemos asegurar que, en 1837, comenzaron las llama­das excursiones, principalmente, de Fernandina de Jagua, la anti­gua región perteneciente a Trinidad, ya Tenencia de Gobierno que pronto habría de convertirse en la espléndida ciudad de Cienfuegos. En ese año, 10 de mayo, hizo su entrada espectacular en Casilla el Vapor "Reunión", conocido después por el "Trinitario", al mando del entusiasta catalán. J. B. Frasquet, que empezó a dar viajes hasta Batabanó trayendo, en el mes siguiente, numeroso contingente de viajeros para la temporada de San Juan. De Sancti Spíritus lle­gaban por tierra, a caballo, gran muchedumbre de visitantes que así se ejercitaban para las carreras y torneos con que se festejaba la temporada de Santiago a orillas del Tínima.


“El San Juan en Trinidad de esa fecha debió de ser idéntico -por la similitud de las costumbres- al San Juan de 1838, que, en sus sabrosos artículos "Escenas Cotidianas", describe "El Lugareño", en la Gaceta de Puerto Príncipe. Señoritas en carruajes, pantalones de trabillas, señoritos puestos de caleseros y pajes, jó­venes tributarios empeñados en lucir su destreza en domeñar caballos lozanos y vivísimos, esforzándose en pasarse los unos a los otros en las carreras. Comparsas originales, con músicas ruidosas; cantadores de barrio, tonadillas, todo con las libertades y la sal propia de la temporada. En ese año de gracia, no muy bonancible para Trinidad, gobernaba a esta ciudad Don Pedro Carrillo de Albornoz quien publicó su Orden del Gobierno para que, en las festividades de San Juan y San Pedro, se "observe y guarde el buen orden, moderación y compostura que importan a la conservación de la tranquilidad y sosiego público" sin embargo -añade el Gober­nador- de que la docilidad y sensatez de este pacífico vecindario me hacen esperar que su comportamiento será tan arreglado y juicioso como en todas ocasiones".


“Por ser extensos no publicamos todos sus artículos, muy cu­riosos, por cierto; el quinto señalaba las calles de Jesús María (alias, Masico) y Gutiérrez para las carreras de caballo "que darán prin­cipio en la primera hasta la Plaza de Paula, doblando de allí a la izquierda para entrar en la segunda, en la cual seguirán hasta vol­ver a la primera a fin de que todos corran a Un mismo lado para evitar encuentros; entendiéndose prohibidas las carreras por las transversales y por cualquiera otra que no sea de las designadas".


“El artículo sexto decía: "las carreras cesarán al crepúsculo de la noche en los días y vísperas de las festividades expresadas, de manera que, al toque de oraciones, se hallarán recogidos en sus respectivas casas o cuadras todos los caballos y cualquiera otra bes­tia de andanza, excepto las que vinieren cargadas de provisiones de las haciendas de campo". La infracción del primer artículo se penaba con cinco pesos, y, con seis pesos, la del segundo. La tercera parte de cada multa por infracción de dicha orden del Gobierno se dedicaba a la obra del empedrado de las calles.


“Obsérvese que las calles de carreras estaban circunscriptas a Jesús María y Gutiérrez, pues como hasta el año 1842 (obra del Gobernador General Narciso López) no se abrieron las cuadras de las Angarillas a Boca, las caballerías doblaban por Desengaño, si se cumplía el itinerario. Este tramo de las carreras estaba aun es­tablecido en el San Juan de 1845, cuando escribe un "Colaborador" de "Correo de Trinidad": "El martes 24, con motivo de ser la festividad de San Juan Bautista, uno de los días en que celebramos nuestro carnaval, fue, como lo esperábamos, alegre y animado cual pocos años. Inocentes diversiones se gozaban por todas partes, comparsas con música y alegres canciones se oían, a la vez, por di­ferentes calles y a todas las horas del día, reinando: en medio del contento y el bullicio, un orden y compostura dignos de recomendarse. Las calles de Gutiérrez y Jesús María, señaladas por el Gobierno para las corridas a caballo, estuvieron muy concurridas por los aficionados a esta diversión.


“Ese año fue uno de los más animados no cabe duda, y en el citado viejo periódico su "Colaborador" continúa: "Con placer observamos la mayor animación en todas las clases dispuestas a divertirse en las próximas fiestas de San Juan. Este es un indicio de que también las pesetas correrán más que de prisa porque se venderán muchas cintas, plumas y colorines. El teatro de Brunet se está preparando a la vela; los músicos ensayan con empeño valses y rigodones nuevos: la imprenta estampa entradas y salidas a puñados; los sastres y modistas ponen de noche en las puertas de sus establecimientos grandes faroles y reverberos para alumbrar sus muñecos y manifestar sus caprichosos trajes; todo esto nos anun­cia que, el día de San Juan, estará más alegre y divertido que otros años. Sabernos también que por el vapor "Cisne" se espera de Cuba una cantidad de hielo, de modo que tendremos exquisitos "helados" y granizados y sorbetes en el acreditado establecimiento de "La Esperanza", junto al teatro de Brunet, pero aconsejamos precau­ción a los aficionados, no sea que alguno se arrepienta después de haberse sorbido una copita en medio de la sofocación del baile y andemos luego con torzón".


“Ocurrente está el "Colaborador" y, como viene al caso, dire­mos que, en los albores del siglo XX, se anunciaba, como señal de barco a la vista en un semáforo, el hecho de haber hielo y de estar a la venta, helado o mantecado, en el hotel y dulcería "La Central" del laborioso español Don Joaquín Lloveras izando una estrella roja. Sin embargo, desde el año 1828 llegaba a Trinidad el fresco pro­ducto pues, en el número del día 27 de enero de ese año, se anunció por "El Correo": El domingo, 31 del corriente, se abri­rá el nuevo café de "La Reunión", situado en la calle de la Gloria, frente al local del teatro; se servirá todo lo concerniente a este ramo con primor, prontitud y equidad, habiendo el interesado encargado nieve que se avisará luego que se reciba, pues han mostrado deseos algunos individuos de esta ciudad para que no se carezca de ella".


“Volviendo a lo escrito por el "Colaborador" sobre el San Juan de 1845, bueno es consignar, como índice de buen gusto, que: "Las dulcerías se preparan con nueva abundancia de mostachones, mo­lletes, coscorrones, melindres, turrones exquisitos y cucuruchos, surtidos, de agradables confituras. No se trata, pues, sino de las diversiones, pero observamos que el público se ha olvidado con estas bullas del hermoso Panorama".


“Se refería a un espectáculo de esa clase que estaba abierto al público en la calle de Jesús María, frente a la casa de Gobierno, desde las seis de la tarde hasta las diez de la noche, a dos reales sencillos la entrada, establecido por un señor Ragusa y, a pesar de la novedad del espectáculo, parece no tuvo buena aceptación, por­que el repetido "Colaborador" dice: "Un artículo sobre el panora­ma del señor Ragusa, haciendo ver que la exposición actual es hermosísima y digna de visitarse: que debemos de hacerlo para que el pobre empresario pueda costearse y pasar a otro punto sin nece­sidad de vender su loro y su órgano de cuatro mazas. Esto se dirá con disimulo".


“No eran sólo eso, los preparativos que se hacían para San Juan: en casa de Don Juan Amat, calle de Gutiérrez, No. 49, se vendían caretas de alambre finas y de pintas bonitas a precios módicos; Madame Montardy, modista francesa, avisaba a los aficionados a máscaras, tener un elegante surtido de disfraces de mujer y hom­bre enteramente nuevos que alquilará a precios muy equitativos, avisando, igualmente, a las personas que deseen trajes de baile que ocurran, con tiempo, por tener mucho que hacer para el San Juan; y que vive en la calle de Gutiérrez No. 53. Don Pedro Bouvier, calle de Colón, frente a la cochera de Don Joaquín Fontanills, ofre­cía en alquiler un buen surtido de disfraces, desde diez reales, has­ta cuatro pesos cada año, así como caretas muy frescas propias pa­ra la estación y medias caretas para dominós. En la calle de Jesús María, casa No. 25, se ofrecían trenes de quitrines, de medio uso y nuevos, muy baratos; en la talabartería y zapatería de Don Nar­ciso Puig, calle de Gutiérrez No. 160, casa que fue de Don Agustín Canellas, se encontraba un grande y escogido surtido de albardas de todas clases y otros efectos de su giro, a precios muy equitati­vos, o pagándolos con almidón, tabaco o maíz seco.


“El más curioso anuncio "para los próximos días de San Juan y San Pedro", era el de la talabartería de Don Pedro María de la Fuente, calle de Jesús María No. 86, donde se encontraba de venta un variado surtido de sillones y sillas de montar de varias clases y precios, paños o mantillas de diferentes colores, cabezadas y demás arneses pertenecientes a su giro; todo a precios muy proporcionados. El mismo establecimiento ponía en liquidación un corto nú­mero de albardas como "el modelo de lo barato", y, también, el anunciante era algo guasón- "se cambiarán por carbón o leña siendo de buena, calidad, por gallinas gordas y sanas, y, en su de­fecto, por oro o plata viejos. El fin, es proporcionar a los aficio­nados monturas nuevas para que luzcan sus alazanes, y, a mí, la venta de los efectos, para poder decir: "a la caña de mi ingenio no le alcanzó el temporal".


“No eran pocos, pues, los preparativos para la temporada de carnavales; así, más o menos, fue en los subsiguientes años, tanto en la participación de la alta sociedad, como en las diversiones populares. Sin embargo, no hubo sociedad de recreo hasta el 1842, y esta lo fue con el nombre de "La Filarmónica", siendo su primer Presidente, Don José Fernández de Lara y Borell. En la novela, romántica "Flor del Trópico" de Don Juan Manuel Villén, se hace referencia a dicha sociedad y a los dos bailes de etiqueta celebra­dos en ella; uno, el domingo de Piñata, lo que demuestra que en el año de la narración, 1844, se celebró el carnaval en esta ciudad los días 18, 19 y 20 de febrero, coincidiendo con la festividad de la Jura de S. M. la Reina de España, Isabel Segunda, el domingo, 18 de febrero.


“El nuevo coliseo trinitario presentaba aspecto deslumbrador y podemos formarnos una idea de ello por un testigo de la época que dice: "Tanto por el estrado, como por los corredores y salones de descanso, circulaba un crecido número de caballeros; los unos, os­tentando los brillantes uniformes de Regidores del Ayuntamiento, de los distintos cuerpos del Ejército y Armada; de empleados de la Real Hacienda, etc., y, los otros, luciendo ese uniforme de eti­queta de simple particular, compuesto de pantalón, frac y chaleco negro y corbata blanca. Con raras excepciones, todas las manos estaban cubiertas con los indispensables guantes blancos de cabri­tillas. De vestidos y adornos del bello sexo, bien poco puedo decir, cuando es sabido que, en estos casos, todas las señoras se esmeran, a porfía, en presentarse con la mayor brillantez, y, cada una de ellas, procura exceder a las otras, en adornos, encantos y seduc­ción".


“Basta lo descrito para afirmar que muestra sociedad de aquella época, vivió su edad de oro, puede decirse hasta que con el movimiento revolucionario de 1868 y otros factores, se inició la deca­dencia de Trinidad.


“La víspera de San Pedro de 1846 fue, en realidad, extraordinaria. No corrían los jinetes por las calles que el bando gubernativo tenía dispuestas, sino que se dirigían, en grupos, atropelladamente, hacia la Barranca, rumbo al camino de las quintas. ¿Qué ocurría? Era que volaba Mr. Paullin y, el globo que lo conducía, llevaba esa dirección. El arrojado aeronauta, tras varias horas de fatigas y de impaciencia del público, había hecho su ascensión aerostática: la primera vista en esta ciudad. Al elevarse en la barquilla, arrojó palomas y ramos de flores y el globo, siempre a la vista del público, descendió en el Papayal, ingenio de Don Martín Altunaga. Mr. Paullin fue conducido en triunfo a la ciudad, unas veces, a caballo, otras, en volanta. Todos se disputaban el honor de agasajarlo, y hasta había guajiros que lo miraban con recelo como a un brujo del aire. Esta ascensión fue una cosa singular en la temporada del citado año y motivo de muchos incidentes y co­mentarios jocosos.


“No es posible describir año por año las novedades que se intro­ducían en las fiestas sanjuaneras; pero bueno sería decir que, en 1850, se señaló, por el alarde de inteligencia y riqueza, con el paseo por las calles tan cuidadosamente empedradas, entonces, del vapor "Kabagán", fletado por Don Justo Germán Cantero y cuya tripulación la formaban la flor y nata del señorío criollo de esa época esplendorosa.


“Al lado de "La Filarmónica" surgió otra sociedad de Recreo, nombrada "La Filomática", de brillante historia social y, además, de gran devoción patriótica, porque, en sus salones se efectuó, presidiendo el joven Tomás Díaz, el año 1869, la cena memorable, en la cual los elementos sociales más distinguidos, acordaron sumarse a la Revolución emancipadora, alzándose en armas. Otra sociedad de recreo, nombrada "Casino Trinitario" desde el año 1852 celebró brillantes fiestas, de las que se ocupa, con entusiasmo, el "Correo" de ese año.


“Largo sería el describo también los lujosos saraos, y esplendidos convites celebrados en las residencias particulares de D. José Mariano Borrell, Don Juan Béquer, Don Guillermo Lynn, Don Cipriano de Villafuerte, Don Ramón Torrado, Doña Francisca Armenteros, Don Pedro José Iznaga, Doña Nicolasa Sánchez y tantas otras personas que abrían sus salones, ya en los días de la tempo­rada carnavalesca, ya en los santos o cumpleaños que era costumbre celebrar con brillantez entre nuestras familias.


“Desde el año 1852 hubo animadas corridas de toros en la Pla­za que fue levantada por Don Mariano Borrell, frente al edificio donde, más tarde, se fundó la Casa de Beneficencia. Por los programas de las corridas, puede suponerse que hubo fiestas taurinas de sensación e importancia con todas las suertes del toreo. Años después fue establecida otra plaza de toros en la calle de Borrell, esquina a Angustias, por Don Manuel de Lara Mena que trajo de fuera toros y diestros, pero parece que no eran de mucho coraje los miuras porque, en el periódico titulado "La Vieja". (año 1884), dando un consejo al empresario señor Maza, decía: "No olvide este Sr. el susto que llevó en anterior corrida; y, en vez de cuatro toros, traiga dos más de repuesto para sustituir los que no se porten bien, evitando, asimismo, presentar al público toros "éticos" como el del último domingo, pues ya que éste paga, y paga bien, se le debe el artículo tal como corresponde y está mandado en los reglamentos sobre la materia".


“Esta plaza tenía el aliciente irresistible de la rifa de un toro manso entre los concurrentes. Tratando de este asunto taurino, hay que informar que, según recuerda un viejo vecino del Barracón, en esa plazoleta, llamada de Isabel II, se celebraban animadas corri­das de toros y novilladas, con la particularidad de que se impro­visaba la plaza de toros con armaduras de catres, de los usados en el cuartel de lanceros, siendo los lidiadores soldados aficionado; y otros vecinos que también daban el pase de muleta. Terminadas las corridas de toros "de verdad", han continuado todos los años unos simulacros de toros de cartón o tela, con sus cuadrillas da "toreros", y hasta los típicos "taitalalanzas" -cargados de viejo traje zapateril.


“El San Juan de 1856 tuvo la más animada celebración porque, el jueves, junio 5, se inauguró el ferrocarril de Trinidad a Casilda con muchos festejos. El extraordinario acontecimiento llenó la población de gente del campo, unos, para "venir montados" en tren; y otros, para tomar parte en los festejos, a los que acu­dieron también forasteros y muchas personas de representación social y oficial de fuera. Era Teniente Gobernador el Brigadier de Infantería, Don Luis María Serrano, pinareño y muy estimado en esta sociedad en la que dejó imborrable memoria.


“El Casino Español celebró su primera junta general el 9 de Junio de 1862, bajo la presidencia del Dr. Don Rafael Tremols. Esa sociedad, desde junio de 1885, ocupó el edificio donde actualmente está el Liceo, hasta el 31 de julio de 1919 en que se trasladó a la casa frontera donde hoy está (1944). Las sociedades "La Protec­tora" y "El Porvenir", de recreo e instrucción, tuvieron corta, pero brillante vida. La sociedad "La Tertulia", que estuvo largos años en la casa de la calle de la Boca, entre Gloria y Gutiérrez, con fondo al callejón llamado de "La Tertulia" que daba salida a la antigua Administración de Rentas, reemplazó a "La Filomática". A partir de la paz del Zanjón comenzó una nueva era de esfuerzos por la libertad de Cuba, y fue en aquella prestigiosa sociedad "La Tertulia" donde ofició la intelectualidad de este pueblo y donde hallaron gran calor las ideas de Martí. Brillantes fueron las pá­ginas sociales que dejó escritas "La Tertulia", sobre todo, en los días tan alegres que sucedieron al 3 de diciembre de 1898, día en que entraron en triunfo los soldados cubanos. Esta sociedad fue trasladada, después, al local donde hoy se encuentra el Casino Es­pañol y, desdichadamente, cerró sus puertas en 1907.


“El "Liceo" vino a ser como la continuación de "La Tertulia". Tuvo su comienzo en la reunión y velada en el "Salón Sport" ce­lebradas el 12 de julio de 1908, y fue constituida el 31 de marzo de 1909. Estuvo presidida largos, años por el distinguido medico Dr. Francisco de P. Ponce y Suárez del Villar; y, con alternativas de buenos y malos tiempos se ha sostenido hasta la fecha. Se inau­guró el 6 de junio de 1909, día de la Santísima Trinidad, con un lucido programa de fiestas. Esta sociedad ocupó anteriormente la casa que está entre el Casino Español y el Centro Telefónico, y des­pués, donde se halla, la sociedad "Recreo de Artesanos".


“Esta última sociedad, -"Recreo de Artesanos"-, fue funda­da en 1891. Se estableció en la casa de la calle de Jesús María don­de reside la Sra. María Sierra, Vda. de Cacho. La constituyeron obreros y artesanos y se fomentó en ella, a más del recreo, la ins­trucción de sus asociados por medio de veladas y academias noc­turnas. Después, en 1918, le fue cambiado el nombre por el de "Unión Club", pero no arraigaba este título entre sus asociados y volvió a dársele el primitivo que tenía. Quedó establecida dicha institución en el local que ocupaba el "Liceo" al ser este traslada­do a donde actualmente se encuentra. El Club Náutico, fundado en 1922, con su residencia social en la bahía de Casilda, tuvo mucho esplendor en sus comienzos, pero decayó tanto que desapareció en agosto de 1933, a mano armada como quien dice...


“Las sociedades de color, de patrióticos anales; de recreo e instrucción "El Fénix" y "La Luz" fueron fundadas: la primera en julio de 1880, y la segunda, en 9 de febrero de 1879. Llenaron cum­plidamente su misión educativa, con sus academias de instrucción, y, además, celebrando brillantes festividades, suntuosos bailes que forman parte importantísima de las tradiciones carnavalescas loca­les.


“Los músicos trinitarios, algunos, excelentes directores de orquestas, como los Jiménez, tan afamados después; Pablito Cancio. Tomás Dávila, Antonio Alvaro Herr, gran pianista, Rojas, Vidal, entre otros, contribuyeron siempre a darles sabor típico a las fiestas sanjuaneras, con danzas, contradanzas y danzones, saturados de esa dulzura criolla inigualable. Además, y esto merece un párrafo, en Trinidad había en los primeros días de Julio lo que se llamaba "un San Juan chiquito". En esos días venía a Trinidad con su afanada orquesta el notable Director Pablito Valenzuela, y, con ese motivo, volvían a celebrarse suntuosos bailes, principalmente, en "La Tertulia", y en "La Luz". Valenzuela se Hospedaba en casa de la familia Dávila que, además, del fangoso cornetín, Don Tomás, tenia sus hijos Buenaventura, Tomás y Rafael, decano Buenaventura de los Profesores de le Banda Municipal. Esta banda fue magníficamente organizada por Arístides Jiménez, y por Julio Cuevas. Ambos procuraron perfeccionarla, y, a pesar de los incon­venientes y reajustes habidos, el actual Director (1943) Arístides Jiménez y su Sub-director, periodista y poeta, Luis T Iriarte han merecido por su labor grandes elogios.


“No es posible escribir sobre la cultura trinitaria sin rendir tributo de admiración y respeto a estos nombres ilustres: Don Anto­nio Herr y Grau y su hermana, Doña Micaela. Don .Antonio fue un pintor espontáneo; de brillante imaginación y rico en colores. Conoció bien el dibujo natural. Fundó varias veces Academias de pintura en Trinidad y dejó no pocos discípulos. Doña Micaela enseñó música cerca de cincuenta años; y puede decirse sin exageración, que su casa fue un templo de las Musas donde alternaban la poesía, la pintura, el teatro y 1a música clásica y criolla. El número de sus discípulos sobresalientes fue incontable.


“Y ya que de música hablamos recordemos también a Catalina Berroa, alma de artista; Catalina Powers, de sólida cultura musical, pianista de mucha ejecución; compositora de gran gusto.


“Durante la dominación española contribuyeron a los festejos públicos notables Bandas de las fuerzas que guarnecían la plaza; y, en la primera intervención norte-americana, vino a esta ciudad la Banda del Regimiento de Tennessee dirigida por Mr. Robert U. Pago que estaba compuesta de excelentes profesores. Solían dar audiciones de música selecta en las antiguas plazas de Carrillo y Serrano y serenatas en plena calle, colocándose los atriles en la vía pública, y, a veces, formaban parte de las típicas cabalgatas que los elementos sociales llevaban a efecto, ya para invitar a los bailes y asaltar alegremente alguna morada, ya para tocar en los bailes, llamados de sala o de etiqueta, en que se bailaban las llamadas piezas de cuadro, rigodones, lanceros y cuadrillas; y, el pueblo intencionado entonaba cancioncillas como aquellas de: "a Beaujardin... una ocasión... se le perdió... su chaquetón..." A esos bailes y a los de polka, mazurca, gavota, valses, cachucha, za­pateo, papalote han sustituido los americanos de uno y dos pasos, tangos. "sones" y rumba frenética, y, al evocar los viejos tiempos trinitarios hay que repetir con Rubén Darío:


Fue cuando la bella su falda cogía
con dedos de ninfa, bailando el minué;
y, de los compases, el ritmo seguía
sobre el tacón rojo, lindo y leve pie...

“Nuestros carnavales veraniegos han decaído. Al esplendor de las fiestas tradicionales han seguido las mismas fiestas con sus mismas formas aunque en modesta proporción, dándoles a los pro­gramas ambiente popular y tonos culturales. Si no en todo el mes de junio, hay bastante animación y alegría aun en los días comprendidos de San Juan a San Pedro, mucho más, cuando se ha combinado un buen programa de festejos. Esto debía hacerse todos los años, y las fiestas Sanjuaneras darían motivo a clásicos festejos, continuando la tradición trinitaria con la participación de los guajiros que hacen vibrar su alma, en una dulce guaracha o un ruidoso zapateo con insuperables improvisadores, y con su algazara y "guamos" en las carreras de caballos en nuestras calles.”




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Última Revisión: 1 de Mayo del 2005
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