“"A las Hermanas Ponce, que Dios N. S. conserve en el Calvario de la ciudad de Trinidad. Vivan Jesús y María, Joaquín y Ana, San Lázaro, enero 24 de 1830. Muy amadas en el buen Jesús y en su Madre Purísima. La paz del Señor sea con todos vosotros para acertar a morir una vez... Recibí su apreciable fineza, y, aquel mismo día, la apliqué a una enferma (que ya no hablaba); y luego que la entré el panecito en la boca, habló y se confesó, y muchas ventajas en la salud... no se cómo comunicaros la alegría que recibo cuando veo alguno de Trinidad, porque, todavía, confío poder acabar allá mis últimos días y ver los pocos que ya me conocen de mis amigos... |
“"Aquí es damasiado el trajín, pues hay semanas de cinco sermones, continuo el confesionario. Y todo esto, para nada. Si yo fuera Santo y Docto para hacerlo bien y a gusto de la voluntad de Dios. ¡Ay! hermanas mías, carísimas! que juicio tan estrecho se me espera. No todo lo que reluce es oro. Si todo fuera en amor de Dios y caridad todo fuera bueno; pero hago mucho ruido, soy muy conocido, las gentes me estiman demasiado. Todo es así; pero si Dios N. S. no está contento; si yo no soy agradecido a tantas gracias como el Señor continuamente, derrama en este Hospital de San Lázaro sobre mí? (que cuenta). Yo no ceso de acordarme de las pobres Ponce del Calvario, de las García y de Da. Ursula y su santa casa; (se refiere a Doña Ursula Luján, en cuya morada vivió el Padre Valencia durante su permanencia en esta ciudad); y no será mucho (queriendo Dios N. S.) que ahora, en el capitulo que será en Abril, me manden a la enfermería (como viejo de 66 años) para que me retire a pensar en la muerte, o quizás, a Trinidad, a daros molestias, y que me cuiden de sacarme al sol y a rezar el Sto. Rosario. Para Dios N. S. nada es imposible, hasta le pediréis que, si conviene, puedo emplear las fuerzas que su Magestad me da, allá en Guinea o en los Indios, donde estuve tantos años. El Señor todo lo puede. Compadezco a mi hermana la manquita; pero os envidio, la suerte de merecerle al Señor que os regala con tanto amor y gracia; qué más queréis, que tener una escala mejor que la de Jacob para iros al cielo? Ella, que padece, y vosotros que merecéis llevándolo con paz. Algún día (que está bien cerca), bailaréis con los ángeles… quiero, y no puedo, extenderme porque, absolutamente, no queda tiempo para el oficio divino… Repito millones de gracias por los panecitos. Yo estoy más pobre; que cositas curiosas, que poderos enviar que cuando estaba en ese Convento, por que solían enviar algunas cosas de la Habana, y vivían entonces muchas personas que ya murieron. Aquí las monjas, como es al principio, son pobres, y yo no tengo genio de pedir a nadie ni agua… los romeros llevarían una carretada, de frutas (si pudieran cargar pero, aunque fuera un saco de oro, por no cargarlo, lo dejarían). Bien sé que vosotras no tenéis el corazón apegado al interés, y que sólo aspiráis a concluir la tarea y el jornal de este mundo, para lograr una buena pascua en el cielo. Por lo mismo, acordaos en la oración, en presencia de Dios, de este pobre ermitaño de S. Lázaro. No pidamos riquezas, ni estimaciones, ni gustos, sino cumplir la Suma voluntad del Señor; todo lo de este mundo pasa, como pasaron ya 17 años de que no nos vemos, como pasó toda la vida y juventud, pero no pasa ni se envejece el amor que siempre nos ha tenido nuestro buen Jesús y su Sma. Madre, S. José, Sta. Ana y S. Joaquín, a ellos os encomiendo todos los días; y vosotras rogad por este Padre que Jesucristo os ama y desea ver en el cielo. |