Guije.com Esplendor y Miseria en «Historia de Trinidad» en Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba


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El Municipio de Trinidad
“Historia de Trinidad”
“Parte Tercera”
“Capítulo III”
“Esplendor y Miseria”
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“Sumario: Abundancia de piedras preciosas. -Fantasía de los joyeles. -Amatistas, esmeraldas, rubíes y perlas. -Joyeros llenos y joyeros vacíos. -¿Qué fue de tanta grandeza? -Riquezas que se desvanecen como el humo. -Las joyas se van a España. -Imperio de las joyas falsas y abalorios. -Derroches de ingentes sumas en joyas. -Caso célebre.


“Las amatistas episcopales; esmeraldas que tienen raras fosforescencias; rubíes y granates como gotas de sangre; perlas de Reales Caronas con el halo de la tragedia; brillantes de retadora insolencia y los ternos deslumbrantes (1) y collares como serpientes que se enroscan en los blancos cuellos de nuestras beldades; sortijas de lucientes enredaderas; en los lóbulos -rosa de la oreja- clavados como avispas de fuego los diamantes de resplandores vivaces. ¿Dónde están?


“Allá, frente al tocador antiguo, entre el fino juego de porcelana, está el cofre de las joyas. Flota en el ambiente el espíritu de Mefistofeles. Surge del joyero un resplandor vivaz que parece turba la inocencia de Margarita. Las piedras preciosas ejercen un fascinación turbadora en el espíritu femenino. Más de una virtud se ha rendido ante el aria de las joyas que, en dulces acentos, cantó Gounod.


“Esos arcoiris, ¿qué se han hecho? "¿Qué se ha hecho tanto afán como trujeron?" Los joyeros trinitarios están vacíos. Si acaso llora -lagrima transformada en perla- entre el aterciopelado fondo del cofre, alguna simbólica joya que parece llevar su faceta el misterio de una pena...


“La lluvia de piedras preciosas que sobre Trinidad cayó como fragmentos de inmenso espejo, acariciado por los rayos del sol, se extinguió entre el grito pavoroso de la angustia.


“En la hora triste de la penuria fueron las joyas más preciadas pasando a otras manos; palideció el brillo del rubí sangriento y la esmeralda hasta apagarse para siempre en el ajuar de la dueña entristecida.


“Las riquezas de las familias trinitarias se esfumaron en el torbellino de la miseria. Aparecieron, en el festín de Baltasar, las fatídicas palabras. Los pescadores, los de fortuna amasada con la infamia, la esclavitud y la codicia, cayeron; pero también fueron envueltos, en la ola devastadora, los buenos, los que, a golpes de laboriosidad, habían podido colocar sobre el pecho de la hija el collar vendido, después, a precio de usura.


“Las joyas se fueron a España al abandonar nuestras playas sus vencidas huestes; a Norteamérica, al intervenir, victoriosos, los hombres rubios, los descendientes de aquellos otros que, armados en corso, saquearon antaño, iglesias y robaron galeones; a poder de los nuevos ricos, de los favorecidos de la suerte, en los tiempos nuevos, de los que van surgiendo de la nada, mientras la adversidad arrastra al dolor silencioso y al olido a individuos y ramillas que ganaron con sus pechos y valimientos nombre imperecedero...


“El horrendo pecado, la explotación de unos cuantos inhumanos, tuvo el castigo. Como en los grandes cataclismos de la naturaleza o en las fieras conmociones sociales, el dolor de los inocentes unió al de los culpables. Las guerras tremendas, impías, arrasaron con las alhajas. Si en otros siglos, al toque de rebato, desaparecían hasta los objetos del culto, los vasos sagrados, entre las manos de los hombres envueltos en pieles, con extraños adornos multicolores; en la época de las nuevas luchas, otros piratas, abusando de la hora en que la miseria llegaba a la puerta, cargaron con las piedras preciosas que fueron ornamento de las bellas trinitarias.


“A aquellos días de opulencia sucedió el reinado de las cuentas de colores, de la bisutería con que la industria moderna llega al extremo de emular, en sus labores, la rica labor del orfebre, burilando la máquina, en forma tal, que sus obras parecen del propio Cellini.


“En la vorágine de los tiempos, los nuevos ricos compraron también piedras preciosas, -pesándoles como mercancías-, que duraron en su poder el espacio de una mañana, mientras fueron de oro las espigas del cañaveral, mustiado al soplo del huracán de las crisis del azúcar. Piedras preciosas que tuvieron leyendas como ciertas gemas originarias de hecatombes sombrías. No brillarán más en el cofre primoroso que, al relucir, encendían la pasión de la púdica Margarita.


“Adornarán las amatistas, esmeraldas, rubíes, granates y perlas otras sienes, otras manos, otras gargantas, mientras, en las familias trinitarias, quedó el cofre vacío bajo el peso del recuerdo de los días de oro, de las horas torturantes en que la necesidad asomó con su faz tétrica sembrando la ruina, pero no, el deshonor.



- - -

“(1) En el periódico "Correo", en distintos años, y principalmente, en ejemplares de hace próximamente un siglo, se leen anuncios como éstos: "Realización completa de prendería fina. Don Alejandro Giquel, dueño de dos hermosas platerías de la Habana, debiendo partir para Europa, acaba de llegar a este punto con un gran surtido de prendas de todas clases. Entre las hermosas alhajas que trae viene un costoso terno de brillantes colocado en una linda caja de terciopelo, que se compone de brazalete, alfiler y candado, pudiendo usarse estos como clavos, y el brazalete, como otro alfiler. Dicho terno tiene 60 brillantes grandes y 251 pequeños. Trae también otros ternos de brillantes, de mucho gusto; medios ternos, sortijas de brillantes, esmeraldas, rubíes y ópalos, alfileres para señoras y caballeros; botonadura de brillantes para chalecos, de varias clases, hermosas cadenas de seguridad de las que usan hoy para relojes, leontinas, leopoldinas, dijes, relojes patentes, bastones, cruces para señoras, tabaqueras y todo lo demás que pueda apetecerse en el ramo de prendería. Vive en la calle de Gutiérrez, tienda del "Incendio".


“Otro anuncio de diario decía con el rubro de "Estas son gangas": "Relojes patentes ingleses de oro, cajas dobles de oro de 18 kilates, leontinas de oro, alfileres de oro, llaves de oro, medios ternos para niños. Por tener que remitirlos a la Capital a los dueños principales Sres. Misas, Duboy, etc., los realiza Don Antonio Herr, calle de Gutiérrez". Y basta de anuncios.


“En el testamento de Don José Mariano Borrell y Padrón, otorgado en 14 de febrero de 1830, ante el escribano Don Joaquín Orizondo, aparece: "Claúsula 27.-Item: declaro haber remitido a Francia a la consignación de Don Luis Brunet, seiscientas cajas de azúcar, ciento cincuenta de blanco y el resto de quebrado, con encargo de invertir su producción en prendas de oro, diamantes y otras piedras preciosas para ornato de mis hijas Doña Isabel María y Doña Angela Josefa".”




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Última Revisión: 1 de Mayo del 2005
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