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“LACRIMAE RERUM...”

“Vamos a narrar la fundación, desarrollo, luchas fieras, grandeza y decadencia de nuestra ciudad nativa, pero, antes, debemos echar una ojeada al teatro o campo en donde ocurrieron los sucesos en que va a ocuparse nuestra pluma y que forman la urdimbre histórica, extraída de múltiples documentos, de nuestro solar querido.


“Como quien penetra en un templo oreado de religioso ambiente, pasemos, con el alma dispuesta a admirar grandes hechos patrios, ante venerados lugares consagrados por la historia y la leyenda; y, en ese rápido paseo, permítasenos servir al lector como modestos guías para recoger las lágrimas que caen de tantas cosas viejas, plenas de dulcedumbres infinitas.


“Y penetremos en el atrio de nuestra obra humilde.


“Trinidad ha ido modificando su fisonomía, vistiendo nuevos trajes con más o menos esplendor, según la situación económica de su pueblo, mezclándose, en ocasiones, arquitecturas y estilos distintos, no siempre con respeto del arte y de los cánones del buen gusto.


“Pero las viejas construcciones, sólidas, macizas, que desafían los embates del tiempo; las casonas de la parte alta de la población donde parecen resonar el ruido de los incomparables saraos y las voces de la conjura, esas construcciones permanecen aun en pie, airosamente; y, a contemplarlas, es que se encamina el viajero.


“Es altamente evocadora una vieja ventana de palo; un quicio amplio de una sola pieza de madera; el brocal de un aljibe abandonado; el tejado antiguo, de amplio guardapolvo, que parece nos viene encima; el suelo de hormigón rajado; los restos de una farola en la esquina cercana; una llave enorme que parece más bien defensa de la amplia puerta. Todo es interesarte para la gente nueva, si es adinerada, con más ansias -mucha parte de ella- de adquirir una brisera o una butaca colonial desvencijada, que contemplar un panorama popularizado ya, mundialmente, por la pantalla, y de bañar su alma de intenso amor de Cuba.


“Casonas que hacen pensar en tiempos idos en que el dinero holgaba. Palacios, algunos, con magníficos mármoles de Carrara en el pavimento; cocinas amplísimas como si fueran de grandes hoteles; patios espaciosos donde se observan los restos de artísticos jardines; zaguanes que pueden servir de vivienda; decorados en oro que ya los quisieran para sí muchos palacios modernos. En los nuevos tiempos de la casa pequeña muy elegante y sanitaria, con estufa o invernadero en climas tropicales, la inmensa casa ha venido a ser como los coches de alquiler, empleados en vulgares menesteres; y hoy, esas casonas están sirviendo de morada a personas humildes e inconscientes las más; y allí, donde lucía la rutilante luna de un espejo veneciano o el óleo de un austero antepasado, han colocado un chillón almanaque, una estrella de cine en traje de dormir o un artista enlazador de toros que propina recias trompadas. ¡Es el palacete de Julieta, en Verona, convertido hoy en casa de inquilinato vulgar o cosa por el estilo!


“Estas calles Real del Jigüe, Desengaño, Alameda, Amargura, San José, Cristo, Boca, tienen en cada piedra una leyenda; sus casas, algunas ostentan mosaicos venecianos; adquieren inusitada animación y son muy visitadas y admiradas en los días de la Semana Mayor. Van por la Trinidad antigua, en la parte alta de la ciudad, las procesiones del jueves y viernes santos con la muchedumbre que se apretuja, entre reverente e impía, observando la tradición de visitar los santos lugares trinitarios, hasta llegar al Calvario que, como el célebre monte de la Palestina, parece azotado por los vendavales del tiempo y la impiedad de los hombres.


“¡Qué espectáculo el de nuestro solar! ¡Qué de hechos memorables!


“Aquí vivió unos días de inquietud el ambicioso Hernán Cortés; su posada debió de estar por los alrededores del hoy Parque de Martí; Alonso de Zuazo intrigó por estas calles; el pirata Carlos Gant, al frente de sus hombres rubios, subió esta cuesta para robar del templo los vasos sagrados; las llamaradas del incendio de la Casa de Gobierno derramaron su luz siniestra sobre estos lugares y en sus cenizas se esparcieron los recuerdos de los primeros años de la colonización. En aquella casa se hospedó en 1801 el Barón de Humboldt, cuya ciencia iluminó los principios del pasado siglo; más allá, se admiró el galante prusiano del encanto de las mujeres trinitarias; cerca están las casas de los patricios Iznaga, A.nrrell y del Dr. Hernández Cano en la cual se planeó el viaje para pedir la libertad de Cuba a Bolívar; en aquella otra vivió el infortunado General Narciso López. Esta fue la morada de José Sánchez Iznaga; aquella otra sirvió de taller a Plácido. Esta mansión fue la primera techumbre que tuvo el señor de la Veracruz; más arriba, resonó la alegra en el Palacio de Santa Elena; en esa esquina estuvo la sociedad "La Filomática" donde, como en festín de girondinos, se reunieron los revolucionarios en 1868 y 1869; frente, una tosca cruz señala la primera vez que un visionario de blancos hábitos dijo la primera misa ante los titanes de la conquista y ante las pobres indiadas atónitas; en la altura, la torre, en pie, del destruido Convento, es faro del recuerdo, y, como un gigante, vela sobre los destinos de Trinidad desventurada.


“¡Oh nuestra vieja Trinidad de calles empedradas! Tus casonas son graves monumentos de historia y leyendas. En el ámbito de esos amplios lugares parecen resultar gritos, suspiros, murmullos. Es la voz del pasado, en sus distintas tonalidades, que surge de los vetustos edificios; época en que se conspiró, se ama mucho, se bebió el placer a largos sorbos, mientras, en las paredes, se empotraban las cruces como pidiendo algo de clemencia en medio de un turbión de placeres, ambiciones y pecados capitales.


“Las casonas antiguas o las viviendas más modestas, las primeras casas de la ciudad legendaria son tesoros que no deben modificarse; si, acaso, repararlas en lo preciso para evitar la ruina total. La historia, con hechos extraordinarios, está unida a las viejas mansiones trinitarias; y la leyenda las envuelve y aviva, perdurando así, en el torbellino de los tiempos, el recuerdo del pasado trágico, heroico, galante, patriótico, espejo todo de altas virtudes privadas y públicas que no debemos echar en olvido.”




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Última Revisión: 1 de Mayo del 2005
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