“La Habana moderna con sus lujosos edificios, regios parques y monumentales estatuas ha tendido un casi manto de olvido a algunas de sus reliquias citadinas que tienen capítulos amorosos y de romance, de citas y de amenazas en diarios, íntimos siempre inéditos, pero que de publicarse sin duda alguna pondrían al descubierto el despeje tal vez de muchos enigmas y darían a la Literatura páginas maravillosas de idilios que merecerían honores de "Trozos Escogidos". |
“Un mudo testigo de todo esto es sin duda la Fuente de la India o de la Noble Habana hoy relegada en el olvido por todos o casi todos los cubanos ya que incluso le han arrebatado al lugar donde se encuentra el nombre clásico de Parque de la India que antes tenía ya que ha absorbido, no sin cierta razón de ser el Parque de la Fraternidad, donde ocupa lugar preferente el Arbol de la Fraternidad alimentado con tierra de todos los pueblos de las tres Américas. |
“Refiriéndose a la Fuente de la India un autor dice: "Hoy como hace un siglo a la vera de esta estatua de la India o de la Noble Habana, cuatro generaciones de habaneros han paseado sus alegrías mozas, antaño en volantas y quitrines, más luego en featones y calezas charoladas, y hoy en autos bulliciosos y policromados, que raudos pasan, perturbando la serena quietud de la India inmutable que desde su rústico trono parece contemplar complacida y extática el jubiloso desfile que se adentra por los cuatro puntos de la ciudad en una euforia de vida y de progreso". |
“Hoy esta filigrana, obra del escultor italiano Giosseppe Gaggini, modelada en Carrara allá por el año 1836 parece sobrecogerse ante la mole inmensa que sobre ella gravita desde el Capitolio Nacional majestuoso e imponente, así como ante las torres de la Central de Teléfonos y los mil y mil rascacielos que van dando a La Habana el empaque de ciudad de primer orden. Pero la obra que se debe a la iniciativa del Conde de Villanueva don Claudio Martínez de Pinillos sigue modesta y humilde pero constante y digna en su puesto que nadie se atreve a robar. |
“Para describirla llamamos a don Tranquilino Sandalio de Noda y Martínez a quien, desde 1841 se debe esta bella descripción: "Delante de las puertas de la ciudad de La Habana, cerca de donde estuvo la estatua de Carlos III al extremo sur del Nuevo Paseo o Paseo de extramuros, construido en 1772, y junto a las verjas y almenadas puertas del Campo de Marte, se ve una fuente de mármol blanco que se alza en un pedestal cuadrilongo sobre cuyas cuatro esquinas y resaltadas pilastras se apoyan cuatro enormes delfines también de mármol, cuyas lenguas de bronce sirven de surtidores al agua que vierten en la ancha concha que rodea el pedestal y robándose aquélla por conductos invisibles, vuelve al interior sin derramarse jamás. Encima de todo, sobre una roca artificial, yace sentada una preciosa estatua que representa una gallarda joven india; corona su cabeza un turbante de plumas, y de la misma, le ciñe una ligera cintura con la cual y el carcaj lleno de flechas que al hombro izquierdo lleva, se conoce que representa alegóricamente la ciudad de La Habana. Las armas de ella, vense esculpidas en el escudo que lleva en su diestra, y en la siniestra, sostiene la cornucopia de Amaltea en la cual, en vez de las manzanas y las uvas que generalmente la adornan, el autor en un rasgo feliz de inventiva, las ha sustituido por frutas de nuestra tierra, coronadas por una piña. El fuente y la espalda del pedestal semeja la sillería una puerta de arco, y tiene en medio del claro un surtidor que derrama en la citada concha; alrededor de ésta hay un estrecho arríate, cercado por una fortísima verja de lanzas de hierro, apoyadas en veinte feces, con sus hachas de armas, teniendo por la espalda de la fuente, una puerta casi imperceptible, según lo bien ajustada de su armadura. Por fuera de la verja, hay un andito o ancho paseo circular de mármol blanco, y el todo lo rodea una orla de grama de bahama con dieciséis guardalados de piedra común". |
“Formando coro con ella y con ella simbolizando a Cuba y a su Capital La Habana hay una rotonda de palmas reales que con el viento le cantan a la bella India la canción eterna que tan sólo interpretar saben los céfiros y las brisas tropicales y cimbreándose con la elegancia que ellas saben, hasta ahora la han defendido cuando rebrama el huracán y sus ráfagas aciclonadas siembran de espanto las cortas horas en que dura su reinado... Después pasado la tormenta cuando de nuevo renace la calma el habanero puede captar, con cierta satisfacción muy íntima, cómo sonríe la India de la Fuente que lleva su nombre esforzándose en representar a la noble Ciudad de La Habana.” |