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La Organización Contemporánea
en El Ayuntamiento de La Habana
Reseña Histórica
en La Habana
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Dr. Julio de Cárdenas - Alcalde de La Habana en 1906.
Dr. Julio de Cárdenas

“La obra codificadora de la Comisión Consultiva. -Cambio de régimen municipal. -Caracteres de la innovación. -Los dos poderes prescritos por la Constitución de la República. -El Ayuntamiento de la Habana, único de primera clase dentro de la clasificación establecida. -Número de Concejales. -Comicios. -El doctor Julio de Cárdenas. -La presidencia del Ayuntamiento. -La Policía de la Habana. -Renovación de la Cámara Municipal. -Gestiones administrativas. -El General Fernando Freyre de Andrade. -Entusiasmos. -Su mejor iniciativa. -Lucha electoral. -El doctor Manuel Varona Suárez. -Nuevos Concejales. -Mudanzas en el personal. -El Consejo de Gabinete del Alcalde. -Momentos difíciles. -Afanes fructíferos. -Homenajes patrióticos. -Confraternidad internacional. -Reorganización del Ayuntamiento. -Actividades múltiples. -El desayuno escolar. -Biblioteca. -Hospital Municipal. -Nombres de calles acordados por el Ayuntamiento. -El cuarto centenario de la Habana.


“Desde que por la Constitución de la República se establecieron los principios fundamentales sobre que debía descansar la vida municipal, con límites y fueros bien determinados, resultó imperiosa la necesidad de nuevas normas jurídicas. Mas, pasaban los años, y la organización local sólo había experimentado las reformas circunstanciales dictadas durante la intervención norteamericana. El Ayuntamiento, centro y motor de cuantiosos intereses, reclamaba innovaciones diversas. Veíase que su composición misma, a merced de los azares de la política, hija era, no de la voluntad popular, sino de resoluciones en desacuerdo con la doctrina contenida en la Constitución. Sobrevino al cabo la guerra civil, y como consecuencia, el Gobierno Provisional ejercido por un delegado de los Estados Unidos de América. Entonces fue cuando, harto conocida de todos la urgencia de componer y promulgar determinadas leves orgánicas, quedó encomendada la tarea a la Comisión Consultiva creada por decreto del Gobernador Provisional.


“La obra de ese cuerpo codificador fue en realidad fructífera. En lo tocante a la legislación municipal, designó ponente al doctor Francisco Carrera y Jústiz, uno de sus componentes más valiosos, autoridad reconocida en la materia. Si completo había sido el acierto de tal elección, no le fue en zaga la actividad evidenciada en el trabajo a realizar. Ya el 29 de mayo de 1908, en efecto, estaba promulgada la Ley Orgánica de los Municipios. Horizontes distintos, amplios para todos, para gobernantes y gobernados, iban a sustituir los nebulosos que hasta aquellos momentos limitaban los ajustes de la vida local en su aspecto jurídico.


“Extraordinaria importancia revistieron las reformas impuestas por la Ley Orgánica de los Municipios. Desde el concepto general de la institución hasta las facultades que le quedaron atribuidas, todo tendió a establecer innovaciones no menos sabias que provechosas. El municipio fue declarado como la sociedad local organizada políticamente y comprendida dentro de una extensión superficial determinada, de manera natural y precisa, por necesarias relaciones de vecindad. Encomendado el gobierno a un Ayuntamiento y a un Alcalde, quedó fijada, conforme al precepto constitucional, la separación de poderes. Correspondieron al Ayuntamiento las funciones de deliberación y acuerdo en la esfera de la autonomía municipal y al Alcalde las ejecutivas y administrativas. Doble carácter asumió el gobierno local: como entidad con elementos para satisfacer las demandas colectivas que constituyen su peculiaridad y como organismo auxiliar del estado. En tanto que el gobierno municipal, -son palabras del legislador,- funciona para responder a las exigencias puramente locales, tiene autonomía, entendiéndose por esto facultades propias de iniciativa y de acción para regir con libertad los asuntos exclusivos de su territorio.


“La separación de poderes dentro de la municipalidad trajo consigo otras novedades. Siguiendo en ello también la letra de la Constitución de la República, dejaron de estar vinculados en un solo individuo los cargos de Alcalde y Presidente del Ayuntamiento, como ocurría en el régimen heredado del coloniaje. La representación del Ayuntamiento fue atribuida a su Presidente, nombrado entre los Concejales, y la de la persona jurídica del municipio, al Alcalde, procediendo en nombre de aquél, judicial o extrajudicialmente, en todos los actos y contratos. El legislador, haciendo desaparecer la Junta Municipal integrada por Concejales y Vocales Asociados, creó, en cambio, los Adjuntos, vecinos de la municipalidad, nacionales o extranjeros, y verdaderos auxiliares de las comisiones permanentes del Ayuntamiento o Cámara Municipal. En la Habana, como acaso en ningún otro lugar de Cuba, entrañó singular trascendencia esta serie de mudanzas.


“Fue el Ayuntamiento de la Habana, a partir de los lejanos días de la colonización, el principal de Cuba. Bastó que iniciara el Gobernador Gonzalo Pérez de Angulo, mediando el siglo XVI, la costumbre, al cabo convertida en hecho legal, de residir la suprema autoridad del país en la villa de San Cristóbal de la Habana, para que el Cabildo de la misma pronto sobresaliera entre todos los de la Isla. Condición tan favorable persistió a través de los años, ya que la Habana jamás ha cesado de progresar.


“Extraño no pudo parecer, pues, al comenzar a regir la Ley Orgánica de los Municipios, en 1908, que en la clasificación establecida allí resultara ser el de la Habana el único de primera clase de la República.


“El número de Concejales integrantes del primero de los Ayuntamientos de Cuba se fijó por la Ley Orgánica de los Municipios en veintisiete, en vez de los veintiocho, que anteriormente lo componían. La lid comicial se efectuó el 1° de agosto de 1908. Lucharon por la Alcaldía de la Habana el doctor Julio de Cárdenas, el Coronel Orencio Nodarse, el doctor Julián Betancourt y el doctor Juan Ramón O'Farrill. Triunfó el doctor Cárdenas, que, según es de sobra sabido, ocupaba el cargo por nombramiento del Presidente de la República, desde el 3 de agosto de 1906. Dos meses después de aquellas elecciones, la Habana presenció la renovación del viejo sistema municipal y la constitución del nuevo Ayuntamiento. El propio día expresado prestó juramento, como Alcalde electo por la voluntad popular, el doctor Julio de Cárdenas y Rodríguez. Entre los Concejales designados entonces figuró el doctor Francisco Carrera y Jústiz, mas casi inmediatamente renunció. Los que integraron la Cámara Municipal en definitiva fueron Eugenio Leopoldo Azpiazo, Oscar F. Horstmann, Pedro Pablo Sedano, Napoleón Gálvez, Jacinto Ayala, Pedro Baguer, Avelino Barrena, Benito Batet, Ramón Canals, Antonio Clarens, Jorge Coppinger, Ladislao Díaz, Guillermo Domínguez Roldán, Pedro Esteban y González Larrinaga, Joaquín de Freixas, Jorge Horstmann, Fernando Loredo, Pedro Machado, Juan B. Núñez Pérez, Gustavo Pino, Arturo Primelles, Manuel Pruna, José Ramírez Tovar, Manuel Sánchez Quirós, Arturo G. Tejada, Dionisio Velazco y Vicente Villaverde. La mayoría de la corporación eligió Presidente, Vicepresidente y Secretarios a Eugenio Leopoldo Azpiazo, Oscar F. Horstmann, Pedro Pablo Sedano y Napoleón Gálvez.


“Pocos meses llevaba la implantación del nuevo régimen cuando, por decreto del Gobernador Provisional, se sustrajo a la acción del Alcalde de la Habana lo relativo a la Policía. Ya por el artículo ciento veinticuatro de la Ley Orgánica de los Municipios se había preceptuado que el poder central atendería en la capital de la República al cuerpo de seguridad y de orden público. Por la resolución del Gobernador Charles E. Magoon, dada en 25 de enero de 1909, se ordenó que en lo adelante la Secretaría de Gobernación tuviera a su cargo la exclusiva dirección y administración de la Policía de la Habana, con la responsabilidad de la disciplina e instrucción de dicha fuerza y el manejo de los asuntos con la misma relacionados. El Alcalde de la ciudad fue privado de toda intervención en los nombramientos, ascensos y cambios, y de toda autoridad directa respecto de los individuos de ese Instituto armado, y dejose, por último, a un acuerdo entre el Presidente de la República y el Ayuntamiento, la forma y proporción en que el gobierno municipal debía contribuir a su mantenimiento.


“La Cámara municipal, por disposición de la ley, renovose en 1° de diciembre de 1910. En los comicios de un mes atrás habían triunfado los candidatos a Concejales Eugenio Leopoldo Azpiazo, Fernando Suárez, Antonio Cárdenas, Pedro Esteban y González Larrinaga, Eulogio Guinea, Ambrosio Hernández, Antonio León, Andrés Avelino Orta, Antonio Peraza, Rafael Quintana Mata, Emilio Sardiñas, Domingo J. Valladares y Santiago Veiga. La misma mesa del período precedente, con la sola excepción de ser reemplazado Napoleón Gálvez por Fernando Suárez en una de las Secretarías del Ayuntamiento, fue designada entonces.


“La labor del gobierno local durante la administración del doctor Julio de Cárdenas se tradujo en diversos progresos para el término municipal. Casa Blanca y Regla, barrios del otro lado de la bahía, lograron del Ayuntamiento cuarteles de bomberos, casas de socorro, parques, estaciones policíacas, arreglo de caminos y otras mejoras de general interés. Las escuelas creadas por los legados de Felicito C. Olavarrieta y Romualdo de la Cuesta merecieron atención preferente. El alumbrado público y los mercados para el abastecimiento de la población vieron también satisfechas necesidades premiosas. A los asilos diurnos fundados por los Alcaldes Juan Ramón O'Farrill y Eligio Bonachea, agregó la iniciativa del doctor Julio de Cárdenas el nocturno, con casa de baños para pobres, que lleva su nombre. Pero el esfuerzo más fecundo de cuantos en aquel período se realizaron, fue el del establecimiento del Hospital de Emergencia, cuyos beneficios comenzaron a poco a apreciarse por todos.


“En los comicios del 1° de noviembre de 1912 se hallaron frente a frente, como candidatos a la Alcaldía de la Habana, el entonces Presidente del Ayuntamiento Eugenio Leopoldo Azpiazo y el General Fernando Freyre de Andrade. La victoria fue de éste, quien el 1° de diciembre sustituyó al doctor Julio de Cárdenas. Resultaron en la misma contienda electoral designados Concejales, Juan Armenteros, Jacinto Ayala, Pedro Baguer, Federico Caballero, Ramón Canals, Vito M. Candia, Antonio Clarens, Miguel A. Díaz, Eduardo González Vélez, Oscar F. Horstmann, Germán S. López, Eligio Madan, Rafael Martínez Alonso y Manuel Sánchez Quirós. La lucha por la presidencia de la Cámara Municipal en aquella ocasión fue reñidísima y su resultado, el triunfo de Antonio Peraza, entrañó una verdadera sorpresa. Al renovarse el Ayuntamiento dos años después, el 1° de noviembre de 1914, tomaron posesión los Concejales, José Antonio Lastra, José Luis Valdés, Luis Biosca, José Roig e Igualada, Lorenzo Fernández Hernio, Alfredo Hornedo, Ramón Roig e Igualada, Francisco Alvarez Coto, José María de la Cuesta, Roberto Azón, Ramón Ochoa, Benito Batet y Rafael Quintana Mata. La elección de Presidente de la Cámara recayó esa vez en el doctor José Roig e Igualada.


“El General Freyre de Andrade ocupó la primera magistratura de la Habana lleno de entusiasmos. Imprimió pronto a la administración el sello de su energía. Abrigaba el propósito de realizar al frente del Ejecutivo Municipal una intensa labor de rectificaciones, que, a su juicio, eran urgentes. Sus medidas tendientes a que ninguna fuente de ingresos quedase a merced de la voluntad de los obligados a tributar, llegaron a provocar singulares controversias. También hubo momentos de extrema tirantez entre el Alcalde y la Cámara Municipal, ofreciéndose el caso de que el primero compareciese ante la segunda, reunida en sesión, para sostener sus puntos de vista. Pero, al cabo, de todo resultó honor para el gobierno local, ya que estuvo de manifiesto la verdad inconcusa de que se hallaba integrado por elementos capaces de dilucidar las cuestiones pendientes en el terreno de la discusión y a la luz de la sana crítica.


“La más hermosa de las iniciativas del General Freyre de Andrade, -aparte el interés demostrado en la organización del Cuerpo de bomberos de la Habana,- fue sin duda la de construir el Hospital Municipal que en justicia lleva su nombre. La amplitud adquirida por la Habana, las necesidades imperiosas de su población, la falta de elementos con que satisfacerlas y el deber de acudir a su remedio, razones todas de positiva fuerza, condujeron al Alcalde a tomar con interés y calor extraordinarios la idea de erigir el Hospital Municipal. Adoptados por el Ayuntamiento los acuerdos pertinentes, trazados los planos por el Arquitecto Rodolfo Maruri y escogido el terreno para el emplazamiento frente al antiguo paseo Militar, de Tacón o de Carlos III, hoy Avenida de la Independencia, tuvo la satisfacción el distinguido revolucionario y jurisconsulto de dejar en marcha su feliz pensamiento.


“De aumento en aumento la trascendencia del gobierno local de la Habana, ese hecho explica por sí solo el interés que han revestido las luchas electorales trabadas en torno de su dirección. La de 1916, la última en vísperas de conmemorar el cuarto centenario de su existencia, fue intensísima. Presentaron los partidos políticos contendientes como candidatos a Eugenio Leopoldo Azpiazo y al doctor Manuel Varona Suárez. El pueblo, por mayoría considerable se decidió por éste. Pero, antes de que tomara posesión el elegido, se deslizaron algunos incidentes, al cabo de escaso relieve. Enfermo el General Freyre de Andrade, sin aguardar a que expirase su período, solicitó licencia, que obtuvo, para marchar a los Estados Unidos de América. Le reemplazaron interina y sucesivamente el Presidente José Roig y el Concejal Ramón Ochoa, a quien tocó, al fin, hacer entrega al doctor Varona Suárez. Algunos recursos interpuestos al amparo de la Ley Electoral dilataron, además, el cambio de administración.


“El 30 de diciembre de 1916, la Habana comenzó a ser regida por nuevo Alcalde y nuevo Ayuntamiento. Con la exaltación del doctor Varona Suárez coincidió el juramento de los Concejales Rafael Martínez Alonso, Federico Casariego, Viriato Gutiérrez, Eligio Madan, Domingo J. Valladares, Manuel Martínez Peñalver, Miguel Albarrán, Jerónimo Bericiartu, Federico Caballero, Manuel Fernández Areces, Jorge Ibarra, Manuel Méndez, Agustín del Pino y Emilio Rodríguez. La elección de la mesa de la Cámara se llevó a cabo, designándose Presidente y Vicepresidente a Alfredo Hornedo y Lorenzo Fernández Hermo.


“El cambio de Alcalde supuso asimismo el de gran parte del personal de la administración. En el Consejo de Gabinete del Alcalde, -a que tanta importancia ha atribuido la legislación vigente,- hubo ratificaciones y mudanzas: al frente de los departamentos de Fomento, Sanidad, Impuestos, Tesorería, Contaduría y Gobernación, se hallaron, luego de entrar en funciones el doctor Varona Suárez, servidores tan valiosos de la cosa pública como Walfrido de Fuentes, Serapio Rocamora, Manuel Romero, Domingo Espino, Eduardo Machado y Agustín Treto. Tuvo el Alcalde el acierto de nombrar Secretario de la Administración Municipal al antiguo y competentísimo funcionario Luis Carmona y Castaños. La designación de Secretario suyo, para depositar en él su confianza, la hizo recaer el primer magistrado de la ciudad en el doctor Aurelio Méndez, joven y cumplido caballero, pulcro y talentoso. Con el concurso de tales elementos, unida a las cordiales relaciones con el poder legislativo de la municipalidad, emprendió el doctor Varona Suárez el desarrollo de su programa.


“Tal vez ningún otro Alcalde, -ha dicho persona tan conocedora del Ayuntamiento como Julio Martín Lamy,- haya ocupado el cargo en situación más anómala y peligrosa, ni preñada de más dificultades, que aquella en que el doctor Varona Suárez se halló al asumir el mando. Al encono existente entre los bandos políticos con motivo de las elecciones generales del 1º de noviembre de 1916, se sumó el estado precario de la hacienda municipal. Encontrola el Alcalde con quince mil setecientos seis pesos del presupuesto corriente y cuarenta y cinco mil trescientos veintisiete de resultas, para satisfacer las atenciones y los compromisos pendientes, algunos de carácter urgentísimo y todos ascendentes a unos trescientos mil. Tantos y tales fueron, sin embargo, los afanes puestos en juego por el doctor Varona Suárez y sus auxiliares, que un mes después estaban extinguidas las obligaciones apremiantes y normalizados los pagos.


“No solamente los problemas de la revolución que conmovió al país crearon dificultades al gobierno municipal. Pronto quedó también Cuba incluida en el número de los contendientes en la más grande de las guerras que en el mundo ha habido. Tanto el Alcalde como el Ayuntamiento estuvieron prestos a contribuir de manera ostensible a la propaganda en favor de la causa aliada. Día memorable para la Habana, no menos que para quienes se hallaban ligados por los fuertes vínculos de la común defensa, fue aquel en que, por acuerdo de la Cámara Municipal y con la intervención directa y plena de la misma y del Alcalde, y en medio de inmensa muchedumbre, se llevó a cabo el cambio de nombre de la calle de Galiano por el de Avenida de Italia, homenaje harto debido, además, a la nación de la vieja Europa que supo ser la primera en mostrar sus simpatías por la independencia de Cuba.


“También se ocuparon el Ayuntamiento y el Alcalde en honrar la memoria de los patriotas Cuando ya un busto en mármol de Manuel de Jesús Doval, -sacerdote católico que en todo tiempo estuvo al servicio de Cuba,- se levantaba en uno de los parques de la ciudad, sucesivamente se han emplazado y descubierto con gran solemnidad los sencillos monumentos consagrados a Gonzalo de Quesada y Manuel de la Cruz y la estatua ecuestre del Mayor General Alejandro Rodríguez, el primer Alcalde de la Habana, según es sabido, por elección popular, y, finalmente, el diez de octubre último, se descubrió el busto del Padre Varela erigido en la plazoleta de Dragones. En todas esas fiestas de cívica expansión, conscientes de la eficacia de su obra, el doctor Varona Suárez y los Concejales han ofrecido hermoso ejemplo de amor a los fundadores de la República. Lo que ello significa, en suma, lo dijo el 10 de octubre de 1918, al pie del busto de Manuel de la Cruz, José Manuel Carbonell, encargado de hacer el panegírico del escritor a que se le rendía tributo:


“"Bien hace la República, representada en este caso por el Ayuntamiento de la Habana, en cultivar el nombre de Manuel de la Cruz y recoger los rasgos de su fisonomía en los pliegues hieráticos del mármol impasible y sereno. El recuerdo perenne y las acciones reverdecidas de nuestros hombres que fueron, son siempre una ventana abierta a la ventura de nobles y sinceras rectificaciones. Un pueblo que no pierde de vista a sus inspiradores, héroes y mártires de la inteligencia y de la espada, ni olvida sus efemérides gloriosas, puede y debe tener fe, y en los días negros como en los soles claros, abrir los balcones de su casa azotada por los huracanes del universo en guerra a la esperanza de una realidad más bella y de un optimismo fecundo y reparador..."


“Otra fiesta hermosa organizada por el gobierno municipal fue la celebrada el 19 de abril de 1919 con motivo de cambiar el nombre de la calzada de la Reina por el de Avenida Simón Bolívar. A indicaciones de la revista Cuba Contemporánea, el Concejal Lorenzo Fernández Hermo presentó una moción en ese sentido, que la Cámara Municipal por unanimidad aprobó. Después, al fijar la fecha del acto, el Alcalde designó a José Manuel Carbonell para hablar en representación del Ayuntamiento a la hora de descorrer el propio doctor Varona Suárez las banderas de Venezuela y de Cuba que ocultaban a la vista de la muchedumbre la placa de bronce colocada en la esquina de Aldama y Avenida Simón Bolívar. La ceremonia revistió caracteres sugestivos. Pronunció Carbonell su discurso al cesar los acordes del himno venezolano, ejecutado por la Banda Municipal. Usó luego de la palabra, para dar las gracias en nombre de la colonia de Venezuela en la Habana, el doctor Alejandro Rivas Vázquez. En su elocuente oración tuvo el ilustre orador frases en verdad enaltecedoras para el Alcalde y el Ayuntamiento.


“Ya, en medio de esas manifestaciones de entusiasmo patriótico y de confraternidad internacional, el Ayuntamiento había experimentado las mudanzas correspondientes a la renovación parcial de sus componentes. Como consecuencia de los comicios del 1° de noviembre de 1918, prestaron juramento, reelectos unos, electos los demás, los Concejales Miguel A. Cisneros, Roberto Azón, Juan Borrell, José Castillo, José M. de la Cuesta, Lorenzo Fernández Hermo, José de la Fe, Enrique Fernández Fuerte, Juan Fraga, Ramón Ochoa, José Viera, Miguel A. García y Pedro P. Soldevilla. Designado Representante a la Cámara el Concejal Rafael Martínez Alonso, tomó posesión el suplente José Varela Vaquero. Al constituirse la Mesa de la Cámara, la mayoría eligió Presidente, Vicepresidente y Secretarios, a Miguel Albarrán, Domingo J. Valladares, Miguel A. García y Jorge Ibarra.


“Las actividades del gobierno municipal moviéndose en la amplia esfera consagrada por el vigente régimen institucional, no han cesado de traducirse en empresas de toda índole. Sosteniendo, mediante desembolsos cuantiosos, el alumbrado público, el mejoramiento de parques y paseos, la Banda Municipal y la contribución a los gastos de la Policía Nacional, no se ha limitado al cumplimiento de esas obligaciones ineludibles. La presteza y eficacia con que el doctor Varona Suárez, secundado por el Ayuntamiento, ha acudido en auxilio de los menesterosos en casos recientes de epidemias y estragos, hablan con encomio de la institución decana de la Habana. Las cocinas económicas, al igual que otras medidas durante la guerra universal para hacer frente al grave problema de las subsistencias, tienen demostrado asimismo que está el poder local muy lejos de ser un carro inútil montado sobre grandes ruedas. Por lo contrario, todo coadyuva a la demostración práctica de que se trata de un organismo capaz de empeños de mucha monta.


“El desayuno escolar establecido en la Habana resulta un triunfo de la administración municipal. Noble iniciativa de la que fueron partícipes el diario habanero La Prensa y el notable literato Félix Calleja, (Belliken), el Ayuntamiento la tomó con interés vivísimo y logró encauzarla en términos realmente lisonjeros. El tesón y altruismo del Alcalde actual y del Ayuntamiento han sostenido tan generoso y plausible servicio. Inaugurado en 21 de marzo pasado, el último período del curso escolar de 1918 a 1919, basta para poner de manifiesto cuán grande era la necesidad satisfecha y en cuán buena hora fue concebida su creación.


“Aunque datando de 1906 la idea de fundar una Biblioteca Municipal, era en extremo modesta la existente al posesionarse de la Alcaldía el doctor Varona Suárez. A reanimarle en su propósito, de antiguo acariciado, de crear, a costa del municipio, un establecimiento de aquella índole digno de la ciudad, acudió, con ofrecimiento de su rica colección de libros cubanos, el erudito escritor Arturo R. de Carricarte. El Alcalde, el Concejal Fernández Hermo primeramente, y todos sus compañeros después, en inteligencia magnífica, concurrieron a hacer viable el proyecto, y la apertura de la Biblioteca Municipal, para honra y provecho del pueblo de la Habana, coincide con la celebración del cuarto centenario de la traslación de la villa primitiva a la ribera del Puerto de Carenas.


“Lo mismo acontece respecto de la inauguración del espléndido Hospital Municipal bautizado con el nombre del General Fernando Freyre de Andrade. Al proyecto por éste planeado introdujo su sucesor, Varona Suárez, algunas modificaciones, hijas de la observación experimental de las necesidades sanitarias de la Habana. Pero no por ello la importante obra dejó de progresar. Tiene capacidad para unas doscientas cincuenta camas. Consta de servicios montados con todos los progresos modernos, y en sus gabinetes y salas la ciencia cubana brillará de continuo. No regateados los empeños para una obra que tanto beneficia a la capital de la República, ella bastará, en las edades de lo porvenir, para decir bien de la labor realizada por el Ayuntamiento.


“A través de los años de vida republicana, movido por sentimientos de gratitud o simpatía, el Ayuntamiento ha acordado el cambio de nombre de muchas de las calles de la Habana. Si loable fue siempre el propósito generador de cada una de tales sustituciones, no dejó, sin embargo, de haber el serio inconveniente constituido por la natural confusión entre las designaciones antiguas y las modernas. Para remediar en lo posible la deficiencia, el Alcalde, por decreto de 4 de septiembre de 1919, dictó disposiciones encaminadas a que, partiendo de las propias oficinas municipales la observancia estricta de los acuerdos tomados por el Cabildo, en no lejano día se llegue a la normalidad en materia de nombres de calles. Los preceptuados por el Ayuntamiento, en su mayor parte, han respondido al deseo de recordar y enaltecer ostensiblemente naciones, sucesos o personalidades: Miguel Aldama, Rafael María de Labra, Benavides, Plácido, Padre Varela, Pedro Consuegras, General Aranguren, Estrada Palma, Avenida Presidente Gómez, Jesús Rabí, Avenida de Bélgica, Avenida de Italia, Narciso López, Avenida Diez de Octubre, Veintisiete de Noviembre, Néstor Sardiñas, Avenida Presidente Wilson, José María Heredia, Avenida Washington, Coloma, Francisco Polanco, Avenida Antonio Maceo, Francisco V. Aguilera, Felipe Poey, Ayestarán, Manuel de la Cruz, Zenea, Pi y Margall, José Miguel Parra, Avenida de la Independencia, Máximo Gómez, Primelles, Paseo de Martí, Avenida Simón Bolívar, Antonio Díaz, Llinás, Teodoro Roosevelt, Finlay e Ignacio Agramonte.


Hospital Municipal General Fernando Freyre de Andrade en La Habana.
Hospital Municipal General Fernando Freyre de Andrade

“Múltiples y extraordinarias son las direcciones que el gobierno municipal de la Habana toma en la época actual. Su organización jurídica, del estado rudimentario, hijo de la costumbre, con que se manifestó cuatro siglos atrás junto al Puerto de Carenas, ha pasado gradualmente al goce de facultades que a veces se confunden con las privativas del estado. Institución de una ciudad populosa y progresista en sumo grado, responde a las necesidades de la vida local en los términos amplios fijados por el legislador contemporáneo. Las vicisitudes propias de toda larga existencia, lejos de precipitarle a la ruina, le han deparado de continuo, energía y vitalidad admirables. Ha evolucionado y se ha transformado el régimen municipal de la Habana en condiciones tan radicales, que con exactitud puede asegurarse que ha logrado seguir, casi siempre en marcha hacia adelante, toda la evolución de la sociedad política que administra y dirige.”


Fin del capítulo - Fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana.


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Última Revisión: 1 de Septiembre del 2006
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