Cojímar posiblemente haya sido uno de los pueblos más pintoresco y agradable del mundo entero. Al menos nosotros no hemos visto nada que ni siquiera se le acerque en historia, belleza, atractivo, comodidad y alegría. Tenemos entendido que su invitadora y aventurera comunidad pesquera ya no existe en el fondo de su abrigada bahía de arena gris. Sus viejos casones, las redes tendidas al sol, las lanchas pesqueras arribando de alta mar con su pesca en la cual algunas veces se veían agujas y tiburones, el guarapo más sabroso del mundo, la espera de la lisa a que viniera a desovar en el río, y todo aquello que tanta inspiración hizo brotar a los escritores y poetas de fama mundial ya son cosas de la Cuba que una vez fue.

Este pueblo perteneció al Municipio de Guanabacoa, de la cabecera del cual dista tres y medio kilómetros. El pueblo de Cojímar está situado junto al puerto de su nombre, llamándose también Boca de Cojímar. De clima saludable y benigno y con unos magníficos alrededores, fue de antiguo escogido para veraneantes de La Habana y otras comunidades. El poblado empezó con unos ranchos de pescadores alrededor del antiguo torreón, formándose poco a poco la aldea.

En 1808 Cojímar contaba con 137 habitantes, distribuidos en 37 viviendas; en 1813 comenzaron a visitar las familias de la capital y de Guanabacoa para tomar sus baños de mar y ya inmediatamente surgieron viviendas de recreo, hoteles, restaurantes, etc.

En el año 1646 se construyó en el Surgidero un fortín como extensión de las defensas de La Habana. En 1762 entró esta pequeña fortaleza en plena acción durante la invasión de los ingleses. Aunque no pudo hacer gran resistencia por no estar del todo equipado, si fue lo suficiente para que las tropas extranjeras no pudieran usar la playa de Cojímar y tuvieran que desembarcar más al este de su protegida bahía. Un núcleo de vecinos en esta misma acción hizo resistencia al desembarque de los ingleses cuando comenzó el ataque a La Habana.