La ciudad de San Antonio de los Baños es la cabecera del término municipal por su nombre en la provincia de La Habana, Cuba.

Esta ciudad está situada a la orilla del río San Antonio y sobre el declive de una prominencia casi llana, que no es más que un extenso banco de piedra. Por el norte la domina una colina de escasísima elevación, pero notada por lo llano del conjunto que la rodea.

Desde 1762 comenzó a poblarse este lugar por los cortadores de leña en bohíos diseminados por distintos lugares de los alrededores. En 1775 un canario estableció una taberna de licores y comestibles a orillas del Ariguanabo. En 1784 se erigió una ermita bajo la advocación de San Antonio Abad, como iglesia declarada auxiliar de la parroquia del Carmen del Cano en 1785. La actual iglesia ocupa el mismo lugar de la ermita. En 1794 el Marqués de Cárdenas de Monte Hermoso solicitó del rey merced para fundar el pueblo de San Antonio Abad, cuya autorización le fue concedida. La fundación formal comenzó con 61 vecinos y construyendo el citado marqués a sus expensas la iglesia, cárcel y carnicería en la hacienda y sitio predichos. Al otorgársele la autorización obtuvo para la fundación el titulo de Villa para el expresado poblado. En 1795 el capitán general o gobernador de la isla Luis de las Casas dispuso le fuese dada posesión a su fundador.

En 1829 se construyó el Hospital de Caridad en terrenos del fundador, que los cedió a dicho efecto, así como algunos materiales, pero siendo a expensas del vecindario la casi totalidad de los gastos que originó. Este edificio se inauguró en 1839. Una de las primeras instituciones que se crearon fue el Colegio de Santa Isabel por iniciativa de la Sociedad Patriótica de La Habana (a cuya jurisdicción pertenecía San Antonio), pero a expensas del vecindario. Así en cuanto llegó el ferrocarril decayó, pues las familias pudientes prefirieron enviar a sus hijos a La Habana.

San Antonio de los Baños en los primeros días de su existencia se benefició de la inmigración de franceses procedentes de la isla Dominicana, los cuales se dedicaron al cultivo del café, que prometía riqueza y bienestar al lugar. Es lamentable que fueron objeto de insultos y vejámenes quienes acababan de enriquecer la agricultura del lugar, hasta tener que abandonarlo y pasar a la capital protegidos por la autoridad y especialmente por la justicia mayor, que lo era el segundo Marqués de Monte Hermoso. De esta injusta persecución de que fueron objeto esos emigrados franceses se resintió la población, la cual, pasado ese momento turbio, se resarció con otros cultivos y productos.

En 1847 la cabecera contaba ya con 262 casas de mampostería, 204 de madera y teja y 100 de guano, habitadas por 3,186 personas. Ya a mediados del siglo XX, llegó a ser una ciudad de espíritu moderno que contaba con bastantes industrias, de las cuales merecen citarse la Fábrica de Tabacos Henry Clay, una de ropa interior y otra de levadura. Su edificación sólida y moderna, activo comercio y un temperamento de baños sin par por la excelencia y efectos de sus aguas, que en todo tiempo han merecido el favor de los habitantes de la isla y particularmente de los habaneros, quienes desde antaño escogían esta villa como lugar de veraneo a lo cual contribuye, además, un clima suave y seco.