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Perfecto Lacoste - Alcalde de La Habana 1899 |
“El cese de la soberanía española. -El Cabildo procedente de la colonia. -Nuevo Ayuntamiento. -Perfecto Lacoste. -Cambios operados. -Los restos del Mayor General Calixto García. -Entrada en la Habana del Generalísimo Máximo Gómez. -Mejoras públicas. -Lucha comicial. -El Mayor General Alejandro Rodríguez, primer Alcalde por elección popular. -Gestiones saludables. -El licenciado Miguel Gener. -Su caída. -El Dr. Carlos de la Torre. -Llegada de Tomás Estrada Palma. -Recepción en el Ayuntamiento. -El doctor Juan Ramón O'Farrill. -Discordias. -Ayuntamiento designado por decreto del Presidente de la República. -El Dr. Julio de Cárdenas. -Régimen municipal creado por el Gobierno Provisional. |
“Victoriosa, aunque no plenamente, la revolución libertadora iniciada por Martí, el 1º de enero de 1899 quedó en definitiva roto todo lazo de unión entre la Antilla heroica y la nación descubridora. Cuba, desde esa fecha, dejó de ser esclava, dejó de ser, después de cuatrocientos años, la fiel subordinada de España. Pero no podía aun llamarse independiente el gobierno de los Estados Unidos de América, por mediación de su representante el Mayor General John E. Brooke, asumió el mando de la Isla. Al tomar posesión la nueva suprema autoridad, anunció que eran sus propósitos, dar protección al pueblo para que volviese a sus ocupaciones de paz, fomentar el cultivo de los campos abandonados, estimular el tráfico comercial y amparar el libre ejercicio de los derechos civiles y religiosos. La sociedad cubana fue requerida para que prestase el concurso de su moderación y buena voluntad. Había que reorganizar el país totalmente. El alma patriótica, en medio de tales acontecimientos, aun cuando no suponían la completa satisfacción del ideal, rebosaba de entusiasmo y alegría. |
“No pudo el Ayuntamiento de la Habana dejar de sentir casi inmediatamente los efectos del cambio radical operado en la situación política del país. De manifiesto su grande importancia, lógico era que los nuevos gobernantes tendieran a introducir en la administración de la capital de la Isla las innovaciones adecuadas a la mejor marcha de los asuntos públicos. El Gobernador Militar mantuvo cerca de dos semanas la composición del gobierno municipal procedente de la colonia. Pedro Esteban y González Larrinaga, Marqués de Esteban, designado Alcalde por el Capitán General Ramón Blanco en 19 de junio de 1898, resultó, pues, el primer magistrado de la ciudad en los días iniciales de la intervención norteamericana. |
“Fue el 12 de enero de 1899 cuando el General William Ludlow, Gobernador Civil y Militar del Distrito de la Habana, obedeciendo instrucciones del Mayor General John R. Brooke, decretó la reorganización del Ayuntamiento. El día 14 quedó constituido. En Perfecto Lacoste, delegado que había sido de la Junta Revolucionaria en la Habana, caballero culto y rico, recayó la elección de Alcalde. Con él fueron nombrados para integrar el Cabildo, hombres de la valía indiscutible de Juan B. Hernández Barreiro, Emiliano Núñez, Nicasio Estrada Mora, Alfredo Zayas, José María Bérriz, Pedro Somosa, Mariano Artís, Arístides Agüero, Tomás B. Mederos, Raimundo Menocal, José Varela Zequeira, Juan Orús Fresno, Julio San Martín, Antonio Fernández de Castro, Antonio Rodríguez Parra, Teodoro Zaldo, Angel Cowley, Manuel María Coronado, Juan Miguel Dihigo, Francisco Mestre, Gustavo Duplessis, Matías Infanzón, José Bacardí, Onofre Gómez, Francisco Justiniani, Luis Arozarena, Angel Justo Párraga y Jorge Ajuria. En la sesión inaugural quedaron designados Síndicos, primero y segundo, los Concejales Angel Cowley y Teodoro Zaldo. Félix Iznaga, Agustín García Osuna N, Orencio Nodarse recibieron los nombramientos, respectivamente, de Secretario, Tesorero y Contador del gobierno local. Pocas veces, si alguna, había tenido éste un concurso igual de notables servidores. Tratábase de patriotas distinguidos, probos y poseedores de verdadera solvencia moral, intelectual y política. |
“Las funciones del Ayuntamiento experimentaron mudanzas muy considerables. El mismo 14 de enero, pocas horas después de tomar posesión, llegaba a manos del Alcalde Lacoste un pliego contentivo del programa a que había de ajustarse la administración local. Debía ser, esencialmente, económica y eficaz, exenta de todo espíritu de bandería y de todo personal objetivo. Tal era, en síntesis, el deseo que el Gobernador Militar expresó a la primera autoridad del municipio habanera. Comunicole el Gobernador, además, que se reservaba la dirección de los servicios sanitarios y de obras públicas, limitaciones estas que sin duda redujeron, aunque sólo por el momento, su esfera de acción. Problema tan importante como el de hacienda tuvo pronto, en 25 de marzo de 1899, solución satisfactoria, desligándose la vida económica del municipio de la del estado, contando aquél con todos los impuestos directos de carácter local y suprimiéndose una serie de arbitrios y recargos que constituían funesta corruptela. |
“El prestigio de antiguo gozado por el Ayuntamiento, persistía. No tardó en verse que entonces, como antes, como siempre, marchaba a la cabeza de los sucesos desarrollados en la ciudad. Así pudo observarse cuando, el 9 de febrero de 1899, llegaron a la Habana, procedentes de los Estados Unidos, los restos del Mayor General Calixto García. En la casa consistorial fue expuesto su cadáver, y al Ayuntamiento cupo el honor de ser designado, al combinarse los funerales, para marchar en la comitiva, tras el féretro, al lado de los familiares del héroe, caído en hora amarga, lejos de la patria. |
“Como para compensar la profunda tristeza producida por la desaparición del glorioso caudillo, a sus funerales sucedió, dos semanas después, la apoteosis tributada al Generalísimo Máximo Gómez con motivo de su entrada en la Habana. Tuvieron efecto esas grandes expansiones populares el 24 de febrero, aniversario memorable del principio de la última guerra emancipadora. También toco al Ayuntamiento ostentar la más alta representación del pueblo, para dar cumplida y solemne bienvenida al capitán insigne. Conducido el Generalísimo, en medio de transportes delirantes de entusiasmo, hasta la casa consistorial, celebrose allí una sesión en su honor. La presidio el Alcalde Lacoste, con el festejado y el General William Ludlow a su derecha y con el General Fernando Freyre de Andrade y el Gobernador Federico Mora a su izquierda. El Concejal Dr. José Varela Zequeira pronuncio, a nombre del Ayuntamiento, un sentidísimo discurso alusivo al acto. El Generalísimo contesto con breves frases, reveladoras de intensa emoción. |
“Fructífera resultó la administración del Alcalde Lacoste. Dentro de las facultades de que se hallaba investido, atendió los servicios públicos con solicitud extremada. Llegó a imponer en todo, la distinción exquisita y notoria de sus modales. Gestiones practicadas juiciosamente, a fines de 1899, lograron que los servicios de sanidad y beneficencia volvieran al gobierno local. Las Casas de Socorro, el Necrocomio municipal, el hospital Número Uno y el de Las Animas fueron objeto de mejoras que pronto se tradujeron en provecho del vecindario. El cuerpo de bomberos también experimentó algunos progresos. Al ornato público se dedicó atención preferente. Todo, positivamente, respondía a la tendencia dominante de ajustar las cosas a la tarea al Ayuntamiento encomendada en aquellos días de reconstrucción. |
“Pero los excelentes, los insuperables propósitos de Perfecto Lacoste, tropezaron al cabo con inconvenientes abrumadores. Tantos y tales fueron, que, un año después de tornar posesión del cargo, se sintió cansado y vencido, más que por achaques de salud, por las absurdas exigencias con que le asediaban de continuo. Solicitó al fin, en busca de sosiego, una licencia, de la que comenzó a usar el 1º de marzo de 1900, para no volver ya más a la dirección de los destinos de la ciudad cuyos intereses supo defender con celo ejemplar. Sustituyeron a Lacoste, y siempre con carácter provisional, y sucesivamente, Nicasio Estrada Mora, Tomás B. Mederos y Antonio Rodríguez Parra. |
“Hasta mediar el año 1900 la marcha de los asuntos municipales de la Habana tuvo un sello netamente provisional, transitorio. El Gobierno Militar, adelantándose a lo que en definitiva se resolviera, había tan sólo querido iniciar el mejoramiento de la institución decana de la capital de la Isla. Normalizadas las cosas, pronto se pensó en que el Alcalde de la Habana, el ciudadano encargado de llevar las riendas del poder local, fuese expresión acabada de la voluntad popular. Coincidió con esa idea el hecho de comenzar a organizarse los partidos políticos. En todos ardía el noble entusiasmo de restaurar el país, triste y en ruinas. La lucha comicial, en suma, comenzó a desenvolverse. El día de las elecciones, el 16 de junio de 1900, se hallaron en la Habana luchando por la Alcaldía Municipal, como candidatos de los nacionales y de los republicanos, respectivamente, el Mayor General Alejandro Rodríguez y el licenciado Nicasio Estrada Mora. La contienda, en apariencias reñida, terminó con una victoria franca para el Mayor General Alejandro Rodríguez, en comicios que resultaron ejemplo de sensatez, corrección y patriotismo. |
“Momentos de intenso regocijo popular fueron los del 1º de julio de 1900 para la Habana. Por primera vez en la historia de su Ayuntamiento, el Alcalde Municipal había resultado electo por votación directa bajo la tutela del sufragio universal. El acto de la toma de posesión del Mayor General Alejandro Rodríguez revistió extraordinaria solemnidad. Comenzó la ceremonia bajo la presidencia del Alcalde interino Tomás B. Mederos y con asistencia de los Concejales salientes Antonio Rodríguez Parra, José María Bérriz, Julio San Martín, Francisco Justiniani, Francisco Xiqués Ramos, Gabriel Casuso, Enrique Messonier, Angel Cowley, José Varela Zequeira y Onofre Gómez. Poco después de abierta la sesión, llegaron, entre otras personalidades, el Gobernador Militar Leonardo Wood, el Generalísimo Máximo Gómez, los Secretarios de Hacienda y Agricultura, el Presidente de la Audiencia y el Jefe de la Policía. Siguió a esto la constitución del nuevo Ayuntamiento, compuesto de Eligio Mosquera, Enrique Sarrapiñana, Higinio Rodríguez, José Varela Zequeira, Ambrosio Díaz, Pablo Mendieta, Miguel Gener y Rincón, Ramón María Alfonso, Eligio Natalio Villavicencio, Ricardo Dolz y Arango, Ambrosio Borges, Cándido Hoyos, Enrique Ponce, Antonio Torralbas, Juan Ramón O'Farrill, Santiago Veiga Mesa, Francisco González González, Alfredo Zayas, Francisco Polanco Rivero, Felipe González Sarrainz, Gabriel Casuso y Agustín Zárraga Fila. El Alcalde interino salió a recibir al Mayor General Alejandro Rodríguez, a quien, una vez prestado el juramento del caso, cedió la presidencia, no sin expresar la honda satisfacción que le embargaba al hacerlo, por tratarse de un insigne servidor de la patria, veterano de las dos guerras heroicas mantenidas por Cuba en pro de su independencia. El nuevo Alcalde, el primer Alcalde por elección popular de la Habana, recibió en aquella oportunidad una prueba más de las simpatías que le acompañaban. |
“No pudieron ser más sinceros y vivos los deseos de acertar del Mayor General Alejandro Rodríguez. Con mano solícita tocó todos los resortes de la vida municipal. Juzgando que las atribuciones privativas del Ayuntamiento eran bastantes para realizar obra útil y saludable dentro de ellas, se afanó en el cumplimiento de sus deberes. Enemigo de las complacencias que de él demandaban elementos políticos que le eran afines, emprendió sin tardanza la realización de su programa de gobierno municipal. Consiguió que pasase a la Alcaldía la censura de las obras escénicas, veló por la asistencia de la niñez a las escuelas públicas y tuvo el placer de echar a andar el primer carro eléctrico de la Habana. Pronto, empero, se entabló ruda lucha entre el Alcalde y algunos de aquellos a quienes no estaba dispuesto a servir en sus aspiraciones, a veces desmedidas. La piedra de toque que probó la entereza del Mayor General Alejandro Rodríguez fue sin duda el proyecto del alcantarillado y la pavimentación de la ciudad. Se opuso resueltamente a las formas en que se pretendía efectuar la operación, y provocó su fracaso. Mas la tirantez se recrudecía hora tras hora, y, en la imposibilidad de conciliar su rectitud con los requerimientos que le asediaban, opto, a los nueve meses de ocuparla, por abandonar la Alcaldía. |
“Su renuncia la formuló el Mayor General Alejandro Rodríguez el 30 de marzo de 1901. Aceptada en la sesión del 1º de abril por el Ayuntamiento, procedió éste, por votación secreta, a designar nuevo Alcalde. El escrutinio dio a conocer que solo dos candidatos habían luchado: el licenciado Alfredo Zayas y Alfonso, que obtuvo doce votos, y el licenciado Miguel Gener y Rincón, que alcanzo diez. La presidencia del Cabildo, ocupada por el doctor Antonio Torralbas, declaró elegido, por tanto, al licenciada Zayas y Alfonso. Pero no llegó éste a tomar posesión: el Gobernador Leopardo Wood consideró que aquella renuncia no se había hecho debidamente, y la elección del 1° de abril quedo anulada. La razón aducida era la de que el Alcalde Rodríguez había omitido el motivo de su dimisión. Luego se aclaró oficialmente que estaba nombrado Jefe de la Guardia Rural, y, repitiendo los Concejales el 5 de abril la elección de Alcalde, fue proclamado, tras votación unánime, el licenciado Miguel Gener y Rincón. |
“La organización municipal, entretanto, quedaba sujeta a normas constitucionales. Firmada el 21 de febrero de 1901 la Constitución de la República de Cuba, el título XII de la misma declaró el carácter de la municipalidad en el nuevo orden de cosas. Echose entonces la base de la autonomía del gobierno local, fijando las facultades privativas del régimen municipal, apuntando las atribuciones y deberes del Ayuntamiento y del Alcalde y delineando la separación de los poderes legislativo y ejecutivo en la sociedad disciplinada políticamente. Los acuerdos del Ayuntamiento, a partir de la vigencia de la Constitución y por ministerio de sus preceptos, causarían estado sin necesidad de la intervención de otros resortes de la administración pública. |
“La ocupación provisional de la Alcaldía de la Habana por el Licenciado Miguel Gener y Rincón, no tardo mucho en ser confirmada, a virtud de haber sido electo para el mismo cargo por el sufragio popular. El 1º de julio de 1901 se llevó a cabo la constitución del nuevo Ayuntamiento, cuya presidencia de honor ocupó, en representación del General Leonardo Wood, el Ayudante del Cuartel General H. L. Scott. Tomaron posesión, además del Alcalde Gener, los Concejales Carlos de la Torre, Hilario Portuondo, Francisco Guevara, Ortelio Foyo, Antonio Fernández Criado, Adolfo Aragón, Nicolás de Cárdenas, Enrique Núñez de Villavicencio, Mario García Kohly, Ramón Meza y Suárez Inclán y Avelino Barrena. En la propia sesión inaugural de aquel período, en la que fueron designados los Síndicos y Tenientes de Alcalde, el Ayuntamiento ofreció muestra acabada de su laboriosidad. |
“Empero, las pasiones se desataron en torno de Gener. A los seis meses de ocupar la primera magistratura de la ciudad por el voto de sus conciudadanos, su situación se hizo insostenible. Sus adversarios de siempre y muchos de sus amigos, no hallaron inconveniente en ponerse de acuerdo para provocar su caída. Veintitrés Concejales, de los veintiocho que componían el Ayuntamiento, presentaron al General Leonardo Wood un extenso pliego de cargos contra el licenciado Miguel Gener y Rincón, y el Gobernador Militar no vaciló en despojarle de la Alcaldía, enviándole su resolución en los momentos mismos en que Gener asistía a una función teatral. En la sesión del 8 de enero de 1902, presidida por el General Emilio Núñez, Gobernador Civil de la Habana, notificó este la suspensión del Alcalde Gener. El Teniente Alcalde Eligio Bonachea y Palmero, a quien tocaba sustituir al Licenciado Gener, se abstuvo de ello, viéndose el doctor Carlos de la Torre y Huerta precisado a ocupar la Alcaldía. El Gobernador Civil estuvo dirigiendo las deliberaciones del Cabildo del 8 al 11 de enero, pero ya desde el día 17 el doctor Carlos de la Torre asumió el ejercicio pleno de las prerrogativas que le eran propias. |
“Otra vez se reveló el carácter sobresaliente del gobierno municipal de la Habana aun tratándose de cuestiones nacionales. La oportunidad brindóse con la llegada de don Tomás Estrada Palma a la capital de la Isla. En tierra cubana el electo Presidente de la República y esperado en la Habana el 11 de mayo de 1902, el Ayuntamiento quedó designado para dar forma y esplendor a la recepción oficial. Día de entusiasmo, de júbilo indescriptible para el pueblo habanero fue aquel en que el viejo patriota se encontró en la ciudad, procedente de Matanzas. Del muelle de Luz pasó la comitiva a la parte de la casa municipal ocupada por el Gobernador Militar. Cambiadas breves palabras entre Estrada Palma y Wood, todos se encaminaron al Ayuntamiento, donde incontinenti se celebró una sesión extraordinaria. La presidió don Tomás Estrada Palma, con el Alcalde y el Gobernador Militar a su derecha y el Teniente de Alcalde Borrachea y el Coronel Scott a su izquierda. El Alcalde, doctor Carlos de la Torre, usó enseguida de la palabra, para significar que el Cabildo había acordado confiar el saludo al Concejal Alfredo Zayas, quien, puesto de pie, habló así: |
“"Tomás Estrada Palma, Presidente de la República de Cuba: |
“"Tengo satisfacción verdadera al dirigiros mi fervoroso saludo, al daros la más cordial bienvenida, en nombre del pueblo de la Habana, que hoy no representa partidos, ni agrupaciones políticas, ni nacionalidades, sino el conglomerado armónico de todos los elementos. |
“"Habéis tenido la suerte de que al poner los pies en esta tierra histórica han desaparecido las divisiones que injustificadamente existieron en nuestra patria, digna hermana de la poderosa República de Norte América. |
“"En nombre de todos os saludo. Tenemos la seguridad plena de que sois el hombre necesario por su patriotismo e ilustración para dirigir la República por los buenos senderos de la prosperidad y de la libertad. Nosotros, los que fuimos a buscaros al solitario rincón de Central Valley, estamos en el deber ineludible de cooperar con vos a la obra grandiosa de levantar y sostener la República. |
“"Hoy, que es el santo aniversario de la muerte de Ignacio Agramonte, de aquel héroe que cayó en los campos del Camagüey, tenemos la gloria de saludaros y es nuestro principal deseo que todos los hijos de Cuba, para bien y estabilidad de la República, se inspiren en el noble patriotismo del legendario héroe. |
“"Hablo en nombre de los nacidos en esta tierra y en el de los que habiendo visto la luz primera en otras, si dejaron su patria, conservando su recuerdo en los corazones, como era su deber, se sienten llenos de gratitud hacia la tierra hospitalaria donde han logrado afectos y han creado familias e intereses. |
“"El Ayuntamiento ha tenido la honra de declararos huésped de esta capital; estáis en vuestra casa: es toda la ciudad." |
“La tradición enaltecedora para el Cabildo continuaba. En medio de los grandes acontecimientos que se desarrollaban, próximo va el advenimiento definitivo de la República, el Ayuntamiento de la Habana había sido el encargado de recibir ostensible, solemnemente al Jefe del Estado. De nuevo las actas de la corporación señalaban el testimonio fiel de un fausto suceso más. Reafirmaba todo ello el carácter de institución trascendental del Ayuntamiento. El Presidente Estrada Palma, recogiendo el saludo respetuoso y efusivo que acababa de escuchar, contestó de la siguiente manera. |
“"Señores miembros del Ayuntamiento de la Habana: |
“"No me es posible expresar con palabras el agradecimiento que siento por la generosa acogida que me ha hecho el pueblo de la Habana. |
“"Hoy parece que flota el espíritu de Agramonte en un ambiente de santo patriotismo que todos aspiramos para bienestar de la República. |
“"Estas manifestaciones no son el homenaje a un individuo, sino el sentimiento del pueblo cubano por ver realizado el ideal de redención. |
“"La unión que se viene predicando desde Gibara hasta la Habana es el mejor augurio de que la República será estable y próspera. |
“"Me siento feliz por ser huésped de la ciudad de la Habana. |
“"Me permito manifestar que el Gobierno de nuestra República no sólo cuenta con el apoyo de Washington, sino también con las simpatías del pueblo americano, cuyo Presidente, Teodoro Roosevelt, es, mi leal amigo. |
“"No quiero terminar sin antes expresar que los Estados Unidos no han podido tener en Cuba un representante más digno y sincero amigo que el General Leonardo Wood." |
“El advenimiento de la República provocó nuevos cambios en el personal integrante del Ayuntamiento. En la sesión del 30 de mayo de 1902, el Cabildo aceptó la renuncia que de su cargo había formulado el Alcalde Carlos de la Torre, basada, como las de los Concejales Alfredo Zayas, Antonio Gonzalo Pérez y Mario García Kohly, en el hecho de pasar a formar parte del Congreso de la República. A virtud de elección verificada en el Ayuntamiento aquel mismo día, quedó nombrado Alcalde Municipal el doctor Juan Ramón O'Farrill, quien permanecería allí por espacio de tres años. |
“Agitado período fue el comprendido por la administración del Alcalde O'Farrill. Repetidos intentos hubo de introducir modificaciones fundamentales en el régimen. Hasta llegó a discutirse en el seno del Ejecutivo Nacional la idea de transformar el gobierno municipal en distrito federal. Pero lo que en el fondo de todo había no era sino el fruto de las pasiones políticas. La lucha, ya en plena contienda electoral, tomó mayores proporciones, y el Presidente de la República acabó por resolver, en 19 de julio de 1905, la separación del doctor Juan Ramón O'Farrill de la Alcaldía. Cinco días después, el 24, se reunió el Cabildo para elegir nuevo magistrado de la ciudad. Surgieron cuatro candidatos. Obtuvieron votos Eligio Bonachea, Orencio Nodarse, Santiago Veiga y Avelino Barrena. Efectuado el escrutinio, el Presidente en funciones, Nicolás de Cárdenas, declaró que Bonachea y Palmero, a cuyo favor aparecieron ocho sufragios, había alcanzado la mayoría, quedando, en consecuencia, proclamado Alcalde de la Habana. |
“Lejos, muy lejos estuvo entonces el Ayuntamiento de verse libre de rivalidades y querellas políticas. El mismo Alcalde Borrachea no pudo sostenerse en el sitial a que había sido elevado por sus compañeros en el Cabildo. Ya en los primeros días de su designación se encontró envuelto en complicaciones emanadas de la falta de conformidad entre el acuerdo referente a su proclamación, el Gobierno Civil y el Ejecutivo Nacional. Si tales inconvenientes al cabo fueron salvados en obsequio de la resolución adoptada, un año más tarde, en cambio, se renovó el problema en términos radicales. Las cosas hicieron crisis a la entrada del mes de agosto de 1906. Todos los componentes del gobierno municipal fueron compelidos a dimitir, y, como en expediente formado en la Secretaría de Gobernación se declaró que habían renunciado el Alcalde y la mayoría de los Concejales, y que existían de antes siete plazas vacantes, en 1° de agosto el Presidente de la República resolvió aceptar las renuncias presentadas y nombrar Concejales del Ayuntamiento de la Habana a Pedro Esteban y González Larrinaga, Joaquín de Freixas, José Villalba, Guillermo Díaz, Dionisio Velazco, Manuel Varona Suárez, Ramón González de Mendoza, Luis Azcárate, Eduardo Morales, José María Bérriz, Antonio Fernández Criado, Fernando Loredo, Hipólito Martínez, Federico Morales, Agustín Azpeitia, Pedro Grifoll, Francisco Herrera, José Bacardí, Antonio Bosch, Nicolás de Cárdenas, Felipe Romero, Arturo G. de Tejada, Miguel Santos Toledo, Enrique Hernández Cartaya, Juan B. Núñez Pérez, Matías Alemán y Guillermo Domínguez Roldán. De los antiguos Concejales sólo quedó Enrique Porto en el Cabildo, pues que se negó rotundamente a abandonar el cargo que debía a la voluntad del pueblo habanero. En la sesión del 3 de agosto, constituido el nuevo Ayuntamiento, eligió Alcalde al doctor Julio de Cárdenas Rodríguez. |
“A los acontecimientos desarrollados en el Ayuntamiento en los albores de agosto de 1906, siguió casi inmediatamente la guerra civil. La borrasca se había desatado. La suerte de la República, entretanto, púsose en peligro por la ausencia de un acuerdo armónico capaz de solucionar las cuestiones públicas pendientes entre los bandos políticos en lucha. La ingerencia de la nación norteamericana no se hizo esperar, y en día triste de septiembre de 1906 volvió a eclipsarse el sol de la patria: el Gobierno Provisional, ejercido por un representante de los Estados Unidos de América, asumió las facultades de los poderes constitucionales de la República. Algo muy notable ocurrió entonces para la vida municipal. Fue precisamente bajo el Gobierno Provisional que el régimen local obtuvo las normas jurídicas llamadas a regular su marcha dentro de los límites, amplios y hermosos, señalados por el código fundamental del estado. El Ayuntamiento iba a entrar en un período nuevo, señalado por rasgos propios y distintivos.” |
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