Guije.com Denny Chávez en la Bohemia del 6 de Febrero de 1944

Denny Chávez, Bohemia del 6 de Febrero de 1944


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«Denny Chávez, de New Mexico», Bohemia del 6 de Febrero de 1944


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Denny Chávez, de New Mexico
“La mejor realización de la política de buena vecindad
será aquélla que se presente de pueblo a pueblo”
por Manuel Braña
Director de “Luz”

Este artículo comienza en la página 28
de la edición de Bohemia, Cuba, del 6 de Febrero de 1944

Denny Chávez es un hombre interesantísimo, original. Estatura mediana, macizo, con la piel tostada por el sol.

“VAMOS a disfrutar de lo único gratis que puedes encontrar en Washington.


“Y Alberto Barreto, el dinámico y feliz animador del programa "Americanos Todos", me invitó a instalarme en un coche pequeñín y angosto, tanto, que inmediatamente me hizo recordar el ferrocarril en miniatura que conocimos, hace ya muchos años, en el "Havana Park" mucho antes de que allí surgiera la mole granítica del Capitolio con sus láminas de oro. El servicio subterráneo de la capital de la Unión está limitado a estos dos trenes que circulan en direcciones opuestas, uniendo las dos alas del Parlamento por medio del más minúsculo de todos los "subways".


“Terminado el viaje, que apenas duró un minuto, ascendimos hasta el tercer piso. Al cabo, en una de las interminables hileras de puertas de cristales de un largo pasillo, encontramos el nombre del congresista por el estado de New México. Una estenógrafa nos saludó con simpatía y continuó tecleando en su maquinilla. Vino entonces a nuestro encuentro un hombre menudo, inteligente, que no tardó en adentrarse en la conversación para demostrarnos sus conocimientos del castellano. Comenzaba una disertación acerca de la fonética de la X y el empleo de sus dos sonidos, cuando la joven oficinista nos avisó que el senador nos esperaba.


El Carácter Latino.


“Denny Chávez es un hombre interesantísimo, original. Inmediatamente se observa un contraste muy marcado entre él y cuanto le rodea. En principio, tuve la evocación del Juan Gallardo que creó Blasco Ibáñez Rudo, curtido, en medio de su despacho amplio, de muebles rematados en nogal, llama poderosamente mi atención. Estatura mediana, macizo, con la piel tostadas por el sol. Sus modales hacen creer en un hombre rústico y su palabra exuberante nos trae el recuerdo de su región. El pelo entrecano lo usa alisado a un lado con sencillez absoluta, que corta una raya ancha y muy alta, tal y como la he visto en algunos toreros mexicanos.


“Aquella tarde vestía un grueso traje de lana, de grandes cuadros, y una corbata gris, anudada con cierto desaliño. Hubo aún otro detalle que contribuyó a hacerme creer que me encontraba ante un hombre extraído de una granja para situarlo en el Parlamento de los Estados Unidos; incluso, le hallé semejanza con algunos congresistas nuestros, qué cruzan por el Congreso solo para evidenciar la potencialidad del voto campesino...


“Llamó a su secretario, le dio una moneda de veinte y cinco centavos y le pidió tabaco; minutos después el diligente empleado ponía sobre la mesa dos "belvederes" y una moneda de níquel...


“Con estos prejuicios comencé la conversación y entonces surgió en toda su plenitud la vigorosa mentalidad del agresivo político de New México. Habla con reposo; pero poniendo en la palabra un tono enérgico Su castellano es perfecto, y como quien desenvuelve una cinta, me analiza la política de su país hasta llegar al programa de buena vecindad.


“-Nosotros hemos permanecido alejados hasta ahora de un mundo que aspiramos a que nos comprenda. Se ha intentado cambiar la política absorbente del dólar por una profunda identificación. Pero, no hemos hecho nada por comprender a ese mundo, y no obstante los esfuerzos de Rockefeller y los reiterados viajes de Wallace, aún la gran mayoría de los hombres nuestros no saben como piensan, ni como sienten, ni como reaccionan los que viven al sur del Río Grande. La política del Buen Vecino ha olvidado el mejor de los detalles: la identificación espiritual entre el hombre de la América del Norte con el de la América del Sur. Y esto no se puede lograr hablándoles a ustedes sólo de Lincoln y de Washington, sino que requiere una técnica especial.


“Denny Chávez se entretiene en romper el celofán de uno de sus tabacos y después, mientras arranca el cintillo litografiado, prosigue:


“-Hay que crear un nuevo sentido de la diplomacia, haciéndola de pueblo a pueblo. A nosotros nos señala el Continente como a materialistas incorregibles, olvidando que en la Unión hay grandes territorios donde el hombre norteamericano es profundamente espiritualista. Aquí, en los Estados Unidos, tenemos gentes tan temperamentales como las de México o tan alegres como los cubanos. Contamos con funcionarios competentes para enviarlos a cualquier parte; pero aun no hemos comprendido que entre el personal que se destine a Noruega y el que se le asigne a Bolivia tiene que haber diferencias sustanciales. Los rubios, fríos, están bien para allá...


“Y la palabra vivaz del senador se va haciendo festiva, para advertirnos el contraste que hay entre una "güera" y una "prieta". En realidad, hace un derroche de sus conocimientos de los pueblos, de nuestras costumbres, de nuestros gustos. Se lo advierto y me dice:


“-Yo soy del estado de Nuevo México. Para hacer política hay que conocer a la gente y comprender sus reacciones. No basta con encontrarse a una viejecita y darle cinco pesos para que resuelva una situación: hay que llegar a sus sentimientos. Así, para comprender al continente americano no basta con los beneficios de la Ley de Préstamo y Arriendo, sino que hay que leer a Blanco Fombona y estudiar el carácter primitivo del conquistador español. Porque si por estos países están surgiendo empresas e industrias, y hay muchos deseos de ganar dinero, no es menos cierto que todavía por sus tierras se pasea el Quijote lanza en ristre, batiendo molinos sobre el lomo de Rocinante y cantándole sus amores a una bella doncella del Toboso.


“Su palabra es ahora mas rápida, más precisa. Denota cierto dominio de la literatura, castellana. Me habla de la evolución de los pueblos y del contraste íntimo entre el ancestro del indio y el espíritu del conquistador, que forman la gran base espiritual de las masas que crean los estados de opinión de los países hispanoamericanos. Y de nuevo afluye su alegría cuando me habla de mujeres, de toros, de canciones. Sin duda, se ha preocupado por el folklore americano.


Viajar, viajar mucho.


“Yo soy un hombre que mantengo la tesis de que el hombre americano debe dedicar una gran parte de su tiempo a los viajes. Tenemos que hablarnos, comprendernos, intimar. Yo voy cuantas veces me es posible a México, y tengo planeado hacer una excursión por Cuba para después seguir a Venezuela, Colombia y otros países por los cuales siento un verdadero interés.


“Denny Chávez es un gran panamericanista; pero insiste en la necesidad de profundizar todos los intentos hechos hasta ahora. Su plan consiste en hacer viable el conocimiento de los pueblos; que allá sepan hasta los escolares cuál es nuestro sentir, y que entre nosotros se desarrolle la idea de que todos los americanos no son rubios como mazorcas de maíz ni fríos como si estuvieran tallados en hielo. Le hablo entonces de la iniciativa sobre una reunión de congresistas del Continente. Extrae de su buró un folleto y me dice:


“-La cuestión ha sido planteada ya en el Senado. Pero tenemos que evadir las suspicacias. Si somos nosotros quienes mostramos ese interés, después dirían que el "imperialismo yankee" llegaba hasta los Parlamentos. Es mejor, pues, que sean los propios congresistas de América quienes discurran sobre las ventajas de una acción eficaz. Por mi parte, vivo enamorado de la idea...


“Súbitamente se puso en pie. Me imaginaba que se despedía, cuando puso su mano sobre mi espalda diciendo:


“-Vamos a tomar una "cervecita"...


“Quedé pasmado. Denny Chávez, senador de los Estados Unidos, sin cuidarse de recoger el sombrero que le ofrecía su secretario, descendió los tres pisos, cruzó la amplia avenida y fue hasta un pequeño restaurante. No había mesas vacías; pero le dijo unas palabras picarescas a una camarera, quien en seguida nos propició un rincón. Luego fue llenando los vasos y al presentarme uno, me dijo:


“-Esto es lo que hay que conocer en Norteamérica; que ustedes tienen sus gustos y les gusta que uno los conozca.


“Prosiguió hablando, estudiando situaciones políticas. En verdad, me había ganado la fluidez de sus palabras; su dominio de la sencillez que tanto nos gusta a los latinoamericanos que hemos hecho del tú la mejor demostración de afecto. Chávez, el senador panamericanista, predicaba con ejemplo un acercamiento del Continente concebido muy por encima del lenguaje frío y protocolar de los diplomáticos de la vieja escuela.


“Al lector de Blanco Fombona le gusta más el lenguaje de los pueblos.”




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