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Al margen de nuestro folklore. Bandera de Cuba.

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Al margen de nuestro folklore
en Folklorismo
en Cosas de mi Tierra

Artículo en “Folklorismo” por Eduardo Sánchez de Fuentes editado en 1928 por Imprenta “Molina y Compañía”, Ricla, Num 55-57 en La Habana.


“Antonio Barrenechea, el notable crítico y musicógrafo argentino, autor de la Historia Estética de la Música, dice en uno de sus más interesantes capítulos, con pleno conocimiento de causa, que el movimiento esencial o el carácter distintivo de la música contemporánea es el retorno a las fuentes del folklore, para encontrar en ellas las nuevas orientaciones del arte. Y afirma el ilustre escritor que esas orientaciones se manifiestan, a partir de los sucesores de Beethoven, francamente nacionalistas, acentuándose esa tendencia, por el sistemático folklorismo.


“"En lo que respecta a la forma, al estilo -agrega-, algunas personalidades vigorosas influyeron de modo universal sobre tales tendencias, sobre todo en lo que pudiera llamarse la técnica evolucionada. Tales influencias todopoderosas fueron, ante todo, las de Ricardo Wagner, que se hacen sentir aun hoy de modo tiránico en la composición sinfónica y dramática, y sobre la mentalidad de los músicos, historiadores y críticos del arte musical. Esta influencia se nota, en segundo término, en los últimos compositores franceses, más reducida a la música de cámara y al lied, y también más difícilmente asimilable y mucho más difusa, que ha sugestionado a las débiles mentalidades, incapaces de obras de verdadero aliento y que se encierran en el personalismo precioso, para recoger allí su desdén (su infecundidad, debieran decir) contra Celui qui ne comprends pas."


“Rusia, decimos nosotros, nos da el maravilloso ejemplo de su riqueza folklórica a través de su pujante escuela, y cada uno de los países del universo, España, Alemania, Inglaterra, México, Argentina, Cuba, etc., van hoy por los campos de su musicalidad llevados de la mano por ese rico mago de los sonidos que se llama el folklore, opinando en un todo conformes con las aseveraciones que a este respecto hace el talentoso escritor de quien nos ocupamos.


“Importa, pues, en los actuales momentos, el exacto conocimiento de las diversas fisonomías musicales de cada pueblo; fisonomías que se determinan por su música originaria, por sus respectivos cancioneros. Estos muestran sus líneas determinantes e inconfundibles, dando a cada país su característica, su carácter peculiar que lo distingue de los demás.


“Nuestra música, por ejemplo, que a más de presentar la tendencia a la semicadencia, es esencialmente rítmica y de una morfología determinada, presenta múltiples facetas que nadie osará confundir con las peculiaridades de los otros cancioneros, y es inútil pretender, aunque sea erróneamente, modificar los atributos de su personalidad, ya sea en lo relativo a su forma o a su fondo. Es, pues, una equivocación consignar, como he leído hace poco, que algunos de nuestros más personales ritmos puedan alcanzar una más perfecta interpretación, prescindiendo de ciertos instrumentos que, desde los orígenes de la música hasta el presente, han sido, son y serán los verdaderos determinantes del ritmo.


“Siendo nuestra música eminentemente rítmica y fundándose su riqueza precisamente en su diversidad de ritmos, ¿cómo prescindir en su exposición de los necesarios acentos que los determinan?


“¿Podríamos escuchar un fandango español (malagueña, rondeña, granadinas o murcianas), la jota, el zortzico, sin sus característicos acentos, impuestos por las castañuelas, a veces el triángulo y otras unos platillos pequeños, la pandereta y el tamboril, respectivamente?


“¿Cómo es posible desnaturalizar nuestro danzón, tan injustamente postergado; nuestra alborotosa rumba, nuestro son (exaltado incomprensiblemente, como una lamentable regresión, a nuestros salones), suprimiéndoles su insustituible fisonomía rítmica, a cargo de los instrumentos de ruido o percusión que les dan el ser?


“¿No resulta inadmisible semejante desnaturalización? ¿Es que la música, y en este caso la nuestra, recordando la frase del gran director Giorgio Polacco, es una opinión?


“No podemos alegar en la hora presente el desconocimiento de nuestro folklore, que viene siendo calificado como uno de los más valiosos de América, por su riqueza rítmica. Y son los instrumentos de percusión los que siempre predominan, principalmente en nuestros bailes, porque el ritmo -retorno periódico de una unidad de tiempo asociada a una unidad fonética- encarna en ellos sobre los demás matices que ejecutan los otros de que se componen nuestras orquestas típicas. No hay que olvidar que para que el oído experimente el placer rítmico, es indispensable esa regularidad imperante, y he aquí por qué son los timbales, los pequeños tambores, las maracas, las claves, el guayo y demás instrumentos de esta familia ruidosa, los designados de antaño, entre nosotros, para cumplir tan insustituible misión.


“Hase dicho también, con respecto a otro punto de vista de nuestra exteriorización musical, que es de todo punto necesario que nuestros ritmos se estilicen cuando transponen los umbrales del más alto exponente de la música de conjunto; esto es, la orquesta sinfónica.


“Sin negar que muchas fases de los diversos cancioneros de Europa y América pueden llevarse al desarrollo consciente de lo que antes llamamos técnica evolucionada, perdiendo en ciertos momentos su fisonomía cadencial, armónica o melódica, para esfumarse en las especulaciones atonales de dicha estilización, hay una innegable imposibilidad de estilizar nuestros ritmos, en cuanto a lo que tienen de estructurales, pues en el momento en que se desvirtúen cambiando los acentos que campean originalmente en nuestra música para los tiempos fuertes o débiles de los compases en que se escribe, ya pierden su personalidad y se convierten en paráfrasis o rapsodias más o menos verídicas de nuestro cancionero.


“Pueden y deben, sí, estilizarse nuestras formas melódicas, nuestras cadencias, nuestras peculiares formas armónicas, cuando con esos elementos construimos a la moderna usanza, dentro de los moldes de una suite, de una sinfonía o de cualquiera otro género sinfónico. Pero lo que son nuestros ritmos, ésos ciertamente no son estilizables, pues como he dicho, al tratar de estilizarlos ya no serían tales ritmos.


“El compositor puede mantener el sentido rítmico de su disertación empleando para ello los instrumentos de percusión, con el bajo, en ocasiones con el violoncello y otros instrumentos encargados a las veces de rimar un párrafo musical; y nuestras melodías, nuestros giros y diseños tan peculiares, ya se trate de una guajira, ya de una canción, etc., a las que es tan frecuente la armonización por sextas o terceras, podrán aparecer característicamente, modificarse a virtud de procedimientos de estilización, armónicos o inarmónicos, transfigurarse y resurgir obedeciendo a la fantasía del orfebre que los maneja, pero el ritmo no podrá sufrir esa metamorfosis. Subsistirá sobre todo ese tapiz de combinaciones, pues repetimos que no admite la estilización.


“Con esto dejamos sentada una opinión que sustentamos firmemente, sin que ella nos haga dudar acerca de la verdadera necesidad existente, en cuantos laboramos en estos momentos por el engrandecimiento de nuestra música, de abrirle nuevos derroteros utilizando nuestro acervo nacional; llegando, si es preciso, al lindero del poema sinfónico, construido con los elementos de nuestro propio cancionero, poniendo en práctica para ello los procedimientos que universalmente utilizan hoy los músicos creadores, sabios en ataviar ricamente con las sedas de infinitos efectos armónicos y con las joyas de deslumbrantes timbres orquestales, las más sencillas melodías folklóricas; y sabios también, como Tschaikowsky, en respetar la línea rítmica, brillante hilo de oro con que están tejidos maravillosamente los gloriosos cantos populares de la Rusia.”





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Última Revisión: 1 de Mayo del 2006
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