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Dos palabras sobre Nicolás Ruiz Espadero. Bandera de Cuba.

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Dos palabras sobre Nicolás Ruiz Espadero
en Folklorismo
en Cosas de mi Tierra

Artículo en “Folklorismo” por Eduardo Sánchez de Fuentes editado en 1928 por Imprenta “Molina y Compañía”, Ricla, Num 55-57 en La Habana.


“Señoras y señores:


“La Orquesta Sinfónica de la Habana, que desde su fundación hasta la fecha ha realizado verdadera obra de nacionalismo, como puede comprobarse recorriendo con la vista sus magníficos programas, me ha honrado una vez más confiándome la encomienda de deciros dos palabras acerca de uno de nuestros más gloriosos precursores, del que fue maestro de nuestros maestros y llenó con su nombre toda una época en que el arte musical en Cuba alcanzó notable desenvolvimiento; época en que por los salones de las legendarias sociedades Santa Cecilia, Filarmónica Habanera, Sociedad de Conciertos, Liceo de Guanabacoa, Caridad del Cerro, etc., etc., desfilaron multitud de artistas nativos, unos profesionales, otros aficionados de primer orden; época en que llegaron a cantarse en los escenarios habaneros óperas enteras, como Norma, La Helena de Feltre, Sonámbula y otras partituras de verdadera importancia; época, en fin, en que los nombres de Jiménez, Villate, Saumell, Aristi, Cervantes, Brindis de Salas, Desvernine, White, Díaz Albertini y otros grandes del arte, conquistaron verdaderos días de gloria para la patria, que en ese período ochocentista sufría las angustias de su cautiverio.


“La Orquesta Sinfónica de la Habana dedica hoy un recuerdo cariñoso al ilustre autor del Canto de Esclavo, y nada más bello, ningún gesto más plausible que tal evocación del pasado que hoy realiza este puñado de esforzados músicos para recordar a los que viven la obra, digna del mayor cariño y de los más hondos respetos, del inmortal maestro, que nació en nuestro suelo en el año de 1832 y nos abandonó para siempre, víctima de horrible accidente, un día fatal del año 1890.


“La ilustre dama Dolores Espadero, madre del excelso pianista de quien nos ocupamos, después de haber hecho sus estudios de contrapunto y piano en España, instalose en nuestra capital, donde alcanzo envidiable renombre y fue la mentora de una gloriosa pléyade de artistas. Nicolás Ruiz Espadero tuvo en ella su mejor profesor y pronto sus excepcionales doces de inteligencia y su extraordinario temperamento, que lo llevaron también a ser un notable pintor, desplegaron ampliamente con el íntimo consorcio del estudio, y su nombre que ya invadía nuestra Isla, cruzo los mares y alcanzo celebridad en Europa.


“Nicolás Ruiz Espadero, cuya personalidad se ha perpetuado entre nosotros como astro luminoso que irradia en el horizonte de nuestra música nacional, fue, sobre todo, un laborioso artista. Con el estudio meditado de los grandes maestros, entre ellos Goltshalk -lo que hacía últimamente a solas en un modesto piano al cual había adaptado una sordina para que ni en su propia casa pudieran escucharlo-, y con el tesón propio de su voluntad férrea, alcanzo el completo dominio de tan difícil instrumento, y lo que es más, se desenvolvió con éxito en el espinoso campo de la composición.


“Entre sus obras, de las cuales vamos a escuchar un interesante grupo, la Tarantela Furiosa y el Vals Satánico, que reflejan la intranquilidad de su atormentado espíritu -ignoramos por qué causas-, encuentran cumplida compensación en los apacibles estados de alma que nos revela en su Canto del Esclavo, Lamento del Tasso y El Llanto del Poeta, que atesoran una honda melancolía.


“Espadero fue, sin discusión de ningún género, un excelso pianista, y sobre todo, un profesor, un pedagogo de primer orden. Discípulo, ya en su juventud, de Aristi, y luego de Goltshalk, quien llegó a llamarle "talento verdaderamente sobrenatural," alcanzó los límites inabordables de los consagrados, al extremo de que, como es sabido, en la edición póstuma de las obras de Goltshalk, donde aparecen algunas que habían permanecido inéditas, la mano de Espadero, sabia y cariñosa, completó lo que la muerte del artista extranjero dejara trunco.


“Cuando Ignacio Cervantes triunfó en París, las felicitaciones del Conservatorio de Música llegaron como un homenaje de respeto a manos de su maestro Espadero, cuyo nombre era heraldo de sabiduría. Este concienzudo maestro no fue a Europa, pero hizo grandes a muchos de los que de Europa volvieron cargados de laureles.


“Su carácter raro hizo siempre que su conversación fuera original, y algunos amigos tacháronle, en ocasiones, de incoherente y despreocupado.


“Multitud de anécdotas han discurrido por la Habana, desde las lejanas fechas en que floreció el artista, para pintar de cuerpo entero aquel extraño temperamento de músico, que huía de sus semejantes y que encontraba verdadero placer en encerrarse con sus amados gatos, valiéndose de cuantos medios imaginables podía emplear para no ser escuchado cuando tocaba el piano.


“Estas palabras, que solamente son una ofrenda respetuosa a uno de nuestros más valiosos precursores, no pueden encerrar ninguna idea de crítica acerca de sus producciones. Tengan en cuenta los que las van a oír que el Scherzo, El Lamento del Tasso, Ave María, Canto del Guajiro y las otras que reza el programa, fueron escritas en una época en que el arte de los sonidos no había alcanzado entre nosotros los horizontes máximos que hoy ha transpuesto, y que la influencia de Mendhelsonn y la de la escuela italiana, que tampoco había logrado en aquellos tiempos su máximo desarrollo, al influjo de las escuelas alemana y francesa, pesaron de modo inevitable en las obras de este ilustre cubano, como pesaron más tarde en las de su glorioso discípulo Ignacio Cervantes, en las de Jiménez, en las de Villate y en las de todos nuestros compositores del pasado siglo.


“Lleguen hasta Angelina Sicouret, la admirable pianista, ilustre discípula del llorado maestro, a quien también hemos querido honrar en este acto, por su brillante labor educativa y por los altos prestigios de su inteligencia, nuestras más calurosas felicitaciones, y permitidme que felicite de todo corazón a la Orquesta Sinfónica de la Habana por este acto de cultura. Es preciso que la generación presente conozca la obra de nuestros precursores al igual que la de nuestros contemporáneos; y como es tan escaso este linaje de enseñanzas, ya que los nuevos derroteros del arte repudian los nexos con el pasado y las escuelas establecidas, bien merece esta agrupación vuestro aplauso en esta hora de confusión de valores y de exaltaciones ridículas, ya que, como dije antes, es así como se practica la verdadera obra de nacionalismo.”





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Última Revisión: 1 de Mayo del 2006
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