“En el lugar donde terminan las calles de Obispo, hoy Pí y Margall y O'Reilly, hoy Presidente Zayas, hay una pequeña plaza llamada de Albear. En el centro de la plaza, y mirando hacia el cercano Parque Central, está la estatua de Don Francisco de Albear y Lara, nacido en la fortaleza del Morro, el 11 de enero de 1816.

“Albear, después de brillantes estudios en el colegio de Don José María Valenzuela, ingresó en el Ejército, graduose de ingeniero y viajo, por cuenta del gobierno español y realizando estudios relacionados con su carrera, por Francia, Bélgica, Holanda, Alemania e Inglaterra. Proyectó y dirigió en Cuba varias obras públicas, pero fue la del acueducto que lleva su nombre, y que surte a La Habana de agua potable aprovechando los manantiales de Vento, la que le ganaría imperecedera fama. Pero antes de hablar del Canal de Albear, volvamos a los primeros días de la historia de La Habana.

“Dicen que la Habana, en su asiento de la costa sur, no tuvo agua de buena calidad, que no lo eran las del Mayabeque que le surtía del necesario líquido. Dicen también que al trasladarse la villa a su primer asiento de la costa norte se proveía de las de otro río llamado Casaguas o Casiguaguas, posteriormente la Chorrera y Almendares.

“En los primeros tiempos de establecida La Habana en su lugar definitivo, se abastecía del agua de un jagüey o cisterna, en las orillas del río Luyanó, lugar al cual se llegaba bordeando la bahía, o bien mediante embarcación. Pero mientras estas aguas se consumieron, el tifus y el cólera hicieron de las suyas.

“La Zanja Real parece haber estado terminada en 1592. Traía las aguas del Almendares. Al costado del Teatro Maravillas, lindero entre el Cerro y el Reparto Las Cañas, se puede ver una porción de este canal, para cuya construcción se estableció una sisa o impuesto a los navíos que entraran al puerto, impuesto a cuyo pago por lo general se negaban.

“La Zanja Real costó $35,000, valor en la actualidad de un edificio cualquiera. Tenía una longitud como de dos leguas, y entraba por la ciudad por la que llamaban calle de la Zanja, hoy de Finlay, haciendo su desagüe en la plazuela de la Catedral, cayendo las aguas en forma de chorro, razón por la cual al lugar se decía callejón del Chorro. Como el mar llegaba hasta el lugar por aquel entonces, en él se vertían las aguas sobrantes.

“Divertida era la distribución al vecindario del agua de la Zanja Real. Al chorro iban los aguadores con sus pipas en carros tirados por mulas, en busca del agua que después vendían a cuatro botijas por un real. Decir que el agua de un canal descubierto y con tantos trasiegos no era pura, resulta innecesario.

“El Marqués de La Torre, un gobernador, mejoró la calidad del agua de La Zanja construyendo en el Husillo, en 1774, un tanque enorme embaldosado y con sus compuertas. Años más tarde se filtraban las aguas, pero continuaban siendo insalubres.

“Durante 243 años fue La Zanja el único acueducto de La Habana. En 1835 se terminaron las obras del llamado de "Fernando VII", consistente en una tubería que desde el Husillo, atravesando el Cerro, entraba por la Puerta de Tierra, esquina de Monserrate y Muralla. Pero como no dio el caudal de aguas esperado se continuó utilizando las de La Zanja. La ciudad contaba además cerca de mil aljibes y como tres mil pozos, que desaparecieron al iniciarse la vida republicana.

“Las obras del Acueducto de Albear comenzaron en octubre de 1858 y se terminaron en 1893. No obstante sus bondades resulta insuficiente para una ciudad cuya población de 200,000 habitantes en 1887 ha llegado a 700,000 en 1948, multiplicándose además sus industrias que tanta agua requieren. En la actualidad se realizan trabajos en este acueducto, que a lo que parece, aumentarán la provisión de agua.”

Lección 19: Desde las velas de sebo hasta la luz fluorescente

Lección 21: La evolución de los vestidos, las comidas y las costumbres de los habaneros