La piquera frente al Capitolio, que era un desfile de cola patos, fue movida para el Parque de la Fraternidad frente al antiguo Sears. A la sombra de los árboles no podados del parque aun se ven los carros antiguos, no en exhibición de coleccionista, pero sí esperando pasaje para todos los confines de Cuba. Porque hoy como ayer, la carretera a estas joyas de Detroit no les inspira el menor temor. Lo mismo van a Santiago de las Vegas que a Santiago de Cuba y en tremendo confort, si no va muy lleno el cacharrón.

Muchos de estos carros antiguos no se pueden considerar antigüedades porque son tantos los injertos e inventos, que ya sólo les queda la carrocería (carapacho). Otros hasta los cojines ya soltaron. Pero los hay que hasta las tamboras son originales. Lo asombroso es que de una forma u otra, todavía siguen rodando. Olvídese que lo bueno, mientras más se añeja, mejor es.