Guije.com Serafín Sánchez en «Próceres» por Néstor Carbonel
  
Serafín Sánchez en «Próceres». Bandera de Cuba.

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Serafín Sánchez
en Próceres
por Néstor Carbonel

Serafín Sánchez en «Próceres» por Néstor Carbonel.
Serafín Sánchez
“Nació el 2 de julio de 1846.”
“Murió el 18 de noviembre de 1896.”

“Lo muerte orea lo vida. El recuerdo de aquellos hombres sublimes que en 1868, primero, y luego en 1895, saltaron -como dijo Martí- del altar de sus bodas o del festín de la fortuna al caballo de pelear, y cayeron de caro al enemigo, sin más ambición que lo santa ambición de lo libertad, es luz que no se apaga y hospedaje gratísimo para el alma de cuantos no se han cansado todavía de ser los aristócratas del patriotismo, los cuelliparados del puro ideal de la revolución, los imperialistas de la verdadera democracia y los demócratas y los republicanos verdaderos, sin costra ñañiguil ni cascabeles demagógicos... Lo muerte oreo la vida. El recuerdo de un hombre como Serafín Sánchez, caballero sin tacha y sin reproche, militar y escritor, valiente y juicioso, conforta y recompensa, en estos tiempos de hombres superficiales, soberbios y hambrones, de muchedumbres de alquiler, que van por lo vida como con permiso, pensando únicamente en la manera de enriquecerse, aunque sea a costa del honor. La muerte orea la vida. Recordando al bravo subalterno de Ignacio Agramonte en la tragedia de Jimaguayú, al heroico paladín de cien combates durante la década sangrienta, al iniciador en las Villas de la guerra chiquita, al colaborador incansable y tenaz de Martí en la organización y desarrollo del Partido Revolucionario Cubano, al Mayor General caído en 1896 en el Paso de las Damas, el corazón siente que por sus valles y sus montes corre el arroyo manso de la esperanza... Porque hay vidas tenebrosas, a las cuales asomarse es sentirse con náuseas. Pero hay otras que son como un pedazo de cielo azul, como una ventana que da al campo verde, como una gota de rocío al través de la cual se vieran evolucionar las estrellas e incendiarse las melenas del Sol...


“En la ciudad de Sancti Spíritus, hijo de una madre virtuosa y de un padre honrado, nació Serafín Sánchez. Aprendió las primeras letras en una escuela de barrio, pasando luego a un colegio de jesuitas, donde recibió más amplia educación. Joven, con veinte años apenas, comienza a trabajar de agrimensor, ocupación que le seduce, enamorado de la vida al aire libre. Aunque mozo fuerte y rico, fue su juventud serena, reposada. Conocedor de la injusticia de que era presa su patria, el corazón le latía, alucinado por radiantes quimeras de redención. La guerra iniciada en Oriente por Céspedes, y secundada en noviembre por el Camagüey, prendió en las Villas más tarde. De los primeros en salir al monte en este territorio fue Serafín Sánchez, quien, acompañado de algunos amigos y camaradas, se incorporó a Honorato del Castillo, pulcro y valiente jefe. Luego se une al coronel Leonte Guerra, bravo entre los bravos, asistiendo a la toma de Mayajigua y al ataque de Chambas. Después de estas andanzas volvió de nuevo al lado de Honorato del Castillo, con quien estuvo hasta el día fatal, hasta la hora aciaga en que tan valioso General fue muerto en mitad de un camino, cuando iba tal vez a llevar una flor a una hermosura.


“Muerto Honorato del Castillo, tomo el mando de las fuerzas espirituanas Angel del Castillo, primo hermano de aquel, uno de los más valientes campeones de la revolución cubana. A sus órdenes se bate Serafín Sánchez en las cercanías de Ciego de Avila, contra la columna del teniente coronel español Ramón Portal, inductor de la muerte de Honorato del Castillo. Fue en este encuentro donde el temerario paladín, colérico, machete en mano, se echo sobre los artilleros enemigos, y después de matarlos o herirlos, se montó a horcajadas sobre la pieza de artillería, dando gritos de victoria, mientras los contrarios se rendían a discreción o huían despavoridos como si hubieran visto combatiéndolos al mismísimo Satanás. A partir de esa memorable acción viéronse diezmadas las fuerzas cubanas por el cólera terrible. Uno tras otro vio Serafín Sánchez caer rendidos, con un ¡ay! estrangulado en la garganta, a más de cien de sus compañeros. Ante el temor de desaparecer todos heridos por la cruel epidemia, dispuso Angel del Castillo que los enfermos se quedaran en la finca Guajales, en tanto que los demás componentes de la fuerza se diseminaban. La disposición era, por un lado, humana; por otro, cruel. ¿Cómo dejar solos, en el desamparo más absoluto, a aquellos moribundos? Por otro lado, ¿quién de los no atacados aceptaría quedarse con ellos? El General no se atrevió a mandar. En tono de súplica preguntó si alguno se atrevía a quedarse haciendo compañía a los desdichados enfermos. A la pregunta, conmovedora, respondieron unos cuantos, quince soldados y dos oficiales. Uno de los últimos era Serafín Sánchez. Dos días permanecieron allí los abnegados acompañantes de aquella legión horrible! Dos días en que no hacían más que enterrar muertos! ¡Lo único que había que hacer, pues no había con qué curar! De cuantos se quedaron allí, en la finca Guajales, enfermos y no enfermos salieron con vida siete. Entre ellos, Serafín Sánchez...


“Días después de estos sucesos, se incorporó de nuevo a Angel del Castillo, asistiendo al derrumbe en la hondonada de Lázaro López, de aquel fiero campeón de la libertad. Y por salvar de la furia enemiga el cuerpo inerte del héroe legendario, expuso valientemente la vida. Sin jefe otra vez, sirvió temporalmente a las órdenes de Cristóbal Acosta, Marcos García, José Payán y Diego Dorado, el valiente andaluz, de quien fue ayudante algún tiempo. Sofocada la revolución en las Villas, marchó al Camagüey, donde se incorporó al mayor general Ignacio Agramonte. Al frente de ochenta hombres, chinos en su mayoría, asiste a la acción de Jimaguayú, donde se eclipsó para siempre la vida de aquel hombre estupendo, legislador y soldado. Cuando, en sustitución de Agramonte, pasó al Camagüey Máximo Gómez, a las órdenes del insigne caudillo asistió a numerosos combates, entre otros a los de Palo Seco, La Sacra y Naranjo, timbres de gloria del ejército cubano. Más tarde asaltó Serafín Sánchez el fuerte San Antonio del Jíbaro, al frente de escaso número de hombres, logrando un verdadero triunfo gracias a la oportuna llegada del general Julio Sanguily. Nombrado jefe de la brigada de Sancti Spíritus, libró encuentros en las Nuevas del Jobosí, Guayo y la Campaña, lugar este último donde se apoderó de un gran convoy.


“Firmada la paz del Zanjón, depuso las armas y se fue para su pueblo natal, donde contrajo a poco matrimonio con Pepa Pina, digna compañera de su ejemplar vida. De su plácida tranquilidad lo hizo saltar, a fines del año 1879, la noticia de que de nuevo se estaba combatiendo en Oriente por la independencia. Con Roloff, Cecilio González y Emilio Núñez, echóse al monte resueltamente. Meses nada más duró aquella guerra. Vencida, salió Serafín Sánchez para los Estados Unidos, y de allí para Santo Domingo, refugio cariñoso de los cubanos proscriptos en aquellos tiempos grandes. En Santo Domingo consagróse a trabajos agrícolas. Once años permaneció en la tierra hermana de la de Cuba, al cabo de los cuales volvió a New York y de allí a Cayo Hueso. En el peñón glorioso aprendió a escoger tabaco, y así vivió, sin medrar ni ponerse a vivir de la fama y renombre que conquistara en las luchas contra la tiranía. De otros es poner de mercadería la conquistada en la lucha hermosa; de Serafín Sánchez, continuar con la austeridad de la existencia sirviendo a la patria.


“Al organizarse el Partido Revolucionario Cubano bajo la égida de Martí, Serafín Sánchez se convirtió en el mejor y más constante colaborador del Apóstol. Era orador y escritor. El Yara y Patria guardan muchas páginas brillantes debidas a su pluma. Y todavía viven muchos de los que escucharon sus arengas desde la tribuna, revolucionaria. El fue el mediador entre Martí y los jefes de la guerra grande, dispersos entonces por el mundo, y algunos, descreídos y echados sobre los laureles. Su labor al lado de Martí fue verdaderamente admirable. La correspondencia que durante los tres años de propaganda revolucionaria sostuvo Serafín Sánchez, formarían algunos volúmenes.


“Hombre de muy variada cultura, su prosa se leía con facilidad y su palabra era escuchada con agrado. Su obra Los héroes humildes es una colección de ensayos biográficos, en donde relata la vida gloriosa de algunos héroes que, por ser humildes, sin su devoción por la justicia hubieran quedado en la oscuridad. Su memoria era maravillosa: su mente era un archivo sin anaqueles ni estantes. Su rostro era de expresión dura; pero apenas hablaba se le veía el alma buena, más dada a la alegría que a la tristeza.


“Si el plan primero forjado por Martí no hubiera fracasado en Fernandina, por la delación de un malvado, Serafín Sánchez hubiera sido de los primeros en llegar a Cuba al mando de una expedición. A él se le tenía señalado lugar preferente en el mando de los barcos contratados entonces a ese fin. A pesar del fracaso, fue la expedición Sánchez-Roloff una de las primeras que llegó a Cuba. En territorio de las Villas desembarcó en 1895. Apenas puso pie en tierra, organiza, pelea. La ola de la invasión lo encuentra en su camino y se lo lleva. Hasta Calimete llegó, regresando a las Villas, donde mandó los combates de Manajanabo, Dos Caminos, El Faro, Alberich, Calabazas y Manaquitas-Capiró. Después de esta acción no libró más que aquella donde había de perder la vida después de distribuir y organizar la batalla. El plomo que le quitó la existencia fue piadoso, pues no le dejó, como a otros, vida para asistir a su propio velorio. Cerca del lugar mismo donde fue muerto, en Pozo Azul, se detuvo su fuerza descabezada. Allí levantaron pabellón y acostaron el cuerpo inerte del General en una hamaca, y le hicieron guardia sus oficiales y soldados, hasta que el día vino, y, tristes, llorosos, enterraron su cuerpo en tierra del potrero Las Olivas, en tanto que su alma, libre de la pesada envoltura, volaba, quizás trasponiendo el porvenir, hacia qué regiones lejanas...



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Última Revisión: 1 de diciembre del 2010
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