Guije.com Guillermo Moncada en «Próceres» por Néstor Carbonel
  
Guillermo Moncada en «Próceres». Bandera de Cuba.

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Guillermo Moncada
en Próceres
por Néstor Carbonel

Guillermo Moncada en «Próceres» por Néstor Carbonel.
Guillermo Moncada
“Nació en 1838.”
“Murió el 5 de abril de 1895.”

“Por el color no son grandes los hombres, sino por sus virtudes. Blancos hay que viven como entre tinieblas, y negros para quienes la vida es un rayo de sol, o un copo de nieve. Negro era Guillermo Moncada -el bravo y recio Guillermón-, y nadie que no sea un pedante barbilindo o un Narciso danzarín, si piensa en él, le ve la piel oscura y el pelo rizoso y áspero, y los labios gruesos y abultados, y no el alma heroica, impetuosa y soberbia, de quien sólo quería la existencia por el placer de honrarla y engrandecerla... Muchos defensores puros, abnegados, valientes, tuvo Cuba en sus guerras por la libertad e independencia. Entre los más puros y más abnegados y más valientes, está el que, de humilde cuna, de lo más feo del universo de la esclavitud -supo alzarse hasta donde ya no lo hubiera sido posible- ni aun queriendo sacudirse la luz y volver a ser pequeño...


“En Oriente, en Santiago de Cuba, nació. ¿Sus padres? Del montón anónimo. De niño aprendió a leer y a escribir. De mozo, se hizo carpintero, oficio con el que supo ganarse el pan que comía. Por su estatura, casi gigantesca, sus amigos le llamaron Guillermón, sobrenombre que fue luego -como afirma Regino Boti- "nuncio de terror y augurio de pánico entre las fuerzas integristas que representaron en Cuba la colonia y la tiranía". Conocedor de la conspiración de Céspedes y Aguilera, estuvo, arma al brazo, esperando la hora. Así, cuando el 10 de octubre de 1868 estalló al fin la cólera de los cubanos, él, seguido de unos cuantos, se echó al monte, resuelto e intrépido. A las órdenes del comandante Antonio Velázquez entra en fuego por vez primera, mereciendo por su valor el primer grado en la milicia rebelde.


“A poco, y después de otros combates, logra su ascenso a capitán. Y es entonces que comienza su figura a tomar relieve, su personalidad a destacarse entre la pléyade de los libertadores. Cuando, en sustitución de Donato Mármol, fue nombrado Máximo Gómez Jefe del Departamento oriental, y quiso conocer personalmente a todos los jefes de fuerzas que habían de operar a sus órdenes, cuentan que el coronel Policarpo Pineda, al llevarse a cabo la revista de las suyas, se adelantó, y señalando a Guillermón, dijo —General Gómez, le presento a mi primer capitán, porque es bueno y se puede tener confianza en él.


“Cuando el General Gómez, efectuada esta revista, concibe el propósito de atacar el poblado de Ti-Arriba, le confía la vanguardia de la columna en marcha. Apenas habían adelantado algunos tramos, se divisa al enemigo. El general Gómez le ordena que rompa el fuego y avance. Como si llevara dos espuelas clavadas al espíritu, arremete Moncada a la tropa española, la cual, sorprendida, se desmoraliza y huye precipitadamente. En este encuentro fue herido en el pecho, por lo que se vio en la necesidad de aceptar su baja y atender a su curación. Largos días se vio lejos del somatén de los combates, al cabo de los cuales volvió a unirse al general Gómez, dispuesto a conquistar nuevos lauros. Herido grave el coronel Pineda, es nombrado Guillermón comandante y jefe de la tropa que aquél mandaba. Como al hacerse cargo de las fuerzas de Pineda se le ordenó tratara de evitar los abusos que venía cometiendo en la jurisdicción de Guantánamo el desdichado cubano Miguel Pérez y Céspedes, que al frente de su guerrilla asolaba los cafetales cuyos dueños eran adictos a la causa de la libertad, y los custodiaba y defendía cuando eran sus dueños amantes de la colonia, Guillermón -como un héroe de novela- sintió que el corazón le latía con más rapidez tan pronto supo la designación que de él se había hecho, pues tenía ansias de entablar combate: de vencer al famoso guerrillero!


“Fue su primer encuentro con éste, después de cruzarse carteles de desafío. Sí, Guillermón, en marcha por un camino, encontró un papel en el que se leía: "A Guillermo Moncada, en donde se encuentre. -Mambí: No está lejos el día en que pueda, sobre el campo de la lucha, bañado por tu sangre, izar la bandera española sobre las trizas de la bandera cubana.- Miguel Pérez y Céspedes." Al dorso del mismo papel, dicen que Guillermón escribió y dejó caer luego en el mismo sitio: "A Miguel Pérez y Céspedes, en donde se hallare.- Enemigo: Por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada; pero te prometo que mi brazo de negro y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria. Y siento que un hermano extraviado me brinde la oportunidad de quitar el filo a mi machete. Mas, porque Cuba sea libre, hasta el mismo mal es bien.- Guillermón."


“En la zona ocupada por los cafetales de Guantánamo se encontraron, al fin, Moncada y Pérez. El jefe español atacó al cubano. En los primeros momentos, la victoria hubiérase creído de parte de aquél. Pero el cubano, después de cinco horas de rudo batallar, ordena una carga al machete, entrando él el primero, dando voces de aliento, por entre las huestes contrarias, despedazándolas. En la lucha, cuerpo a cuerpo, cayó Miguel Pérez y Céspedes. Con el parte del combate, rendido al general Gómez, le envió Guillermón las insignias militares del terrible jefe de las escuadras de Guantánamo. Por su comportamiento en esta acción fue ascendido a Teniente Coronel.


“Después de alcanzada esta victoria, continuó peleando con más ardor si cabe. En la Indiana toma participación, y más tarde en el encuentro que contra una columna al mando del general español Palanca tuvieron los cubanos, acaudillados por Gómez. En esta función de guerra, Moncada cargó nuevamente al machete, haciendo una carnicería. Pero al terminar la faena, sus compañeros tuvieron que levantar en brazos el cuerpo robusto de su amado Ayax, herido en un muslo por el plomo del adversario... Antes de los dos meses ya se encontraba de nuevo en disposición de arremeter, al frente de los suyos. Moncada, después de esa su segunda herida, tomó parte en las acciones de Báguano, Samá, Los Palos, El Capeyal, Holguín, Las Cabezadas de Báguano y El Zarzal, combate éste donde el propio Guillermón, en lance personal, le arrancó la vida al Teniente Coronel español Sostrada. Hecho tan singular le valió las estrellas de coronel.


“Luego, y después de combatir en Santa María de Holguín, pasa al Camagüey, donde toma parte en la acción de El Naranjo, una de las más gloriosas de nuestras guerras de independencia. En El Naranjo es nuevamente herido, lo que le priva de hallarse más tarde en la batalla de Las Guásimas, estupenda victoria lograda por las huestes del ejército libertador: ¡inmarcesible laurel sobre la espada del cien veces glorioso caudillo Máximo Gómez...! A curarse pasó Guillermón a la jurisdicción oriental. Apenas se siente bueno, incorpórase a las fuerzas de Antonio Maceo, entonces Jefe de aquella División. Al lado del Capitán sin émulo, estuvo hasta que, después de la protesta de Baraguá, aquél marchó al extranjero. Y cuando, disuelto el Gobierno de la República, y sin fe los militares, llegó la hora de la disolución, Moncada, como quien ha cumplido todo su deber, firma la adhesión al Convenio, y se retira, triste, pero acaso rumiando esperanzas, a su hogar abandonado...


“Vino después la guerra chiquita, la revolución del 79, y Moncada, fiel a su juramento, volvió a la lucha. En unión de José Maceo y Quintín Banderas abandona la ciudad de Santiago de Cuba. A los pocos días sostiene un encuentro con las tropas españolas en Mayarí y el Macío... Pero reducidos a poco los cubanos, tuvieron nuevamente que entablar negociaciones con las españoles. Pero las negociaciones entabladas entonces fueron más dolorosas y más inicuas que las anteriores. Los bravos jefes de esa mueva intentona fueron, unos muertos calladamente y otros enviados a los presidios de Africa. A España fue trasladado Guillermón junto con el general Calixto García, el de la frente gloriosa...


“Al abandonar el presidio volvió a Cuba, a su Oriente. Allí supo de la creación del Partido Revolucionario Cubano, la obra de Martí, y se puso a conspirar en espera de la hora en que había nuevamente de tomar el camino de la manigua. Dos días antes del 24 de febrero de 1895, Guillermón, con conocimiento de la orden de levantamiento, se echó al monte en compañía del pulcro Rafael Portuondo Tamayo, joven de lo más distinguido de Santiago de Cuba, después general de la revolución. Al monte se fue Guillermón, pero no era ya el Hércules invencible de la guerra grande. Comido por la tisis, había salido poco menos que moribundo, porque no concebía que los cubanos estuvieran peleando por su libertad y él no fuera de ellos. Un mes y medio escaso duró aquella existencia preciosa bajo la enseña de la rebeldía. No pudo el pobre ni siquiera saber que no dejaba la revolución en mal estado. ¡Acaso si la visión última que tuvo fue la de la patria, sujeta por nuevas y más recias cadenas...”



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Última Revisión: 1 de diciembre del 2010
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