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Esta es la sección que presenta la biografía de la “Familia Guiteras” en Matanzas en el ejemplar que tenemos del “Magazine de La Lucha” editado en Cuba. No indica fecha de edición, sin embargo, las últimas fechas en las cronologías y otros datos son de 1923. Muchas de las fotos en nuestro ejemplar se encuentran en estado bastante deteriorado y es imposible poderlas reproducir.


Familia Guiteras

Sr. Eusebio Guiteras - Familia Guiteras - Matanzas en la revista La Lucha.
Sr. Eusebio Guiteras

“Desde temprano tuve afición a la lectura. Mis padres me enviaron a la escuela desde muy pequeño así es que no recuerdo cuando yo no sabía leer. Muchas veces he oído contar en casa, y me parece recordarlo muy distintamente, que la mañana misma del día que murió mi padre, cuando no tenía más que seis años, estaba yo leyendo en alta voz "La Aurora de Matanzas" y como mi padre me escuchaba desde otro aposento, exclamó con gozo: ¡Este muchacho va a ser un sabio! Mi padre me destinaba a la carrera de boticario, según el plan que se había formado para dar una profesión diferente a cada uno de sus hijos.


“El año 1835 dejé el hogar paterno y fui al colegio (Caragua), después de haber estado, primero en la escuela de Don Ambrosio González, después en la de Don Pedro del Sol, y por fin, en la de Don José Serratosa.


“Visita la casa paterna, Río 9, y dice refiriéndose a su madre: Ella, ella, el ángel de esa hora, no aparece en mi memoria.


“Todo está grabado claramente; pero ella no lo está. Parece un rayo de luz que brillará cuando ya se ha apagado la vela que lo produjo. Así sucedería con las estrellas, que seguirán alumbrando largos años, si la mano del Creador las apagase.


“El primer sentimiento religioso de mi vida va unido al pensamiento de mi madre: el nombre de mi padre va envuelto en él, y además envuelve dos pensamientos católicos: la invocación de los santos y la oración por los difuntos.


“He ahí la señal primera del sentimiento religioso en mi alma.


“Si a ella he de atribuir cierto amor al culto, no lo sé; pero hallo ese amor en la memoria de mi niñez; la construcción de altares, la imitación de las ceremonias de la Iglesia, fueron para mí una diversión favorita, cuando tenía yo de ocho a diez años.


“Al divisar a Jerusalén con la luz del crepúsculo de la tarde del 2 de octubre de 1844, salté del caballo, y de rodillas en el suelo, sentí asomar una lágrima a mis ojos.


“Por aquel tiempo perdí a mi hija Rosa. Fue en los primeros días de abril de 1853. Cuando las flores se abren, vi caer muerta la mía. Rosa era mi segunda hija había nacido en Bristol de Rhode Island y tuve un empeño particular en que la bautizase el venerable Padre Varela. Rosa me consolaba de la perdida de mi primogénita, María de la Piedad, que había muerto en marzo de 1850, estando yo preso en el Morro de la Habana. Un ataque de alferecía se llevó a Rosa en pocas horas; yo la vi padecer y morir. El hondo dolor me trastornó completamente y hallé mi corazón seco, mi inteligencia cerrada a sentimientos buenos y legítimos. El orgullo henchía mi pecho; y en el cadáver que delante de mí la miraba, o creía mirar en mi vanidad el aniquilamiento completo de la criatura.


“Abatido de ánimo y enfermo mi alma, ninguna voz del cielo me dijo que Rosa era un ángel y que ella y Piedad, ángeles de Dios, veían a Dios en el cielo y en el cielo rogaban por mí.


“Abatido de animo y enfermo del cuerpo, cedí a las instancias de mi familia y amigos, y en el verano del mismo año en que ocurrió la muerte de Rosa, me embarque para Boston en un buque de vela. Veinte y un días pasé en la sociedad del mar; los otros pasajeros, que no pasaban de tres, eran maquinistas norteamericanos que se volvían a su país y me eran enteramente desconocidos; de suerte que mi soledad era casi completa.


“En Boston había de encontrar memorias de mis hijas muertas, pues con ellas habíamos pasado allí algunas semanas de la primavera del 49. Vi el cuarto en que habíamos vivido, y el lugar en el Commons donde paseaba yo con Piedad.


“Pasé todo el verano del 53 en Bristol, con mi hermano Ramón. En Bristol todo me recordaba a Piedad y Rosa; y aunque mi espíritu fue poco a poco tranquilizándose, sin embargo, mi alma no bendecía a Dios.


“Otro golpe terrible, la muerte de mi hija Inés, me hizo volver a Cuba precipitadamente. Pablo la siguió a poco tiempo, y así de mis cinco hijos, no quedaba sino Juan, que había nacido con pocas probabilidades de vivir y ahora está a mi lado y acaba de cumplir diez y nueve años.


“Pocos meses después de mi vuelta a Matanzas, Juan estuvo a punto de morir; y entonces su padrino, mi buen amigo Luis Rey, me aconsejó que saliera de Cuba y probara en otro clima a regenerar la débil criatura, que, en nuestro naufragio de la vida, a mi esposa y a mi, nos quedaba. En la primavera de 1854, vinimos Pepilla, Juan y yo a Filadelfia, donde suceda que me hallo residiendo otra vez hoy, 19 de junio de 1871. Juan tenía dos años y medio.


“En medio de las amarguras que podían entonces asirse a mi vida como un peso que tendiese a destruirla, corrían en el fondo de mi alma, a manera de las misteriosas corrientes del mar, los pensamientos de religión.


“¡Oh! ¡Como se castigan los que voluntariamente se excomulgan!


“La fe es un tesoro precioso ¡Ay del que la pierde!


“Se pinta a la fe siega. No sé por qué. La fe no sólo anda con los ojos abiertos, sino que nos abre los ojos. El que no tiene fe es el que camina en la más profunda oscuridad.


“La fe, repito, que no me abandonó nunca. Me miró con placer en Tierra Santa. Tenía yo 21 años. Desde que divisamos sus azuladas montañas, desde que tocamos sus playas desiertas, sentí conmoverse mi alma toda.


“La misa causó en mi alma una impresión tierna y suave. Bien han llamado los escritores católicos a la devoción un aroma. Aroma que no se desvanece; porque penetra, no en los sentidos sino en el alma.


“Siempre hay un auditorio que derrama una lágrima en favor de la inocencia perseguida, un puño que se cierra y una frente que se arrugue en contra de un opresor. Siempre hay pechos que se delaten con acciones generosas, y corazones que salten ante el valor heroico. Ningún autor es verdaderamente grande, hasta que no se sienten las fibras sanas del corazón.


“Donde recuerdo con placer verme, es dentro del Santo Sepulcro. Sólo y deshecho en lágrimas, tocando el mármol con mis manos y rezando.


Sr. Antonio Guiteras - Familia Guiteras - Matanzas.
Sr. Antonio Guiteras

“Dejadme pintar una persona rica.


“Dejó mi madre en Cataluña, cuando vino a Cuba, una hermana que se llamaba Rita. Con este objeto se nombró una persona en Canet para que le pasara una mesada, que, aunque era poca cosa, era suficiente para vivir con holgura. La tía Rita no quiso admitir; escribió que aquello era mucho dinero, que temía la robaran, y que se veía asediada por los parientes; y concluía su carta diciendo que, si nuestra intención era favorecerla, nombrásemos un individuo del pueblo para que le diese cuando ella le pidiese, aquello que de momento ella necesitase para atender a sus necesidades. Así se hizo, y la buena mujer vivía satisfecha.


Sr. Pedro J. Guiteras - Familia Guiteras - Matanzas.
Sr. Pedro J. Guiteras

“En la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, y en el número correspondiente al mes de enero de 1908, publicó el doctor Ramón Meza un estudio biográmico de Don Eusebio Guiteras, del que copiamos lo siguiente:


“"De un autógrafo de Don José de la Luz Caballero tomamos este valioso juicio sobre Guiteras: "Siento en el alma que hayas dejado la dirección de ese colegio, porque te creo de los pocos capaces y dignos de tal ministerio. No es menester que me digas que habías tenido grandes motivos para ello."


“Y en otro autógrafo de 1858 reitera su opinión sobre las aptitudes de maestro de Eusebio Guiteras; refiriéndose a su colegio le dice el citado Luz Caballero: "habiendo echado los ojos sobre todos los elegibles para encargarse de su dirección en mi lugar, ninguno me ha parecido desde el principio más a propósito que tú. Mucho me alegro, por tanto, de tu vuelta en el próximo noviembre para que hablemos detenidamente del asunto."


“De 27 de abril de 1859 es esta otra carta, de José Manuel Mestre: "Mi estimado amigo: un pequeño viaje que acabo de hacer a la Isla de Pinos me ha impedido contestar antes a la apreciable de usted, fecha 5 del corriente. Al hacerlo, no puedo menos de manifestarle lo mucho que he sentido la decisión de usted de no aceptar el puesto con que le brindamos algunos amigos y yo en el colegio que se proyecta. Un hombre como usted es el que le hace falta a esta pobre Habana, y lejos de hacer usted favor con nuestro ofrecimiento, como usted modestamente cree, entendíamos que no rehusándolo, ese favor lo recibíamos de usted nosotros, este pueblo, es decir, Cuba. Lo peor es, amigo Guiteras, que otras personas del género selecto a que usted pertenece, a quienes hemos explorado en el propio sentido que a usted se han excusado también. Será posible que la Habana no llegue a tener un establecimiento de enseñanza digno del país. Esperamos en Dios que así no sea, y dispuestos a que tan extremada desgracia nunca dependa de nuestra inconstancia e indiferentismo, seguimos adelante con nuestros esfuerzos, y sobre todo, buscando al hombre con la lámpara de Diógenes. ¡Cuánto nos alegraríamos de que usted variase de determinación!


“La Casa de Appleton y Co. hizo en 1886 una edición de 1,800 ejemplares, de sus libros de lectura.


“Obtuvo de manos de la distinguida poetisa cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, con ocasión de los juegos florales de 1861 medalla de oro por su composición "Romance cubano".


“En 1885 publicó su novela "Irene Albar".


“Por encargo del Arzobispo Wood, corrigió, para reimprimir, una antigua versión española de la Biblia, rectificando con notas numerosas los muchos errores de la traducción.


“En suya la novela "Gabriel Reyes", publicada en Cuba y América. La traducción de Ironi Sacri, de Manzoni. Volumen de poemas religiosos, otros de "Reminis cencias, ensayos sobre educación" y un libro para aprender el inglés. Fue miembro de la "American Catholic Historical Society". (1) Guiteras falleció en Filadelfia el 24 de diciembre de 1893.”


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Última Revisión: 1 de Agosto del 2006
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