Guije.com Vicente García y González en «Próceres» por Néstor Carbonel
  
Vicente García y González en «Próceres». Bandera de Cuba.

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10 de octubre - Calendario Cubano.

Vicente García y González
en Próceres
por Néstor Carbonel

Vicente García y González en «Próceres» por Néstor Carbonel.
Vicente García y González
“Nació el 23 de enero de 1833.”
“Murió el 4 de mayo de 1886.”

“Durante la primera guerra, la gran guerra iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en la Demajagua, y que duró diez años, fueron muchos los cubanos que se distinguieron por su valor y patriotismo. Entre esos muchos, uno de los que más fama ganó fue Vicente García, caudillo insigne a quien sus paisanos no podrán dejar de consagrarle, en su día, tributo merecido. Erró una vez -¿quién no yerra?- llevado de sus pasiones violentas, y acaso más, si arrastrado por el desmedido amor que supo inspirar a sus secuaces. Pero por encima de todo, resplandeció en él el amor por su tierra y por la libertad -bien sin el cual la vida es un tormento. Pocos jefes pelearon más, y a pocos lo acompañó más sumisa la victoria. Su hoja de servicios como militar es una sucesión de combates. Para él la revolución no fue paseo, sino lucha y sacrificio constante. De ahí que se creyera por encima de los que no encaraban la muerte con resolución. Luego, en los diez años que duró la lucha, alcanzó tanto laurel, que bien cabe entre sus hojas la ponzoña de un alacrán. Luego, aunque no debiera ser así, en la vida la maldad es un contrapeso. El lado flaco de los seres superiores suele dar realce a sus virtudes extraordinarias. No se logra definitivamente la inmortalidad si no la corean la murmuración y el insulto. ¡Hay quienes no recuerdan de los grandes hombres sino sus pequeñeces!


“Las Tunas, ciudad que recuerda a la antigua Troya, le sirvió de cuna. Era su padre, español, y su madre, cubana. Desde niño se mostró rebelde a toda disciplina. A la escuela apenas asiste, porque no puede soportar la superioridad del maestro. En su juventud se divierte anchamente, gustando mucho del baile y de las lidias de gallos. Rendido de amor por una hermosa, contrae matrimonio, funda un hogar. En la Masonería se hace notable, logrando alcanzar en ella el grado máximo. Desde temprano adquiere buena reputación de hombre honrado y demócrata. En empleos honoríficos que desempeñó en el Consistorio de las Tunas, supo dar muestras de capacidad y de amor a su pueblo y a sus paisanos. Designado por innumerables padres, padrino de sus hijos, era como familiar de todo el mundo. En muchas leguas a la redonda no había casa donde su presencia no fuera saludada con marcadas muestras de regocijo...


“Con Rubalcaba entró a formar parte en el grupo de los conspiradores, de acuerdo con Céspedes y con Aguilera. Cuando llegó la hora de elegir sitio para la reunión de orientales y camagüeyanos, él fue quien designó el lugar en que debían celebrarse las reuniones. Concurrió a las efectuadas en el Rompe, Muñoz, San Agustín y Mijial. Así, en octubre de 1868, apenas llega a sus oídos la noticia de que Céspedes se ha echado al monte al grito redentor de Cuba libre, avisa a sus amigos, congrega a sus parciales, y seguido de unos cuatrocientos hombres acampa en la finca Hormiguero, situada en los alrededores de las Tunas. "Cuida bien de nuestros hijos", le dice a su mujer, abrazándola, al abandonar la casa. A los dos días de haberse pronunciado, ataca a su pueblo, aunque sin resultado satisfactorio. En abril de 1869 sostiene en el Guamal y en Becerra fuego con dos columnas españolas haciéndoles prisioneros y numerosas bajas. Estas acciones fueron sus primeros triunfos. En las Estaciones del Naranjo logra sucesivamente otra gran victoria; luego pelea en el paso del río San José, Parada, San Francisco, Becerra, lugar, éste último, donde se apodera de un valiosísimo convoy.


“Por estas acciones, de magníficos resultados para la revolución, comienza su nombre a ganar prestigio entre los suyos y a despertar terror entre los contrarios. No descansa: a una emboscada sucede el asalto a un caserío o la captura de un convoy. No pierde oportunidades, vive acechándolas, a caballo y con la mano en el hierro. Cuando al frente de su tropa entablaba combate, no se le veía en la mirada el miedo a la derrota, sino la seguridad del triunfo. A las órdenes de Manuel de Quesada, General en Jefe del Ejército Libertador en los primeros tiempos de la contienda, toma parte en el ataque a las Tunas el 16 de agosto de 1869, ataque que, pudiendo haber sido una victoria para las armas cubanas, fue un verdadero desastre.


“En 1871, hallándose acampado en Santa Rita, tiene noticias de que el enemigo viene a sorprenderlo. Fiero a la vez que sereno, arenga a su fuerza, que lo idolatraba, para que se apreste a la defensa. En este encuentro hizo al enemigo ciento doce bajas. Un mes después, tres columnas en combinación, la de Morales de los Ríos, Weyler y Fajardo, deciden hacerlo desalojar su célebre campamento de Santa Rita, lo que no consiguieron. Otra de sus más afortunadas acciones fue la torna del fuerte de la Zanja, del cual se apoderó con astucia y valor, sin perder un solo hombre, fue entonces que el Gobierno de la República, alentado por el General Máximo Gómez, quiso llevar la guerra al territorio villareño, propósito al cual se opuso, negando el concurso de sus hombres. No creía él prudente invadir las Villas si no se contaba con fuerzas suficientes. Eso, y su marcado regionalismo, y el de sus subalternos, trajo su primer rozamiento con el Gobierno.


“Llevada a cabo la invasión de las Villas, las fuerzas españolas se reconcentran en aquella provincia con el fin de que cada paso que diera allí la revolución costara sangre. Y como, a pesar de esto, continuaba avanzando, las fuerzas cubanas se sentían debilitadas por momentos, lo que hizo necesario acudir a Oriente y Camagüey en demanda de refuerzos. Con este motivo se levantaron protestas y comenzaron las presentaciones al enemigo. La situación se hizo crítica para la revolución. El Gobierno quería a toda costa mandar el auxilio que pedían los esforzados invasores. El Presidente en persona, Salvador Cisneros Betancourt, fue a visitar a Vicente García a las Tunas, deseoso de acallar recelos y conseguir su cooperación. Pero Vicente García, después de recibir muy fríamente a Salvador Cisneros, se retira a Las Lagunas de Varona, sitio donde ya se encontraban reunidas las tropas de Holguín, Bayamo y Tunas, todas las cuales se negaban a pasar a las Villas. Este hecho es el que en la historia de la revolución de 1868 es conocido por el motín de Las Lagunas de Varona. Su proceder en tan triste ocasión mereció entonces la desaprobación del Gobierno y de casi todos los jefes.


“Hecho de tanta trascendencia trajo como secuela la dimisión de Salvador Cisneros, y otros acontecimientos. Pero no por eso dejó Vicente García descansar al enemigo. El león no sabe de reposo; ora machetea una guerrilla, ora sorprende una columna en la Minas, haciéndole cuarenta muertos y apoderándose del cargamento que viene custodiando, ora destroza otra a campo descubierto, en el paso del río Hicotea, ora se cubre de gloria, después de truchas horas sin comer, apoderándose de un gran convoy cerca de Punta Gorda. Asalta y toma a Cauto del Embarcadero, a los poblados de Uñas y Velasco, y por último a Victoria de las Tunas, su ciudad amada, la que, después de ordenar su abandono, redujo a cenizas entre vítores y aclamaciones.


“Siendo Presidente de la República Tomás Estrada Palma, toma Vicente García a Puerto Padre. Nombrado luego jefe de las fuerzas de las Villas, las cuales estaban en plena desbandada, duda, receloso, si debe marchar a hacerse cargo del puesto que se le ha señalado, y al fin decide no marchar y volver a su territorio de las Tunas, donde, en protesta de la orden de avance, había varias fuerzas movidas por agitadores revoltosos. Cuando Estrada Palma cae prisionero, es nombrado García Presidente y Jefe del Ejército. Pero la revolución estaba ya vencida, más que por el poder del enemigo, por la desmoralización en sí misma y en sus principales caudillos. Cuando el convenio del Zanjón, Vicente García no se rindió, sumándose a los que en Baraguá, con Maceo, protestaban, valerosos y decididos, de la aceptación del pacto. Acaso los últimos encuentros que por la libertad se libraron entonces, los libró él. Y cuando, alejado Maceo de la isla, se vio solo con un puñado de valientes, acepta salir para el extranjero, mediante una capitulación honrosa. A Caracas, capital de Venezuela, fue a establecerse, a ganarse la vida. Allí, oscurecido, pero sereno, con la serenidad de quien ha sabido cumplir con su deber, dejó de existir. Cuentan que a poco de haberle dejado de latir el corazón se le puso el cuerpo negro como el de un moro. Hoy sus restos reposan en el cementerio de la misma ciudad que le vio nacer y que le vio ¡ay! ganar la gloria a fuerza de heroísmos y sacrificios sin cuento...”



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Última Revisión: 1 de diciembre del 2010
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