Guije.com Francisco Vicente Aguilera en «Próceres» por Néstor Carbonel
  
Francisco Vicente Aguilera en «Próceres». Bandera de Cuba.

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Bayamo.


10 de octubre - Calendario Cubano.

Francisco Vicente Aguilera
en Próceres
por Néstor Carbonel

Francisco Vicente Aguilera en «Próceres» por Néstor Carbonel.
Francisco Vicente Aguilera
“Nació el 23 de junio de 1821.”
“Murió el 22 de febrero de 1877.”

“Hay hombres que son en la vida de los pueblos como jalones que señalan jornadas de gloria y de martirio. Aguilera es uno de ésos. Pensar en él; asomarse a su vida, es asistir a las pascuas de la libertad de Cuba, al viacrucis sangriento de sus defensores, y a su calvario. Aguilera fue uno de los caballeros sublimes del 10 de octubre de 1868, -día primero en el calendario de nuestro honor. Evocar su figura -alto y delgado y con la barba por el pecho- es verlo atravesar montes y visitar caseríos predicando, nuevo Cristo, la doctrina revolucionaria; es verlo, adolorida el alma por íntimas contrariedades, echarse selva adentro a encarar el peligro y la muerte, seguido de un puñado de bravos; es verlo, en fin, allá en el Norte frío, morir, más que de enfermedad, de la tristeza y horror de contemplar a sus paisanos entretenidos en dimes y diretes, dándose empujones y mordidas, mientras en la isla mártir encapotadas nubes anunciaban la caída de los héroes en el desamparo y la indigencia.


“Bayamés era Aguilera, lo mismo que Céspedes. Fueron sus padres personas distinguidas y acomodadas. En Santiago de Cuba recibió instrucción primaria. En la Habana, y en el colegio Carraguao, colegio de que era uno de los profesores el ilustre prócer José Silverio Jorrín, instrucción superior. Hombre ya, ansioso de conocer y vivir la verdadera democracia, de la que fue un enamorado fervoroso, viajó por los Estados Unidos, entonces en plena era de republicanismo verdadero. De regreso en Bayamo, vio morir a su padre, y contrajo matrimonio. Dueño de inmensa fortuna, todo parecía sonreírle. Y no era así: en el pecho, el dolor de su patria esclava no lo dejaba dormir tranquilo, y en las noches insomnes, tendía en vano los brazos como queriendo levantarla de la abyección y la miseria.


“De maneras suaves, de poco hablar, bondadoso hasta la exageración, nadie lo hubiera creído capaz de la firmeza y tenacidad que poseía. Sus virtudes le granjearon una envidiable popularidad: en la comarca, y en muchas leguas a la redonda, era Aguilera como el patriarca bien amado. Una ocasión fue nombrado Alcalde ordinario de su pueblo. Y durante el tiempo que desempeñó ese cargo, fue más que juez, el amigo fraternal de todos. Dos que iban a verlo reñidos, salían amigos. Ese era su modo de hacer justicia. Una vez en que se vio, conforme a la ley, en la necesidad de condenar a un hombre pobre, pagó él la multa. Del prestigio que gozaba entre los suyos, y aun entre los mismos enemigos, dice mucho la siguiente anécdota: se celebraban en Bayamo las fiestas de San Juan, fiestas que entonces tenían en toda Cuba gran pompa y resonancia. Recorrían la ciudad distintas comparsas: de pronto, de una de ellas se escapa un grito: ¡Viva la libertad! Denunciado al Gobernador el hecho, y acusado de haber dado ese grito el propio Aguilera, fue llamado éste a su presencia. Y al preguntarle el Gobernador: -¿fue usted, Aguilera, el que profirió semejante grito? El contestó, seguro de su valer -Dios nos libre a todos, señor Gobernador, de que yo de ese grito!


“Aguilera estuvo comprometido cuando la conspiración de Joaquín Agüero -el del Camagüey. Si no lo secundó, fue porque hallándose su madre en grave estado de salud, no se encontró con valor suficiente para abandonarla. Su amor de hijo era tanto, que -cuentan- juró entonces no mezclarse en otra conspiración mientras ella viviera.


“En viaje de recreo, estuvo en Inglaterra, Francia e Italia. Después volvió a su pueblo natal, donde, teniendo por único objetivo la independencia de su país, abrió un expendio de carne, a cuyo frente puso a un hombre de toda su confianza, a Francisco Agüero, con el encargo de conquistarse las simpatías de todos los vecinos del término, lo que logró aquél con creces. Aguilera perdió, es decir, gastó en sostener aquel expendio de carne, una gran cantidad de dinero; pero ganó lo que él quería: mucha voluntad y mucho brazo para la hora de la arremetida.


“A principios del año 1867 comenzó sus primeros trabajos de conspiración. A poco era un reguero de pólvora la isla, pues había mandado comisiones a las Villas, a la Habana y Camagüey. Cuando llegó el año de 1868, la revolución era inminente: se sentía palpitar en las entrañas de la tierra. Fue entonces que ingresó Céspedes en el número de los conjurados. Así llega el 10 de octubre, y Céspedes, impelido a alzarse el primero, aparece como la cabeza de la revolución. Aguilera, que la había como tejido con sus manos, no se pone, sin embargo, a pensar en esto, y se fue también, sin preocuparse del puesto que iba a ocupar. ¡Los puestos no le importaban: lo que quería él era servir! Para aquel hombre no era la patria un comodín: si por inconsecuencias del destino no podía ser el primero, sería el segundo, o no sería más que uno de tantos. Así, resuelto y limpio de pequeñeces, se echó al monte, seguido de sus amigos y esclavos, a sangrar y a morir por el decoro y la libertad.


“¡A qué grandes pruebas se vio sometido Aguilera! Primero en la contienda: más tarde en la emigración. Si la patria no hubiera sido para él una religión, quizás hubiera discutido lauros y preeminencias. Pero él no era más que un patriota, capaz del mayor sacrificio por la felicidad de su tierra. Cuando se le impuso salir del campo, donde ya se moría a diario por la redención, salió sin replicar. Si era Cuba quien mandaba, obedecer era su lema. La emigración era, en aquella época, un nido de culebras y águilas. Aguilera fue allí a sufrir. Allí vivió decepcionado, ¡él, tan lleno de ilusiones siempre! y murió comido de pesares. Pero no ha muerto; hemos dicho mal. La muerte es la proveedora del olvido, mas también de la gloria. Conquistar fama es prolongar la existencia, porque aun estando muerto, se vive en la memoria de los demás. La gloria sigue a los héroes, pero no abandona a los mártires. Ahí está Cristo. Ahí está Aguilera...”



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Última Revisión: 1 de diciembre del 2010
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