“Bayamo es lugar como de cuentos y leyendas. No lejos de donde se asienta quemaron al indio indómito que no quería ir al cielo para no encontrarse allí con sus verdugos. Bayamo es la tierra de los que prenden fuego al hogar de sus hijos, al de sus padres, al de sus hermanas, al de sus novias, para que no lo manchen con su presencia los que maltratan a Cuba. Bayamo es la cuna de la mujer sublime que hace la bandera para la tropa mambisa, y después la pasea entre el humo de las balas.

“Antes del 68 vivía en Bayamo Perucho Figueredo. Es hombre de libros, y sabe de música y escribe versos. Él sabe de la bandera que tremoló Narciso López en Cárdenas y en las vegas de Pinar del Río. Pero también sabe que Cuba no tiene aun su himno.

“Una noche, en medio del sueño, siente Perucho una música grata a sus oídos, y despierta. Unos jóvenes, en el vecino parque, cantan "La Bayamesa", la canción armoniosa y doliente entonces de moda.

“Perucho parece transfigurado. Cuba tendrá su himno. Será doliente y armonioso como "La Bayamesa", y vibrante como "La Marsellesa", a cuyos sones los franceses abatieron injusticias y acabaron con privilegios.

“Perucho toma el lápiz, y unas hojas de papel pautado. Y escribe el himno a cuyos sones, de marcialidad extraña, entrarán los cubanos algún tiempo después, y él de los primeros, en su Bayamo tan querido.

“Ya el himno está escrito. Pero ¿cómo estrenarlo? ¿Cómo comprobar sus efectos en las multitudes?

“Perucho tiene una idea luminosa. Entregará el himno al director de una orquesta local para que lo ensaye. Y sin que nadie sepa con cual finalidad se ha escrito, el himno se toca como una marcha en una procesión religiosa.

“Cuentan que el Coronel Udaeta, comandante militar de Bayamo, hombre culto e inteligente, días después felicitaba al compositor de "aquella música singular, que si bien tenía mucho de lo triste y dulce que se cantaba por Bayamo, también a veces era como una música de guerra que enardece el corazón".

“Es el 19 de octubre de 1868. Los cubanos atacan a Bayamo. Perucho ocupa su puesto entre los patriotas cubanos. El caballeroso Udaeta defiende la plaza, que al fin tendrá que rendir.

“Figueredo oirá su propio himno dentro de su ciudad amada. Pero algo falta. No se tiene la letra, la poesía para cantar el himno con versos bien rimados.

“Perucho está a caballo entre los bravos mambises, que ya penetran en la ciudad rendida. De pronto, inflamado de entusiasmo por el recibimiento de los bayameses a sus libertadores, haciendo escritorio de una de sus piernas cruzada sobre la montura del caballo, escribió la letra inmortal del Himno Nacional Cubano.”

Lección 32: La pasión política y sus crímenes horrendos

Lección 35: Los reconcentrados y el Maine