Porque en un atrardecer cualquiera en Cuba se puede disfrutar de una indescriptible puesta de sol, sobre todo en la costa norte, y todas las tardes son totalmente diferentes. Los inviernos en La Habana son agitados, se aproximan las Navidades, le siguen los Reyes Magos y depués apenas hay tiempo para prepararse para los Carnavales. Entonces llega la primavera comenzando la temporada de playa aun antes que se termine el año escolar, y aquello es una locura con las pruebas finales y la playa ya esperando. El verano es sinónimo de vacaciones y el que no se traslada a casa de un familiar, que viva cerca o lejos, se agota de tanta playa y pelota. Cuando el cuerpo ya no puede más, y los jóvenes renuentes tienen que regresar al colegio, llega el otoño. Tiempo de descanso, tiempo de admirar el mundo sin participar en actividades extenuantes. Ese es el tiempo para ir a caminar por la Avenida de los Presidentes en esas tardes de tantos colores celestiales. Y si la compañía es buena, mejor. |