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Isla de Pinos en la revista Carteles del 31 de Agosto de 1947, Cuba


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Isla de Pinos en Carteles del 31 de Agosto de 1947


31 de Agosto de 1947
Avellaneda
Mr. Lincoln
Isla de Pinos
Tesoro Artístico
Congreso de Historia
Curiosidades
Casino de Cojímar



“Bojeando la Isla de Pinos”
Carteles
31 de Agosto de 1947

Presentamos el artículo “Bojeando la Isla de Pinos” por “Antonio Núñez Jiménez” lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, edición que circuló el 31 de Agosto de 1947. Hacemos arreglos menores para actualizar la acentuación ortográfica.




Bojeando la Isla de Pinos
“por Antonio Núñez Jiménez

“Viaje a la célebre isla cubana que Stevenson bautizó con el sugestivo nombre de "La Isla del Tesoro". -El San Pedro, un río casi desconocido. -Hallazgos arqueológicos en Carapachibey. -La caleta del pirata Holl. -El extraño personaje que habitaba la Cueva de Punta del Este.


Plano de Isla de Pinos, mostrando la ruta seguida por la presente expedición a la célebre isla que Stevenson vautizara con el nombre de Isla del Tesoro.

“Nos encontramos en Batabanó, pueblo costero que vive de los productos del mar, principalmente de la pesca y de la esponja. En el muelle nos aguarda un cañonero de la Marina de Guerra Nacional, cedido gentilmente por el Estado Mayor para realizar un viaje de estudios por las costas de Isla de Pinos en el que colaboran la Sociedad Espeleológica de Cuba y el Grupo Guamá.


“Desde la popa del buque vemos desaparecer a los pocos minutos de marcha la costa meridional de Cuba, apareciendo a proa los cayos de Mal País y Buenavista, que en la lejanía parecen gigantescas ballenas estáticas sobre la superficie del mar.


“Distinguimos en estos cayos unas separaciones estrechas, en forma de canales, producidas a través del tiempo por el paso enfurecido de los vientos huracanados del trópico.


“Después... todo es mar y cielo azul. Es perfectamente visible, a través del agua, la plataforma insular de Cuba, sobre la que se alza también la Isla de Pinos, islas que probablemente volverán a unirse al ocurrir el levantamiento del fondo marino, como lo estuvieron en una etapa geológica pasada.


“Nueva Gerona.


“A las tres horas de navegación divisamos en lontananza las costas montañosas de la tierra que Stevenson bautizara con el sugestivo título de La Isla del Tesoro. Sumidos en la oscuridad de la noche entramos por el ancho Río Casas, llegando a Nueva Gerona, primera escala de nuestro viaje.


“Nueva Gerona, la risueña capital de la isla, está enclavada en el fondo de un pintoresco valle que limitan las montañas de Casas y Caballos. Visitar este pueblo sin hacer una excursión a la finca El Abra es como ir a Egipto y no llegar a las pirámides. En este lugar estuvo desterrado y triste José Martí. Nos atiende Don Elías Sardá, el hijo de José María, aquel generoso amigo de nuestro Apóstol. La casa de El Abra estaba en ruinas, pero gracias a la iniciativa fecunda y patriótica de nuestro buen amigo el doctor Waldo Medina, ha sido reconstruida y convertida en museo martiano.


“En pleno bojeo.


“De nuevo nos hacemos a la mar, admirando la punta rocosa e imponente de Columpio, a la que el doctor Massip calificó como "un pequeño Gibraltar".


“Doblamos la Punta de los Barcos para recorrer la costa occidental de la Isla dirigiéndonos hacia la Ensenada de la Siguanea, cuya boca de entrada mide más de nueve millas. Cuentan viejas leyendas que en estas mismas aguas escondió el pirata inglés Henry Morgan parte de sus ricos tesoros.


“Durante un desembarco en la costa de la bahía de San Pedro vimos numerosos "puercos jíbaros", que tienen una exquisita carne desprovista relativamente de grasa, debido a su natural régimen alimenticio.


“Siguiendo el camino de tierra adentro llegamos al caserío de Mina Lela, que está casi deshabitado a consecuencia de la paralización de los trabajos extractivos del tungsteno. Sus escasos habitantes están en la más espantosa miseria. Con razón decía Martí que "la riqueza minera de difícil y casual logro, hunde las fortunas con la misma facilidad con que las improvisa".


“También exploramos el río San Pedro, cuyas dimensiones nos asombran por lo gigantescas que resultan para una Isla como esta y lamentamos la poca importancia que se le ha concedido. Es navegable unos dos kilómetros para embarcaciones de siete pies de calado, siendo un formidable refugio. Este río sirve de desagüe a la Ciénaga de Lanier, antaño nido de cocodrilos, que separa a Isla de Pinos haciendo de ella dos islas realmente diferentes.


“Cuando Cristóbal Colón exploraba estas costas, fue azotado por terribles vientos que le hicieron arribar a la ensenada de la Siguanea, donde se sabe hizo aguada, posiblemente en el curso del río San Pedro, dejando constancia de la "finura de sus aguas".


“La Caleta de Carapachibey.


“Salimos de este paraje en demanda de la Caleta de Carapachibey, en la costa sur pinera. Una milla más adelante encontramos una playa que carece de nombre y que no está trazada en el mapa. Está situada entre la Punta Francés y la de Pedernales.


“Dejamos atrás la Caleta de Lugo, que en tiempos de la esclavitud era un mercado de esclavos, donde los negreros vendían libremente su cargamento humano procedente del lejano Continente Negro. Sucédese más tarde el pueblecito de Jacksonville, poblado sólo por súbditos británicos, principalmente caimaneros, que viven de la pesca del carey, del que venden sus valiosas conchas. También se dedican a la cría de cerdos, gallinas y a la siembra de toronjas y viandas.


“Ahora penetramos en la Caleta de Carapachibey, donde existe un ínfimo caserío de leñadores, que se ganan el diario sustento cortando maderas preciosas como jocuma, caoba y cedro. Observamos que algunos troncos tienen quemada su corteza, debido a un incendio que devoró no hace mucho, casi por completo, la parte sur de la isla y que tardó en consumirse más de siete meses.


“En este atractivo lugar y después de una breve exploración descubrimos un antiguo residuario arqueológico de los primitivos indios cubanos: los guanahatabeyes. El primero en encontrar un objeto de valor fue nuestro compañero Omelio Sánchez.


“Hallamos las típicas gubias, instrumentos que utilizaban los indocubanos para labores tales como el corte de madera. Son hechas de la parte central de grandes caracoles marinos. También descubrimos otros implementos como cucharas, platos, rústicos martillos y dos morteros dobles de piedra caliza.


“En una gruta cercana conocida por Cueva de los Huesos descubrimos algunos huesos humanos, que según nuestro admirado acompañante el investigador Royo Guardia, carecen de interés por su mal estado de conservación.


“Un tesoro en un cañón.


“Desde Carapachibey y a pie por las arenas de la costa hicimos una excursión a la Caleta de Agustín Jol, llamada así por el pirata holandés Jol (o Holl) Cornelizón, que hizo su guarida de la misma. Este famoso pirata, más conocido por Pata de Palo, bloqueó La Habana, distinguiéndose por su temeridad.


“Más tarde exploramos el interior de la costa y nos introdujimos por un verdadero laberinto arbóreo, cuyas plantas parecían serpientes enroscadas e inmóviles, sin una sola hoja. El paraje tenía un aspecto sencillamente espantoso. El suelo estaba constituido por millones de rocas puntiagudas que hacían muy incomoda la excursión, o mejor dicho, la intención de salir de aquel infierno. El doctor Morales Patiño, con gran acierto, decía refiriéndose a las espinas de los árboles: "Si tenemos "dientes de perro" por debajo, por arriba tenemos "dientes de diablo". Al fin pudimos regresar al cañonero que nos aguardaba en Carapachibey donde pasaríamos la noche.


“Una goleta, La Flor de Batabanó, atracó junto a nuestra embarcación y deseando charlar con sus marineros nos dimos un salto a su cubierta. Un viejo lobo de mar llamado, si mal no recuerdo, Casimiro Palenchuela, nos narra sus historietas en la búsqueda de tesoros piráticos.


“Nos dijo Palenchuela que en el embarcadero de Cayo Abalo, situado entre Cantiles y Rosario, existía un antiguo cañón sobre el que se sentaban los pescadores para descansar de sus labores. Cierto día llegaron unos americanos y delante de todos los allí presentes dinamitaron cuidadosamente la tapada boca del cañón, apareciendo cientos de áureas monedas españolas. Esta verídica historia es muy popular entre los marinos que surcan estas latitudes.


“También nos contó este lobo de mar, que un vecino de Batabanó nombrado Rafael Quintero Felucho, halló en "Los Ballenatos", a un kilómetro de Cayo Abalo, 8 cañones de bronce; pero con menos suerte que los americanos de Cayo Abalo, pues no contenían absolutamente nada y por ello deducimos que se trate de los restos de un naufragio.


“Riquezas de la isla.


“El seis de febrero zarpamos dé Carapachibey rumbo a Punta del Este. Después de Agustín Jol aparece Playa Larga con sus extensísimos arenales bordeados de cocoteros que harían las delicias del viajero que tocara en esas costas.


“Esta playa es una de las más extensas del mundo: comienza en Punta Guanal y termina en Punta Brava, muy cerca de Punta del Este.


“Las palmeras de cocos que abundan en ese paraíso pinero es una de las riquezas inexplotadas de esta isla, pues además de su agua, que es de propiedades medicinales, la médula blanca que la contiene es tan alimenticia como la misma leche de vaca, siendo en ciertas regiones tropicales un alimento para los indígenas. De su pulpa se extrae aceite vegetal que sirve para sustituir las grasas que se emplean en la elaboración de la mantequilla, así como para jabones, velas, perfumes, cosméticos, glicerina y otros artículos, como dulces y aun con el residuo sobrante se prepara un magnífico alimento para el ganado. Su dura cáscara se emplea para la manufactura de lámparas, copas, cucharas, peines, etc. La fibra de su corteza sirve para la fabricación de esteras, tapetes, colchones, cepillos, escobas y sogas. Se emplean sus anchas hojas para la techumbre de casas rústicas, para la fabricación de canastos y sombreros; sus raíces se utilizan como febrífugos y sus flores se prescriben en medicina como astringentes; su tronco se puede utilizar para la construcción de casas de campos, así como para muebles y velas de barco.


“Ninguna isla, con relación a su tamaño, es tan rica como esta de Pinos. Sus poblados bosques de maderas preciosas constituyen una reserva forestal de importancia, a pesar de lo mucho que han abusado sus leñadores, que talan caobas y cedros y otras especies valiosas sin plan preconcebido.


“Ya hemos visto con la facilidad que vive y se reproduce el ganado porcino en esta maravillosa isla. Es de suponer que las demás especies de ganado encuentren igual medio propicio para su reproducción y cría.


“El mármol de la más fina calidad abunda en sus montañas septentrionales.


“Cuenta este terruño, que sólo mide 2,126 kms. cuadrados, con una reserva mineral por explotar y en muchos lugares por conocer, pues la Isla de Pinos tiene muchas regiones aún no holladas por los investigadores.


“En sus aguas es probablemente donde se encuentra la mayor de sus riquezas. No se trata, como pudieran suponer algunos lectores, de los muchos tesoros de los piratas, sino de sus variadas especies marinas, tanto comestibles como de aplicación industrial, como el tiburón; sus crustáceos, que abundan en fantásticas cantidades, sólo esperan la mano del hombre emprendedor que los saque de su líquido elemento para asegurarle un mercado donde se les venda; sus quelonios, como la caguama y el carey, son muy abundantes también.


“Sus aguas medicinales son incomparables. Tan buenas como las mejores del mundo. Su clima es una bendición.


“¿Quién sería capaz de predecir el futuro económico de Isla de Pinos si algún día se llegara a emprender la explotación metodizada de sus riquezas?


“Explorando cuevas.


“Volviendo de nuevo a nuestra excursión marítima diremos que después de contemplar los arenales inmensos de Playa Larga, cuya monotonía rompen las Lomas de la Daguilla, nos azotó una terrible marejada en la cual El Cuatro de Septiembre parecía una tabla sobre las olas, pero sus magníficas condiciones marineras lo hacían salir airoso de estas pruebas. Comandaba el buque el teniente Mario Rubio, uno de nuestros mejores marinos a pesar de su juventud.


“Al fin llegamos a Punta del Este, cuya interesante cueva íbamos a visitar para estudiar de nuevo sus seculares dibujos indios, que parece envolver la noche de los tiempos y el misterio. Como quiera que se había planteado si los dibujos eran naturales o hechos por la mano del hombre, después de un cuidadoso estudio, los que integrábamos esta expedición nos reunimos en sesión conjunta y por unanimidad dimos nuestro veredicto: las pinturas habían sido trazadas por la mano inteligente del hombre. Estos dibujos consisten principalmente en series de círculos concéntricos de colores rojo y negro.


“La expedición descubrió otra caverna con dibujos aborígenes, que en viaje posterior pudieron ser detenidamente estudiados por la Sociedad Espeleológica de Cuba, y gustosamente comunicamos a los lectores de Carteles el recientísimo descubrimiento de una tercera gruta con pictografías indias que pronto publicaremos en estas mismas páginas.


“La llamada Cueva de Isla, fue habitada hasta su reciente muerte por un misterioso personaje llamado Antonio Isla, un viejo ermitaño que por espacio de veinte años vivió apartado de todo contacto con la civilización y el progreso. Aun recuerdo sus palabras emocionadas: "Mi único dolor consiste en pensar que algún día moriré solitariamente en esta cueva".


“No perdimos la oportunidad de visitar la bella y blanca playa de Punta del Este, mientras el distinguido compañero R. Pérez de Acevedo entrevistaba al viejo Isla.


“Cuando íbamos a tomar un baño en sus azules aguas, Leandro de Oña dio la voz de alarma, gritando "tiburón a la vista". Efectivamente, a sólo tres o cuatro metros de la costa un escualo merodeaba y al punto se nos quitaron los deseos del ansiado baño.


“El 8 de febrero salimos de Punta del Este rumbo a Batabanó, que había sido nuestro punto de partida. Atravesamos los peligrosos Cayos de Alonso para ganar tiempo. Para tomar la presente ruta se requiere una gran experiencia náutica, pues los bajos fondos y las corrientes marinas atentan continuamente contra la buena marcha de la embarcación. Generalmente se prefiere navegar por el Canal del Rosario un poco más al Este.”



Isla de Pinos en los Municipios de Cuba

Cuevas de Bellamar en la Provincia de Matanzas





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