Guije.com La Popularidad de Mr. Lincoln

La Popularidad de Mr. Lincoln por Emeterio S. Santovenia en la revista Carteles del 31 de Agosto de 1947, Cuba


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Lincoln en Carteles del 31 de Agosto de 1947


31 de Agosto de 1947
Avellaneda
Mr. Lincoln
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Casino de Cojímar



“La Popularidad de Mr. Lincoln”
por Emeterio S. Santovenia
Carteles
31 de Agosto de 1947

Presentamos el artículo “La Popularidad de Mr. Lincoln” por “Emeterio S. Santovenia” lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, edición que circuló el 31 de Agosto de 1947. Hacemos arreglos menores para actualizar la acentuación ortográfica.




La Popularidad de Mr. Lincoln
“por Emeterio S. Santovenia

Lincoln pensativo, fotografía de Brady, que se cree hecha en 1862.

“Un periódico de España, que veía la luz pública en Bilbao con el título de Irurak-bat, publicó a fines de 1863 un extenso articulo relativo a Lincoln y América. Su autor, si había nacido allende el Atlántico, era uno de aquellos europeos que estaban penetrados de que constituía un mundo nuevo el de Colón. Aun más; al analizar la personalidad de Lincoln, legítimo hijo de este medio globo, evidenció hallarse en el dominio de una profunda penetración. Los lectores del Irurak-bat pudieron recrearse ante algunas verdades, tan bellas como sorprendentes:


“"Mr. Lincoln no es sólo uno de los ciudadanos más insignes de su época, sino que es casi un principio, una idea, el símbolo de una transformación inmensa.


“"Mr. Lincoln es el patriarca simbólico de la familia cristiana, el anciano del hogar, según las exigencias más excesivas de nuestra mente, hambrienta de contemplar grandes virtudes; es también la figura típica del ciudadano democrático llamado por el destino a presidir una crisis histórica.


“"Buen padre de familia, excelente amigo, abogado popularísimo, defensor constante y justo de los derechos públicos, representante del pueblo, que jamás ha transigido con su deber, magistrado supremo por último de un gran pueblo, que había alcanzado una suma inaudita de riqueza y poderío, inflexible en el cumplimiento y en la ejecución de las leyes; vedle hoy, lo mismo que hace tres años, tranquilo como el justo, convencida y radiante como el que ha tenido vislumbres del triunfo definitivo de la justicia, sereno, jovial, incansable en la labor, sin que le doblegue la inmensa pesadumbre del fardo político que carga sobre sus espaldas, imparcial y justiciero entre los bandos que se disputan con encarnizado furor la supremacía política, implacable con la justicia, enérgico con la rebelión, respetando con puritana legalidad la Constitución, pero apelando a medidas extraordinarias para salvarla, no dando oídos a pretensiones ilegales ni excesivas de amigos ni enemigos, y exigiendo de todos, por todos los medios que autoriza la necesidad de la salvación pública, así de los ciudadanos como de los partidos y de los Estados, los sacrificios que la patria reclama".


“El periódico de Bilbao que divulgó estas conclusiones no era mero eco de aislados juicios. En otros lugares de España había grupos y hasta muchedumbres de mujeres y hombres que así pensaban y hablaban. En Madrid, -existían sectores sociales de entidad que simpatizaban con Lincoln y su causa. En Barcelona formaban legión los humildes que alzaban sus voces con el propósito de loar la obra del nuevo redentor. ¿Permitía la distancia a tunos y otros medir la enorme estatura moral de Lincoln con precisión de que carecían aquellos norteamericanos que, como recuerda James G. Randall, no tenían para el repúblico sino denigrantes epítetos?


“Desde La Habana observaba con inusitada atención los sucesos de los Estados Unidos un conspicuo escritor. Francisco de Frías, conde de Pozos Dulces, no perdía oportunidad alguna para reflejar su parecer y el parecer de los .liberales de Cuba acerca del conflicto norteamericano. Manifiesta era, y él no trataba de ocultarla, su inclinación hacia Lincoln y hacia lo que Lincoln significaba y defendía. Sus opiniones llegaron por vías oficiales a Washington, donde se las tuvo en alta consideración.


“No era un secreto para Pozos Dulces la tragedia que en el orden personal más íntimo sufría Lincoln. Lo contempló vejado y desconocido. Como obedeciendo a una rebeldía de su noble espíritu, el ilustre periodista escribió palabras concluyentes en relación con los prestigios y la gloria de quien en Gettysburg acababa de emitir palabras que exaltaban valores humanos eternos.


“Fue pocas semanas después de hablar en voz alta Lincoln en el cementerio nacional de Gettysburg citando, el 5 de diciembre de 1863, en el diario El Siglo, de La Habana, Pozos Dulces publicó lo que pudo quedar desde entonces como juicio exacto sobre el hombre que estaba sentado en la silla que había ocupado Jorge Washington. En momentos en que los adversarios de Lincoln -no ya los del sur, sino los del Norte, y con éstos no pocos de los que militaban en las filas de sus parciales-exacerbaban las heridas morales a él inferidas, el cubano Frías escribió:


“"Nuestras miradas se fijan hoy en el presidente Lincoln, ese hombre desconocido, calumniado y escarnecido, que de leñador-se ha elevado al primer puesto de aquella gran nación, en momentos tan críticos y tan solemnes cuales no se volverán a presentar nunca para poner a prueba el temple y la energía de una grande alma. Intimamente penetrado de los deberes que le imponía el juramento de conservar intactas la Constitución y la Unión, cerró los oídos a toda otra sugestión que no fuera el logro de esos sagrados objetos.


“Sólo así se explica que se haya hecho la víctima expiadora de todas las inculpaciones, de todas las invectivas y calumnias que amontonaron sobre sus hombros, no sólo separatistas y demócratas, sino hasta sus propios amigos, secundados todos en esa faena por la malquerencia de los gobiernos europeos. Impertérrito en medio de tantos injustos clamores, no cediendo un ápice a pesar de los más desconsoladores reveses, firme siempre en su propósito y con la confianza que dan la conciencia del deber cumplido y la justicia de su causa, le hemos visto lleno de fe, sin desmayar un solo instante, a fin de defender y conservar ileso el sublime legado de otro grande hombre, como él puesto a prueba y como él también triunfante al fin de las circunstancias y de los hombres.


“"Nadie es profeta en su tierra, dice el adagio vulgar, pero el hombre de ánimo esforzado, el hombre de abnegación y de patriotismo que consagró toda su energía y todas sus potencias al servicio de su país y al triunfo de una idea justa, despreciando las oposiciones y resistencias de todo género conjuradas en su daño; ese hombre, decimos, conquista inevitablemente su verdadero puesto en la posteridad, y las nuevas generaciones sin distinción de patria ni de bandera le colocarán al fin en su elevado y merecido pedestal.


“"Tal nos parece la suerte reservada al presidente Lincoln... No queremos echarla de profetas ni en la propia ni en la extraña tierra, pero se nos figura que el nombre de Lincoln está destinado a ocupar una página gloriosa en el libro de los grandes hombres, y que, a semejanza de ese otro nombre imperecedero, Washington, su lugar en la Historia está ya fijado por cuantos no se dejan deslumbrar por las pasiones de partido ni por las miserias del momento presente".


“No podía ser más notorio el contraste entre el juicio emitido por el conde de Pozos Dulces y aquellas expresiones recogidas en Lincoln, the liberal statesman por el profesor Randall. Mientras compatriotas suyos tenían a Lincoln por cinocéfalo, imbécil, trapo húmedo y mulo de Kentucky, o algo peor, si algo peor era posible decir, el reformista cubano se adelantó a expresar un juicio que parecía atrevido, más propio de los tiempos por venir que de aquel que corría. Los párrafos trazados por la vigorosa pluma del director de El Siglo, aunque él no aspirase a dárselas de profeta, tenían la pretensión de constituir una sentencia. En realidad, lograron el valor de un vaticinio.


“Los estados de opinión de que los .periódicos Irurak-bat y El Siglo, se hicieron cargo en sus exaltaciones lincolnianas tenían hondas raíces en España y en Cuba. Con nobles exhortaciones salidas de grupos obreros de Barcelona corrían parejas las actitudes de personas de color de La Habana. Seres humildes de ambos lados del Atlántico, lejanos observadores de la conflagración norteamericana, coincidían en ansiedades y gratitudes alrededor de Lincoln y sus empeños regeneradores.


“Lo de los negros de La Habana adquirió matices admirables. Cuando en sus canciones expresaban el deseo de que Lincoln siguiese avanzando, porque él era la esperanza de ellos, mostraban la existencia de una solidaridad humana nueva. Gente de razas oprimidas y expoliadas durante siglos clamaba por la prosecución de uno de los empeños más arduos y altos desarrollados en la tierra.


“Un observador de la situación político social de Cuba, Antonio María de Zea, escribió en 11 de abril de 1864, desde Nueva York, a Gabriel García Tassara, ministro de España en los Estados Unidos, para comunicarle sus inquietudes sobre el porvenir dé la isla. El informador veía empeorando día por día el estado de esta Antilla. Notaba síntomas y hechos alarmantes para España. En distintas poblaciones cubanas los adversarios del régimen colonial trabajaban en el suelo y en el subsuelo. Sobre la población de color de La Habana ofreció esta noticia:


“"Los negros van hoy día a la llegada de cada buque que procede de este país, y se informan con gran interés del estado de la guerra, de la abolición de la esclavitud, hablan de Mr. Lincoln, y todos sus actos les halagan, como es fácil comprender".


“Ciertamente, el nombre y la personalidad de Lincoln habían conseguido llegar hasta muchedumbres de corazones. Fuera de los Estados Unidos tenía dimensiones populares la admiración despertada por el innovador de ojos tristes. La postura de los negros de La Habana decía mucho. Y con los negros de La Habana participaban de la devoción a Lincoln los blancos en quienes era cierto el amor a la convivencia humana sin restricciones ni excepciones.


“Frente a la impopularidad de Mr. Lincoln en los Estados Unidos, manifestada en las infortunadas formas recordadas por un historiógrafo tan serio y concienzudo como el doctor James G. Randall en su libro Lincoln, the liberal statesman, se alzaba la popularidad de Mr. Lincoln en países de habla española, mayormente en Cuba, todavía entonces tierra de esclavos. La impopularidad de Mr. Lincoln, reinante en la Unión, era consecuencia de estados pasionales, injustamente concebidos y torpemente expresados. La popularidad de Mr. Lincoln, evidente en Cuba, procedía de una equilibrada apreciación de hechos y circunstancias que tenían dimensiones históricas.


“Al cabo de más de tres cuartos de siglo la posición de Abraham Lincoln en la, vida de su pueblo sólo es comparable a la de Jorge Washington, como vaticinó en 1863 el conde de Pozos Dulces en un periódico de La Habana. Para muchos la grandeza de Lincoln no tiene parigual en su país, lo que también previó el eximio escritor cubano. La popularidad de Mr. Lincoln en Cuba se hallaba justificada en la misma medida en que era falsa e injusta su impopularidad en ciertas zonas de la población norteamericana. El tiempo -el tiempo en el que el mártir ilustre penetró gloriosamente en la triste mañana del 15 de abril de 1865- fué lo bastante poderoso para probar que era sólida y sempiterna la popularidad de que Lincoln gozó entre sus contemporáneos de Cuba.”






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Última Revisión: 1 de Febrero del 2005
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