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Tesoro Artístico Nacional en la revista Carteles del 31 de Agosto de 1947, Cuba


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El Tesoro Artístico Nacional en Carteles del 31 de Agosto de 1947


31 de Agosto de 1947
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El Tesoro Artístico Nacional
La Colección Osuna-Varela Zequeira
Carteles
31 de Agosto de 1947

Presentamos el artículo “El Tesoro Artístico Nacional: La Colección Osuna-Varela Zequeira” por “Luis de Soto y Sagarra” lo más fiel posible a como comienza en la página 36 de la revista Carteles, edición que circuló el 31 de Agosto de 1947. Hacemos arreglos menores para actualizar la acentuación ortográfica.




El Tesoro Artístico Nacional
La Colección Osuna-Varela Zequeira
“por Luis de Soto y Sagarra

Cabinet del siglo XVIII realizado en ébano y decorado con placas de porcelana pintada. Bases, columnas, balaustradas y llorones del remate también de porcelana. Guarniciones de bronce dorado enmarcando cada una de las placas y medallones de la decoración. En el Tesoro Artístico Nacional de la Colección Osuna-Varela Zequeira.

“La colección de obras de arte reunida por los esposos Ramón Osuna Mendive y Sarah Varela Zequeira es, individualmente, por su calidad y variedad, una de las más notables existentes en Cuba. Con exquisito gusto selectivo estos amantes del arte han ido adquiriendo lienzos avalorados por prestigiosas firmas, bronces valiosos, porcelanas riquísimas, piezas de mobiliario con rango de ejemplares de Museo, delicados marfiles y pequeños objetos de vitrina de las artes suntuarias que hoy constituyen un conjunto extraordinariamente interesante, expresión estilística de pueblos y épocas diferentes en el campo vastísimo del arte en sus múltiples manifestaciones.


“En la planta superior de su residencia encuentra el visitante lo que pudiéramos llamar el "ala cubana" de esta galería artística, que es, a la vez, índice de las tendencias actuales de la plástica. Ortega y Gasset ha hablado de la "altitud vital" correspondiente a cada generación: modos distintos de apreciación del mundo, actitud diferente ante la vida y sus manifestaciones, el arte entre ellas. Y en esta colección que hoy nos ocupa hallamos un ejemplo que corrobora la opinión del conocido filósofo español. La planta baja, que habitan la abuela y los padres, está embellecida por el arte de ayer en sus más nobles y logradas manifestaciones; en el primer piso, destinado a los hijos y nietos, muebles y objetos de arte nos hablan en el lenguaje actual y son fiel exponente de los derroteros que sigue la producción cubana en el siglo presente. Y, vistas en su conjunto, las obras allí reunidas constituyen una serie magnífica que se destaca entre las que enriquecen el patrimonio artístico nacional.


“La primera obra de arte que centró mi atención, atrayendo la mirada dispersa en el deslumbramiento de una ojeada inicial, fue un "cabinet" soberbio, pieza digna de figurar en las salas de cualquier Museo de primera categoría.


“El siglo XVIII fue el gran siglo de la porcelana europea, a cuyas principales manufacturas he aludido en anteriores artículos. En estatuas, en vajillas, en vasos de toda forma y destino y en placas decorativas, la producción de porcelana y mayólica fue variada y notable. La aplicación de esta rama de la cerámica al mobiliario de lujo fue una de sus más bellas manifestaciones. El rococó, que en Francia y Alemania ofreció con los productos de Sevres y de Meissen un precioso elemento ornamental a los grandes ebanistas, inauguró este tipo decorativo que se mantuvo en fases estilísticas posteriores: el Luis XVI y el Imperio, en Francia, el neoclasicismo ingles de los hermanos Adam recogieron y cultivaron la tradición. Piezas decorativas para enriquecer los muros -en las que descolló Capo di Monte-, muebles a base casi exclusiva de mayólica o porcelana y bronce, y otros, como el presente de la Colección Osuna-Varela, en que las finas y riquísimas placas de porcelana pintada constituyen los motivos de la ornamentación, figuran en las órdenes recibidas por los maestros de los métiers d'Art de su rica clientela: casas reinantes, aristocracia de la sangre y del dinero.


“Del ejemplar magnífico que nos ocupa -el cual se cree perteneció a Isabel Amalia Eugenia, emperatriz de Austria- ofrezco al lector ilustraciones que permiten apreciar el mueble en dos aspectos. En el mueble cerrado las columnas corintias y las hileras de pequeñas placas, alternativamente rectangulares y ovoides, definen la estructura. Cuatro esplendidas placas, verdaderos cuadros pintados sobre porcelana, constituyen el motivo central de la decoración que se completa con el tratamiento pedimental de la cornisa rematada en fina balaustrada del frágil material y las patas, también de porcelana, en que descansa el mueble. Abierto este podemos apreciar el interior de los batientes u hojas cuya placa de porcelana, pintada por ambas caras, nos ofrece dos temas de figura (probablemente retratos) mientras que la anterior, apreciable en el mueble cerrado, desarrolla bellos paisajes. La serie de pequeñas gavetas, típica de esta clase de muebles, forma un marco riquísimo en torno a la abertura central flanqueada de columnas enguirnaldadas de flores.


El mismo cabinet abierto. Puede apreciarse el delicado trabajo de la ornamentación a base de placas de fina porcelana. Las correspondientes a las hojas de la parte superior del mueble están pintadas por ambas caras: paisajes en la exterior y figuras en la interior. El frente de cada una de las pequeñas gavetas es un pequeño cuadro pintado sobre porcelana y enmarcado en una delicada moldura de bronce. Al centro, entre dos columnitas rococó, una pieza giratoria, cada uno de cuyos lados está tratado de manera distinta. El lado visible en la fotografía está decorado con cuatro estatuillas en porcelana, en sus correspondientes nichos. La tabla corrediza que sirve de escritorio está cubierta con una gran placa de porcelana pintada.

“Al centro, un tambor giratorio cuyo movimiento de rotación ofrece, sucesivamente, una superficie de ébano lisa, pequeños paneles como los circundantes, un espejo y cuatro nichos conteniendo estatuillas (que apreciamos en la ilustración).


“La tabla corrediza que sirve de "mesa" escritorio es también una espléndida placa de porcelana pintada. El efecto general de este mueble, en que se combina la austera elegancia del ébano pulido con la policromía de las porcelanas pintadas y sus elaborados marcos de bronce cincelado y dorado, es de una elegancia suprema que se logra a despecho de la profusión de adornos sabiamente combina dos. En cuanto a las pinturas, éstas varían de asunto y estilo, yendo desde las escenas de gracioso realismo "a lo Teniers" hasta el clasicismo, muy francés, de los paisajes y figuras.


“No es éste el único ejemplar ilustrativo del arte industrial de la porcelana aplicada al-mobiliario en la colección estudiada. Junto a ménsulas, espejos y placas de Dresde con motivos florales, se destaca un interesante tocador, todo en porcelana y bronce, "capolavoro" de la manufactura de Meissen, que es una representación brillante de aquel sentido de la más refinada elegancia que fue característico del siglo XVIII.


“Y, antes de referirme a los cuadros de esta colección, quiero detenerme en la consideración somera de otras dos piezas de alta ebanistería de extraordinario interés. Una cómoda, dentro de la tradición de Boulle -a la que he hecho repetidas alusiones en anteriores artículos-, es un magnífico exponente de la fina labor de taracea a base de incrustación de plata sobre fondo de concha. Las delicadas tonalidades dadas al metal, que le imparten una severa y sobria elegancia que priva sobre el barroquismo del diseño, son la nota saliente de la decoración de esta pieza en que, además observamos las guarniciones de dorado bronce y la medalla central reproduciendo la efigie del Rey Sol, características de este mobiliario de estilo Luis XIV.


“Otra cómoda, respondiendo a la misma concepción estilística, nos ofrece una forma decorativa más original y menos generalizada que las otras que ilustran la ebanistería barroca de Francia. Los cinco paneles que decoran el frente del mueble constituyen, en su exquisita labor de incrustación, verdaderos mosaicos del tipo que aun perdura en el arte italiano. Los materiales usados en esta suntuosa forma de marquetería, lapislázuli, cornalina, ágata, contribuyen con el colorido y diseño natural de su textura a lograr un efecto insólito de austera grandiosidad. Ante muebles como éste se olvida la riqueza de los materiales usados para admirar la acabada belleza artística con ellos conseguida.


Gran cómoda Luis XIV tratada en ébano con guarniciones y elementos ornamentales e n bronce dorado. La hoja, que constituye el cuerpo central, está ricamente decorada con incrustaciones de substancias preciosas: cornalina, ágata, lapislázuli, etc., de un efecto sobrio y suntuoso a la vez. En el mueble, tres hermosas piezas de Sevres. Sobre el muro, un bellísimo paisaje de Francisco Pradilla, el famoso pintor español del siglo XIX. Representa un campo de hortensias constituyendo un verdadero acierto cromático.

“En mi visita a la Colección Osuna-Varela tuve como amable introductor y acompañante a Carlos Arnavat, mi joven y buen amigo, que es uno de los que mantienen en Cuba la noble tradición de esa maitrisse d'Art que es la alta ebanistería. Oyendo sus acertadas observaciones sobre la ajustada técnica y la factura cuidadosa que estos muebles revelan se intensificaba mi admiración por esta bella y útil manifestación de las artes industriales y mi vehemente anhelo de que Cuba tenga un Museo en cuyas salas ejemplares como éstos a que hago referencia en mis artículos puedan figurar, en calidad de préstamo, ofreciéndose a la admiración general de todos los que aman y aprecian el arte.


“La galería pictórica de los Osuna-Varela cuenta con muestras muy valiosas de la producción española moderna. En término primero y principal he de referirme a las obras de Romero de Torres, tres magníficos lienzos del ilustre cordobés que bastarían para dar prestigio a cualquier colección oficial o privada.


“En uno de mis precedentes artículos, al hablar de "Pilar", el bello cuadro de la Colección García Hernández, intenté caracterizar brevemente la pintura única e inconfundible de este artista español. Incluyendo a Romero de Torres en el grupo de pintores de la raza ha dicho un conocido crítico e historiador del arte: "Pudiera parecer que Romero de Torres hace tipos regionales, no tipos de España en general. Pero Andalucía no es una región; lo andaluz es español por antonomasia. Un torero es de España, como un mantón de Manila es de España, y no podría serlo, en cambio, una saya del Valle de Ansó o un refajo de Galicia. España es un país de castañuelas, pero no es un país de gaita, aunque las castañuelas nazcan en una región de España y la gaita nazca en otra, ambas igualmente españolas. Hay una España de pandereta, pero no una España de dulzaina o de chistu. Pintar, pues, el alma andaluza es pintar, en cierto modo, el alma de España toda".


Tocador realizado en porcelana de Meissen. Pieza única con valor de ejemplar de Museo. Los brazos son de bronce. Estilo rococó francés del siglo XVIII.

“Si a ese españolismo esencial se añade el contenido eminentemente personal de este artista, es fácil explicarse la admiración entusiasta que su producción despierta en España y en el mundo, a despecho de todos los reparos de orden estético o técnico formulados por la crítica.


“Se le ha llamado "Pintor del perfume del alma de una raza" y ese perfume en él es esencia de nardo y de claveles, intenso, embriagador y lleno de evocación mística y sensual a la vez. "La fuente de las palomas" exhala ese perfume Es un bello pretexto para presentar un magnífico grupo, admirable de composición y colorido, exponente de ese dominio de les valores plásticos característico del notable pintor, y en el que, por encima del realismo ostensible de las imágenes, flota ese hálito de misterioso simbolismo, ese no sé que esotérico que se desprende de todos sus lienzos, cualquiera que sea el asunto o el título.


“"Mujer de tierra caliente" es, sobre todo, un estudio de formas en que el pincel parece acariciar igualmente la turgencia de un seno y la redonda y tersa suavidad de las frutas. El otro cuadro de Remero de Torres en esta colección, un estudio de figura femenina, pertenece a esa categoría de lienzos en los que sin anécdota, sin título siquiera, la pintura se impone por la pura y sola virtualidad de sus valores plásticos. Como en todas las obras de este artista, sorprendemos en esta ese toque "idealista", esa nota de evasión subjetiva que en el caso presente se realiza por la ventana abierta un paisaje de ensueño y esa otra ventana que son los ojos grandes y oscuros que se abren al ensueño de un paisaje espiritual.


“De Moreno Carbonero figura en la colección que estudiamos una de sus obras características inspiradas en los protagonistas cervantinos. El romanticismo de este pintor ilustre halló rico venero para su casticismo temático en la obra inmortal que tantas veces le sirvió de asunto en su pintura; este magnífico grupo de "Don Quijote y Sancho", dentro de la más pura tradición realista consubstancial a la pintura hispana, es índice elocuente de toda una tendencia en el arte español del siglo XIX y, al mismo tiempo, de la modalidad personal del famoso pintor malagueño.


Don Quijote y Sancho. Obra de José Moreno Carbonero, pintor destacado entre los románticos españoles del siglo XIX.

“Francisco Pradilla, a cuya poliforme labor he aludido en anteriores artículos, está representado en esta colección por un lienzo bellísimo, un paisaje que titula "Campo de hortensias", en el cual la delicada tonalidad de las flores que dan nombre a la obra imprimen al primer término una riqueza cromática en contraste con el fondo de roca y cipreses que llevan la mirada hacia la lejanía del agua y del celaje. La gama de azules que, en, matices y valoración admirables van del primer plano al último, constituye una sinfonía cromática en que se manifiesta, dentro del género paisajista, el profundo sentido ornamental de este pintor.


“De Joaquín Sorolla admiramos, en esta colección de los Osuna-Varela, un bello desnudo, rosa sobre amarillo, que fue muy elogiado en la Exposición de Escuelas Europeas celebrada hace seis años en la Universidad. La tersura de raso de ese cuerpo desnudo y el brillo de las sedas del sofá y almohadón sobre los que se encoge con felina coquetería, son una vez más pretextos para que el gran valenciano juegue con sus pinceles a su juego favorito de la luz y el color.


“Tres paisajes, muy diferentes entre sí, completan esta alusión somera a las pinturas de la colección de los esposos Osuna-Varela.


“Comenzaré por un Rusiñol, el pintor de los Jardines de España, a quien me referí con cierto detenimiento en uno de mis artículos iniciales de esta serie sobre las colecciones particulares de Cuba al hablar de sus obras pertenecientes a Tomás Felipe Camacho.


Toro en bronce. Obra del notable escultor español Mariano Benlliure. En torno a la base y en bajorelieve están desarrolladas escenas diversas de una corrida de toros.

“El lienzo que nos ocupa se titula "Jardines de Aranjuez", jardines que tienen ese embrujo poético, ese poder de evocación inigualado e inigualable que han dado fama universal a Santiago Rusiñol. Un plácido rincón amurallado por altísimos árboles que parecen aislarlo haciendo de él un amable refugio de silencio y de paz; y en el centro de esa rotonda verde, la blancura de un mármol besado por la luz.


“En contraste con éste, otro paisajista español, Antonio Muñoz Degrain, firma una fosforescente marina impresionista, interesante estudio de luces y reflejos en la laguna véneta. Pintor de paisaje y figura, tal vez sea más y mejor conocido por sus grandes telas de asuntos bíblicos o literarios en que se ha inspirado, especialmente aquéllas referentes a la historia de amantes célebres. A pesar de lo cual su visión pictórica de la naturaleza le ha asignado un lugar destacado entre los paisajistas españoles del siglo XIX. En sus lienzos que pintan paisajes españoles o italianos llama la atención ese sentido' "poético", ese lirismo que imparte a la naturaleza cierta calidad onírica, visión fantasmagórica en que juega la luz papel principalísimo. Tal es el caso de este cuadro, "Venecia", de la colección que estudiamos.


Venecia

“Otro concepto del paisaje, otra manera de tratar la luz puede apreciarse en una "Marina" de que es autor el pintor español Ricardo Verdugo Landi. Entre los marinistas de la España finisecular, este paisajista malagueño se destaca con rasgos personalísimos. Realista por tradición y sentimiento, impresionista por la significación que en su pintura tiene la luz, sus obras llevan el sello propio de un estilo individual. Las playas cantábricas y mediterráneas le han servido de temas preferentes, y en la luminosidad de sus celajes, en el brillo argentado de las aguas que mueve con maestría su pincel radica lo esencial del contenido de sus cuadros que tienen "personalidad" a despecho de lo corriente, y, a veces, banal de sus asuntos.


“Entre las esculturas de la colección Osuna-Varela quiero destacar una de especial interés: un "Toro" en bronce, obra del gran artista D. Mariano Benlliure. Escultor y pintor y hermano de pintores, desde su edad temprana mostró Benlliure cualidades que habían de caracterizar su gloriosa carrera. A los 14 años de edad se revela este artista en la Exposición de Bellas Artes de 1876 con un pequeño grupo modelado en cera cuyo asunto era "Cogida de un picador". Transcurrió el tiempo, el niño se hizo hombre y el artista se hizo famoso, le encargaron retratos y monumentos de personajes célebres; pero al lado de esa producción, siguió cultivando con éxito la escultura "de género" y el tema taurino en los que ha alcanzado renombre universal.


Marina

“Tanto en sus obras de dimensiones reducidas como en sus figuras y grupos en escala mayor, su arte se mantiene dentro del naturalismo inicial y con ese concepto "pintoresco" del arte de la forma, que encuentra en el detalle realista y en los acusados contrastes de luz y sombra sus mejores efectos.


“Se ha dicho que el realismo que caracterizó a los retratos que esculpieron los escultores romanos tenía por antecedente y tradición las imágenes de cera que, por el jus imaginis podían los patricios de Roma mandar a modelar para exponer en el atrium de su casa como recuerdo de sus nobles antepasados. En la obra de Benlliure tal vez se explique el realismo también por el cultivo, cuando se inició en la escultura, del modelado en cera, el material más propicio al mimetismo naturalista en el arte de la forma.


“Comencé esta breve consideración de los ejemplares más notables de la Colección Osuna-Varela hablando de la porcelana como elemento decorativo en el mobiliario del siglo XVIII. Y, para terminar, he de volver a ese arte, múltiple en sus manifestaciones, que es la cerámica artística. Pero ahora dentro de otro sector que ha gozado y goza de especial popularidad: el de las vajillas.


“El arte de la porcelana ha escrito uno de sus más bellos capítulos en esas piezas destinadas al embellecimiento de la mesa, prestigiando con su belleza estética la más elemental de las necesidades materiales del hombre.


“En uno de mis precedentes artículos, hablando de las colecciones que posee el conde de San Fernando de Peñalver, me referí a la secular costumbre europea de ordenar a China o a las grandes manufacturas de Occidente los servicios de mesa, expresamente diseñados con escudos, cifras o nombres de sus poseedores. La realeza europea y el patriciado de ambos continentes ha tenido ocupadas durante varios siglos las industrias artísticas de la porcelana con sus encargos de este tipo, .cuya variedad es infinita y de extraordinaria belleza. Las familias cubanas de abolengo siguieron la costumbre general entonces y los centros más famosos de la manufactura de porcelana sirvieron las órdenes de la aristocracia criolla.


“Vino después, y consecuentemente, el interés de los coleccionistas por reunir series de ejemplares procedentes de vajillas famosas. Y en Cuba arraigó de tal modo la afición que casi no existe una familia antigua entre nosotros que no conserve, junto con las reliquias familiares, piezas de las vajillas de sus antepasados con ellas, ejemplares valiosos procedentes de otras colecciones notables. Son muchos entre nosotras los coleccionadores de piezas de vajillas notables, no sólo por su valor estético, sino como documentos históricos evocadores de otros tiempos, otro ambiente y otros personajes.


Algunas piezas de la gran colección Osuna-Varela Zequeira, que provienen de vajillas de familias cubanas de abolengo. Los seis platos de gusto chino que aparecen en las hileras de los lados pertenecieron a los condes de Barreto. La fuente que ocupa el centro proviene de una vajilla del marqués del Real Socorro, y los dos grandes platos colocados encima y debajo de aquélla son dos ejemplares del marqués de Cañada de Tirry, cuyo escudo nobiliario ostentan. En el Tesoro Artístico Nacional de la Colección Osuna-Varela Zequeira.

“Entre esas colecciones se cuenta la de los Osuna-Varela. Reunidos en el comedor, esos discos de frágil porcelana cubren materialmente las paredes que decoran con la policromía de sus motivos y los reflejos áureos de fileteados y cifras. Hay en esta colección figuras ejemplares de procedencia varia: piezas provenientes de vajillas-de casas reinantes europeas, de monarcas hoy día destronados, de personajes extranjeros y de preeminentes familias cubanas. Imposible enumerar siquiera los ejemplares todos; aun la simple mención de las piezas más notables daría a esta reseña la extensión de un catálogo. Me limitaré, pues, a aludir simplemente a algunas piezas aquí reproducidas.


“En un grupo puede apreciarse, en la ilustración que acompaño, una selección de piezas de vajillas de monarcas y nobles europeos. A la izquierda (de arriba a abajo) un sencillo plato de porcelana blanca con una corona como motivo central, de la vajilla del conde de Romanones; un rico plato con ancha orla en azul claro y oro y en el medio el águila imperial, que perteneció al zar Alejandro de Rusia; el siguiente, con una orla ' sencilla en dos tonos de azul llenando al centro la inicial "W" bajo corona real, perteneció a la reina Guillermina de Holanda; un plato de borde ondulado con decorado de oro, un motivo ornamental al centro y en la parte superior cifra y corona, perteneció también al zar Alejandro; plato liso de borde irregular y en el centro la inicial "A" coronada formó parte de una vajilla del rey Alfonso XII de España. Las tres piezas colocadas al centro de la fotografía pertenecieron, respectivamente, al Papa Pío X, Luis XVI y la reina Alejandra de Inglaterra. La primera, especie de bizcochera, tiene en el centro las armas pontificias y el ancho borde de porcelana azul se realza con fileteado de oro y medallones con motivos floreados sobre fondo blanco; el segundo ejemplar es una rica pieza de Sevres con orla de fina labor en oro sobre rojo y llevando en el centro el escudo con los lises de Francia; el tercer plato, de fino cristal, está orlado de una banda de oro llevando al centro la cifra y la corona de la reina de Inglaterra. Finalmente, a la derecha (y también de arriba a abajo), puede ver el lector un plato de orla estrecha en azul oscuro, fileteado de oro y como motivo central el escudo del duque de Alba; un ejemplar de vivos y armoniosos colores, a base de motivos florales y ancho borde azul, perteneció al general Espartero, príncipe de Vergara; otra pieza, de forma poligonal, entonada en gris orlada de menudas guirnaldas y al centro escudo y corona. del zar Nicolás; el siguiente, delicadamente ornamentado con motivos policromos sobre fondo blanco, con la inicial "A" y la corona real de Alberto de Bélgica; y, por último, un plato de porcelana blanca con labor en relieve y fileteado de oro en cuyo centro se enlazan las iniciales "A" y "V" bajo corona real. Perteneció a Alfonso XIII.


“Si interesante es la serie que acabo de mencionar no lo es menos la referente a familias cubanas ampliamente representadas en las vajillas de la colección que nos ocupa. En una ilustración ofrezco al lector nueve magníficos ejemplares: los tres que forman las hileras de derecha e izquierda, decorados con el gusto oriental, con flores estilizadas y paisaje, pertenecieron a los condes de Barreto; en la hilera central, la fuente que ocupa el centro, con escudo nobiliario y orla decorativa, perteneció al marqués del Real Socorro; encima y debajo de esta pieza, dos espléndidos platos con gran escudo al centro y amplia orla de rica decoración, formaron parte de una vajilla de los marqueses de Cañada de Tirry.


“En una tercera fotografía, acompañando este artículo, se recoge la vista de uno de los ángulos del comedor de los Osuna-Varela donde figuran piezas de vajillas de diversas familias cubanas, entre las que se cuentan los marqueses de Zuazo, Calderón, Balboa, la Gratitud, Pinar del Río, Campo Florido, Almendares y Tiedra; los condes de la Mortera, Fernandina, Barreto, Peñalver y Rivero. Y con ellos un plato que formó parte de una vajilla del capitán general del Gobierno de Cuba, otra del servicio del Palacio Presidencial en tiempos del general José Miguel Gómez, otro de la ilustre cubana doña Marta Abreu, y tantos y tantos más que sería prolijo enumerar.


“Y al llegar a este punto, una vez más se impone la consideración que tantas otras veces, como obligado "ritornello" reitero en mis artículos traduciendo un íntimo y ferviente anhelo de cubano. ¿Ha pensado el lector la inigualable exposición que con éstas y otras piezas pertenecientes a nuestros coleccionistas pudiera ofrecerse al público nacional y extranjero en nuestro Museo, si éste tuviera los locales y la atención que requiere? Nuestros coleccionistas, entre ellos los esposos Osuna-Varela han prestado su generosa y entusiasta colaboración cada vez que se ha requerido su concurso para obras de divulgación cultural y artística.


“Ya se ha iniciado un movimiento tendente a dotar a Cuba del Museo nacional que la causa de la cultura urgentemente reclama. Ojalá que esa suma de entusiasmo, que esa iniciativa generosa y esos esfuerzos nobles y patrióticos culminen en el éxito tanto tiempo y por tantos anhelado.”






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Última Revisión: 1 de Febrero del 2005
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