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“La Cubanidad de la Avellaneda” |
Carteles |
31 de Agosto de 1947 |
Presentamos el artículo “La Cubanidad de la Avellaneda” por “Antonio Martínez Bello” lo más fiel posible a como comienza en la página 15 de la revista Carteles, edición que circuló el 31 de Agosto de 1947. Hacemos arreglos menores para actualizar la acentuación ortográfica. |
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“La Cubanidad de la Avellaneda” |
“por Antonio Martínez Bello” |
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“¿Se sintió o no cubana la Avellaneda? La vieja cuestión no pierde actualidad por cuanto se trata de una de las principales figuras de la literatura española de todos los tiempos, nacida en nuestro suelo. Con acopio de datos, nuestro distinguido colaborador, el doctor Antonio Martínez Bello, toca este asunto en el presente estudio, que no vacilamos en recomendar a nuestros lectores. |
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“Cuestiones críticas hay, de vida y de cultura, que parecen destinadas a cobrar vigencia cada determinado número de años, y entre esos problemas cíclicos -al menos, con una periodicidad cubana, por lo que incumbe a nuestro país más que a los otros, con excepción de España- se encuentra el relativo a la "cubanía" de Gertrudis Gómez de Avellaneda. España ha reclamado su gloria literaria para sí, y a pesar de su amplitud de criterio Menéndez y Pelayo ha sido paladín de esa hispanización de la poetisa camagüeyana, en tanto que no pocos críticos cubanos han pugnado otrora por demostrar la cubanidad entrañable de la mujer eximia. |
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“En número reciente de la revista Bohemia, el ilustre escritor y diplomático doctor José de la Luz León -una de las mentes más ágiles y finas de nuestras letras, hombre de erudición y de creación y honra y prez de la representación de Cuba en tierras foráneas- torna a plantear la aparente disyuntiva, si bien con ánimo escéptico y no polémico: no tanto para afirmar o negar tópicos algunos, como para sugerir reflexiones en el lector. El lúcido biógrafo de Benjamín Constant parece, en este punto, preferir el muy incitante papel de debelador de problemas, al resolutivo. Ante la objeción ajena de que él, en una conferencia dictada no ha mucho, "no exaltara y ni siquiera comentara la cubanidad de la inmortal Tula", admite que "es verdad. Yo no podía afirmar una cosa en la que nunca he creído". "Sencillamente no creo en él (dice del cubanismo de Tula). Ese sentimiento se me antoja en ella postizo, transitorio, de mera ocasión. Y a lo sumo, lírico, es decir, verbal, externo, imaginado". Y dice luego que tales expresiones poéticas de La Peregrina son "las realidades de orden literario. Pero todo eso es vano", etc.
“En suma: nos aventuramos a creer que en el escepticismo o duda del doctor José de la Luz León han influido más los datos negativos en torno a la cubanidad de Tula, que aquellos otros que la afirman. De ahí que nosotros aspiremos cordialmente a proponer a nuestro relevante amigo el recordatorio de algunas facciones capitales de la personalidad, vida y obra de la gran camagüeyana que dan aval de su cubanía, o por lo menos de la cubanía de ciertas facetas y facciones fundamentales suyas. Estas últimas, para decirlo con palabras del doctor Andrés de Piedra-Bueno, "demuestran su indiscutible cubanidad... A Cuba pertenece, pues, la gloria de la Avellaneda".
“En suma: pensamos que la tesis del doctor José de la Luz León posee una parte de la verdad, y él ha puesto especial o único énfasis en la revelación de ese aspecto de la verdad. Nosotros trataremos de complementarla con las aristas no puestas en relieve por nuestro amigo, y destacar elementos constitutivos de ese otro segmento de la cuestión no subrayado por el escritor y diplomático. En definitiva, no nos proponemos impugnar, sino complementar sus proposiciones. No negar las fases por él alumbradas con luz directa, sino afirmar las otras dejadas como en tácita penumbra: No negar el amor a España ni las raíces españolas de la Avellaneda y de su obra, sino poner a la máxima claridad posible, dentro de nuestros recursos, el amor a Cuba y las vetas cubanísimas de la personalidad, de la obra, de los sentimientos y emociones de la gran camagüeyana. Y tal haremos a conciencia de que ambas facetas de la cuestión no se contradicen, sino que son perfectamente harmonizables. Porque España y Cuba fueron en el alto espíritu de Tula no términos de antítesis sino factores de armoniosa y fecunda síntesis.
“¿Se ha de considerar "vano, postizo, transitorio, de mera ocasión", cualquier pasaje literario de la Avellaneda en que ésta manifiesta amor patriótico a Cuba, como han estimado algunos comentaristas, el doctor José de la Luz León entre ello? En verdad, la razón de esas presunciones radica en la creencia de que las expresiones de cubanidad de Tula fueron algo "lírico, es decir, verbal, externo, imaginado"; más radicalmente aun: porque se ha estimado que lo "lírico" es o viene en general a ser sinónimo de "verbal, externo, imaginado". De ahí que se atribuyan estas cualidades negativas a las exclamaciones de cubanía de la Avellaneda, por haber sido esas exclamaciones muchas veces de índole poética.
“Ahora bien: nos aventuraríamos a sugerir que si bien la poesía de algunos artistas es acreedora a tales imputaciones, no acaece así en la de otros. Sobre todo, cuando esa poesía asume validez estética universal y duradera, como fue en gran parte la de Tula, es no más alumbramiento de una profunda vivencia del espíritu, no mera retórica "verbal"; adviene entonces ventana abierta al más entrañable yo sensitivo, y no algo "postizo" precisamente; y afirmación de la vida profunda del subconsciente subliminal, hecho en la estrofa luz de conciencia, y no, algo "transitorio" ni de "mera ocasión". Por ello nos resistimos a creer, que tales atributos negativos sean asignables a la totalidad de la obra de Tula, particularmente a aquellos poemas suyos ardidos de emoción raigal, como los inspirados por emoción patriótica. De ahí que nos inclinemos a estimarla sincera, cordial, consciente; expresiva de algo propio y hondo de su personalidad, cuando canta su amor a Cuba y la llama claramente "patria" suya.
“Claro está que escritores hay que venden su pluma, o que escriben bajo el imperativo del terror o de la necesidad insoslayable, o que publican cosas en que no creen bajo la presión del miedo, de la ambición o simplemente de insuperable depravación moral. Pero creo que ninguna de estas circunstancias son señalables en la vida literaria de nuestra compatriota, ni moldes deformadores de su auténtico destino. No tuvo necesidad de manifestar con sus versos ni de manera alguna su amor patriótico a Cuba, pues ni siquiera los escribió bajo el determinismo ambiental del medio social antillano, ya que precisamente sus mejores poemas expresivos de sentimientos de cubanidad fueron escritos por ella, bien Al Partir hacia lejanas tierras, bien al otro lado del Atlántico.
“Tampoco pudo ser causal de su inspiración el deseo de adquirir riquezas o poder a costas de esa eclosión poética de patriotismo criollo, pues en todo caso mucho mejor provecho le habría dado una obra literaria encaminada exclusivamente a cantar su amor a España. Manifestar el que Cuba le causaba, venía a ser más bien, si no motivo para que se pudiese enemistar con los españoles recalcitrantes -lo que era harto posible, con todos los riesgos consiguientes-, sí por lo menos para no aumentar las ventajas de su posición económica y social.
“La necesidad económica, ni el hambre, ni la, persecución, ni el miedo, jamás pudieron impedirla a ostentar poética ni prosaicamente su cubanidad; y mucho menos un interesado y amoral deseo de mentir a sabiendas y sin necesidad de hacerlo, por mero placer de decir lo contrario de la verdad entrañable. ¡Ni siquiera el amor, que tantas veces nos hace simpatizar en principio con la patria del ser amado, la pudo jamás inducir a sentirse objeto de un patriotismo sin raíz!: porque precisamente sus amores capitales de mujer plena nacieron y culminaron en España. Luego, ¿por que se ha de pensar que Tula no era sincera, capaz de expresión sólo exterior o verbalista cuando de cubanismo hablaba? Más bien nos inclinamos a creer con el doctor Juan J. Remos que la Avellaneda fue "muy espontánea en su arte como en su vida", y que ella "cantó sin cortapisas acomodaticias, sus emociones más hondas". |
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“De ahí que estimemos su soneto Al Partir y otros tantos poemas continentes de emoción de cubanidad, como signos veraces y cordiales de sus sentimientos reales: La Pesca en el Mar, La Vuelta a la Patria, etc. En la elegía A la muerte de Heredia existe inclusive cierta alusión más o menos exaltada a la libertad, así como en los poemas A Francia y A Washington. Baltasar contiene duros apóstrofes a los tiranos, "contra la esclavitud política y moral de los pueblos", como ha dicho un notable comentarista, quien inclusive ha supuesto que sin duda ella pensó en su patria al escribir estos versos de Baltasar: Alas no halla el pensamiento - donde no hay libertad. |
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“No sólo en sus poemas líricos y dramáticos hizo la Avellaneda frecuentes referencias a su amor a la libertad y a la justicia, y a su repulsa a la tiranía, sino también en prosa. Pero aun dado el caso -para nosotros inexistente- de que tales expresiones sólo eran literarias y que las elucubraciones literarias son cosa exterior, vana, efímera, imaginaria; aun en la contingencia para nosotros imposible de que careciesen de entraña espiritual pasajes de la Avellaneda, como los siguientes: |
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
Doquier el hado en su furor me (impela,
tu dulce nombre halagará mi (oído...
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“o bien: |
¡Perla del mar! Cuba hermosa...
Salud, oh, tierra bendita,
tranquilo edén de mi infancia!...
Salud, salud nobles hijos
de aquesta mi dulce patria, etc;...
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“aun en el caso, repetimos, de que hubiese dado artificio a esa expresión de amor a Cuba como patria, ¿qué finalidad mundana la pudo inducir a la redacción de estas palabras de sus Memorias Inéditas, publicadas en 1914 por Figarola Caneda (páginas 2425), es decir, en un documento que ella no escribió con vistas a la publicidad, sino para ser conocido después de su muerte, cuando toda ambición, toda necesidad; toda vanidad o deseos de poder o de riqueza desaparecen, para dejar el paso libre a la suprema sinceridad de toda voz que nos viene de después de la muerte?: "¡Feliz Cuba, nuestra cara patria!... ¡Oh, patria! ¡Oh, dulce nombre que el destierro enseña a apreciar ¡Oh, tesoro que ningún tesoro puede reemplazar!" Más que sus mismos versos, con merecernos éstos fe respecto a las emociones que manifiestan, nos ofrece garantía de veracidad este documento hecho en la intimidad, para la intimidad más bien, lejos de toda preocupación mundana o social: redactado más pensando en la muerte que en la vida.
“Gertrudis Gómez de Avellaneda amó acendradamente a España, y aun sintió acrecentársele ese amor cuando mayores eran los infortunios y pesares de la tormentosa y atormentada Península: siendo tal vez de observarse que si alguna vez la llamó patria infeliz, más la impelió a llamarla así la misericordia que el amor. Empero, jamás habló de España como patria con el fervor que impartió a sus palabras al llamar "patria feliz, edén querido" a Cuba.
“Por lo demás, no era extraño en los cubanos de su tiempo, aun en los más altos valores patrióticos, sobre todo los pertenecientes a las clases elevadas, tal acendrado cariño a España como "Madre Patria". Inclusive, el más puro, hondo y alto de los cubanos, nuestro Apóstol Martí, cantó en todos los tonos y timbres que |
amo la tierra florida
musulmana o española,
donde rompió su corola
la poca flor de mi vida.
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“Cierto es que la Avellaneda se extasía ante las bellezas naturales que no eran las de Cuba: ¿pero acaso no hizo igual uno de los más genuinos estros poéticos cubanos. José María Heredia, ante El Niágara y El Teocali de Cholula; o el propio Martí al afirmar que para Aragón en España, - tengo yo en mi corazón - un lugar todo Aragón, - franco, fiero, fiel, sin saña... - ...Amo los patios sombríos - con escaleras bordadas; - amo las naves calladas - y los conventos vacíos, etc?
“De ahí que, si en tales exponentes literarios consagrados por su cubanidad, no fue el amor a España o a otras tierras, ni la admiración por las perfecciones de otros pueblos e individuos obstáculo alguno para sus verdaderos sentimientos patrióticos, tampoco éstos hubieron de ser opacados por aquellos otros antes mencionados, en el corazón y la mente de la Avellaneda.
“Verdad es también que amó preferente a hombres de España, y no a cubanos. Pero entonces, ¿que diríamos de nuestro Martí, cuyos amores primeros fueron los famosos de Aragón; cuyo más apasionado y sensual amor quizás fue en España el de la Adúltera; y cuyo mas puro y alto amor fue el de La Niña de Guatemala? Y el mismo hecho de que encontrase defectos notorios en los jóvenes cubanos, sobre todo en achaques de amor -y ella no fue, por desdicha nuestra la primera ni la última mujer cubana que ha hecho serias objeciones al criollo como arquetipo de maridos-, no obstó a que dijera a sus compatriotas: "¡Salud, salud, nobles hijos de aquesta mi dulce patria!", etc.
“El medio hogareño puede sin duda influir en el sentimiento patriótico de un niño, o en su formación o ausencia; y cierto es que "en el hogar de la Avellaneda lo cubano no ocupaba sitio de honor". Pero aquello que podría ser norma general en el niño común, no lo era ni es a veces en el excepcional; y así José Martí, hijo de españoles españolizantes, reacios por lo menos a todo motivo de rebelión contra la Metrópoli, que regañaban y aun castigaban al juvenil Apóstol por la publicación de los versos patrióticos de Abdala, fue sin embargo la más alta y lúcida expresión de cubanidad. En consecuencia, la Avellaneda pudo sentirse cubana en medio y a pesar de su hogar español. Muchos otros patricios cubanos se hallaron en situaciones idénticas.
“Verdad es asimismo que no sintió impulsos beligerantes ni de adhesión patente a la causa emancipadora e insurreccional de los cubanos. Pero eso mismo es señalable a Del Monte, Luz y Caballero y otros patricios cubanos, inclusive los más limpios valores del Autonomismo (como Montoro), del Anexionismo (como Gaspar Betancourt El Lugareño) o del Reformismo (como Saco). Y si en éstos, hombres dados a la lucha, al esfuerzo constante de cada día, al contacto diario con las necesidades y urgencias verdaderas del pueblo cubano, a la cercanía candente con los sufrimientos, aspiraciones y rebeldías de la cubanidad, no fue su falta de adhesión a la Revolución emancipadora un síntoma de patriotismo ausente ni de carencia de amor a Cuba, mucho menos es imputable tal condición negativa a una mujer, Gertrudis Gómez de Avellaneda, que por su sexo, condición social consecuente, ubicación económica -con sus entonces naturales y limitadas posibilidades de conocimiento, de acción y de proyección militante- evocación literaria torremarfilina y algo así como predeterminación ambiental, no podía en modo alguno tener tan exacta y entrañable noción de la realidad cubana ni de sus tendencias profundas e inaplazables. Por eso su amor nativo, con existir como tal, tuvo condición no militante, y su protesta a favor de la libertad (como en Baltasar y otros poemas) tuvo mucho de protesta platónica. Mas no por falta de versión beligerante, dejó de ser sincero y real su amor a Cuba.” |
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