Su fundación se sitúa oficialmente en el año 1812, pero los orígenes de tan bella como importante ciudad hay que buscarlos bastantes años antes. Aparece un pueblo de Cagua fundado en 1496, cuyas características geográficas convienen al que presentamos. En 1590 el cabildo de Sancti Spíritus mercedó a Alonso de Cepeda el hato Sabana de Sagua, más tarde llamado Jumagua. Es un hecho indudable que en el propio lugar actual existían rústicas viviendas fabricadas por los obreros de los cortes de madera que se emprendieron destinadas al arsenal de La Habana. De los cuales había gran acopio al tomar en 1762 los ingleses la ciudad de La Habana. Suspendidas las construcciones navales holgó la gente y se dispersó hacia otros lugares.

En 1792 existía una vega de tabaco propiedad de Juan López Solón quien, además, había levantado una casa. En 1796 en este lugar había un almacén de sal. El señor Domingo Antonio Caballero, asociado con Juan Caballero, Antonio José Díaz y José Vegas, compró la vega de tabaco a su propietario. De aquí que se atribuya la fundación de la actual Sagua a Juan Caballero, Francisco Caballero o Domingo Caballero. Lo cierto es que fue un Caballero y bien puede atribuirse la fundación a todos, puesto que les unía a todos el vínculo de la asociación y el mismo espíritu de fundar el poblado, que no pudieron realizar por el momento mediante el consiguiente reparto de solares, aunque sí una capilla bajo la advocación de la Purísima Concepción, cuya inauguración coincidía con la festividad de su patrona.

Ya tiene Sagua un centro de reunión. Alrededor de él, bajo el impulso de los Caballero, la protección del Marqués de San Felipe y otros propietarios de hacienda, lo instalación de dos pequeñas ingenios y sobre todo la fertilidad probada de aquellos terrenas, comienza la afluencia de nuevos habitantes.

En 1816 el capitán general Cienfuegos creó la capitanía pedánea y en 1817 la capilla quedaba transformada en ermita de tabla y teja. En 1822 se creó su ayuntamiento y en 1823 un incendio destruyó la población naciente, lo cual sirvió de estímulo para recomenzar de nuevo y con mejores materiales. En 1827 Sagua, según datos oficiales, constaba de 81 nuevas viviendas, de las cuales 8 de mampostería y su población ascendía a 463 vecinos. En 1829 se trasladó a Sagua la ayudantía de marina establecida en Villa Clara y en 1830 la primera escuela primaria, cuyos gastos costeaba el vecindario.

En 1834 se estableció una administración subalterna de tareas. En 1835 se repartieran en lotes varias haciendas de las orillas del río para destinarlas a cultivos de caña de azúcar, en visto del buen resultado y beneficios de los pequeños ingenios establecidos anteriormente. En 1837 se establecía la administración de rentas, vista la considerable producción que daban las nuevas tierras sembradas dos años antes y que fueron la génesis de un comercio activo y seguro.

En 1841 Sagua crecía y prosperaba abundantemente, al extremo de que fue precisa la instalación de una escribanía pública y notaría de hipotecas. En 1843 fue habilitado el puerto para el comercio de exportación y en 1844 la tenencia de gobierno como partido de Villa Clara, que en 1845 se transformó en jurisdicción.

Esta evolución de Sagua, este rítmico y pujante crecimiento no ha sido sin obstáculos. En los años dolorosos de 1793, 1820, 1833, 1836, 1839 y 1840 el pueblo, sea por incendio, huracán o avenidas del río, sufrió graves quebrantos y daños, algunos de los cuales la pusieran al barde de la desaparición. No obstante, renace el espíritu de la ciudadanía y por su esfuerzo y constancia cobró Sagua un nuevo esplendor y una mayor riqueza.

Agreguemos a estos acontecimientos de perturbación económica las dos grandes inundaciones del 24 de septiembre de 1894 y de 16 de junio de 1906 y tendremos una idea clara de la vitalidad inmortal de Sagua la Grande, siempre grande, siempre noble y siempre trabajadora.

Su desenvolvimiento en orden a la población fue: en 1827 constaba de 463 habitantes; en 1840 de 1,807; y en 1852 sumaban 2,455 los vecinos. De manera que había aumentada cerca de cinco veces sobre el número del año 1827 y de 648 sobre el año 1840. Esto es sin tomar en cuenta el crecimiento de su término, que seguía un ritmo acelerado.

Su capillita, convertido en ermita, fue posteriormente reconstruida en grande y sólida iglesia capaz para mil almas. En 1857 se construyeron el cementerio y una espléndida alameda. Y así sucesivamente en todos los órdenes, pues ya hemos visto como sus habitantes se procuraron de la escuela que ellos mismos sufragaron y el hecho significativo de que en 1852 se publicaba tres veces por semana un periódico titulado Hoja Económico de Sagua. En 1867 se le concedió el título de Villa. Sagua la Grande es un ejemplo de lo que puede una colectividad cuando anima en su espíritu la llama de la inteligencia y del patriotismo y cuando ambos están servidos por una voluntad recia y fuerte.

Llegó a ser una ciudad moderna y bien trazada, con magníficas edificios, entre las cuales destacan el hotel Sagua, Villa de París, Casino Español, Muiño y Compañía, López Laza y Compañía, Maribona Sampedro y Compañía, Sociedad Liceo, Almacén Martínez, Correos y Telégrafos. Las calles son amplias y eran cuidadosamente atendidas, las plazas de la Libertad y de la Independencia; los monumentos al sabio médico Joaquín Albarrán Domínguez, a Francisco Rodríguez Hernández, Conde Moré, Ramón Salís y al Apóstol Martí; instituciones como el Hospital Pocurull, Maternidad, Asilo de Ancianos, Sanatorio de la Colonia Española, Clínica “Sagua”, Creche Santa Teresita del Niño Jesús, Colonia Infantil “Playa Uvero”; Colegios del Sagrado Corazón de los Padres Jesuitas, del Apostolado de las Monjas, dos escuelas privadas, Instituto de Segunda Enseñanza, sin contar las públicas; las Bibliotecas de la Saciedad Liceo, del Casino Español y la Circulante “Panchito Rodríguez”; las sociedades Liceo, Sagua Yacht Club, Ladies Tennis Club, Unión Sagüera; el Teatro Principal, cines Alkazar y Encanto; los laboratorios del Dr. Roa Uriarte, Dr. Rafael Yániz y el del Sanatorio de la Colonia España.

Su comercio activo, del cual dan una idea los siguientes detalles: Un almacén de maderas, cuatro de víveres, tres de ferretería, siete panaderías, catorce tiendas de tejidos con sastrería, 15 tiendas mixtas, 13 farmacias, 5 peleterías, 10 cafés cantinas, 7 ferreterías, 100 bodegas, 3 tostaderos de café, 4 almacenes de depósito, 6 almacenes de azúcar, 4 hoteles, entre los cuales el magnífico y sin par Hotel Sagua, 12 restaurantes, 5 casas de huéspedes, 1 fábrica de gaseosa, 1 fábrica de cigarros, 4 fábricas de tabaco, un alambique, 4 fábricas de licores, 2 de muebles, 1 de mosaicos, 3 de hielo, 1 de curtidos, 1 de ácidos y 1 salina, bien entendido que estas cifras se refieren a las de que tenían reconocida importancia, sin tomar en cuenta los pequeñas establecimientos y tiendas, ni siquiera las instaladas en el Mercado, en donde pasaban de 50 las de todas clases de comestibles.

Ahí tenemos la vida de un pueblo que sin fundadores titulados, marqueses protectores ni gobernantes auspiciadores, creció y prosperó. Teniendo incluso que luchar contra la propia naturaleza en sus desmanes y desbordes. Por esto Sagua es Grande, por el río y por el nombre y singularmente por sus obras. Sagua fue fruto de un pueblo en su más noble y elevado concepto, del pueblo que laboró y luchó con anhelos de espiritualidad y de superación.