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La Habana, ciudad limpia y saludable. Bandera de Cuba

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La Habana, ciudad limpia y saludable
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Paseo del Prado - La Habana, ciudad limpia y saludable
Paseo del Prado en La Habana
Lección 52

“La Habana es ciudad limpia y saludable. Sus servicios médico sanitarios son tan eficientes, como los de cualquiera otra ciudad que de ellos se precie y ufane. Su envidiable situación junto a una mar profunda, y los aires de ésta procedentes que le baten todo el año, son factores de su clima salutífero.


“Ya La Habana no es presa de frecuentes epidemias, es decir, de esas enfermedades que por algún tiempo afligen a una localidad atacando a gran número de personas, como era el caso de la viruela entre los nativos, y el de la fiebre amarilla entre los españoles y extranjeros durante la colonia.


“También La Habana puede estimarse casi libre de endemias, o séase, de enfermedades que reinan habitualmente en un lugar. Así el paludismo y el tifus van camino de desaparición, lo que se logrará definitivamente cuando la ciudad disponga de amplia provisión de agua pura y potable.


“Fue Cuba el primer país del mundo en tener junto al Ejecutivo a un Secretario, o Ministro que hoy se dice, encargado de los problemas sanitarios. El cargo, creado en 28 de enero de 1909 con el nombre de Secretario de Sanidad y Beneficencia, se conoce actualmente por Ministro de Salubridad y Asistencia Social. Tiene el Ministerio de Salubridad y Asistencia Social elevado presupuesto, y sus oficinas centrales, como la de todos los otros ministerios, radican en nuestra ciudad.


“La Habana tiene toda clase de instituciones y establecimientos sanitarios sostenidos por el Estado, por el Municipio y por particulares. El gran hospital general Calixto García está bajo la administración, dirección y manejo de la Universidad de La Habana, pero hay otros muy buenos del Estado, del Municipio, de las llamadas sociedades regionales y de particulares. Algunos se dedican a especialidades: infantiles, de maternidad, de enajenados, etc.


“Son numerosos los centros de investigación científica, como el llamado Instituto del Cáncer, y también las casas de socorros médicos sostenidas por el Municipio; y los dispensarios. El "Hospital Freyre de Andrade", para casos de emergencia que requieren atención inmediata, por la calidad de su personal facultativo sería orgullo de cualquier ciudad. Se sostiene con fondos municipales. El llamado "Hospital de la Policía", sostenido por el Estado, también es digno de loa. Entre los hospitales más antiguos se cuentan el de "Las Animas", para enfermedades infecciosas, y el de "Nuestra Señora de las Mercedes".


“Antes de referirnos al estado sanitario de La Habana durante la colonia, afirmaremos que el siglo XX comenzó con dos liberaciones: la de Cuba del gobierno tiránico de España; la de la humanidad, del azote de la fiebre amarilla. La primera liberación fue el triunfo de los libertadores cubanos, con la ayuda de los soldados americanos. La segunda, la comprobación de la teoría de un sabio cubano, Carlos J. Finlay, acerca del mosquito como agente transmisor de la mortífera enfermedad.


“La Habana es hoy ciudad limpia y saludable, pero no siempre fue así. Con sus 250,000 habitantes, al terminar el siglo XIX carecía de alcantarillado y de un servicio eficiente de barrido de calles y recogida de basuras.


“Los años que duró la Guerra de Independencia fueron especialmente deplorables en lo sanitario para la ciudad de La Habana. 11,762 personas murieron el primer año de guerra, 18,135 en el segundo y 21,252 en el tercero. De esas muertes, 1,282 fueron de fiebre amarilla, en 1896; 852 del mismo mal, en 1897; y 136, en 1898. Las viruelas, el paludismo y la tuberculosis llevaban el mayor contingente a las tumbas.


“En 1570, a lo que parece, tuvo La Habana su primer hospital, llamado de "San Felipe y Santiago" en el barrio de la Ciénaga. Tenía 20 camas. En 1603 se le llamó de San Juan de Dios, porque le servían los juaninos, o hermanos de la congregación de San Juan de Dios. El callejón de San Juan de Dios recibió tal nombre, porque a el daba el fondo del hospital que nos ocupa.


“El hospital de "San Francisco de Paula", para mujeres pobres, se fundó en 1664.


“El primer hospital moderno y científico que tuvo La Habana fue el ya mencionado y aun existente de "Nuestra Señora de las Mercedes", construido en 1886 por la iniciativa del medico cubano Emiliano Núñez de Villavicencio, y sostenido mediante generosos benefactores.


“También fue obra particular el "Hospital de San Lázaro". Para su construcción donó sus bienes, en 1681, el señor Don Pedro Alegre, pero no se construyó hasta 1714. Este hospital de leprosos, hasta su traslado al Rincón, estuvo en la calzada de San Lázaro.


“No eran recomendables tan siquiera durante la colonia sus hospitales militares llamados el de "El Príncipe" y el de "San Ambrosio" a pesar en cuanto al último, de los deseos de su fundador el Intendente Ramírez, y de su organizador el meritísimo médico cubano Don Tomás Romay.


“Es la ciudad de La Habana, desde hace poco más de cuatro décadas, una de las de más bajo promedio de mortalidad en todo el mundo. Pero eso promedio durante la colonia fue por lo general muy elevado. Entre 1888 y 1893 el mínimo fue de casi 44 por mil, y el máximo de casi 88.


“A la iniciativa privada se debe que el cuadro sanitario no fuera más desconsolador aun durante los últimos tiempos de la dominación española, ya que por particulares se fundaron quintas y casas de salud.


“El servicio antivarioloso fue uno de los bien organizados en la colonia. Se debió a un médico cubano, con frecuencia mencionado en este libro: el Doctor Tomás Romay. Vacunó este, por primera vez en nuestra ciudad, el 12 de febrero de 1804. Las primeras inoculaciones las practicó en sus propios hijos para así convencer al pueblo de que la aplicación era inofensiva.


“En 1866 el Doctor Vicente Luis Ferrer estableció de su peculio el primer centro de vacunación directamente de un animal previamente contagiado.


“El que ha visto con la facilidad con que hoy se vacuna, se maravilla al saber de cómo se hacía hace años. Sobre una grande y baja mesa de gruesos maderos se ataba, échala sobre un costado, la ternera cuyas ubres mostraban las pústulas o viruelas. El medico hacía en la parte exterior de las piernas del paciente, o en la de sus brazos una o dos pequeñas heridas, a las cuales llevaba, en la punta de la lanceta o bisturí una gota del líquido o exudado de la pústula.


“Las magníficas condiciones sanitarias, vamos a expresar para dar fin a esta lección, disfrutadas por La Habana en lo que va de siglo, explican en parte el que haya triplicado su población en un espacio de tiempo relativamente corto.”



Lección 51: Cómo educa la República a los habaneros, y cómo los educó la colonia

Lección 53: Los grandes clubs y centros sociales de La Habana





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Última Revisión: 1 de Octubre del 2006
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