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El canto popular. Bandera de Cuba.

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El Canto Popular
en Folklorismo
en Cosas de mi Tierra

Artículo en “Folklorismo” por Eduardo Sánchez de Fuentes editado en 1928 por Imprenta “Molina y Compañía”, Ricla, Num 55-57 en La Habana.


“Mucho se ha escrito, en diversos idiomas y por los musicógrafos más renombrados, acerca del canto popular, que constituye, sin duda, la encarnación del alma de los pueblos.


“Desde los tiempos primitivos, en que aparece en forma trivial y a veces ruda, acusando el espíritu belicoso de la época, en que fielmente refleja la complicada psiquis de la humanidad, el canto popular, que en sí no es más que la tradición, teje invariablemente su malla de deseos y añoranzas, de alegrías y tristezas, de generación en generación, sin que nadie pueda darnos noticias, por lo regular, acerca del creador de sus tiernas melodías.


“Cuando Gotfrield, el personaje de Romain Rolland, fue interrogado por Juan Cristóbal acerca de quien era el autor de aquellas sentimentales estrofas que acababa de cantar, "No se sabe"... hubo de contestarle: "Yo las aprendí de mis padres. Ellos, de mis abuelos."


“Los diversos aspectos de la vida, el amor, la belleza, el ensueño, el pesar, la muerte, la primavera, todas esas fases han inspirado el canto popular en todas las épocas. En el se basaron los más grandes compositores para crear sus inmortales obras, y no hay que poner en duda que su influencia fue siempre definitiva.


“El lied alemán, que allá en los comienzos del siglo XIX inmortalizaron Schubert y Schumann, dos seres divinamente sencillos, "que supieron llegar con una palabra o con una nota a lo más profundo del ser humano," según la frase de Mauclair; esa encantadora forma musical que fue la cristalización de los sentimientos de una raza, surgió al poderoso influjo del canto popular.


“Y si en el lied que ellos cultivaron no se oyen las canciones populares autenticas, armonizadas por la mano docta del compositor, sino melodías originales que llegan al límite de lo popular tan sólo por su simplicidad, ya en su forma de expresión como en su acompañamiento, es innegable que tiene la misma raíz de origen y que pertenece al mismo género sencillo y espontáneo; verdaderas exaltaciones del alma humana a impulsos de los diversos sentimientos que anidan en el corazón.


“He sustentado siempre la creencia de que nuestra música popular es, por su fisonomía cadencial y por su riqueza rítmica, algo extraordinario, comparada con la de los países latino americanos, y he tenido la satisfacción de ver corroborados mis asertos por opiniones tan ilustres como la de los maestros Manuel de Falla, Enrique Soro y otros.


“Poseedores de una paleta maravillosa como la que nos ofrece nuestra música, es preciso que laboremos prácticamente, haciendo obra nacional, para que se enriquezcan y perduren nuestros cantos populares.


“Más de una vez lo he dicho, y hoy lo repito de nuevo, animado de un deseo sincero de mejoramiento, para que dignifiquemos nuestra música: es preciso huir de falsas mixtificaciones que empequeñecen nuestros cantos populares.


“Aunque el vulgo guste de escuchar la música africana, creo firmemente que es censurable caer en el error de hacerla figurar en programas de conciertos llamados de música cubana.


“Esto acusa, a todas luces, una inconsciencia, un pésimo gusto y una honda despreocupación por la obra nacional que todos debemos llevar a cabo de ennoblecer, de elevar al nivel más alto posible nuestra música popular.


“Aceptemos aquélla hasta el debido límite, ejerciendo su influencia en algunos de nuestros ritmos afrocubanos, y hasta en ciertos diseños musicales que nos son peculiares, por razones de origen que todos conocemos; pero no le demos carta de naturaleza en nuestro presente musical, pues incurrimos con ello en responsabilidades que está en nuestras manos eludir. Utilicémosla como algo inconfundible dentro de nuestro folklore, estilizándola, quitándole el barro del arroyo que la empequeñece. Aprovechemos su brillante colorido y sus peculiares ritmos, como elementos constructivos de gran valía, pero haciéndolos pasar siempre por el tamiz depurador del artista consciente.


“Debemos evitar que los musicógrafos como hizo Friedenthal al ocuparse de la música cubana aseguren que la habanera y el tango africano constituyen nuestros aires representativos.


“La obra nacional de engrandecer nuestra música no debe sacrificarse al interés bastardo de atraer al populacho -siempre dispuesto a la vulgaridad y a las regresiones- al reclamo de un tambor africano.


“Hora es ya de puntualizar nuestra personalidad musical. Y debemos darnos cuenta de que nuestro deber es moralizarla y nunca prostituirla.”





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Última Revisión: 1 de Mayo del 2006
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