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Prólogo en «Historia y Desarrollo de la Minería en Cuba» por el Ing. Antonio Calvache


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Minería en Cuba


Prólogo
Historia y Desarrollo de la Minería en Cuba

Por el Dr. Miguel A. Fleites
Profesor de "Recursos Económicos de Cuba"
y Decano de la Facultad de Ciencias Comerciales
de la Universidad de La Habana.

“Cuando el Sr. Calvache me anunció que se había decidido a publicar el libro de minería, sobre cuya edición yo venía instándolo, me produjo una profunda satisfacción, porque al fin tendríamos una obra-guía para el estudio, orientación y disfrute útil de nuestra fuente económica fundamental. Este deseo se despertó al trabar conocimiento con el Ingeniero de Minas, a través de escritos en folletos y revistas, que a manera de mano experta me condujeron no pocas veces en mi cátedra de Recursos Económicos de Cuba, en lo relacionado con la posible explotación del subsuelo, en lo que a minería se refiere o está con ella vinculado; y se transformó en instancia persistente cuando conocí al hombre, y encontré en él al cubano enamorado de su carrera, sinceramente inspirado en el bien de su patria, y profundamente preocupado por el abandono en que yace esta industria -la más firme y productiva si se la sabe conducir- y más que por el abandono, por la indiferencia con que se ve la suerte que corre, dado el amarre o anquilosamiento a que se la ha llevado en sus yacimientos más preciosos, por avaricia o ineptitud de algunos de nuestros hermanos.


“En corroboración de esto, veamos cómo se expresa a veces; tomamos de las páginas 69 y 70, lo siguiente:


“El aspecto económico de la industria minera en ese período se nos muestra tan ostensiblemente provechoso, que nos parece inexplicable la desatención de que fue objeto por parte de los cubanos que entonces acababan de tomar en sus manos las riendas del gobierno y de la administración de esta isla, ya que entre los mismos figuraron hombres de preclaro talento y de reconocido patriotismo. Parece que la política y el afán por el reparto de las posiciones burocráticas constituyeron un velo que les impidió percatarse de que lo más valioso de la patria recién creada era el aprovechamiento racional de las numerosas y prolíficas fuentes de recursos naturales del suelo y del subsuelo.


“Tal vez se explique esta incuria aduciendo el desencanto que produjo en el ánimo del cubano la serie de cortapisas que le fueron impuestas a su independencia política, y a la falta de capitales con que acometer por sí mismos la explotación de esos recursos naturales. Pero, ciertamente, si los primeros gobernantes cubanos hubieran requerido de los capitalistas e industriales extranjeros la debida participación para Cuba en el provecho de esa explotación, como dueña que es la Nación de todo cuanto implique riqueza natural de su territorio, otra sería la suerte que habría cabido a la organización de la industria minera en Cuba y pingües los beneficios que hubiera dado al erario nacional.


“Por eso, al decirme el Sr. Calvache que yo habría de escribir el prólogo de su libro, lejos de rehuir el cometido, lo acepté jubiloso, no obstante verse rara vez que el discípulo prologue al maestro, y sin detenerme tampoco a pensar si sabría hacerlo o no, pues sea bueno o malo el prólogo, el libro es bueno y útil, y cumplirá su alto cometido, aunque yo no salga airoso en mi empeño. Es más, si él no me hubiera otorgado tal honor, en alguna forma hubiera procurado hablar de la obra, como deber ineludible, porque encaja de tal modo dentro de las orientaciones de la Cátedra que profeso, y su proyección crítica es tan afín con la mía, que se que ya habremos de seguir juntos en la cruzada emprendida en favor de la reeducación de la juventud cubana, para que ejercite sus iniciativas, aprenda a explotar y usar lo suyo para sí, y para el bien y progreso de la República.


“Invitado por los Directores de la Escuela de Verano -sesión de 1943- el autor pronunció una conferencia sobre el desarrollo de la minería cubana, en la Cátedra de Recursos Económicos de Cuba, por lo cual pudimos comprobar su técnica, gran experiencia y labor experimental. Estábamos ante el profesional que conocía a su país en todos sus rincones; que había asistido al alumbramiento de la mina cubana en los libros y en la vida; que se había adentrado profundamente en los conocimientos geofísicos, y los practicaba: en pocas palabras, estábamos en presencia de un investigador científico, y conocedor real, de las entrañas de su país.


“Esto nos hizo lamentar de todo corazón que aun no se haya creado en nuestra Universidad la Cátedra de Minería -cosa inconcebible, dada nuestra riqueza minera- para que se de oportunidad a compatriotas de este temple y preparación, para optar a ella, y poder trasmitir y difundir el resultado de su devoto trabajo; pero los Directores de la Escuela de Verano, como si interpretaran este sentir ofrecieron la explicación de un curso de su materia al Sr. Calvache, quien lo llevó a brillante término en la sesión correspondiente a 1944. Ese curso, ampliado hasta darle el volumen y formato con que ahora se presenta, viene a ocupar en la bibliografía cubana el lugar vacío de la obra docente y de consulta en la investigación minera nacional.


“Ha sido ordenada la obra en diez partes y dieciséis capítulos, que con una armónica trabazón desembocan en la finalidad propuesta, esto es, la de presentar el estudio metódico de la Minería. Arranca con su génesis, y significado tecnológico de sus términos, y pasando por su historia general, y la específica nuestra, culmina en el estudio de su estado actual, para llegar a, conclusiones positivas sobre política minera a seguir, de recuperación cubana, mantenimiento e impulso.


“El didacta se afinca en el conocimiento fundamental o básico de la nomenclatura, indispensable para la interpretación de la disciplina; se adentra en el proceso histórico, buscando el origen o formación de muchos fenómenos de presente, y sobre todo, persiguiendo el grado de importancia que se le dio otrora, y posibilidades para avisorar el futuro; y ascendiendo siempre de lo más simple a lo más complejos llega al fin a la Gea de Cuba, que da la razón científica de los yacimientos denunciados, y por descubrirse, y abre grandes optimistas interrogaciones para mañana.


“Capítulo especial dedica, con muy atinado juicio, a la legislación que ha regido, y rige, en nuestra minería, expresándose a veces con la amargura del cubano que impotente asiste a la dación graciosa al extranjero por medio de la legislación republicana, de la inmensa fortuna del subsuelo nuestro; lo cual contrasta con el celo en conservarlo y retenerlo para sí, que la Monarquía revela en las leyes de minería que aplicaba a la Colonia. Leamos algo de lo que a esta materia se contrae, en las páginas 112 y 113:


“La ley de 1º de julio de 1920 dispuso en el inciso tercero del artículo IV que la propiedad minera quedaba obligada a pagar un canon de veinte centavos por hectárea, "encuéntrese o no la mina en explotación". Tres años después, en vista de que hasta entonces nadie había pagado el canon y que sin embargo no se había sustanciado un solo expediente de caducidad, el Ejecutivo dictó un Decreto, el número 147, de 5 de febrero de 1924, modificando el artículo 174 del Reglamento de Minas de 1914 y dejando debidamente reglamentada la incoación de la caducidad y su declaratoria. Se iniciaron algunos expedientes, pero tres meses después de ese Decreto apareció en la Gaceta Oficial de 21 de mayo de 1924 la ley del día 15 de ese mes por la cual se declaraba sin curso y fenecidos los expedientes iniciados y, lo que es peor todavía, disponiendo que en lo sucesivo sólo pagarían el canon las concesiones mineras que se encontraren en explotación. Cuando lo racional es que el canon, de no pagarlo todas las concesiones, lo paguen precisamente las que no se encuentran en explotación.


“El petróleo. -Según hemos dicho en el capítulo IX, la busca del petróleo en Cuba se inició mediada ya la primera guerra mundial. Luego el interés por este mineral se mantuvo latente, pero poco activo, hasta 1927 en que tomó más incremento. A partir de ese año la busca se hizo de modo más científico y sistemático, conforme explicamos en el capítulo X, por lo cual el Ejecutivo, basándose en un informe rendido en octubre de ese mismo año por el Director de Montes y Minas de la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo (hoy del Ministerio de Agricultura) sobre las medidas que requería la minería cubana a fin de que se repusiera en su decaimiento y constituyera un sector importante en nuestra riqueza nacional, y en el que dicho Director "señalaba la conveniencia de permitir a los particulares la exploración del subsuelo para la busca del petróleo, sin necesidad de llegar a la concesión minera con las formalidades que actualmente exige la Ley", modificó los artículos 43, 44, 47 y 54 del Reglamento General para el Régimen de la Minería, mediante el famoso Decreto número 768, de 7 de junio de 1930.


“Por virtud de ese Decreto pasaron a poder de grandes empresas y de algunos particulares, gratuitamente y en calidad de concesión a perpetuidad, sin obligación de perforar, cerca de un millón de hectáreas del subsuelo nacional (casi la décima parte del territorio insular) que incluían todas las estructuras de posibilidades petrolíferas en el país, acaparadas en su mayor extensión por empresas extranjeras.


“El capítulo que habla de orientaciones de política minera, viene a compendiar, en felices cuadros comparativos, el desenvolvimiento minero cubano, señalando de mano maestra las coyunturas que han de hacer crisis, bien en abundancia lucrativa, o en fracasos rotundos y definitivos.


“Sus dos últimos capítulos, que dedica a la bibliografía sobre nuestra minería, es un servicio de paciente investigación, de incalculable valor para la difusión del conocimiento de esta rama de la economía cubana, y para la especialización de los que tienen vocación para estos estudios e investigaciones. Nada se queda u olvida al Sr. Calvache, que sea de interés para quien quiera conocer lo que hay de cierto en este sector económico nuestro, pues aquello a que no puede llegar por razón de la propia obra, porque implicaría específicas profundidades de ensayo, ofrece esa fuente profusa de literatura que puede guiar al especialista.


“La enseñanza y la erudición minera tienen aquí el mejor auxiliar, y están de plácemes; y con todo énfasis felicito al autor, en mi condición de maestro cubano, por ese feliz esfuerzo que tan oportunamente viene en ayuda de la juventud estudiosa, que es como decir, en ayuda de la República.


Tratamos de mantener el formato original. Presentamos el texto lo más fiel posible a como aparece en el libro, efectuando menores actualizaciones en la acentuación y ortografía.






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Última Revisión: 1 de Octubre del 2005
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