Guije.com Ana Betancourt en «Patriotas Cubanas» por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta.

Ana Betancourt en «Patriotas Cubanas»


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Ana Betancourt
en Patriotas Cubanas
por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta

Ana Betancourt honra de Cuba

Ana Betancourt nació en la provincia de Camagüey en Octubre de 1834.

Muy joven aun se unió en matrimonio el 17 de Agosto de 1854 a Ignacio Mora el elegido de su corazón, camagüeyano como ella y también ardiente separatista. Juntos pasaron muchos años de ensueño, esperando el movimiento ansiado del levantamiento, que en Puerto Príncipe acaeció el 4 de noviembre de 1868. Y tomando para estas líneas las ideas del Dr. Santovenia con respecto a aquella mujer sublime diremos aquí:

“Cerca de tres lustros abonaban una sola conformidad en la apreciación de los problemas vitales del país. Habían formado de ambos una sola voluntad un solo afán. Mujer y marido aguardaban el instante de gravedad en que los hombres dignos de su tierra se echarían, al campo, dispuestos a vengar añejos agravios, decididos a pelear por la independencia. La idea pura de fomentar la rebeldía del cubano progresaba. Frente al vilipendio elevado a sistema, sin el menor destello de luz en el sendero de la lucha pacífica, señalábase el despertar de las conciencias”.

Ana Betancourt convirtió su casa de Camagüey en centro de conspiración. Arengó a los hombres de su provincia, redactó proclamas de sus propios ideales, ayudó a las familias de los que se iban dejándolo todo, y tanto, y de tal manera cooperó en la causa, que Augusto Arango la nombró Agente del Comité Revolucionario de Puerto Príncipe.

Y tomando nuevamente las palabras de su ilustre biógrafo el Dr. Santovenia, traspasamos aquí estos párrafos de su obra “Huellas de Gloria”.

“Lanzados los camagüeyanos a la guerra, se puso de manifiesto la entereza de Ana Betancourt. Tuvo noticias de Balmaseda enderezadas a obtener el sometimiento de los insurrectos. La víspera de la Junta celebrada en Las Minas, envió una carta magnífica a su esposo. Leyendo la epístola dirigida a Ignacio Mora, muchos vieron dilatarse el horizonte de las esperanzas redentoras. La matrona hacía enérgicos llamamientos a quienes conceptuaba discípulos de El Lugareño. Les advirtió como debían responder a los emisarios de Balmaseda, porque, caminando el mundo hacia la democracia, no podía tener sino la forma americana comprensiva de la libertad política, moral, religiosa y económica. Fueron estas palabras preludio de las que, coronadas por las de Ignacio Agramonte según las cuales había que proceder sólo por medio de las armas y sin admitir dilaciones, propulsaron la adhesión irrevocable de Camagüey a la revolución”.

Ana Betancourt salió de su ciudad natal el 4 de Diciembre de 1868 para reunirse con su esposo y compartir las penalidades de la manigua redentora.

Tuvo la suerte de presenciar la Asamblea de Guáimaro y pidió en ella hacer uso de la palabra para poner muy en alto el nombre del sexo femenino de Cuba.

Y según nos dice en su obra Gonzalo de Quesada, las palabras por ella pronunciadas fueron las siguientes:

“Ciudadanos:

La mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime en que una revolución justa rompe su yugo, le desata las alas.

Todo era esclavo en Cuba: la cuna, el color, el sexo.

Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna, peleando hasta morir si es necesario.

La esclavitud del color no existe ya, habéis emancipado al siervo.

Cuando llegue el momento de libertar a la mujer, el cubano que ha echado abajo la esclavitud de la cuna y la esclavitud del color, consagrará también su alma generosa a la conquista de los derechos de la que es hoy en la guerra su hermana de caridad, abnegada, que mañana será, como fue ayer, su compañera ejemplar!” El Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, que presidía aquella Asamblea, felicitó efusivamente a la oradora, que adelantándose a su tiempo, abogó por los derechos que hoy a todas luces posee la mujer en Cuba.

El 9 de Julio de 1871 fue hecha prisionera y separada de su esposo, al que no volvió a ver más.

Errante y media loca por países extranjeros soportó toda clase de privaciones y dolores, hasta obtener la fatal noticia de la muerte del compañero de su vida mártir sublime del episodio de “El Chorrillo”, de aquel que al separarse de ella el 3 de noviembre de 1868, le dijera con su tierna pero decidida voz femenil:

-"Por mí y por ti, lucha por la libertad".

Años después al entregar su alma a Dios, repetía estas palabras en el sublime delirio de su agonía.”





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Última Revisión: 1 de Septiembre del 2005
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