San Diego de los Baños en el municipio de Consolación del Sur, Pinar del Río, Cuba, es un célebre pueblo por las famosas aguas medicinales que lo bañan. Localizado a unos 120 kilómetros al oeste de la ciudad de La Habana fue desde tiempos de antaño un popular destino de vacaciones para los residentes de toda la isla.

En los datos referentes a Cuba se hallan en los archivos numerosas referencias a sus aguas hidrosulfurosas que los médicos ya recomendaban en 1775 para muchas enfermedades de la sangre. Por esa fecha eran ya numerosas las familias que iban en busca de alivio para sus males y alrededor de sus baños se instalaron chozas y bohíos para la temporada de los tales baños. En 1793 se abrió al culto una ermita bajo la advocación de San Diego, sin que lograse, fuera de temporada, aumento ninguno el pueblo. En 1827 había desaparecido por un incendio la ermita, sin que se lograra levantar un poblado en regla, no obstante que en el año anterior y para facilitar la concurrencia de enfermos se había trazado un camino carretero que para la época era obra muy significativa.

Afortunadamente el sucesor del propietario anterior comprendió las ventajas y alcanzó los beneficios de la dicha explotación y en 1844 emprendió la edificación “humana” que debía sustituir a las chozas de los 92 habitantes que hasta entonces tenía. El esfuerzo de don Luis Pedroso, que así se llamaba ese hombre de empresa, no fue en vano. En 1850 ya contaba con 120 viviendas, de las cuales 51 eran de mampostería, y un contingente fijo de 137 habitantes, sin contar por supuesto, los veraneantes o bañistas de temporada. Por esos años el doctor Isidro Sánchez Rodríguez publicó un libro especial, que se editó en La Habana, a fin de señalar las características de los baños, sus beneficios y clase de enfermedades.

Se edificó una iglesia, un cuartel para los bañistas militares, cementerio y otras obras de servicio y ornato público. El promedio de bañistas que acudían a tomar las aguas no bajó nunca de dos mil personas, cifra significante en aquellos tiempos de difíciles comunicaciones y de fatigas de todas las especies. Los manantiales de San Diego derivan del mismo río cuyo lecho es de un extenso banco de mármoles azules. El carácter de sus aguas es termal hidrógeno-sulfurado. Hay varios manantiales distintos en sus componentes químicos y en sus aplicaciones medicinales. Sus nombres son: Gallina, Tigre, Templado, Leoncito, León, Acerado, Santa Lucía, Huevito y Paila.

El censo de 1931 le registró 570 vecinos, y el de 1943 indica 702 personas.