Trópico
con tu luz viva
tuestas las nubes altas
y el cielo profundo, ceñido por el arco del Mediodía.
Tú secas en la piel de los árboles
la angustia del lagarto.
Tú engrasas
las ruedas de los vientos
para asustar a las palmeras.
Tú atraviesas
con una gran flecha roja
el corazón de las selvas
y la carne de los ríos !
Te veo venir por los caminos ardorosos,
Trópico,
con tu cesta de mangos,
tus cañas limosneras,
y tus caimitos, morados como la boca de las negras.
Te veo las manos rudas
partir bárbaramente las semillas
y hablar de ellas el árbol opulento,
árbol recién nacido, pero apto, como un atleta joven,
para echar a correr por entre los bosques clamorosos !
Aquí,
en medio del mar,
retozando en las aguas con mis Antillas desnudas,
yo te saludo, Trópico !
Saludo deportivo,
primaveral,
que se me escapa del pulmón salado
a través de estas islas escandalosas que son también hijas tuyas...
( Dice Jamaica
que ella está contenta de ser negra;
y Cuba, ya sabe que es mulata !)
Ah,
qué ansia
la de aspirar el humo de tu incendio,
y sentir en dos pozos amargos las axilas !
Las axilas, oh Trópico
con sus vellos torcidos y retorcidos en tus llamas !
Puños los que me das
para rajar los cocos, tal un pequeño dios colérico;
ojos los que me das
para alumbrar la sombra de mis tigres;
oído el que me das
para escuchar sobre la tierra
las pezuñas lejanas !
Te debo el cuerpo oscuro,
las piernas ágiles y la cabeza crespa;
mi amor hacia las hembras elementales
y esta sangre imborrable !
Te debo los días altos
en cuya tela azul están pegados
soles redondos y risueños;
te debo los labios húmedos,
la cola del jaguar y la saliva de las culebras;
te debo el charco donde beben las fieras sedientas;
te debo, oh Trópico,
este alborozo niño
de correr en la pista
de tu delgado ceñidor lleno de rosas amarillas,
riendo sobre las montañas y las nubes,
mientras un cielo marítimo
se destroza en interminables olas de estrellas a mis pies ! | |