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“La Biblioteca Nacional y el Castillo de la Fuerza” |
Carteles |
15 de Septiembre de 1957 |
Presentamos el artículo “La Biblioteca Nacional y el Castillo de la Fuerza” lo más fiel posible a como comienza en la página 22 de la revista Carteles, edición que circuló el 15 de septiembre de 1957. |
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“La Biblioteca Nacional y el Castillo de la Fuerza” |
“Por Gregorio Ortega, fotos de Raúl Corrales” |
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“Sobre los viejos fosos enyerbados y el puente levadizo del Castillo de la Fuerza, se alza una rampa de madera, Por ella descienden, desde una alta ventana, grandes cajas de madera que obreros diligentes introducen en un camión cerrado. La Biblioteca Nacional se traslada para su nuevo local, un espléndido edificio con enormes salones y galerías revestidos de solemnes mármoles cubanos de los más diversos colores.
“Penetramos bajo la enorme bóveda de piedra y ascendemos, quizás por última vez, por la alta escalera de torneada y maciza balaustrada. Encima, el curioso artesonado y la rancia araña central. Luego, el patio de ladrillos, el salón de lectura con trabajadores que se afanan trasladando libros, y la dirección. |
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“Todo está revuelto. Lilia Castro de Morales, la directora, joven, resuelta y activa, sin dejar de dirigir el embalaje y la mudada, nos presenta a Carlos Villanueva y Llamas. |
“-No hay mayor ejemplo de amor a una institución que éste. Villanueva tiene a su cargo la Sección de Hemeroteca de nuestra Biblioteca. Cuida sus periódicos y revistas con tanto cariño que cuando algún torpe lector rasga una página, le duele como si le hubieran herido un hijo, Nunca se ha casado ni ha tenido novia; dice que su mujer es la Biblioteca. Llega a las cinco de la mañana, y se va a las ocho de la noche. Viene hasta los domingos. En verdad, ése es el día que más le gusta estar en ella. No tiene nadie que lo moleste, Trabaja en la Biblioteca desde 1909, ¡toda una vida!
“Villanueva, no obstante sus setenta y un años de edad, es ágil y fuerte. Tiene un bigote espeso y una ancha melena canosa que se le riza en la nuca. Mientras nos lleva por oscuros pasadizos alumbrados por bombillos de débil luz amarilla, entre rimeros de periódicos y revistas, nos relata cómo bajo los mayores ciclones que ha sufrido La Habana, ha permanecido entre sus papeles, cubriendo con tablas y cartones los estantes para que no se les mojen y estropeen las joyas. ¡Están tan malos los techos del Castillo de la Fuerza!
“Nos va haciendo la historia de cada uno de los diarios que nos muestra. Luego agrega:
“-Cuando el fuego destruyó los edificios de los diarios "Heraldo de Cuba", "The Havana Post" y "El País", la pérdida de sus colecciones hubiera sido irreparable, si no fuera por las que conservamos en nuestra Biblioteca.
“Y después nos enumera los tesoros que contiene la Biblioteca: manuscritos del Pbro. José Agustín Caballero, de José María Heredia, de don Pedro José Guiteras, del Marqués de Montelo, una carta del Conde de Albemarle fechada en Cojímar el 14 de julio de 1762, cartas de Luz Caballero, la autobiografía del poeta Manzano, manuscritos de Anselmo Suárez y Romero, papeles de Saco, Domingo Delmonte y otros cubanos ilustres; manifiestos, bandos, circulares y proclamas de la guerra de independencia; una colección completa de los periódicos revolucionarios del siglo pasado; entre los incunables, una "Biblia Sacra Latina" de 1470 y los Sermones de San Agustín a los eremitas, de 1495; un folleto holandés de 1629 con la relación de la captura de la flota española en la bahía de Matanzas por el almirante Pieter Hein; la edición de Toluca de las Poesías de Heredia que fue compuesta tipográficamente por el mismo poeta y su esposa; mapas de América y especialmente de las Antillas de 1570, 1595, 1620 y 1630...
“Volvemos a la dirección. Por las abiertas ventanas de cristales octogonales entra la brisa y se divisan la bahía de aguas destellantes, Casablanca y las lomas de la Cabaña. Refulge la cúpula del Observatorio y llega el alarido de la sirena de un barco.
“El último camión ha partido. Regresa Lilia Castro, y le preguntamos:
“-¿Cuándo se fundó la Biblioteca Nacional?
“-En 1901. Y en la forma más irregular que puede concebirse No fue creada por una Ley de Estado. Verá usted: durante la Primera Intervención Norteamericana, Gonzalo de Quesada, Néstor Ponce de León, Vidal Morales y Morales, Manuel Sanguily, Diego Tamayo y Enrique José Varona, comprendiendo la importancia que pudiera tener para la cultura del país, hicieron todas las gestiones posibles para que se fundara. Pero sólo obtuvieron del general Wood una orden verbal por la cual se designaba a Domingo Figarola-Caneda director de la Biblioteca y se le entregaba una sala del Archivo Nacional, instalado con carácter provisional en el Castillo de la Fuerza, para que la estableciera. Así la Biblioteca contaba con un local, pero le faltaba lo principal: libros. Entonces, para que empezara a funcionar, tuvo Domingo Figarola-Caneda que donar tres mil volúmenes, los primeros de la Biblioteca y no contento con esto, separó de su escaso sueldo una cantidad mensual para la adquisición de nuevos ejemplares.
“Hace una pausa Y agrega-
“-No podía escogerse mejor director para una institución que nació y ha crecido luchando con la indiferencia de los gobernantes. Domingo Figarola-Caneda era de un temple especial. Se cuenta que cuando le dijeron que su hijo había muerto en la manigua, luchando por la independencia de Cuba, se limitó a expresar, ahogando su dolor: |
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“"Yo le he señalado el camino". Y verdaderamente, así había sido. Durante años, en París, donde residía, en medio de privaciones, había consagrado todos sus esfuerzos a la libertad de su patria. Editaba "La República Cubana", que se publicaba en francés y español, y cuyo objeto era despertar la atención europea hacia la lucha heroica de nuestro pueblo. Colaboró en los periódicos revolucionarios de New York "Patria" y "El Porvenir", y en París y Bruselas realizó propaganda a través de "Le Monde Illustré", "Le Quotidien Illustré" y "Le Patriote Illustré", al mismo tiempo que daba a la imprenta estudios y ensayos sobre Milanés, Plácido, José Antonio Saco y otras grandes figuras cubanas del siglo XIX. Pero todo le parecía poco, y entregó su único hijo, Herminio, que realizaba estudios en Francia, al ejército mambí. No en balde José Martí, en la dedicatoria de un ejemplar de la novela "Ramona", dijo que Domingo Figarola-Caneda tenía "su fuerza en el corazón".
“-¿Y no se consiguió que el Gobierno destinara un fondo para la compra de libros?
“-Sí. Al cabo, el Gobierno Interventor destinó diez mil pesos anuales para la adquisición de libros. Pero dos años después esta cantidad había sido reducida a la cuarta parte, y así, mermada, ingresó en el presupuesto de la nueva República. No obstante, a pesar de contar con tan escasos fondos, Figarola-Caneda logró enriquecer la Biblioteca, no solamente con numerosos libros de reciente publicación, sino también con las valiosas colecciones de Vidal Morales, Néstor Ponce de León, el Conde de Fernandina y posteriormente, las de los doctores Manuel Pérez Beato, Pedro González Llorente y J. Tadeo Lasso. A ello debían sumarse las donaciones del poeta Francisco Sellén, de los descendientes de Antonio Bachiller y Morales, del clínico don Manuel V. Bango y León, de Celestino Bencomo, de Antonio Sánchez de Bustamante y Sirvén y de la Sociedad Teosófica de Cuba.
“-¿Fue bajo la dirección de Figarola-Caneda que comenzó a publicarse la Revista de la Biblioteca Nacional?
“-Sí, en 1909, en una imprenta donada por la señora Pilar Arazoza de Muller. En esta primera etapa, su vida, aunque breve, fue fructífera. En ella se publicaron numerosos trabajos de interés histórico y se dieron a conocer documentos del fondo de la institución, de inapreciable valor, como cartas de José Martí, de Saco, de Luz Caballero y de Domingo Delmonte, hasta entonces inéditas. Sin embargo, la falta de recursos hacía que la revista saliera con bastante irregularidad. Hasta que en 1912, un Secretario de Instrucción Pública, que tal vez la estimó innecesaria o consideró más útil dedicar ese dinero a otra finalidad, suprimió del presupuesto el exiguo capítulo destinado a costearla. Otro Secretario, para rematar lo hecho y violando las cláusulas de su donación, trasladó la pequeña imprenta para la Escuela de Artes y Oficios, donde, arrinconada en un salón, por falta de uso, se inutilizó.
“-¿Cuándo fue designado director de la Biblioteca don Francisco de Paula Coronado?
“-El 2 de agosto de 1920 le fue concedida la jubilación a Domingo Figarola-Caneda y fue nombrado en su lugar, por indicación del coronel don Cosme de la Torriente, don Francisco de Paula Coronado y Alvaro, que era Secretario de la Academia de la Historia de Cuba, correspondiente de la Española de la Lengua y Presidente de la Comisión Nacional de Geografía e Historia. Era un distinguido historiador y había tenido oportunidad de estudiar en el extranjero numerosas bibliotecas, modificó el sistema de clasificación y adoptó las reglas catalográficas acordadas por las asociaciones bibliotecarias inglesas y norteamericanas en 1907. Pero el, al aceptar con entusiasmo la dirección de la Biblioteca, no podía imaginarse que iba a vivir los momentos mas dramáticos de esta... |
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“-¿Que quiere decir? ...
“-En 1929, al terminarse al costo de varios millones de pesos el Capitolio Nacional, alguien se dio cuenta que debía tener una Biblioteca y que se había olvidado encargar la fabricación de los estantes necesarios para ella. El asunto preocupó poco tiempo al Secretario de Obras Públicas, ya que pronto se acordó que la Biblioteca Nacional los tenía magníficos. Y una mañana, ante la indignación de su director, varios obreros cargaron con los estantes, dejando los libros depositados en unas dos mil cajas en la antigua Cárcel de La Habana, en el Paseo del Prado. Un incendio que estalló más tarde en la misma, destruyó gran parte de estos libros, casi todos encuadernados, pues pertenecían a la sección francesa, muy celosamente cultivada por Domingo Figarola, y el resto no fue recuperado por la Biblioteca Nacional hasta después de la caída de Machado...
“Nueva pausa. La brisa que llega de la bahía hace volar las hojas de un almanaque.
“-Luego vinieron años terribles -prosigue-. Ausencia total de créditos y completo abandono oficial. Pero como siempre, como en su fundación, a la Biblioteca no le faltó el respaldo de la intelectualidad cubana. El 9 de enero de 1936 se constituyo la asociación denominada "Amigos de la Biblioteca Nacional", entre cuyos fines se contaban gestionar la construcción de un edificio adecuado para ella, dotarla de presupuestos, fomentar donaciones y crear oficialmente la carrera de bibliotecario, archivero y conservador de museos, con el fin de que sólo los verdaderamente capacitados pudieran desempeñar tales plazas. Al frente de ella figuraban: Mario Guiral Moreno, Emeterio S. Santovenia, Emilio Roig de Leuchsenring, Benigno Souza, Félix Lizaso, Nicolás Guillen, José Antonio Ramos, Elías Entralgo, Joaquín Llaverías, Manuel Pedro González y otros. Pero antes de que los fines de esta asociación estuvieran en vías de realizarse, nuestra Biblioteca debía sufrir un nuevo golpe. Más severo todavía que el anterior. En abril de 1938 los gobernantes volvieron a acordarse de la Biblioteca. Esta se encontraba desde 1902 en la Antigua Maestranza de Artillería y un Jefe de la Policía se enamoró del lugar y quiso establecer en el su Jefatura. Y entonces ocurrieron hechos dignos de recordarse... |
“Se levanta y regresa con un número de la Revista de la Biblioteca:
“-Escuche cómo lo relata el licenciado Coronado, que seguía siendo su director: "... a pesar de todo, el daño recibido entonces (aludo al episodio de los estantes) no fue tan grande como el que causó la mudanza de la Biblioteca de la Maestranza de Artillería al Cuartel de la Fuerza porque esta mudanza se hizo precipitadamente, hostigada por el entonces Jefe de la Policía, que lo que quería era desalojar en seguida el lugar de la Maestranza, llegando hasta comenzar el derribo de los techos cuando los libros estaban todavía en los salones, y echándolos en los carros, sin ningún cuidado, como si fuesen ladrillos. Esta mudanza acabo de desarticular la clasificación, mezclando unas obras con otras y regando las tarjetas del catálogo..." Pero, bueno, a que seguir. Hubo que empezar de nuevo. Entonces fue designado director Job Antonio Ramos, dramaturgo y novelista de fama continental. Con gran energía se dio a la tarea de reorganizarlo todo y trabajo incansablemente en ella hasta que, gravemente enfermo, renuncio en octubre de 1945, para fallecer poco después, en agosto de 1946. Tres meses más tarde moría repentinamente el que seguía siendo su director en propiedad, Francisco de Paula Coronado. En 1948 se me designó a mí, venía trabajando en ella desde 1934...
“Lilia Castro ha logrado reanudar desde 1949 la publicación de la Revista de la Biblioteca, ha creado un Departamento Fotográfico integrado por Photostat, Microfilm y proyectores, dedicado a la reproducción y exposición de documentos cubanos y extranjeros, no solo para nuestros archivos, sino también para cualquier interesado, mediante el pago del costo de los materiales, y ha establecido un taller de encuadernación y restauración destinado a conservar en el mejor estado posible las colecciones. |
“-¿Con que fondos se ha construido el nuevo edificio? -le preguntamos.
“-Con el producto de un impuesto de medio centavo sobre cada saco de azúcar de 325 libras. Se puede decir que todo el pueblo de Cuba ha colaborado a la erección del nuevo local. La iniciativa partió del doctor Emeterio S. Santovenia y fue aprobada por el Senado el 21 de marzo de 1941, incluyéndose el impuesto en los artículos 21, 23 y 24 de la Ley de Financiamiento Azucarero. La misma Ley creaba una Junta de Patronos que administraría esos fondos, la cual, una vez construido el edificio, gobernaría la institución, que desde ese momento adquiere carácter autónomo. El 30 de julio pasado, el Ministerio de Educación le entregó todo el material que constituye la Biblioteca a la Junta de Patronos y, como usted ve, ya estamos realizando el traslado al nuevo edificio de la Plaza Cívica.
“Carlos Villanueva risueño comenta
“-¡Si usted supiera los empleados del Ministerio de Educación que nos han enviado a veces para acá! Un día, uno que acababa de ser nombrado y que lo habíamos puesto a trabajar en la Sala de Lectura, llevaba largo rato buscando un libro que se le había perdido sin encontrarlo, le preguntamos de qué se trataba, y nos respondió que de los Jardines de la Infancia... ¡Imagínese, jamás lo hubiera encontrado, lo estaba buscando por Agricultura!... |
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“Y ya en el plano de la anécdota, Lilia Castro nos dice:
“-El público que asiste a la Biblioteca es muy respetuoso y cuida los libros. Pero ¿a que usted no sabe los libros que es preciso vigilar más para que no se los lleven? Asómbrese: los de espiritismo y juegos de mano. Las personas que vienen a pedir esos libros para leerlos, tienen una marcada tendencia a tratar de apoderarse de ellos, o por lo menos, arrancarles las páginas que más le interesan ... No sé por que...
“-¿Y cuáles son los libros que más se leen?
“-Es fácil de saber por este Resumen Estadístico del último trimestre: en primer lugar, los de Geografía e Historia, luego, por el orden en que los voy citando, los de Ciencias Sociales, los de Ciencias Aplicadas, los de Ciencias Puras, los de Literatura, los de Filosofía, Bellas Artes, Filología y por último, los de Religión...
“-¿Y qué profesión es la predominante entre los lectores?
“-Los estudiantes forman el cincuenta por ciento de los lectores de la Biblioteca. Luego, hay un veinticinco por ciento formado por profesionales y semi profesionales. Los demás sectores sociales se distribuyen el restante veinticinco por ciento...
“Nos despedimos. Le echamos una última mirada a la enorme araña, cruzamos por el zaguán abovedado, y más allá de los fosos, en la plazuela de ladrillos cercada por altas verjas de hierro, volvemos la mirada. La Biblioteca se muda para un nuevo y suntuoso edificio; pero nosotros no podremos olvidar las tardes de silencioso estudio que hemos pasado desde que éramos estudiantes, en esa vieja fortaleza de piedra, de ventanas cuadradas batidas por la brisa marina y techo de rojizas tejas acanaladas. Para nosotros, siempre, el Castillo de la Fuerza será la Biblioteca Nacional.” |
El Castillo de la Real Fuerza en la Ciudad de La Habana |
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