Guije.com 10 de Octubre en la revista Carteles que circuló el 10 de Octubre del 1954.

10 de Octubre en Carteles del 10 de Octubre del 1954, Cuba


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10 de Octubre, Carteles del 10 de Octubre del 1954


10 de Octubre
Carteles
10 de Octubre del 1954

Tratamos de reproducir el editorial “10 de Octubre” lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, edición que circuló el 10 de Octubre del 1954.



10 de Octubre
Editorial

Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, quien el 10 de Octubre de 1868 pone en marcha el camino hacia la libertad de Cuba con el Grito de Yara.

“Fechas como la del 10 de octubre tienen un sentido que sobrepasa al de la mera conmemoración. Se conmemoro un episodio, un gesto, un acontecimiento definitivamente perdido en el pasado y que puede no tener sobre el presente más relación o influencia que la del recuerdo. La conducta de un héroe, el sacrificio de un patriota, el resultado de una batalla o la toma de una ciudad conllevan siempre una profunda capacidad aleccionadora sobre la cual vale la pena volver regularmente aunque sólo fuera por motivos de inspiración y de recuento. Así forman los pueblos su carácter y levantan los faros que les sirven de guía en su peregrinaje histórico. La recordación, aun por sí sola, tiene, qué duda cabe, un valor que sería insensato desestimar, ya que es uno de los elementos activos que operan en la integración y cohesión del sentimiento nacional.


“Pero hay algo más que rasgo memorable en esta fecha del 10 de octubre. Porque más allá de la acción episódica que le sirve de motivo, más allá de recoger el pensamiento o la valentía o el sacrificio de un hombre o de una generación entera, marca lo irrupción resuelta en la arena de la Historia de la voluntad nacional de un pueblo, y representa no sólo la decisión o el querer de una muchedumbre en el espacio-tiempo que le tocó vivir, sino el espíritu y la idiosincrasia de la nación toda, sin límite alguno de temporalidad.


“El 10 de octubre tiene esa categoría (no toda fecha histórica la alcanza), y, sin perjuicio de asignarle peldaño adecuado en la escala del progreso político de la patria, tiene y merece una vigencia que no es sólo de ayer, sino de hoy y de siempre. De ahí que, además del conmemorativo, debiera tener un sentido de rito en que se refrescaran y renovaran, con referencia al presente, las razones y principios que en el pasado movieron a una generación determinada a producir el hecho que se convirtió luego en legado y patrimonio de todas las generaciones.


“Lo primero que nos revela el 10 de octubre de 1868 (confirmación de otras fechas protohistóricas o precursoras) es la existencia de una "voluntad separatista" en el pueblo de Cuba. Este es el punto fundamental y el más importante. La ceguedad, la opresión y la soberbia del coloniaje español, pudieron ser el estimulante doloroso que trajo a la conciencia plena la capacidad latente y el embrionario sentimiento nacional de los cubanos en los primeros grados de su carrera formativa. Pero esas virtudes potenciales estaban ahí ya -como lo prueban la decisión y el coraje con que mantuvieron, en condiciones harto desiguales, una lucha de diez años- y sólo aguardaban la chispa y la ocasión propicia de manifestarse.


“Mas esa voluntad separatista de Cuba no ha de interpretarse exclusivamente en lo que a España se refiere. En tal error se incurre cuando se contempla el hecho histórico únicamente dentro de su perspectiva circunstancial inmediata. España, por supuesto, fue el marco inevitable. Pero el pensamiento y las razones subyacentes del 10 de octubre acusan una conciencia de destino y un propósito de autointegración enderezados, con o sin España, a dar vida en el mapa de América, con raíces de perpetuidad, a una nación verdaderamente libre e independiente. "Separatismo", entonces, no es acaso la palabra más feliz a la hora de examinar el esfuerzo de los cubanos por conquistar su libertad. El Grito de Yara no fue precisamente "¡muera España!", sino "¡viva Cuba!", que es la afirmación soberana de que se cuenta ya con lo idea y el músculo que toda noción necesita para andar por sí misma.


“Ni fue tampoco grito inarticulado ante la presión de la cadena, el clamor que, bajo la dirección de Céspedes, reunió al grupo de la Demajagua en la mañana gloriosa del 10 de octubre de 1868. Tenía, por el contrario, un mensaje preciso y obedecía a una definida orientación doctrinal. Céspedes y los otros grandes que constituyeron la célula gestora del levantamiento -Aguilera, Masó, Figueredo, Mármol, Quesada...- eran espíritus formados en el ideal democrático que había inspirado la emancipación de las demás repúblicas de América, cuyos focos principales de difusión ideológica eran la Revolución Francesa y la Revolución de las Trece Colonias. No entraba Cuba en pleito con España simplemente para arrebatarle las riendas de su odioso mando sobre la isla y convertirla en el feudo particular de algún caudillo criollo; ni para entregar su soberanía a ningún otro poder, interno o externo, que no fuera el único y legítimo del pueblo cubano.


“Son éstos los principios y la fe que vertebran el movimiento revolucionario que rompe el 10 de octubre de 1868, y que sientan desde entonces las condiciones y bases fundamentales de la nueva nacionalidad. Soberanía y Democracia: dos valores puros que nadie tiene derecho a enajenar ni limitar, inseparables de su formación histórica.


“En el empeño de alcanzar esa meta, no vacilaron los cubanos de la generación del 68 en lanzarse a la lucha revolucionaria. Ellos entendieron -como posteriormente Martí y los demás forjadores- que en la escala de los valores que integran la dignidad del hombre hay muchos que sobrepasan en mérito a la vida misma, sin los cuales ésta carece de decoro y no vale la pena ser vivida. Pedro Figueredo, uno de los conspiradores y revolucionarios de aquella gesta, expresó este sentimiento en las palabras iniciales del Himno Nacional, que compuso entonces como canción de guerra: "¡A las armas corred, bayameses...!" Jamás podrá decirse que los cubanos que acudieron a tal expediente redentor fueron gente belicosa, movida por el odio o el acicate de la sangre. Pero sí hay que reconocerles la hidalguía viril de haber empuñado las armas en el momento oportuno, y de haber estado dispuestos a pagar el precio -que fuere necesario a fin de conquistar en hecho y en derecho la condición de hombres libres.


“Todo esto nos enseña el 10 de octubre, y nos enseña más. Nos dice que el pueblo cubano posee calidades potenciales que lo capacitan plenamente para la vida democrática y para cumplir cabalmente los deberes que impone la Libertad. El pueblo cubano de hoy es descendiente y está hecho del mismo barro que produjo a los libertadores. No habrá crisis lo suficientemente grave o profunda para que renuncie a sus ideales más preciados, a los que constituyen la razón de ser de la República. Para el pueblo cubano, ningún eclipse de su libertad fue jamás definitivo. El Grito de Yara no fue un ensayo improvisado; la obra de un grupo de apasionados soñadores, expuesta a las contingencias del triunfo o el fracaso. Fue, entiéndase bien, la expresión de un anhelo nacional firme, inconmovible, destinado a establecerse y perdurar cualesquiera fueran las dificultades que encontrara en su trayectoria. Diez años después el esfuerzo ingente de los cubanos era abatido militarmente; pero sólo para resurgir más vigoroso en los intentos que vinieron después.


“Esto prueba la vigencia permanente del 10 de octubre, cuyo espíritu renace en las fechas subsiguientes que señalan el progreso de la libertad en Cuba. No hay por qué suponer que los ecos del Grito de Yara se han apagado ya en el tiempo. El repicar de la campana memorable y los clarines de aquellos guerreros, continuarán resonando siempre en el ámbito de la Patria como una música de afirmación y de esperanza.”



Biografías de los héroes del 10 de octubre:
Carlos Manuel de Céspedes
Pedro Figueredo
y otros en:
Próceres de Néstor Carbonel





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Última Revisión: 1 de Octubre del 2005
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