Tratamos de reproducir el artículo “En la Punta del Muelle” por Federico Lindner lo más fiel posible a como aparece en la revista Carteles, edición que circuló el 21 de Febrero de 1954.

Sería ¿conveniencia personal? o simplemente ¿irresponsabilidad periodística? este artículo. Definitivamente demuestra que en Cuba en 1954 la prensa no tenía ningún tipo de censura política. Y ya que estamos hablando de muelle ¿recientemente ha visitado Cojímar, donde tenemos fotos del muelle en el 2003?, ¿dónde están los Federico Lindner? para que se den gusto escribiendo.

“Hace algún tiempo hube de comentar en estas páginas el estado desastroso en que se hallaba el muelle de Cabañas. Ipso facto, el señor Alcalde de Cabañas dirigió una comunicación al entonces Director de esta revista, señor Alfredo T. Quílez, quejándose amargamente de mis comentarios, disculpándose y dando motivos y razones de por qué el muelle se hallaba en tan desastroso estado. Hacía, además, una relación de las obras realizadas por él, tanto en la barriada de Bahía Honda como en la propia de Cabañas, y, desde luego, ofrecía la pronta reparación del muelle en cuestión.

“Hace unas tres semanas, al llegar al muelle de Cabañas, se me abalanzaron boteros, pescadores, muchachos y muchas otras personas que acostumbran permanecer en sus alrededores, dando gritos de alegría sin que de momento pudiera comprender de qué se trataba, pues nunca había sido recibido en Cabañas con esas demostraciones de afecto y no recordaba haber realizado acto alguno que lo mereciera. Poco a poco, sin embargo, pude comprender que la alegría provenía de una visita que había hecho hacía pocos días el Presidente de la República a Cabañas y específicamente al propio muelle en que nos hallábamos, habiendo declarado públicamente, según me aseguraron, que en ese instante ordenaba un crédito de $7,500.00 para su reparación.

“De lo primero ha pasado más de un año. De lo segundo, varias semanas. El muelle, sin embargo, anteayer se hallaba exactamente en el mismo estado, más el natural deterioro desde cada una de esas promesas.

“Dada nuestra idiosincrasia, cualquier cubano se hubiera cansado ya de batallar sobre el tema. Desgraciadamente yo no puedo obviar esta responsabilidad, porque en este caso, el problema me llega a lo más íntimo, tanto en lo sentimental como en lo económico.

“Hace quince años, en el número del 6 de agosto de 1939 de esta revista y en esta misma sección, hice una serie de recomendaciones en relación a nuestra industria turística. Hacía yo en esas cuartillas un recuento de lo que hasta aquella época había representado el turismo en el orden económico para Cuba. Trataba de convencer, tanto a la empresa privada como a los elementos oficiales, de la necesidad de cambiar nuestro sistema y de la importancia que tenía para nuestra industria turística la creación de entretenimientos y pasatiempos para nuestros visitantes, de modo que, aprovechando nuestro clima y nuestras condiciones naturales, permanecieran en nuestra tierra durante la totalidad de sus vacaciones. No se cuántas veces más, pero se que son muchas, las que he vuelto a insistir sobre el tema. Sin embargo, no sólo no se ha hecho nada en este sentido, sino que, con la más desenfrenada irresponsabilidad, se ha hecho todo lo posible por crear un ambiente hostil a nuestros huéspedes.

“Por primera vez una empresa, es decir, una institución o compañía o corporación, de lo que se titula la empresa privada, se ha hecho eco de mis recomendaciones y haciendo caso omiso de la falta de cooperación de ciertas esferas oficiales, ha decidido meterle mano al problema turístico arriesgando no solamente una nueva inversión sino varios millones de pesos que ya tiene invertidos.

“Efectivamente, el Hotel "Comodoro", propiedad de un gran amigo mío y administrado por otro gran amigo mío, ha decidido establecer en cayo Blanco, en la Bahía de Cabañas, una extensión del hotel. Decoradores interiores, expertos en jardinería, carpinteros, mecánicos, en fin, un pequeño ejercito de técnicos, se halla en estos momentos trabajando en Cayo Blanco, en la Bahía de Cabañas, como pioneros de la industria turística de Cuba, convirtiendo en paraíso encantado de nuestros vecinos norteños lo que fue durante 27 años modesta residencia veraniega de mi familia y mía. Y aquí, antes de seguir, quiero aclarar, a mi manera abrupta en materia cívico económica, donde mantengo mi cabeza muy en alto, que no me guía otra finalidad que ayudar al éxito de una iniciativa que abre nuevos rumbos turísticos en Cuba.

“Con las nuevas embarcaciones que está construyendo el "Comodoro", unas destinadas a la pesca de aguja, peto y demás especies de alta mar, y otras de pequeñas dimensiones para la pesca menor, el entretenimiento de los aficionados a la pesca norteamericanos durante su estancia en Cayo Blanco, la Bahía de Cabañas y su litoral, ha de ser algo extraordinario. Basta tomar en cuenta las estadísticas que pueden sacarse de los concursos de la pesca de la aguja y del peto que ha celebrado Carteles durante años pasados, para justificar mis afirmaciones de que en parte alguna se han matado tantos “pejes” como la zona comprendida entre Cabañas y Santa Cruz del Norte.

“Todo lo que antecede es sólo el inicio de un nuevo rumbo turístico cubano. En los planes del "Comodoro" figura como entretenimiento para los vacacionistas norteamericanos, la pesca fluvial, la cacería en sus formas y aspectos diversos, más un sinnúmero de proyectos (no fantasías), que han de servir de gran pasatiempo a nuestros visitantes.

“Dije antes que este asunto me atañía en lo sentimental. ¿Es posible pensar que yo no sienta alguna alegría, alguna satisfacción y, más aun, alguna sensación al ver que aquello que yo tanto pronostique en el orden económico para mi país, se realiza precisamente en un lugar o un pedazo de tierra que fue algo íntimo de nuestra familia durante 27 años?

“También mencioné lo económico. ¿Es posible pensar que yo no pueda tener franca y sinceramente algún interés económico conjuntamente con el bienestar económico de mi país en un proyecto de esta naturaleza? Lo tengo, y lo digo con toda franqueza y nuevamente repito, con mi frente muy en alto.

“Con todo lo anterior, ¿es de extrañar que yo haya titulado estas cuartillas "Insistiendo Sobre el Tema"? Me parece que no. ¡Sería el colmo que se le permitiera al "Comodoro" hacerse cargo de la reparación del tan cacareado muelle de Cabañas!

“Tienen la palabra, indistinta o conjuntamente, el señor Alcalde de Cabañas o el señor Presidente de la República.”