Guije.com Doña Isabel de Bobadilla, esposa de Hernando de Soto en la edición de Carteles que circuló en La Habana, Cuba, el 16 de julio de 1939.
  
Doña Isabel de Bobadilla, esposa de Hernando de Soto en la revista Carteles, La Habana, Cuba, del 16 de julio de 1939, Cuba

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Doña Isabel de Bobadilla, esposa de Hernando de Soto, en La Habana, Cuba, en la revista Carteles del 16 de julio de 1939

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“Doña Isabel de Bobadilla,
“esposa de Hernando de Soto.”

por Roig de Leuchsenring
En la revista Carteles del 16 de julio de 1939

“Queda dicho en nuestro artículo anterior sobre Hernando de Soto que éste casó con doña Isabel de Bobadilla, hija del conde de la Gomera, y que tal matrimonio influyó de manera poderosa en la rápida y feliz organización de la empresa conquistadora acometida por Soto en tierras de La Florida.


“La nobleza de Isabel, su fortuna, la protección que desde muy niño prestó su padre a Soto, la riqueza de su familia y las amplias y valiosas relaciones que poseía con personajes de la época, así como la belleza, inteligencia y discreción que adornaban su persona, han hecho de esta mujer una figura que se destaca con caracteres propios y relevantes junto a su marido, siendo imposible hablar de éste ni de su gobierno en Cuba ni de su expedición a La Florida, sin mencionar, también, de manera muy singular, a doña Isabel de Bobadilla.


“Pertenecía tan noble dama a la casa de los Darías Dávilas, señores de Alcovendas, San Agustín, Pedrezuela, Villalba, Puñoenrostro, y, después, condes de este último título.


“Era éste su escudo nobiliario. En mantel: primero, de plata, con la cruz de Calatrava de gules; segundo, también de plata, con el águila de sable; y tercero, o sea el mantel, de sinople con un castillo de plata y un toa de azur en la puerta. Bordura de gules con ocho castillos de oro, siete escaleras de plata y una bandera de este metal, alternando, y colocando esta bandera a la diestra del castillo central del jefe; descripción que debemos a la precisa síntesis de este blasón, redactada por nuestro amigo el señor Arturo Lavin, investigador acucioso también de algunos de los datos que a continuación verá el lector sobre la familia de Isabel de Bobadilla.


“El padre de Isabel lo era Pedrarias Dávilas, apellidado El Galán y El Justador, por su gracia y destreza en los torneos; natural de Segovia, que se había distinguido en las guerras de Granada y África; gobernador de Castilla del Oro, como en 1514 se llamaba al Darién, del Darién en 1520, de Nicaragua hasta 1530; fundador de las ciudades de Panamá, Granada y León, estas dos últimas en Nicaragua. Ya viejo, pasaba de los 70 años, fue cuando se interesó por los asuntos de América, recibiendo los nombramientos que quedan señalados.


“Isabel de Bobadilla y Peñalosa era la madre de la después mujer de Hernando de Soto, nacida, como Pedrarias Dávilas, en Segovia, y nombrada así por su tía paterna, Isabel de Bobadilla, dama de doña Isabel la Católica y esposa de don Alvaro de Luna, doncel de Enrique IV.


“Los abuelos paternos de Isabel lo fueron María Ortiz de Valdivieso y Pedro Arias Dávilas, llamado El Valiente, segundo señor de las villas de Puñoenrostro y Torrejón de Velasco, contador mayor de Enrique IV y capitán general de las guerras de Navarra.


“Los abuelos maternos: María de Peñalosa, de la casa de los marqueses de Moya, y Francisco de Bobadilla, muy querido de los Reyes Católicos y muy honrado por estos debido a los servicios que aquel les prestó en diversas empresas bélicas y especialmente en las guerras de Granada. El comendador Bobadilla fue designado por los monarcas para poner fin a las disensiones surgidas entre los colonizadores de La Española, y en Santo Domingo destituyó al almirante Cristóbal Colón, enviándolo preso a Castilla y haciéndose cargo durante dos años del gobierno de esas islas. Cuando volvía a España, en junio de 1502, naufragaron las naves, pereciendo él con toda su gente.


“Cuatro hermanos, que sepamos, tuvo Isabel de Bobadilla: Arias Gonzalo Dávilas, que litigó el estado de Puñoenrostro y se desposó con su sobrina, Ana Girón, hija de su primo hermano Juan Arias, El Evangelista; Elvira de Bobadilla, casada con Urbano de Arellano, señor de Clavijo y Miraflores; fray Francisco de Bobadilla, del monasterio de Santo Domingo, que acompañó a su hermana en el viaje a Cuba de Hernando de Soto y residió con ella en La Habana; y María Arias de Peñalosa, la primogénita de todos, que casó con Rodrigo de Contreras y de la Hoz, gobernador de Nicaragua de 1535 a 1541. De ella se dice que, con fines políticos, estuvo falsamente prometida por su padre a Vasco Núñez de Balboa, el descubridor del océano Pacífico, a quien, más tarde, el propio Pedrarias Dávilas formó proceso y mandó a decapitar, en Acla, el año 1517.


“En la expedición al Darién, de que ya hemos hablado, organizada por Pedrarias Dávilas en 1514, y compuesta de 17 embarcaciones y 1,500 hombres, lo acompañaron su esposa y dos de sus hijas, una de ellas Isabel, y la otra, María o Elvira. Estaba integrada por muy lucida hueste de hidalgos, famosos en la conquista de América: Almagro, Benalcázar, Oviedo, Espinosa, Enciso y entre ellos figuraba, según dejamos apuntado en nuestro anterior trabajo, Hernando de Soto.


“Pedrarias Dávilas falleció en la ciudad de León, en Nicaragua, el 6 de marzo de 1531, bajo testamento que allí otorgó a 23 de noviembre del año anterior.


“Como puede verse, desde muy pequeños se conocieron y trataron íntimamente Hernando e Isabel, como pertenecientes a una misma familia, ya que el padre de ésta educó y protegió a aquél. ¿Desde cuándo se amaron?


“No es posible precisarlo con los datos a nuestro alcance. Algunos opinan que cuándo se casaron hacia ya tiempo que se amaban. El hecho significativo de no haberse realizado el matrimonio de Hernando e Isabel sino hasta tiempo después de la muerte de Pedrarias Dávilas, pudiera indicar la existencia de oposición a ese enlace por parte de los padres de Isabel, por tratarse de joven que, aunque hidalgo, era de modesto linaje, sin grandes bienes de fortuna ni más merecimientos que los conquistados como capitán de las empresas bélicas. Y reafirma esas sospechas la circunstancia de que los demás hermanos de Isabel sólo se casan con vástagos de grandes casas, según acabamos de exponer.


“En la escritura de dote y arras, citada por nosotros en el anterior trabajo, otorgada entre la madre de Isabel y Hernando de Soto, los bienes dótales aportados por Isabel los constituían una sabana redonda o hato, situada en Panamá, con todo su ganado vacuno y yeguar, los esclavos que los guardaban y todo lo demás a ella perteneciente y anexo; bienes que le donó su padre en testamento de 1530, "para que mejor y más honradamente se pudiese casar y para la sustentación de las cargas del matrimonio", comprometiéndose Soto a devolver esa dote en el caso de que su esposa falleciera sin dejar hijos, "lo que Dios no quiera", restituyéndola "a quien e como e quando en tal caso la ley lo dispone e manda".


“En la corte y en Sevilla, mientras se llevaban a cabo los preparativos organizadores de la expedición, Hernando e Isabel llevaron la vida de boato propia del rango y riqueza de ésta, como se desprende del lujoso ajuar que de España llevaron a Cuba y años más tarde, después de la muerte de Soto, aparece detallado en las diversas almonedas que oportunamente veremos se celebraron en La Habana con las pertenencias de doña Isabel.


“Esta embarcó con su esposo del puerto de San Lúcar de Barrameda, acompañándola varios allegados y doncellas. Al hacer escala en la Gomera, su conde y señor, Guillén Peraza de Ayala, los obsequió espléndidamente, entregándoles, a petición de Soto, una hija que tenía, de 17 años, muy bella, nombrada Leonor de Bobadilla, para que le hiciese compañía a Isabel, ofreciéndola, Soto casarla y hacerla gran señora de su nueva conquista. Leonor era parienta de Isabel en cuarto o quinto grado de consanguinidad, como descendientas ambas de Juan Fernández de Bobadilla y Beatriz del Corral, quintos señores de Bobadilla. Ya veremos en otro artículo de esta serie cómo Leonor se enamoró y casó secretamente con Nuño de Tobar, segundo de la expedición de Soto.


“La expedición llegó a Santiago de Cuba el 7 de junio de 1538, y en el mes de agosto partió Isabel con su familia y la infantería, en los cinco barcos que constituían la flota, rumbo a la villa de La Habana, mientras Soto, sus oficiales y caballerías, hacían el viaje por tierra. En las Navidades de aquel año ya se encontraba reunida en La Habana toda la expedición, menos alguna caballería que no llegó hasta el mes de abril del siguiente año.


“Después de la partida de Soto para la conquista de La Florida, el 19 de mayo de 1539, quedaron en La Habana, con Isabel, su hermano fray Francisco de Bobadilla y sus doncellas María Arias, Catalina Ximénez, la Mexía, la Arellano y la Carreño, y no consta que también su parienta Leonor de Bobadilla, ya esposa de Nuño de Tobar.


“Seguramente residió Isabel, con su marido y familiares y servidumbre, en algunos de los modestísimos bohíos que componían entonces la villa de La Habana, pues aun no tenía esta fortaleza, ya que fue precisamente Hernando de Soto, como queda dicho en anterior trabajo publicado en esta revista, el iniciador de las obras de la primitiva fuerza habanera. Más tarde, y al mismo tiempo que se construía la fortaleza, edifico Isabel una casa, en la que aun residía en marzo de 1544, un año y nueve meses después de fallecido su marido, y cuando se preparaba ella para regresar a España. Dicha casa lindaba con la de Francisco Cepero, alcalde ordinario y justicia por Su Majestad, y con la de Juan Márquez y las calles Reales. Pérez Beato sostiene que la casa solariega de los Cepero estaba ubicada en la esquina de lo que después fueron las calles de Oficios y Obispo.


“La casa de Isabel quedó convertida, durante la estancia de su esposo, en cuartel general de la expedición, y los gastos de la misma fueron sufragados en parte por unas encomiendas de indios que les otorgó el Cabildo, desposeyendo a sus usufructuarios, y por los productos de cuatro haciendas situadas en el termino de la villa: una en Matabanó o Mantuabanó, otra en Mayabeque o Maibeque, otra en Coximar o Cojímar y la otra en Bainoa o Bayanoa, tal como aparecen nombradas en los documentos que figuran reproducidos en la nombrada obra de Solar y Rújula. De esos papeles se desprende que en diciembre de 1543 habían en la hacienda de Matabanó 240 cabezas de puerco, 56 aves, 2 guanajos, 3 yeguas con 3 potrillos, tres potrancas de 2 años, un asno, 50 fanegas de maíz, 500 montones de yuca de aquel año y un arria de 9 caballos; en la de Mayabeque, 450 cabezas de puerco, 60 aves, 3 gallinas con 30 pollitos, 8 azadones, 1 cuchillo de pastor, 200 montones de boniatos y 200 montones de yuca; en la de Bainoa, 17 vacas de vientre, 4 novillos, 8 añojos y 5 terneros; y en la de Cojímar, un bohío con portal nuevo, una caballeriza con su barbacoa para maíz, 20 fanegas de maíz, 7 almudes de maíz sembrado que no estaba para comer, 10 mil montones de yuca del año anterior, 1,000 montones más de 2 años, 5,000 montones de yuca y 5,000 de boniatos del año de la fecha, 15 azadones, 1 romana, 4 calabozos, 3 hachas, 2 calderas, 1 paileta, 2 enseres, 4 guanajos, 10 aves, 60 ovejas, 2 carneros, 20 cerdos y 1 caballo.


“Hemos querido detallar estas particularidades que ofrecían las haciendas habaneras de Hernando de Soto e Isabel, porque ellas descubren el modo de vivir y las dedicaciones de los habitantes de la villa en aquel remoto año de 1543, en que aparecen firmadas en La Habana las escrituras en donde constan estas noticias.


“Soto antes de partir para La Florida, otorgó en 17 de mayo de 1539 un poder general a favor de su esposa, ante el escribano Francisco de Alcócer, haciendo de testigos los individuos de la Armada Carlos y Nuño de Tobar y el pariente del Adelantado Alonso Romo de Cerdeña.


“Ya antes, el día 10, había otorgado también Soto testamento cerrado, que el día 13 presentó para su guarda al escribano Francisco Cepero, en el cual dona, en conjunto, 2,000 ducados para las dotes matrimoniales de las ya citadas doncellas de su esposa, que debían repartirse según ésta lo creyese oportuno y ellas la hubiesen servido. Manda que se compren 150,000 maravedís de rentas perpetuas en buenas posesiones y se junten con los otros 150,000 maravedís, de su exclusiva propiedad, que le cabían en las rentas reales de la seda en la ciudad de Granada, y de esos 300,000 maravedís de renta anual, se hagan dos partes, la una para que su mujer la goce por todo el tiempo de su vida, y la otra para dotar cada año a tres doncellas huérfanas y pobres, hijasdalgos, lo que dará cumplimienta su esposa a quien ella nombrase. Declara haber recibido como dote de Isabel 7,000 castellanos, en diversas formas, cantidad que debe corresponder a la conversión de los bienes situados en Panamá que el padre de Isabel legó a ese objeto, y confiesa que mandó en arras a su esposa, al casarse, 6,000 ducados, todo lo cual debía heredar Isabel como bienes propios que le pertenecían por derecho. La instituye por albacea, en unión de Hernán Ponce de León, su compañero; de Juan Méndez de Soto, su hermano, y de su pariente Gutierre García Cardeñosa, o el hijo de éste, Hernán, vecinos los tres últimos de Badajoz.


“En enero de 1544 tenía Isabel a su servicio particular y el de sus fincas, once esclavos, de los cuales constan los nombres de Isabel, que era morisca; Juanillo y Francisca su mujer, con una niña nombrada Margarita; otro hijo de Juanillo con una india esclava, nombrado Sebastianillo; Manuel y un hijo suyo con una india esclava, nombrado Coro; y Domingo, Hernando, Jorge y Julián.”


Nota: Otros artículos relacionados:

Incidente de Hernando de Soto con Ponce de León, en La Habana. - Parte la Expedición para la Florida. - Cuba, Víctima de esa Empresa Conquistadora” por Roig de Leuchsenring en la revista Carteles del 13 de agosto de 1939.

La Trágica Epopeya de Hernando de Soto en Tierras de la Florida” por Roig de Leuchsenring en la revista Carteles del 20 de agosto de 1939.




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Última Revisión: 1 de Septiembre del 2008
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